JUICIOS EN REVOLUCION
Quién
habría pensado que el frente interno era tan escabroso...
Imagino lo duro que debe haber sido para Juan Guaidó dar por finalizadas las negociaciones promovidas por Noruega entre la Oposición y el Gobierno, sabiendo que los que ni lavan ni prestan la batea de este lado (al menos dicen ellos que están) le saltarían al cuello. Alega el hombre que el gobierno abandonó la mesa hace semanas y que no tiene ninguna prisa por regresar. Habían ido por el miedo al desconocimiento original, a la amenaza de las sanciones, a un posible estallido de violencia interna por los servicios públicos fallando y la inflación, pero notaron que, en verdad, nada pasaba. El susto se les pasó y ahora saben que pueden hacernos lo que se les ocurra y que no responderemos como colectividad, como pueblo. Tal vez a esto se refiere Guaidó cuando habla de aumentar la presión para hacernos sentir, dar la cara y pelear de frente, en todas las plazas. Como sea, el régimen se siente lo suficientemente seguro como para intentar llamar a la oposición que le cuadra, esa que se pliega a secundarles las tracalerías, para montar una farsa mesa de diálogo (sólo PODEMOS en España, o las FARC en Colombia fingirían creérselo), en un intento para llamar a elecciones parlamentarias, unas que se “perderían” para el campo democrático al haber destruido Nicolás Maduro Moros, con una eficiencia muy por encima del resto de los venezolanos, a esa unidad que sumaba voluntades y que le derrotara en el 2015.
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