...LE GOTEA … 2
Tan
sólo un chico ocupándose de lo suyo...
...
-Espere...
espere, señor; no haga eso, su esposa... -jadea el chico, casi
gimiendo, meciendo el culo de adelante atrás sobre sus dedos, nota
Greg, respondiendo automáticamente a su manipulación... como la
putita que debía ser. Y todas esas ideas le ponen más cachondo y
malvado.
-Ella
no tiene una concha tan nuevecita como la tuya... bebé. -se pone
confianzudo mientras le saca y mete esos dedos del culo, agitándolos
en lo profundo, tijereando con ellos, enfilando hacia abajo (por
vainas que ha leído), y frotándole la pepa.
-¡Ahhh!
-se eriza más el chico, alzando el rostro.- Pero es su señora, la
madre de sus hijos...
-No
tenemos. -le aclara, clavándole los dedos y felxionándolos
rapidamente como rascándose una ronchita en la piel, pero en el
interior del chico, el cual chilla todavía más.- Y si fuera tan
puta como te ves tú, créeme, no la dejaría ni a sol ni a sombra.
Viviría follándola a cada hora. Pero sólo se la pasa quejándose
de que no quiero a su madre o a sus hermanas, ¿quién podría querer
a semejantes brujas? O se queja de que no gano lo suficiente, eso ya
lo sé, carajo, quisiera muchas cosas que no tengo por falta de
dinero, ¿es mi culpa? O tan sólo quiere que la escuche hablar mal
de todos... -se le tiende y le sonríe casi amistoso, sus caras muy
cercanas mientras retira y mete los dedos.- Y ni siquiera quiere usar
pantaleticas tan bellas como esta... -toma el hilo dental rosa del
piso, mirándole, lo alza y lo olfatea, sintiendo que el güevo le
baila salvajemente bajo las ropas. Coño, ¡hacía tanto tiempo que
no estaba tan caliente!
El
chico gimotea viendo eso, sintiéndose confuso. No debía hacerlo,
aquello. Ese era un hombre casado, si su padre se enterara... Bien,
si se enterara seguramente le encerraría en el ejército para que,
entre todos esos machos, aprendiera a ser un hombrecito serio.
Debería... le cuesta pensar con ese carajote allí, sonriéndole,
diciendo cosas sucias sobre su hilo dental mientras sigue
olfateándolo con lujuria, al tiempo que le cepilla la pepa del culo
con sus dedos. Algo que ya lo tiene duro y goteando bajo su shorts a
media pierna.
-Pero...
-todavía insiste, porque era un chico bueno, bien educado y aquello
le parecía indebido.
-Habla
menos y sigue moviendo así el culo, joder, lo hace bien. -el otro le
sonríe, sacándole los dedos. Los gruesos, velludos y bronceados
dedos contrastan con lo blanco de la raja y las nalgas mientras
salen, halando de los labios de ese agujero.- Quiero probar algo.
-¿Cómo...?
-confuso, el chico le ve dirigirse a su maleta y sacar un chupón de
baño, una ventosa... con un mango de madera oscura, muy brillante y
liso por mil usadas, de unos dos centímetros de diámetro y cabeza
roma, mismo que el sujeto soba como si fuera un falo mientras va
hacia él, que parpadea.- ¿Qué piensa hacer con ese...? ¡Ahhh!
-chilla, rojo de mejillas, boca muy abierta cuando el carajo, sin
mayores ceremonias, lleva el mango del chupón hacia sus nalgas,
medio azotando una y enfilando pronto la roma cabeza contra su
culito, presionando y metiéndole dos o tres centímetros del rígido
palo.- ¿Pero qué haces? No sea abusador. -el chico gimotea, pero
obviamente recorrido por oleadas de placer mientras sus manitas
luchan por sostenerse de algo.
-Joder,
entró facilito a pesar de que pareces tener una entrada apretada.
-el hombre ríe maravillado, sintiéndose súper caliente, cachondo y
sucio, mirándole con una vena marcándosele en la frente.- Te ves
tan jovencito, pero este culo como que ya ha toreado en las siete
plazas, ¿eh? Seguro que tienes historias increíbles por contar...
-se burla y conversa mientras comienza un lento saca y mete con el
improvisado falo de madera, excitándose por segundos al coger con él
a ese guapo chiquillo, que puja alzando y bajando su delgado cuerpo
púber.
