BIR
-¿No
se les antoja, muchachos?
Era
extraño que todavía lo hicieran. Se supone que es algo que a veces
pasa, y queda en el pasado, entre el hermano mayor y el menor, y más
cuando este tiene dos amiguitos tan bonitos como él, que ríen de
todo, que se la pasaban mirándole y a quienes sorprendiera tomando,
más de una vez, sus calzoncillos en el baño. Era lógico que les
ofreciera a esos chicos un bocado y que estos pegaran sus juveniles
bocas... Tal vez no tanto que el hermanito fuera el más goloso y
entusiasta, aunque debía admitir que había sido súper caliente. Más
extraño era que aún hoy, ya dos de ellos casados y con hijos, se
reunieran a veces para hablar de cualquier cosa y mientras estos se
arrojaban al piso con un cojín, viendo un juego, fuera como una
señal para ofrecerles “algo” de picar. Y lo hacían, los muy
putos volvían a ser los mismos de antes; tres bocas que besaban y
atrapaban, que chupaban, tres lenguas que lamían. Tres culos que ya
ha estrenado, abierto y dilatado entre gemidos, a cada uno de ellos
frente a los febriles amigos que esperaban su turno. Que apretado y
que ávido, reconoce emocionado, está siempre el de su hermano.
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