sábado, 19 de octubre de 2019

EL EXAMEN MEDICO DEL SEÑOR JONES... 6

...EL SEÑOR JONES                         ... 5
   
   Hay papis que...
...
   El joven y fornido médico ríe al escucharle gritar, admitiéndolo al fin, que lo penetre así, como a una puta.
 
   -Como quieras, vieja zorra. -le gruñe juguetón y riente, afincando los dedos en su cintura, Gregg pelando los ojos, e incrementando aún más la frecuencia de las embestidas, unas dadas con toda fuerza, casi derribándole sobre la mesa y agitando esta, que chilla. Como hace él mismo, aunque casi silenciado por los secos paff, paff, paff de piel contra piel.
 
   -¡Ahhh! -Gregg no puede contenerse y alza nuevamente el rostro, cerrando los ojos, sonriendo de manera mórbida, feliz, nadando en hormonas sexuales; su culo es una sopa que necesita de carne, mucha carne caliente y dura. Cada metida y sacada, cada recorrido del gordo instrumento en sus entrañas era la dicha, cada golpe de la tranca a su próstata era una fiesta. Y grita y grita, gimiendo de puro gozo, sonriendo de manera abierta.- Oh, si, si, cógeme, cógeme...
 
   -Llámame con su nombre; llámame como has soñado haber tenido el valor de hacer una vez, marica. -le ruge entre dientes, soltándole la cadera derecha y atrapándole el cuello, bajo el corte del cabello, con firmeza y control. Era, indudablemente, un hombre follando a un marica que ardía y se derretía bajo sus embestidas varoniles.
 
   -Cógeme, Eric, Cógeme... -el maestro abre los ojos, frente fruncida, perdido en sus recuerdos, en las mil sensaciones. Los golpes de esa pelvis eran tan eléctricos como los que esas bolas le daban cuando la tranca se le clavaba hondo. Volvía a estar en ese cuarto dormitorio universitario, junto al rubio atleta al que masturbaba. La risa del médico le eriza, se siente sucio, putito, sexy y caliente, y sonríe abiertamente, con una mueca lujuriosa.
 
   -Imagínate toda la verga que pudo darte cada noche; cada noche enculándote así, y así, haciéndote gritar y pedir más, que nunca parara, mientras mordisqueabas sus suspensorios transpirados en tu cama de estudiante. -le dice, y Gregg suelta un gemido casi de desmayo, ojos perdidos en el pasado, en el placer que siente mientras aquel hombre le saca y mete el güevo de las entrañas. Este sale casi hasta el glande, siente ese nabo rozar internamente los labios de su culo, sin salir, donde aprieta y hala de manera automática, como si toda la vida hubiera sabido qué hacer con la tranca de un hombre.- Imagínate viéndole llegar ebrio de excitación por sus triunfos deportivos, todo sucio de sudor, oliendo a macho, acompañado de dos o tres amigos como él, todos rodeándote, alzándote en peso y desnudándote, tú gritando “no, no, papi, así no”... -finge un tono todo amariconado, burlándose.- Pero ellos reirían, sabiendo que mientes, que ardías de lujuria como una buena puta. Y ellos sentados en su sofá, codo con codo, y tu paseándote de verga en verga, con tu culo, viéndoles de frente; empalándote hondo, bajando sobre esos falos y apretándolos, rotando tus caderas, ellos aplaudiendo, llamándote perra, diciéndote que así se hace... y tu corriéndote una y otra vez, sin tocarte, todo realizado como el grandísimo maricón que eres...
 
   -¡Ahhh! -Gregg siente que se ahoga, que no puede resistir, sus piernas tiemblan, tiene que aferrarse con fuerza de la mesa para no caer, con el tolete tieso babeándole todo un río claro y espeso. Estaba tan excitado, joder, que teme que la vida se le escape entre gritos.
......
 
   -Pero, ¿qué diablos...? Esos alaridos parecen... -comienza en la sala de espera un viejo paciente del médico, el cuál enrojece feamente mirando a su confusa mujer, callando lo que pensaba.
 
   -No es nada, a veces una exploración resulta particularmente dolorosa y... -jadea a la defensiva el asistente del médico, poniéndose de pie, alarmado también, mirando sobre un hombro hacia la puerta de donde parten ahogadamente aquellos gemidos.
 
   Exploración, si, seguro que era eso, refunfuña para sus adentro el hombre mayor, quien aunque heterosexual, conservador y religioso, tenía la edad suficiente para conocer cosas del mundo.
 
