viernes, 26 de abril de 2019

A TINITO LE GOTEA… 3

...LE GOTEA                         … 2           

                     
   Tan sólo un chico ocupándose de lo suyo...
...

   -Espere... espere, señor; no haga eso, su esposa... -jadea el chico, casi gimiendo, meciendo el culo de adelante atrás sobre sus dedos, nota Greg, respondiendo automáticamente a su manipulación... como la putita que debía ser. Y todas esas ideas le ponen más cachondo y malvado.

   -Ella no tiene una concha tan nuevecita como la tuya... bebé. -se pone confianzudo mientras le saca y mete esos dedos del culo, agitándolos en lo profundo, tijereando con ellos, enfilando hacia abajo (por vainas que ha leído), y frotándole la pepa.

   -¡Ahhh! -se eriza más el chico, alzando el rostro.- Pero es su señora, la madre de sus hijos...

   -No tenemos. -le aclara, clavándole los dedos y felxionándolos rapidamente como rascándose una ronchita en la piel, pero en el interior del chico, el cual chilla todavía más.- Y si fuera tan puta como te ves tú, créeme, no la dejaría ni a sol ni a sombra. Viviría follándola a cada hora. Pero sólo se la pasa quejándose de que no quiero a su madre o a sus hermanas, ¿quién podría querer a semejantes brujas? O se queja de que no gano lo suficiente, eso ya lo sé, carajo, quisiera muchas cosas que no tengo por falta de dinero, ¿es mi culpa? O tan sólo quiere que la escuche hablar mal de todos... -se le tiende y le sonríe casi amistoso, sus caras muy cercanas mientras retira y mete los dedos.- Y ni siquiera quiere usar pantaleticas tan bellas como esta... -toma el hilo dental rosa del piso, mirándole, lo alza y lo olfatea, sintiendo que el güevo le baila salvajemente bajo las ropas. Coño, ¡hacía tanto tiempo que no estaba tan caliente!

   El chico gimotea viendo eso, sintiéndose confuso. No debía hacerlo, aquello. Ese era un hombre casado, si su padre se enterara... Bien, si se enterara seguramente le encerraría en el ejército para que, entre todos esos machos, aprendiera a ser un hombrecito serio. Debería... le cuesta pensar con ese carajote allí, sonriéndole, diciendo cosas sucias sobre su hilo dental mientras sigue olfateándolo con lujuria, al tiempo que le cepilla la pepa del culo con sus dedos. Algo que ya lo tiene duro y goteando bajo su shorts a media pierna.

   -Pero... -todavía insiste, porque era un chico bueno, bien educado y aquello le parecía indebido.

   -Habla menos y sigue moviendo así el culo, joder, lo hace bien. -el otro le sonríe, sacándole los dedos. Los gruesos, velludos y bronceados dedos contrastan con lo blanco de la raja y las nalgas mientras salen, halando de los labios de ese agujero.- Quiero probar algo.

   -¿Cómo...? -confuso, el chico le ve dirigirse a su maleta y sacar un chupón de baño, una ventosa... con un mango de madera oscura, muy brillante y liso por mil usadas, de unos dos centímetros de diámetro y cabeza roma, mismo que el sujeto soba como si fuera un falo mientras va hacia él, que parpadea.- ¿Qué piensa hacer con ese...? ¡Ahhh! -chilla, rojo de mejillas, boca muy abierta cuando el carajo, sin mayores ceremonias, lleva el mango del chupón hacia sus nalgas, medio azotando una y enfilando pronto la roma cabeza contra su culito, presionando y metiéndole dos o tres centímetros del rígido palo.- ¿Pero qué haces? No sea abusador. -el chico gimotea, pero obviamente recorrido por oleadas de placer mientras sus manitas luchan por sostenerse de algo.

   -Joder, entró facilito a pesar de que pareces tener una entrada apretada. -el hombre ríe maravillado, sintiéndose súper caliente, cachondo y sucio, mirándole con una vena marcándosele en la frente.- Te ves tan jovencito, pero este culo como que ya ha toreado en las siete plazas, ¿eh? Seguro que tienes historias increíbles por contar... -se burla y conversa mientras comienza un lento saca y mete con el improvisado falo de madera, excitándose por segundos al coger con él a ese guapo chiquillo, que puja alzando y bajando su delgado cuerpo púber.

