lunes, 1 de abril de 2019

LA AYUDA HUMANITARIA PARA VENEZUELA

SIN NOVEDAD EN EL FRENTE OCCIDENTAL

   A eso nos ha reducido veinte años de socialismo...

   No es fácil olvidar el dantesco show del 23 de febrero cuando a sangre y fuego (literalmente, no es un recurso poético), el gobierno inconstitucional de Nicolás Maduro Moros impidió la entrada de la ayuda humanitaria al país, por la frontera con Colombia, ardido todavía por el concierto del día anterior cuando cantaron por democracia y libertad un grupo de artistas, ya que ni Venezuela ni el mundo le hizo caso a su programa de muertos vivientes con el cual intentó silenciar aquel. Quedaron como unos salvajes a la vista de todos cuando quemaron camiones con alimentos y medicinas que eran tan necesarios nada más que para comenzar en los hospitales venezolanos; y la fiesta en Miraflores esa misma tarde, donde el ilegitimo Nicolas Maduro Moros bailaba como el oso Balú (con perdón de Balú), al grito de que venezuela no necesitaba nada porque para muestra ellos que estaban gordotes y cebados (y medio asfixiados agregaría yo), tampoco les ayudó.
   Aunque mucha gente sostuvo que todo ese desastre, todo ese circo grotesco incluida la bailada, había sido un montaje para restar importancia y gravedad al asesinato de los indígenas pemones a quienes quieren sacar de su territorio disputándose el oro, ya que se lo ofrecieron a los rusos por apoyo, como ya habían entregado la Zona en Reclamación a Guyana y las trasnacionales petroleras a cambio de apoyo en la OEA (y viven tachando de traidores a todo el mundo). Lugar donde, por cierto, pagan nuevamente el karma; necesitado de ese activo deben enfrentar también la presencia de la guerrilla colombiana, el ELN, que campea aquí, dejada hacer lo que les da la gana incluido matar venezolanos, aún militares. Es que definitivamente el socialismo es basura.

   Después de todo ese show, y agravada la crisis humanitaria que no ven (quién sabe si por demencia o porque viven intoxicados), por los apagones que han afectado los alimentos, el suministro de agua y han dañado equis cantidad de electrodomésticos a un país que sencillamente no puede costearse el cambiar una bombona vieja y llena de fugas por una nueva, Nicolás Maduro Moros anuncia que llegan, o llegarán (mienten tanto que es difícil creerles), barcos rusos con ayuda humanitaria, con alimentos y medicinas. Ah, ¿pero entonces si hay una crisis humanitaria de alimentos en un país que veinte años atrás le vendía arroz, café y granos a Colombia y a todos los países del Pacto Andino? ¿Y la producción interna revolucionaria? ¿Y las tierra robadas a los productores nacionales hace más de quince años que si mostraban ganancias, como las del señor Franklin Brito, robado, torturado, escarnecido y asesinado?

   Ahora llega la ayuda humanitaria, se necesita, ya no se ve mal, se acepta porque es rusa, esos si son buenos y nos quieren. La mandan porque, bueno, tienen tanto que la anda regalado aunque no hace falta. El anuncio se hace con aire de fiesta. El régimen usurpador parece creer que se la está comiendo o que el país y el mundo no se da cuenta de la ruina que ha caído sobre todo el territorio nacional. Pero se entiende, tenían que anunciarlo, que venía ayuda, lo que sea, porque a la gente se le agotó la paciencia y el miedo. La brutal represión este fin de semana en Caracas, en zonas populares donde la gente que salió a gritar desesperada y rabiosa por los apagones, el gas doméstico que no aparece y el suministro de agua que no llega (¿cómo se vive sin agua, sin comida y asándose de calor para colmo?), no termina de silenciarlos. Y esos gritos les tiene los nervios de punta.
   Agredir, disparar, secuestrar gente, “deteniéndolas por conspiradores” para intimidar (lo de ayer en el norte de Caracas fue dantesco), no sólo no termina de silenciar a esa gente que está sencillamente arrecha, frustrada, rabiosa e impotente, y a la cual molestan cada vez más cada vez que uno de ellos sale a hablar paja sobre una conspiración internacional, burlándose del drama del país. La represión fue la nota del día, se detuvo periodistas como no se ve ni en zonas de guerra, pero el clamor de los gritos fue tal que en Miraflores ha continuado el miedo que no les abandona desde el 10 de enero. Ahora salen con el cuento de qué alimentos y medicinas están por llegar, para ver si bajan la presión. Quedará de nosotros que no sea así.



   Si esto fuera todo, la ayuda rusa, muy poco, muy tarde, una necedad como aquella cuando anunciaron con bombos y platillos que habían traído quinientas mil baterias de automoviles para un país sin respuestos, siendo que la demanda era de más de cinco millones, la cosa sería una nota extraña al pie de página. Otro cuento distraccionistas de una tendencia política, el socialismo, que es más bulla que cabuya. La cuestión es que La Cruz Roja Internacional ha anunciado que traerá y coordinará la llegada de ayuda a un país sumido en una profunda crisis humanitaria... ayuda qué será organizada por ella, sin actores civiles o militares del régimen y de ninguna otra tendencia. Que se les trate con ese desprecio se entiende, son ladrones que se han robado de todo (la crisis del sector eléctrico fue anunciada en el 2010 y se gastaron cuarenta mil millones de dólares en “resolverla”, nueve años más tarde el Guri trabaja con dos turbinas que vienen de la era democrática, que se turnan, y para que una funcione tienen que quitarles piezas a la otra; de los cuarenta mil millones nadie sabe nada), pero también es una acusación al sector militar al que asocian con dicha crisis.

   Tanto nadar para ahogarse en la orilla, tanto hablar paja para que la realidad terminara imponiéndose a pesar de los alucinógenos. Venezuela, la otrora Venezuela saudita, necesita que le envíen alimentos y medicinas, cualquier cosa porque hace falta de todo, y tal como están las cosas hoy, hasta agua y pilas para las linternas. Veinte años de socialismo bien ejecutados lograron aquí unos niveles de degradación a los que no llegó ni la Unión Soviética en sesenta años cuando todo el bloque de la Europa del Este vivía con cartillas de racionamiento y les estallaban las centrales nucleares. Eso hay que reconocérselos.

   Por cierto, a los Círculos de la Muerte de Papa Doc, digo, los colectivos revolucionarios, los llaman Colectivos de Paz mientras disparan contra los manifestantes. Todos los fascismos son iguales independientemente del nombre que se quieran dar, unos son más eficientes que otros, estos reprimen más para compensar, pero uno de los trucos que los asemeja es enmascarar la verdad, cambiarle el nombre a las cosas para intentar confundir la percepción. Como ya señalé por ahí, en Los Juegos del Hambre se les decía Agentes de la Paz, para hablar de un ejemplo cinematográfico reciente.

   Una última cosa, ¿dónde está la gente que anunciaba la hora cero, el punto sin retorno, la marcha final cada vez que hay una de estas protestas? ¿Por qué no salen a encabezar y nos enseñan de una vez qué es lo que tenían en mente cuando nos dijeron hace tres años que dejáramos de enfrentar al régimen en cada plaza o escenario? Ya deberían estar mostrando cómo es que iban, o van a hacerlo, salir de esto, en lugar de estar únicamente pendiente de lo que hacen o no los otros. 

SUDAN, LA RECETA DE LOS DERROCAMIENTOS

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