   Por su lado, el joven asistente, tomando aire, sabiendo que tiene que tomar alguna medida, se decide por el mal menor. Había que silenciar todos esos gritos. Toca fuertemente a la puerta. Nada, los chillidos siguen, alguien la estaba pasando en grande, no puede dejar de pensar con una leve sonrisa de exasperación, rodando los ojos. Toma aire, gira el picaporte, abre la puerta y entra rápidamente, cerrándola aún más de prisa para evitar salgan los gritos. Y lo logra... en cierta medida. En cuanto separó la puerta del marco los chillidos de Gregg parecieron incrementarse junto a un muy escandaloso...
 
   -Oh, sí, sí, más, más, por favor...
 
   El hombre en su silla bufa mientras su mujer se lleva una mano a la boca, confundida. No pueden ver lo que ocurre, pero...
......
 
   -Joder, qué escándalo, ¿te volviste loco? Te dije que llegó el señor Klobe y... -comienza el joven asistente, todo alto y musculoso, piel cetrina, ojos y cabello negro, paralizándose por la escena lateralizada frente a él, la cortina corrida. El joven y fornido profesional de la salud, verga afuera (por momentos), enculaba a aquel paciente algo maduro, de gafas y barbita entrecana, de cara muy roja y sonrisa de auténtica putez mientras se tensa y agita un tanto sus nalgas como para sentir aún mejor de ese güevo que lo penetra.- Wow, wow, wow, ¿otra vez? -alarmado se lleva las manos a la cabeza.
 
   ¿Otra vez? ¿Solía Thompson follarse a sus pacientes?, se pregunta Gregg por un momento, más rojo de cara, labios temblorosos, tan quieto como el médico mientras miran al recién llegado. Coño, alguien estaba viendo que le estaban enterrando un buen tolete por el culo, alguien que debió verle en éxtasis cuando entró, que debió escucharle suplicar por más güevo en sus entrañas. Y traga sintiéndose trastornado, porque reconoce que era un tanto caliente aquello, ser pillado siendo follado por un hombre,viéndose todo desatado por ello. Especialmente si era un chico tan guapo como aquel quien les sorprendía...
 
   -Carajo, olvidé que me hablaste de esa emergencia. -jadea Thompson, tragando en seco, como si ese fuera el único detalle impropio en toda aquella situación.
 
   -¿Estás follándote a míster...? -comienza a reclamarle el asistente, no por celos, sino porque le parece que aquello era peligroso para el consultorio.
 
   -Oye, este viejo tiene una vagina entre sus piernas capaz de enloquecer a cualquiera, ¿okay? Y yo no soy de piedra. -responde y luego sonríe dándole una leve nalgada a Gregg, a quien aún le tiene clavada la verga hasta los recortados pelos.- Aunque lo parezca, ¿eh, puto?
 
   Oh, Dios, todo eso era tan... Aferrado a la mesa, mortalmente avergonzado, incapaz de controlarse, sabe que su culo se agita, que se abre y cierra, que chupa de esa tranca. Estaba ordeñándole sin moverse, provocando la risa del otro y un elevar de cejas del recién llegado.
 
   -Este coño...
 
   -Te esperan afuera. Sal si quieres continuar en el negocio, amigo. ¡Y hay que explicar todos estos gritos! -insiste el otro.
 
   -Okay, okay. -gruñe exasperado el rubio, sacándole la tranca del culo, lentamente, como para dejarle sentir antes todas sus dimensiones, lo bien que se sentía con ella adentro.- Pero no debemos detener el tratamiento del señor Jones.
 
   -¿Tratamiento? -gruñe el joven asistente.
 
   -¿Tratamiento? -croa, confuso, Gregg, mirándole sobre un hombro.
 
   Thompson no le mira mientras oculta su tranca bajo las ropas (y el hombre mayor lo lamenta), colocándose una bata blanca larga, una que le queda entallada en los recios hombros, que cierra al frente ocultando la erección.
 
   -Si. -responde al asistente.- Es importante que no se detenga... ni que el paciente se corra. -dice mirando ahora sí al hombre mayor, quien abre más los ojos.
 
   ¿Qué diablos...?, su confusión aumenta más cuando le ve dirigirse todo pancho hacia la puerta y al otro acercársele.
 
   -Como diga, doctor. -exclama este, sus miradas encontrándose, mientras manipula su mono verde y exhibe una verga gorda, no tan larga como la de Thompson, pero sí más gruesa. Que va erectándose por segundos.
 
   El hombre mayor casi se alza, balbuceando sin emitir sonido. Ah, no, una cosa era que un carajo le atrapara en un momento de debilidad, pero no era un marica que...
 
   -¡Ahhh! -se tensa y chilla agudamente, abriendo los ojos y boca, componiendo una expresión de sorpresa... y felicidad cachonda mientras aquella nueva barra se le va metiendo hasta los pelos.
 
   Otro hombre iba a cogerlo.
 
CONTINÚA ... 7

No hay comentarios.:

Publicar un comentario