   -Hummm, hummm... -mientras la madera entra y sale, a veces rotando, Tinito se tensa y arquea, su cara echada hacia atrás es la viva imagen del cachondeo.- No, no, pare, esto no está bien, su mujer...

   -Ella está bien. Está en la pieza de abajo. -le gruñe sonriéndole, mirándole a la cara mientras empuja más y más de ese palo por el blanco y joven culito, algo que le tenía casi al borde de la leche.- ¿No quieres ser mi hembrita también, mami? Podrías ser mi nena y subiría cada noche a follarte en tu cama, a darte y darte hasta preñarte. -le propone, mitad juego sexual, ¿mitad en serio?

   -Oh, Dios, no, qué malo es usted. -gimotea el chico, ojos nublados, boca algo babeante, mientras sus nalgas se tensan cuando va y viene, atrapando más y más de ese palo, apretándolo, exprimiéndolo con sus entrañas, extrañando algo, haciéndole falta otra cosa. Las rugosidades, las venas hinchadas, el calor de la sangre de un macho, pero en esos momentos no puede pensar en eso, no sometido a la lujuria como está.

   -Vamos, dime que esto te encanta, mostrarte ante mí como eres, como una traviesa putita de coño ardiente. -le dice él, jadeante, el corazón palpitándole feo en el pecho, tan excitado que teme un infarto. Tan descontrolado ya como el lloriqueante chico, al tiempo que sigue cogiéndole con la barra de lisa madera, viéndole arder de lujuria adolescente.- Dios, ¡casi parece que mojas el palo! Mira como los labios de tu vagina atrapan la madera. Eres increíble, nena. Vamos, dile a tu hombre cuánto te gusta que te trate como una zorra barata... -casi le suplica, como el chico que quiere convencer a la primera novia de darle una mamada o a que reconozca que “lo hizo genial” esa primera vez.

   -Oh, si, claro que me encanta que me trates como una putilla barata. -el chico casi gira los ojos.- Pero no está bien. Su mujer...

   -En eso te pareces a ella, ¡hablas demasiado! -y mientras sigue metiéndole eso por el culo, con el puño cerrado sobre el mango y rotándolo de derecha a izquierda al tiempo que el blanco rojizo agujero dilatado sube y baja también, alza la otra mano y le mete el pulgar en la boca. Es automático, con un jadeo caliente, esa cavidad llena de saliva se cierra sobre él, los labios cubriéndolo como los del culo hacían con el palo del chupón, y comienza a succionarlo entre “hummm, hummm”, constantes. Joder, ¡que caliente era ese carajito!

   Aunque, mientras le hace todo eso, Greg piensa efectivamente en su mujer, abajo, en la recepción, y la idea le llena de canallesca calentura. Se le acerca otra vez, respirando pesadamente, sabiendo que no podrá contenerse mucho más.

   -Dime, bebé, ¿quieres que tu hombre te folle duro, a fondo, con todo y que te haga llorar y gritar por más? -nota los brillantes ojos del chico, el cómo los labios, mejillas y lengua se cierran más sobre su dedo, como el culo prácticamente le agita el mango del chupón por la manera en la cual lo atrapa. Le retira el dedo, para que responda, y el dulce joven se ve algo avergonzado.

   -Si, quiero que me folles.

   La aceptación, las palabras, el tono, todo eso afecta al hombre en la verga, que pulsa y babea a punto de melcocha, y sacándole el palo del culo, lentamente, arrojándolo de cualquier manera, comienza a luchar con la braga, saliendo con esfuerzo de ella, sacándose la camiseta y mostrando el pecho peludo, la panza algo obesa pero firme. El chico le ve luchar con la cintura, abriéndose los últimos botones y bajándola un tanto, a la altura de los muslos, como febril, sacándose de un boxer de lunares rojos sobre un fondo amarillo, una tranca larga y gruesa, de cabeza pelada y mojada, que emerge de una verdadera maraña de pelos púbicos.

   Notando la mirada extraviada del chico en su tranca, que le hace babear más, siente unas ganas locas de obligarle a caer de rodillas y metérsela hasta la garganta, para verle ahogándose con ella, con esa naricita bella metida entre sus pelos, con las bolas aplastadas en ese mentón delgado. Pero sabe que no aguantaría nada...

   -Vamos, nena, es hora de hacer bebés. Y créeme, te va a encantar.

CONTINÚA … 4

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