-Hummm,
hummm... -mientras la madera entra y sale, a veces rotando, Tinito se
tensa y arquea, su cara echada hacia atrás es la viva imagen del
cachondeo.- No, no, pare, esto no está bien, su mujer...
-Ella
está bien. Está en la pieza de abajo. -le gruñe sonriéndole,
mirándole a la cara mientras empuja más y más de ese palo por el
blanco y joven culito, algo que le tenía casi al borde de la leche.-
¿No quieres ser mi hembrita también, mami? Podrías ser mi nena y
subiría cada noche a follarte en tu cama, a darte y darte hasta
preñarte. -le propone, mitad juego sexual, ¿mitad en serio?
-Oh,
Dios, no, qué malo es usted. -gimotea el chico, ojos nublados, boca
algo babeante, mientras sus nalgas se tensan cuando va y viene,
atrapando más y más de ese palo, apretándolo, exprimiéndolo con
sus entrañas, extrañando algo, haciéndole falta otra cosa. Las
rugosidades, las venas hinchadas, el calor de la sangre de un macho,
pero en esos momentos no puede pensar en eso, no sometido a la
lujuria como está.
-Vamos,
dime que esto te encanta, mostrarte ante mí como eres, como una
traviesa putita de coño ardiente. -le dice él, jadeante, el corazón
palpitándole feo en el pecho, tan excitado que teme un infarto. Tan
descontrolado ya como el lloriqueante chico, al tiempo que sigue
cogiéndole con la barra de lisa madera, viéndole arder de lujuria
adolescente.- Dios, ¡casi parece que mojas el palo! Mira como los
labios de tu vagina atrapan la madera. Eres increíble, nena. Vamos,
dile a tu hombre cuánto te gusta que te trate como una zorra
barata... -casi le suplica, como el chico que quiere convencer a la
primera novia de darle una mamada o a que reconozca que “lo hizo
genial” esa primera vez.
-Oh,
si, claro que me encanta que me trates como una putilla barata. -el
chico casi gira los ojos.- Pero no está bien. Su mujer...
-En
eso te pareces a ella, ¡hablas demasiado! -y mientras sigue
metiéndole eso por el culo, con el puño cerrado sobre el mango y
rotándolo de derecha a izquierda al tiempo que el blanco rojizo
agujero dilatado sube y baja también, alza la otra mano y le mete el
pulgar en la boca. Es automático, con un jadeo caliente, esa cavidad
llena de saliva se cierra sobre él, los labios cubriéndolo como los
del culo hacían con el palo del chupón, y comienza a succionarlo
entre “hummm, hummm”, constantes. Joder, ¡que caliente era ese
carajito!
Aunque,
mientras le hace todo eso, Greg piensa efectivamente en su mujer,
abajo, en la recepción, y la idea le llena de canallesca calentura.
Se le acerca otra vez, respirando pesadamente, sabiendo que no podrá
contenerse mucho más.
-Dime,
bebé, ¿quieres que tu hombre te folle duro, a fondo, con todo y que
te haga llorar y gritar por más? -nota los brillantes ojos del
chico, el cómo los labios, mejillas y lengua se cierran más sobre
su dedo, como el culo prácticamente le agita el mango del chupón
por la manera en la cual lo atrapa. Le retira el dedo, para que
responda, y el dulce joven se ve algo avergonzado.
-Si,
quiero que me folles.
La
aceptación, las palabras, el tono, todo eso afecta al hombre en la
verga, que pulsa y babea a punto de melcocha, y sacándole el palo
del culo, lentamente, arrojándolo de cualquier manera, comienza a
luchar con la braga, saliendo con esfuerzo de ella, sacándose la
camiseta y mostrando el pecho peludo, la panza algo obesa pero firme.
El chico le ve luchar con la cintura, abriéndose los últimos
botones y bajándola un tanto, a la altura de los muslos, como
febril, sacándose de un boxer de lunares rojos sobre un fondo
amarillo, una tranca larga y gruesa, de cabeza pelada y mojada, que
emerge de una verdadera maraña de pelos púbicos.
Notando
la mirada extraviada del chico en su tranca, que le hace babear más,
siente unas ganas locas de obligarle a caer de rodillas y metérsela
hasta la garganta, para verle ahogándose con ella, con esa naricita
bella metida entre sus pelos, con las bolas aplastadas en ese mentón
delgado. Pero sabe que no aguantaría nada...
-Vamos,
nena, es hora de hacer bebés. Y créeme, te va a encantar.
CONTINÚA … 4
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