martes, 16 de abril de 2019

SUDAN, LA RECETA DE LOS DERROCAMIENTOS

SIN NOVEDAD EN EL FRENTE OCCIDENTAL
   Lo demás es ladrarle a la Luna esperando que caiga...
   Después de una brutal y atroz dictadura de más de treinta años de parte de Omar al Bashir, un sujeto que se hacía llamar “presidente” que “ganaba” en elecciones montadas por él, siendo el único candidato reconocible, y que era recibido así por el mundo, como lo fuera también ese otro tirano, Fidel Castro, finalmente ha sido derrocado en Sudán; ahora está detenido y es de imaginar que temblando sabiendo lo que le espera. Aunque tal vez sea una una total sorpresa para él, tal vez nunca se lo esperó, que lo tumbaran, ni concebía que el pueblo efectivamente le odiara. Aparentemente los sátrapas nunca parecen saber que realmente son odiados por sus crímenes cuando los están cometiéndolos y burlándose de ello.
   Hace apenas cosa de días el alto mando militar sudanés anunció que daría una información importante por radio y televisión y ya todos sabían que era para desconocer a un régimen que, ante una gigantesca protesta popular, respondió con una represión aún más grande, hecho que finalmente le hizo perder el apoyo de los militares. Que sacaron cuentas y se preguntaron hasta cuándo soportamos el peso de este calamar, hundiéndonos en su basura, mientras cada vez todo va para peor y peor. Estos regímenes nunca reprimen para cambiar, para rectificar, jamás terminan de resolver nada, si aplastan a quienes se quejan parecen creer que esa es la solución mágica que servirá para siempre, momento cuando se decide que todo terminará de irse al carajo.



   Cuando el alto mando dijo que anunciaría algo, todo había terminado, las armas de la república ya no se usarían contra un pueblo furioso que dio la cara en las plazas que tocaba. Detuvieron a Omar al Bashir y ahora le espera responder por lo que ha hecho durante treinta años. No solo, no únicamente él, pero él encarnará el mal de lo allí vivido y el odio principal. Será a quien se quiera ver colgar del cuello. Y en esos países la cosa puede ser literal, como ya no puede echar el cuento el bienamado Sadam Husein después de que le sacaran de la cueva de conejos donde se escondía.

   Así, como pasara en Sudán, es como generalmente se hace para salir de un dictador y una dictadura cuando esta se resiste a cambiar. Que las hay, las que se retiran por su cuenta cuando entienden que ya no pueden sostenerse pero que no partirán dejando un reguero de muertos. Pasó en España y Chile, donde la unidad de todo los demócratas, del pelaje que fuera, dio al traste con el grupo del dictador de turno; aunque los atorrantes dicen que dictadura nunca sale con votos y elecciones. Aunque resulte extraño, debe ser por ese realismo mágico de nuestra literatura que crea realidades paralelas, hay quienes sostienen que no, que Chile y España son dos dictaduras horrorosas de donde escapa todo el mundo, mientras que Cuba, que esperaba una invasión que les resolviera el problema si son una vieja y próspera democracia.

   Alucinaciones aparte, también hay que citar el hecho de que sólo las dictaduras de derecha parecen pensar un poco más allá de ellos, en el país, como Augusto Pinochet en Chile y Francisco Franco en España, ya que eso nunca pasa con las satrapías de izquierda (China, Cuba, Corea del Norte, Venezuela).

   Volviendo a lo del Sudán, esta fue la receta usada en la Primavera Árabe. Que todavía está por saberse si fue un movimiento histórico adverso o bueno, esos pueblos todavía están buscando su camino y se equivocarán como nos equivocamos en latinoamérica cuando caímos bajo la bota de las empresas bananeras, las dictaduras y las lucha reivindicativas que terminaron colocando en el poder a pichones de dictadores o de ladrones que querían llenar sus bolsillos. Todo ese camino tendrán que recorrerlo ellos, cosa que extraña no se piense cuando se dice “ah, ¿vieron lo que le pasó?, ¿para eso salieron del dictador en lugar de soportarlo con un poco más de humor?”. Hay quienes nunca entenderán esa necesidad de salir de un yugo. Para ellos, esos árabes, seguir soportando para siempre a los opresores no era una alternativa, ya habían soportado demasiado tiempo ese infierno.

