viernes, 1 de noviembre de 2019

SUCIOS... 3

SUCIOS                         ... 2
   No hay más lealtad que la del propio culo en peligro...
...

   Este lo mira con burlona desconfianza, viéndose guapo, tiene que admitir Marcos (algo que le da placer, saber que el bien peinado tío, con el flequillo coqueto y putón en la frente, todo aregladito pronto estaría lloroso, con la cara y el cabello bañados en leche).

   -No me vengas con mariqueras, no creo que queriendo a alguien que te acompañara para “ayudarte”, pensarás en mí en lugar de traer al idiota de Gabriel. -agrega el catire y Marcos toma aire.

   -Te lo dije, quiero que engatuses a algunas chicas, ¿está bien? Presente en la reunión estará una hermana del carajo que quiero impresionar; acércate a ella y sé... como siempre; tú mismo, un vividor que quiere metérsele en las pantaletas a todas. -gruñe. La risa del otro le hiere los oídos. “Piensa que lo van a follar duro, piensa que lo van a folalr duro”, se aferra a la idea para soportarle.

   -Ya veo, con razón no trajiste a Gabriel. Si, seguro le iría con los cuentos a Stephanie. -arruga la frente un poco.- Está insoportable desde que sabe que está preñada. -eso impacta a Marcos, obligándole a apartar la mirada de la calle algo oscura que les lleva al Centro de la ciudad.

   -¿Stephanie está preñada? -joder, y él pensaba hacerle eso al marido cuando...

   -Si, la muy pendeja. Eso es para amarrarme. -suena frustrado.- Anda fastidiosa, llorosa, quiere que... la mime. Me molesta, pero por otro lado está bien, así los suegros dejan de joder.

   -¿Mandándote a trabajar?

   -¿Importa? -esa sonrisa del catire, burlona, le obliga a cerrar los puños, los dos, sobre el volante para no darle un coñazo.

   Bien, piensa el otro; Stephanie se lo merecía. Siempre tan exigente, tan estrecha, tan “no voy a darte la cuchara por nada, mijito”, como le dijera en la secundaria. Siempre esperando a un príncipe que la sacara de la casa de sus padres, y con él, el buen Marcos, no veía futuro. Y todo para ir y enamorarse de ese maldito vago. Claro, tampoco era difícil entenderla. Él era bueno jugando rugby, pudo llegar a profesional... pero no quería rutinas, regímenes a atender, disciplina a la cual someterse. Quería tomar caña, fumar, tirar con mujeres y aspirar algo de coca, y perdió su oportunidad. Pudo ser una estrella, ganar dólares y fama, pero ahora...

   -¿Seguro habrá algo de marihuana? -la pregunta le hace regresar al presente.

   -Y perico.

   -¡Genial! -el otro sonríe y le da un medio golpe juguetón por el hombro.- Tú si sabes tratar a un invitado. -se burla.

   Que te den por el culo. Casi le gruñe, con rabia. Pero la cosa, de pronto, le parece tan posible que no puede decirlo.
......

   A pesar de lo feo que está la zona en general (el alumbrado de Caracas se iba al carajo como el país mismo), el edificio se ve bien por dentro, alfombrado, con muchas cámaras y agentes de seguridad. En un ascensor expreso la pareja es llevada por un tipo grueso de cara cuadrada a un penthouse, donde se oye una ruidosa música rap en cuanto salen.

   -Esto pinta excelente. -oye a Rubén, sonriendo, viéndose bien en su jeans negro, una franela azul suave, de las buenas, y una chaqueta negra algo corta que dejaba lucir sus piernas... y trasero.
 
   Carajo, sí que era culón, reconoce de pasada Marcos, viéndole alejarse hacia una barra donde unas mujeres jóvenes casi abrieron las piernas para recibirle. Chicas que... esas falditas y maquillaje hablaba de profesionales. Putas pagadas para la docena de hombres algo maduros y mal encarados, a pesar de que sonríen, que llenan la amplia sala con buenos muebles cómodos, cuadros y adornos caros. Chicas con falditas tan cortas que seguro debían tener frío en las cucharas. Unas parecían tener cara de hambre, otras de necesitar una dosis de lo que fuera. Pero todas responden al atractivo catire que sonríe. Tan sólo él repara en el Ruso, sentado en un sillón, cercado por otros dos sujetos. Uno de ellos blanco paliducho pero no del tipo eslavo (¿un gringo, un europeo del centro?), el otro es un tipo delgado, de rostro enjuto y avinagrado, que discute con el paliducho. Negocios de drogas, seguramente. Le parece reconocerle como un familiar del anfitrión, quien le mira, asiente sonriendo, y luego clava los ojos, con codicia, en Rubén, más específicamente en su culo. Joder, el Ruso sí que le tenía ganas.

   -Al fin. -también de jeans y chaqueta, pero larga, Mateo se le acerca, deshaciéndose de una joven de rostro asiático que tenía pegada a una manga, la cual sonríen aunque se ve desilusionada.

   -Stephanie está preñada. Amigo, no se si debamos...

