PARADIGMAS Y DUCHAS DE TRABAJO
Cuando
Marta le recogió en aquel auto, rumbo a la secundaria donde tendrían
la reunión del reencuentro, pensó que sería como en la noche de
graduación y le tocó el turno de estar con “la complaciente”,
cuando en la parte de atrás se dieron con todo, aunque ella tenía
novio oficial y él la había escuchando, además, hacer una cita
para el otro día con otro de los chicos (¡la muy zorra!); tan igual
que en la reunión ya la esperaba el bobo que se casó con ella, un
tío listo que estudió con ellos (aunque no le recuerda bien), pero
de quien oyó que tenía buen ojo para los negocios y ha hecho
billete. Lo que hacía que el engañarle con la mujer fuera todavía
mejor. Claro, ignora los intríngulis de una felizmente casada
pareja, lo alegrona que era ella y la curiosidad desde los días de
colegio de este...
Grita enojado en cuando
descubre el engaño de la pareja, aunque debía admitir que esa
vaina, la boca caliente y ansiosa del marido se había sentido del
carajo sobre su verga, logrando tomarla toda a pesar del tamaño,
dándole unas apretadas que... Pero, joder, ¡era un hombre! ¿Cómo
podía Marta pretender...? Desconcertado cae en cuenta, de pronto,
viéndola reír divertida y desinhibida, escuchándola explicarse,
que la mujer sigue siendo “complaciente” después de todo. Que
ayuda a su marido a probar algo que viene intrigándole y
atormentándole desde los días escolares. Que vamos, que lo deje,
que no sea malo, que se deje chupar el palo...
Todavía
dudoso le dejó montarse, y en cuanto ese sedoso, apretado y caliente
agujero se la cubrió, hasta los pelos, entendió que la cosa no era
tan mala. De hecho, nada mala, reconoce pensando con cierto fastidio
en todos los hombres que en un momento dado le pidieron los follara,
negándose porque era raro. Claro, su descubrimiento poco se compara
al de nuestro amigo casado, quien subiendo y bajando su más dilatado
y hambriento agujero entiende por fin, ahora lo sabe, el por qué a
esa verga le decían la rompe virtudes, la cambia vidas. ¡La suya sí
que ha cambiado, carajo!, admite rugiendo y riendo feliz,
metiéndosela toda. Su mujer mira y sonríe, ahora compartirían un
poco más en su rica vida matrimonial, desde besos y caricias, a
pantaleticas, consoladores y ahora bellos machos folladores...
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