   Esos pueblos se cansaron de esa vaina de los mandatarios vitalicios que hacían y deshacían mientras ellos no tenían derecho ni sobre lo poco que tenían en sus casa; así que de Túnez a Siria salieron a protestar en la llamada Primavera Árabe; enfrentaron la represión en las calles, la cual escaló a tales niveles que los ejércitos se partieron y el dictador perdió todo apoyo, cayendo el régimen (no ha pasado en Siria porque por un lado están metidos Turquía y Rusia con sueños viejos de imperios, por el otro la amenaza del Estado Islámico que distrae tiempo y recursos). Fue el calco hasta en Libia, donde el dictador contaba con parte del ejército y el enfrentamiento fue brutal. Lo que se vio parecía algo nuevo, pero sólo lo parecía. En Venezuela, por ejemplo, este proceder debía haberse reconocido como tal, el que si los militares no se pronuncian es muy difícil que algo realmente cambie. Si es que se puede cambiar sin los militares. En muchos países la gente sale a las calles a protestar y un gobierno cae, pero esos son regímenes democráticos que se sostienen en las urnas y parlamentos, por lo tanto el empuje de la gente es válido y obligatorio como motor de cambios. Con satrapías dictatoriales no ocurre eso.

   Un dictador atrincherado con un ejército leal por las razones que sea, generalmente porque comparten el usufructo de todo, también el miedo al justo castigo a sus crímenes, puede en teoría sostenerse sobre pilas y pilas de cadáveres, como se vio en la peores dictaduras africanas y en la misma Libia. Tiene que perder ese apoyo o parte de él, el suficiente que cubra con el armamento a los que se quejan arriesgando el pecho y sus vidas, para que el verdad se produzca el cambio. Civiles no tumban gobierno militaristas.

   En venezuela el mítico 23 de enero de 1958 fue algo parecido a la Primavera Árabe, pero con decenios de adelanto, y salvando las distancias que existen entre un hombre como Marcos Pérez Jiménez, progresista y nacionalista que al partirse al ejército dice que no masacrará a la joven oficialidad y se va, y un demente como Muamar el Gadafi. Con el dictador criollo la protesta comenzó sí, dentro del mundo civil, con políticos que sí representaban a alguien y que si entendían cómo se tumbaba a un dictador militarista, reuniéndose con trabajadores y estudiantes, estos azuzando a su gente en fábricas y universidades y liceos, pero también a la gente común y corriente en las calles, mientras por el otro lado se tendían puentes hacia la joven oficialidad. Así, una mañana, Marcos Pérez Jiménez se encontró con protestas civiles en las calles y pronunciamientos militares en los cuarteles que dieron al carajo con su régimen. Claro, en ese entonces se contaba con sujetos como Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Wolfang Larrazabal. No se logra algo así, juntar pueblo y militares, coordinar con quienes pueden mover masas, anunciándolo por la red, ni decretando una hora cero o la salida sin retorno sin saber si realmente alguien secundará el pronunciamiento porque con nadie se consultó antes de hablar por las redes; o exigir que se aplique el artículo tal o cual como si en verdad eso fuera un hechizo o un conjuro mágico que va a producir un efecto con su sola invocación (la necedad mayor).

