SIN NOVEDAD EN EL FRENTE OCCIDENTAL
A
eso nos ha reducido veinte años de socialismo...
No
es fácil olvidar el dantesco show del 23 de febrero cuando a sangre
y fuego (literalmente, no es un recurso poético), el gobierno
inconstitucional de Nicolás Maduro Moros impidió la entrada de la
ayuda humanitaria al país, por la frontera con Colombia, ardido
todavía por el concierto del día anterior cuando cantaron por
democracia y libertad un grupo de artistas, ya que ni Venezuela ni el
mundo le hizo caso a su programa de muertos vivientes con el cual
intentó silenciar aquel. Quedaron como unos salvajes a la vista de
todos cuando quemaron camiones con alimentos y medicinas que eran tan
necesarios nada más que para comenzar en los hospitales venezolanos;
y la fiesta en Miraflores esa misma tarde, donde el ilegitimo Nicolas
Maduro Moros bailaba como el oso Balú (con perdón de Balú), al
grito de que venezuela no necesitaba nada porque para muestra ellos
que estaban gordotes y cebados (y medio asfixiados agregaría yo),
tampoco les ayudó.
Aunque
mucha gente sostuvo que todo ese desastre, todo ese circo grotesco
incluida la bailada, había sido un montaje para restar importancia y
gravedad al asesinato de los indígenas pemones a quienes quieren
sacar de su territorio disputándose el oro, ya que se lo ofrecieron
a los rusos por apoyo, como ya habían entregado la Zona en
Reclamación a Guyana y las trasnacionales petroleras a cambio de
apoyo en la OEA (y viven tachando de traidores a todo el mundo).
Lugar donde, por cierto, pagan nuevamente el karma; necesitado de ese
activo deben enfrentar también la presencia de la guerrilla
colombiana, el ELN, que campea aquí, dejada hacer lo que les da la
gana incluido matar venezolanos, aún militares. Es que definitivamente el socialismo es basura.
Después
de todo ese show, y agravada la crisis humanitaria que no ven (quién
sabe si por demencia o porque viven intoxicados), por los apagones
que han afectado los alimentos, el suministro de agua y han dañado
equis cantidad de electrodomésticos a un país que sencillamente no
puede costearse el cambiar una bombona vieja y llena de fugas por una
nueva, Nicolás Maduro Moros anuncia que llegan, o llegarán (mienten
tanto que es difícil creerles), barcos rusos con ayuda humanitaria,
con alimentos y medicinas. Ah, ¿pero entonces si hay una crisis
humanitaria de alimentos en un país que veinte años atrás le
vendía arroz, café y granos a Colombia y a todos los países del
Pacto Andino? ¿Y la producción interna revolucionaria? ¿Y las
tierra robadas a los productores nacionales hace más de quince años
que si mostraban ganancias, como las del señor Franklin Brito,
robado, torturado, escarnecido y asesinado?
Ahora
llega la ayuda humanitaria, se necesita, ya no se ve mal, se acepta
porque es rusa, esos si son buenos y nos quieren. La mandan porque,
bueno, tienen tanto que la anda regalado aunque no hace falta. El
anuncio se hace con aire de fiesta. El régimen usurpador parece
creer que se la está comiendo o que el país y el mundo no se da
cuenta de la ruina que ha caído sobre todo el territorio nacional.
Pero se entiende, tenían que anunciarlo, que venía ayuda, lo que
sea, porque a la gente se le agotó la paciencia y el miedo. La
brutal represión este fin de semana en Caracas, en zonas populares
donde la gente que salió a gritar desesperada y rabiosa por los
apagones, el gas doméstico que no aparece y el suministro de agua
que no llega (¿cómo se vive sin agua, sin comida y asándose de
calor para colmo?), no termina de silenciarlos. Y esos gritos les
tiene los nervios de punta.
Agredir,
disparar, secuestrar gente, “deteniéndolas por conspiradores”
para intimidar (lo de ayer en el norte de Caracas fue dantesco), no
sólo no termina de silenciar a esa gente que está sencillamente
arrecha, frustrada, rabiosa e impotente, y a la cual molestan cada
vez más cada vez que uno de ellos sale a hablar paja sobre una
conspiración internacional, burlándose del drama del país. La
represión fue la nota del día, se detuvo periodistas como no se ve
ni en zonas de guerra, pero el clamor de los gritos fue tal que en
Miraflores ha continuado el miedo que no les abandona desde el 10 de
enero. Ahora salen con el cuento de qué alimentos y medicinas están
por llegar, para ver si bajan la presión. Quedará de nosotros que
no sea así.
Si
esto fuera todo, la ayuda rusa, muy poco, muy tarde, una necedad como
aquella cuando anunciaron con bombos y platillos que habían traído
quinientas mil baterias de automoviles para un país sin respuestos,
siendo que la demanda era de más de cinco millones, la cosa sería
una nota extraña al pie de página. Otro cuento distraccionistas de
una tendencia política, el socialismo, que es más bulla que cabuya.
La cuestión es que La Cruz Roja Internacional ha anunciado que
traerá y coordinará la llegada de ayuda a un país sumido en una
profunda crisis humanitaria... ayuda qué será organizada por ella,
sin actores civiles o militares del régimen y de ninguna otra
tendencia. Que se les trate con ese desprecio se entiende, son
ladrones que se han robado de todo (la crisis del sector eléctrico
fue anunciada en el 2010 y se gastaron cuarenta mil millones de
dólares en “resolverla”, nueve años más tarde el Guri trabaja
con dos turbinas que vienen de la era democrática, que se turnan, y
para que una funcione tienen que quitarles piezas a la otra; de los
cuarenta mil millones nadie sabe nada), pero también es una
acusación al sector militar al que asocian con dicha crisis.
Tanto
nadar para ahogarse en la orilla, tanto hablar paja para que la
realidad terminara imponiéndose a pesar de los alucinógenos.
Venezuela, la otrora Venezuela saudita, necesita que le envíen
alimentos y medicinas, cualquier cosa porque hace falta de todo, y
tal como están las cosas hoy, hasta agua y pilas para las linternas.
Veinte años de socialismo bien ejecutados lograron aquí unos
niveles de degradación a los que no llegó ni la Unión Soviética
en sesenta años cuando todo el bloque de la Europa del Este vivía
con cartillas de racionamiento y les estallaban las centrales
nucleares. Eso hay que reconocérselos.
Por
cierto, a los Círculos de la Muerte de Papa Doc, digo, los
colectivos revolucionarios, los llaman Colectivos de Paz mientras
disparan contra los manifestantes. Todos los fascismos son iguales
independientemente del nombre que se quieran dar, unos son más
eficientes que otros, estos reprimen más para compensar, pero uno de
los trucos que los asemeja es enmascarar la verdad, cambiarle el
nombre a las cosas para intentar confundir la percepción. Como ya
señalé por ahí, en Los Juegos del Hambre se les decía Agentes de
la Paz, para hablar de un ejemplo cinematográfico reciente.
Una
última cosa, ¿dónde está la gente que anunciaba la hora cero, el
punto sin retorno, la marcha final cada vez que hay una de estas
protestas? ¿Por qué no salen a encabezar y nos enseñan de una vez
qué es lo que tenían en mente cuando nos dijeron hace tres años
que dejáramos de enfrentar al régimen en cada plaza o escenario? Ya
deberían estar mostrando cómo es que iban, o van a hacerlo, salir
de esto, en lugar de estar únicamente pendiente de lo que hacen o no
los otros.
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