sábado, 19 de octubre de 2019

LA COMPLACIENTE

PARADIGMAS Y DUCHAS DE TRABAJO

 
   Cuando Marta le recogió en aquel auto, rumbo a la secundaria donde tendrían la reunión del reencuentro, pensó que sería como en la noche de graduación y le tocó el turno de estar con “la complaciente”, cuando en la parte de atrás se dieron con todo, aunque ella tenía novio oficial y él la había escuchando, además, hacer una cita para el otro día con otro de los chicos (¡la muy zorra!); tan igual que en la reunión ya la esperaba el bobo que se casó con ella, un tío listo que estudió con ellos (aunque no le recuerda bien), pero de quien oyó que tenía buen ojo para los negocios y ha hecho billete. Lo que hacía que el engañarle con la mujer fuera todavía mejor. Claro, ignora los intríngulis de una felizmente casada pareja, lo alegrona que era ella y la curiosidad desde los días de colegio de este...
   Grita enojado en cuando descubre el engaño de la pareja, aunque debía admitir que esa vaina, la boca caliente y ansiosa del marido se había sentido del carajo sobre su verga, logrando tomarla toda a pesar del tamaño, dándole unas apretadas que... Pero, joder, ¡era un hombre! ¿Cómo podía Marta pretender...? Desconcertado cae en cuenta, de pronto, viéndola reír divertida y desinhibida, escuchándola explicarse, que la mujer sigue siendo “complaciente” después de todo. Que ayuda a su marido a probar algo que viene intrigándole y atormentándole desde los días escolares. Que vamos, que lo deje, que no sea malo, que se deje chupar el palo...
   Todavía dudoso le dejó montarse, y en cuanto ese sedoso, apretado y caliente agujero se la cubrió, hasta los pelos, entendió que la cosa no era tan mala. De hecho, nada mala, reconoce pensando con cierto fastidio en todos los hombres que en un momento dado le pidieron los follara, negándose porque era raro. Claro, su descubrimiento poco se compara al de nuestro amigo casado, quien subiendo y bajando su más dilatado y hambriento agujero entiende por fin, ahora lo sabe, el por qué a esa verga le decían la rompe virtudes, la cambia vidas. ¡La suya sí que ha cambiado, carajo!, admite rugiendo y riendo feliz, metiéndosela toda. Su mujer mira y sonríe, ahora compartirían un poco más en su rica vida matrimonial, desde besos y caricias, a pantaleticas, consoladores y ahora bellos machos folladores...

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