   Nada, pero lo que se llama nada se logrará sin que quienes llaman a tales acciones se reúnan con la gente que dicen representar y se compruebe que estos les apoyan obedeciendo el llamado, eso por un lado, para cuadrar a todos en el mismo proyecto, sino tendiendo puentes también hacia los militares que viven con sus familias en zonas deprimidas y la pasan tan mal como el resto, no insultándolos obligándolos a permanecer al lado del verdugo del cual se quiere salir. Los grandes y graves momentos necesitan de gente capaz, que generalmente se distingue por lo poco que grita y lo mucho menos que prometen tonterías o soluciones mágicas que no se sostienen sino en el simple y puro deseo. Y como bien se dice por estas tierras, deseos no preñan.

   Faltaba quien nos encaminara nuevamente a las metas comunes, a moros y cristianos, como ocurriera en diciembre de 2015, cuando una dirigencia que si sabía por dónde le entraba el agua al coco entendió que una parte importante de lo que una vez fue el chavismo estaba harta y quería salir de esto, llamándoles a sumar sus votos a quienes siempre odiaron a estos sujetos (¿o fue sólo a mí a quien sorprendió la cantidad de votantes en contra del régimen en ese entonces, siete de cada diez?). Votos que no eran estrictamente hablando de la oposición, para los políticos de oposición para que hiciera cosas políticas de oposición, esa fue la parte que no se entendió cuando los segundones en la Mesa de la Unidad Democrática, y señoras que no tienen capacidad para llenar ni una calle pensaron que el mandado estaba hecho y había que descabezar a los que organizaron el triunfo no fuera y se sentaran en la Silla, misma que no estaba todavía vacía. El resultado han sido tres años perdidos donde la gente de otros países creyeron o que el gobierno si era mayoría y por eso nos asustaba derrotarles en alcaldías y gobernaciones, o que no teníamos bolas para enfrentarlos, o, peor, que ni lo intentabamos. Tres años de hablar paja de invasiones que no se dieron, de artículos mágicos que al ser invocados llenarían de vergüenza tal a Nicolás Maduro que le obligarían a irse (como su partida de nacimiento; ¡es que quisieron creer cada bobada…!), de horas ceros. Tres años de paja compitiendo de lo lindo con Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Si, los extremos se tocan, en incapacidades y actuaciones. Hay que lograr otra vez esa gran coalición a pesar de los gritones que el régimen infiltra para desmovilizarnos y desmotivarnos nuevamente, enfilando todo los ataques en Juan Guaidó. Y en eso todos debemos tener claro que tenemos tareas pendientes, la primera de ellas es comprer que la comunidad internacional ya dijo que no cree en medidas de fuerza, eso hay que aceptarlo, que lo dijeron, que lo piensan, que nuestro llanto para que nos resuelvan esto no será escuchado a menos que el régimen se vuelva loco y comience a cometer aún más atrocidades, como disparar a mansalva contra la gente como ordenara Tiburón Uno un 11 de abril, u Omar al Bashir hace unos días en Sudán. Lo otro es presionar y presionar, sacándoles de cada trinchera donde la fuerza de la mayoría numérica se imponga.
   Por cierto, que hablando de Omar al Bashir, hace años, cuando todavía vivía el Difunto, la bestia esa como le dicen algunos, y el eje del mal estaba en pleno apogeo, riendo, cuadrando plata y burlándose de las normas democráticas, la señora K, don Lula, Rafaelito Correa, Evo y la Bachelet, a ese sujeto, Al-Bashir se le brindaban honores por aquí, era uno de los grandes amigos del Difunto. Sin embargo, no recuerdo en cuál reunión de naciones no alineadas, cuando este tipo salió a dar un discurso, a pesar de que el mundo sabía quién era y lo que le estaba haciendo a su pueblo, la señora Cristina de Kirchner se puso de pie y con total desprecio abandonó la sala. Dije en ese entonces que con ella salía la poca dignidad, si es que alguna había, en semejante aquelarre. Mal terminó el eje, los que no están presos los andan buscando, mal acabará Omar. Y todos ellos se lo merecían, pero, esa vez, la señora K dio la nota correcta. 

EL GOBIERNO Y LA TORMENTA PERFECTA

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