   -Es él o nosotros. Con su culo, ese carajo nos va a salvar la vida. Vidas que están en peligro por su culpa. -enfatiza, bajando la voz. Marcos le mira.

   -¿Cómo lo haremos? ¿No veo cómo lograrás que...?

   -Con esto; la blanca lo emborrachará en un minuto... -responde metiendo la mano en un bolsillo de la chaeta, mostrando dos pepas y un envase que parece de gotas para los ojos, sin etiquetas.- La rosa lo pondrá de ánimo. Y este frasquito... -sonríe cruel.- ...Es casi mágico. Ya lo verás.

   -¿Lo veré? -la idea le choca y toma de sorpresa.

   -No puedo hacerlo todo yo solo. No es un trabajo bonito, así que lo haremos los dos. Aunque quien debería estar aquí es el imbécil de Gabriel.

   -¿Para que lo joda de alguna manera impensable? Bueno, vamos a la barra, así puedo relajarme un poco. -acepta alzando los hombros.

   Van hacia esta, que ocupa toda una esquina de aquella sala; también hacia Rubén. De pasada, sentada al final de esta, Marcos repara en un mujer notable. Parece una cuarentona, pero no de las que los lleva muy bien (c0noce viejas de cincuenta que se la ponían dura en segundo), algo bajita, cara ancha, igual la nariz, boca grande, cabello ensortijado y negro. El vestido que lleva es corto. Lo que agrava mucho el asunto. Sus miradas se encuentran y ella le guiña un ojo. Es la única a la que no se acerca nadie, las otras van y vienen, buscando tragos para sus hombres o siendo abordadas por estos. No le sorprende nada.

   La risa de Rubén, con la cantinera, le despierta. Le golpea afectuoso en la espalda. O eso cree, se oye fuerte y casi le derriba la copa.

   -Joder, cuidado. -le gruñe este, mirándole. Del otro lado, con habilidad, Mateo deja caer las pastillitas que hierven en un instante y desaparecen. Igual que él mismo, que se aleja silencioso. Vaya con el químico, piensa Marcos.

   -Lo siento. ¿Todo bien? -pide un trago.

   -Perfecto. -sonríe este, tomando su copa y bebiendo, ojos brillantes y cara sonrojada de emoción.- Esas dos quieren hacerme cositas en el balcón. Cositas divertidas. -señala a dos chicas bonitas que fingen reír de algo que cuentan dos tíos mayores. Vuelve a beber y Marcos ya no piensa en nada, tan sólo sonríe.

   -Sí, estoy seguro de que te harán cosas muy divertidas. -y no puede contener una risa nerviosa mientras bebe de su trago. Dios, odiaba tanto a ese cabrón pero... Ahora se vuelve hacia la mujer algo mayor, sintiéndose en verdad algo mejor desde que el otro tomara su trago aliñado. Le gustara o no ya todo estaba en marcha. Esta se le acerca.

   -¿Tienes un cigarro? -pregunta ella.

   -Hay bastantes en esa bandeja. -sonríe algo burlón, ella sonríe leve.

   -Intentaba un acercamiento, galán. ¿Eres amigo del Ruso?

   -¿Y tú la mamá de alguna de las chicas?

   -Soy una de las "chicas". -responde ella, ligera, como si no le afectaran las palabras.

   -Allí veo a una chinita, esa parece representar a las margariteñas, aquella a las gochitas... ¿y tú eres la viejita? -se burla un poco. Ella ríe tomando su copa.

   -Soy la experiencia. A Salvattore... -señala al hombre que está con el Ruso, el de cara avinagrada.- ...Le gustan las cosas que hago. También al Ruso... aunque por la manera en la que le ve culo de tu amigo, y por lo que agregaron a su copa, parece que esta noche no tendré ninguna oportunidad con él. -le impacta, casi haciéndole balbucear.

   -No entiendo...

   -Amigo... -Rubén ladra súbitamente a su lado, casi derribándole la copa, mareado, riendo.- Joder, debo tener hambre, dos tragos y... -ríe enrojeciendo más, dando un traspiés. Marcos le sostiene solícito, viéndose muy serio, cruzando una mirada con la mujer que sonríe de manera burlona. Y cruel.

   -Tal vez necesitas algo de aire. Vamos al balcón. -agrega Mateo, que se acerca otra vez.

   -¡Mateo, mi amigo! Si, si, yo... -Rubén ríe cuando va a tomar otra copa y también la derriba.- Lo siento, lo siento... -se disculpa con la chica de la barra mientras Marcos y Mateo, quien sonríe complacido, se lo llevan.

   -Oh, si, lo vas a sentir. -susurra la mujer tras su copa, pero Marcos la escucha.

   Rubén riendo, llamándolos amigos, dice con lengua enredada que no entiende qué le pasa, mientras los dos hombres le arrastran.

   -Entremos ahí, es un baño. -propone Mateo, y aunque no entiende el para qué, Marcos le secunda. El lugar está bien iluminado y aseado, entran y mientras Mateo sostiene al riente y tambaleante Rubén contra una pared, Marcos asegura la puerta.- Rápido, bájale los pantalones.

   -¡¿Qué?!

CONTINÚA ... 4

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