¿Recuerdas
la vez que saliste de tu casa rumbo al colegio y te paralizaste de
angustia en la calle al acordarte que dejaste tu revista de fotos
calientes en el baño, o el DVD porno en la video, con tus padres aún
en casa? Horrible, ¿verdad? Sin embargo, angustia la del tipo que
tiene a una gente en su casa haciéndole unas reparaciones y recuerda
de pronto que dejó algunas cositas incriminadoras en la cocina,
sabiendo que con casi toda seguridad van a encontrarlas; malestar
mayor aún porque el trabajo lo realiza el hermano de un pana. ¡Y
claro que lo encuentra! Por suerte este se pone más bien travieso,
¿qué se sentirá metiéndose uno de esos, tal vez el más rugosito?
Demostrando lo pasado que es, al usar tan alegremente cosas ajenas.
¿Y quié decir del ayudante pillando al jefe en esas? ¿Quién no
querría llegarle todo masculinamente agresivo tratándole de perra y
que de ahora en adelante el macho es él?
Aunque
después termine de espaldas en una cama, también ajena (¡que
sujetos!), una vez que el otro le mira en la cara que ya lo tiene
montado en la olla, a un paso de la polla, avergonzado de lo que
siente, apenado no atreviéndose a pedir lo que desea que lo haga,
aunque se lo hace, clavarsela... Bien, al final aquello que pudo ser
un desastre para un sujeto que guardaba su vida privada así, para
sí, de nada se habla. Y aquella dupla descubre que pueden pasar
mejores momentos trabajando juntos. Y la palabra “jefe”, ahora
“señor” tendrá mayor significado para ese chico que basante que
gozó montado sobre aquella hábil polla...
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