...EL SEÑOR JONES ... 7
Curado...
...
Su joven asistente, aún vestido, con el tolete afuera, medio ríe sorprendido, muy erecto de pie, medio ladeado agarrándose del gabinete que está a sus espaldas, el cual se agita porque un Gregory Jones, muy abierto de piernas, riente, medio ladeado para mirarle con toda picardía, se encula frenéticamente del otro. Lleva su culo de adelante atrás sobre la gruesa y rígida barra del chico inmóvil, dándole apretadas y chupadas profundas con aquel agujero que parecía contener toda la experiencia del mundo. Y lo hacía con una rapidez eróticamente increíble.
Aún desde la entrada, sonriendo alegremente sorprendido, al médico le es posible notar como ese trasero se agita y aplasta contra la pelvis del socio, como ese culo abraza con sus labios esa barra que sabe gruesa y que no todas las mujeres pueden tomar y menos por sus traseros. Gregg si. Y su cara... era un poema de gozo puto.
-Ahhh, ahhh... -chilla este sin medidas mientras se encula con todas las ganas del mundo, su propio tolete girando en la nada, todo tieso, mojándolo todo.- Hummm... -gimotea agónicamente en éxtasis cuando se empala, a fondo, sintiendo cada vena de esa barra latir contra las sensibles paredes de su recto, hecho así por el buen Dios para el disfrute, piensa trastornado, mientras refriega su trasero de esa pelvis, moliendo aquel tolete joven.
-Vaya, vaya, profesor... -ríe Thompson, haciéndoles notar su presencia, ya que gozaban tanto que no parecieron notarlo.
-Joder, amigo, este culo es capaz de sacarte la leche del cerebro. -ríe, rojo de cara y complacido, el hombre joven de cabellos negros.
-Hummm... hummm... -la sorpresa, verse pillado así tan entregado, tan puta, pone tan mal a Gregg que siente que la verga le tiembla, que el semen comienza a fluir de sus bolas.
-Sácasela. No es tiempo. -ordena Thompson notándolo.
-No, no, por favor... -lloriquea sin pudor ni recatos el hombre maduro.- ¡Joder! -ruge cuando su agujero queda abierto, latiendo, vacío.
-Te daremos todo la verga que quieras. Por culo y boca, pero no vas a correrte, ¿okay? -sentencia Thompson.
-Pero...
-¡Toda
la verga que quieras!
Y cumplen...
Aunque sea una tortura total.
En un momento dado, ya completamente desnudo, transpirado, oliendo a líquidos pre eyaculares, propios y extraños, vuelve a estar doblado sobre esa mesa, las piernas abiertas, con Thompson jugando con su trasero, metiéndole únicamente la cabecita, gozando de ver su angustia, sus ganas de ser cabalgado, los labios del agujero cerrándose codiciosamente sobre el nabo que desaparece. Al tiempo que debe mamar aquella barra que sale del entrepiernas del asistente del médico, desnudo de la cintura para abajo, piernas musculosas y velludas de oscuro, como las de Thompson, quien solo lleva una camiseta muy ajustada a su torso, las tiene brillantes de pelos amarillos.
Arruga la cara con deleite mientras baja sobre el grueso falo que suelta sus jugos en su lengua, cuando Thompson, apiadándose, le entierra lentamente aquel tolete, centímetro a centímetro para que lo honre apretándolo. Y empuja el culo hacia atrás por el tercio final, casi blanqueando los ojos y resollando de satisfacción con los labios contra el pubis del otro joven, el cual le atrapa la nuca con las dos manos y le retiene allí. Tiene dos güevos jóvenes y vigorosos bien clavados en sus agujeros. ¡Y le encanta!
