НЭГ
Ellos
saben...
-¡No,
no, no venía a esto! -chilla el joven y ellos ríen. Porque cada uno
ha notado que ese culo late, se tensa y relaja mientras va de
adelante atrás sobre las trancas; que sus ojos, labios y cuerpo todo
relucen con cierto brillo mientras su agujero es macheteado por una y
otra verga en aquella fiesta improvisada.
-Oh,
cállate. Deja de sentirte tan mal por lo que te hacemos mis amigos y
yo. O por lo que sientes. Eres un marica, uno que no creías porque
hasta ahora no habías probado macho. Pero yo sí lo supe en cuanto
te vi cruzar la puerta. ¿No se los dije, muchachos? -estos ríen que
si, sobándose cada uno una erección que parecía no bajar,
erecciones que son miradas con una inocente y dulce glotonería
inconsciente por parte del honrado chico que vino a entregarles las
pizzas, un chico pobre y trabajador atrapado por el grupo de ebrios
rufianes de la hermandad universitaria.- Eso que sientes, ese calor,
esa excitación que no te deja pensar pero sí actuar, apretando y
halando güevo, es tu verdadera naturaleza. Naciste para esto, para
darnos alivio a los machos. -le sonríe cuando este le mira con
sorpresa sobre un hombros.- ¿Lo entiendes? ¿Qué si lo entiendes?
-vuelve a preguntarle clavándole los dedos en la cintura, sonriendo
aún más agresivamente atractivo, aumentando la velocidad de sus
embestidas.
-Ahhh,
ahhh, sí, señor... Soy la perra de la fiesta...
Y
su confesión es recibida con hurras de parte de aquellos gañanes,
acostumbrados como están a mostrarles el verdadero camino a esos
mariquitas lindos que se creían hombrecitos.
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