PIRMAS
Los
amigos de los amigos también sirven...
Cuando
los amigos de su hermano mayor, lejos en el golfo, le invitaron a
jugar con ellos, a pesar de que no servía para un carajo en la
cancha como no fuera sentarse en las gradas a ver machos sudorosos,
algo debió sospechar. Pero, bueno, en realidad si querían jugar,
¿no? Erizado y emocionado les oye decir que es una pequeña perra
calentorra y traviesa, mientras le rozan con sus trancas aquellos que
no estaban clavándoselas por la boca, dos luchando a veces, o a
fondo en su culo de pronto pulsante y ardiente. Gime oyéndoles decir
que a quién pensaba que engañaba escondiéndose en el closet, que
todo le sabían un putito en potencia. Casi se corrió, sin tocarse,
cuando Vincent, el mejor amigo de su hermano, el más cercano, le
nalgueó duro y sonriéndole le rugió al rostro: “Vamos, dilo, que
eres una pequeña zorra sucia hambrienta de güevos. En cuanto lo
digas te sentirás aliviado, liberado. Se hará realidad”; y
guiñándole un ojo agregó; “tu hermano nos contó que te sabía
un marica reprimido, casi nos pidió el favor de ayudarte”, y rió
de su cara, antes de cerrar su vista con ese abdomen en cuadritos al
hacerle tragar aquella verga monumental. ¡Su hermano lo sabía o
sospechaba!, la idea le abrumó; ¿habría notado algo cuando, de más
chico, tomaba su ropa interior y se pajeaba oliéndola sobre la cama?
Dios, era tan vergonzoso... Eso y admitir que sí, que quiere ser la
“madrina del equipo”, como ya le dijeron, que vestiría como
todos pero en los vestuarios se pasearía con una tanga de encajes
metida en su culo y tomaría todas sus erectas virilidades en esos
lugares calurosos, oliendo a medias, sudor, calzoncillos y a machos
que...
-Si,
si, soy una zorra, ¡soy una pequeña zorra sucia hambrienta de
güevos! -grita jadeante, rojo de cara, en cuanto aquella vergota
deja su boca y dos luchaban por entrar en su culo.- Pronto, ¡quiero
chupar otra!
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