Thompson retira su tranca, lentamente, y luego comienza un saca y mete que lo estremece, que lo batuquea contra el mesón y contra la verga de su socio. Gime y lloriquea en la gloria teniendo güevo y más güevo, perdiéndose en su mareada mente y regresando a sus días de estudiantes, sorprendiéndose deseando haberse atrevido a dar el paso y empalarse con la verga de su compañero de cuarto. Ser su perra, su recipiente de semen todo ese semestre. Se imagina a sí mismo, un Gregg Jones más joven, desnudo, a hojarascas sobre el otro, cabalgándolo, empalándose, gimiendo por aquel tolete llenándole las entrañas y el chico diciéndole sigue así, puta. Siendo su zorra y la de sus amigos. La idea le hace temblar. Estaba tan caliente, tan excitado, tan cerca de...
-¡Güevos afuera! -oye a Thompson y casi llora de frustración.
Pero pasa pronto, unos minutos apenas más tarde.
El asistente del médico está de espaldas sobre la transpirada y chorreada camilla, sonriendo de manera echona, mientras montado a hojarascas sobre sus caderas (no sabe de dónde le sale la idea, ¿en serio?), echado hacia atrás, sosteniéndose con las manos de la mesa, Gregg sube y baja su culo de él, dándole la espalda, muy abierto de piernas, con su propio tolete muy rojo girando, subiendo y bajando y casi golpeando la camilla por la fuerza con la cual va y viene sobre la gruesa mole cilíndrica que llena, calma y sacia sus entrañas.
Gregg ríe y solloza, mareado, mientras alza su trasero, en cuclillas como está, empalándose con todo. Siente esas refregadas, esos maravillosos golpes que se da a sí mismo sobre la próstata (le chorreaba el culo, prácticamente), pero, finalmente, parece sufrir. De pie, sonriendo, Thompson le mira.
-¿Pasa algo, maestro? ¿No es una buena verga?
-¡Hey! -se queja el socio, aferrando al hombre por las caderas.
-No es eso; es... -jadea sin medirse, frente fruncida.- ...No aguanto más. ¡Déjame correrme!
-No, no puede.
-Pero ¿por qué? -chilla.
-Joder, cómo se queja. Sólo obedezca al médico. -se burla, trepando en la mesa, que se estremece bajo el peso de los tres, y de pie frente a Gregg se la guia hacia la boca, y el hombre obedece automáticamente, separa los labios, tiende el rostro y atrapa aquella larga verga blanco rojiza, con un gemido y unos hummm que indican que tanto le encanta.
Más tarde estará de espaldas, con las rodillas casi en sus hombros, los lentes de medio lado, sonriendo con cara de gato, mientras Thompson empuja y empuja esa vergota que tiene en su culo que ya se abre con facilidad, aunque aprieta y hala aquella vibrante barra que le tiene trastornado sobre esa camilla. El hombre maduro gime, nada en hormonas, sintiendo cada refregada, cada latido de ese tolete. Y su culo se abre contra él, los labios de este se adhieren a esa piel nervuda y suave. Pero el hombre se detiene cuando ya está a punto.
Como se detiene el asistente cuando le tiene de panza sobre la camilla, totalmente acostado, y le cubre con su cuerpo. Sentir el peso del macho joven y fornido, caliente y vital, mientras le mete y saca el güevo del culo, reteniéndole con un brazo bajo el pecho, teniéndole casi desmayado de tanto placer pero también de tanta frustración, Gregg cree que verdaderamente morirá de calenturas.
-Joder, amigo, ya no aguanto más. Tengo la leche requete hervida en mis bolas. -se queja el asistente a Thompson, quien ríe y mira a Gregg.
-¿Listo para el gran final, maestro?
CONTINÚA...
Hola!!!! He seguido tus historias por años.. me parecen fantásticas....
ResponderBorrarUna consulta.. mi favorito es uno que tenía de protagonistas a 4 hombres.. uno de ellos Nicolás... Un pelado que se enamora de su jefe y vivía en una pensión.... la narrativa era genial... es posible encontrar nuevamente las publicaciones?
Gracias!