Lo
demás es ladrarle a la Luna esperando que caiga...
Después
de una brutal y atroz dictadura de más de treinta años de parte de
Omar al
Bashir,
un
sujeto que se hacía llamar “presidente” que “ganaba” en
elecciones montadas por él, siendo el único candidato reconocible,
y que era recibido así por el mundo, como lo fuera también ese otro
tirano, Fidel Castro, finalmente ha sido derrocado en Sudán; ahora
está detenido y es de imaginar que temblando sabiendo lo que le
espera. Aunque tal vez sea una una total sorpresa para él, tal vez
nunca se lo esperó, que lo tumbaran, ni concebía que el pueblo
efectivamente le odiara. Aparentemente los sátrapas nunca parecen
saber que realmente son odiados por sus crímenes cuando los están
cometiéndolos y burlándose de ello.
Hace
apenas cosa de días el alto mando militar sudanés anunció que
daría una información importante por radio y televisión y ya todos
sabían que era para desconocer a un régimen que, ante una
gigantesca protesta popular, respondió con una represión aún más
grande, hecho que finalmente le hizo perder el apoyo de los
militares. Que sacaron cuentas y se preguntaron hasta cuándo
soportamos el peso de este calamar, hundiéndonos en su basura,
mientras cada vez todo va para peor y peor. Estos regímenes nunca
reprimen para cambiar, para rectificar, jamás terminan de resolver
nada, si aplastan a quienes se quejan parecen creer que esa es la
solución mágica que servirá para siempre, momento cuando se decide
que todo terminará de irse al carajo.
Cuando
el alto mando dijo que anunciaría algo, todo había terminado, las
armas de la república ya no se usarían contra un pueblo furioso que
dio la cara en las plazas que tocaba. Detuvieron a Omar
al Bashir
y
ahora le espera responder por lo que ha hecho durante treinta años.
No solo, no únicamente él, pero él encarnará el mal de lo allí
vivido y el odio principal. Será a quien se quiera ver colgar del
cuello. Y en esos países la cosa puede ser literal, como ya no puede
echar el cuento el bienamado Sadam Husein después de que le sacaran
de la cueva de conejos donde se escondía.
Así,
como pasara en Sudán, es como generalmente se hace para salir de un
dictador y una dictadura cuando esta se resiste a cambiar. Que las
hay, las que se retiran por su cuenta cuando entienden que ya no
pueden sostenerse pero que no partirán dejando un reguero de
muertos. Pasó en España y Chile, donde la unidad de todo los
demócratas, del pelaje que fuera, dio al traste con el grupo del
dictador de turno; aunque los atorrantes dicen que dictadura nunca
sale con votos y elecciones. Aunque resulte extraño, debe ser por
ese realismo mágico de nuestra literatura que crea realidades
paralelas, hay quienes sostienen que no, que Chile y España son dos
dictaduras horrorosas de donde escapa todo el mundo, mientras que
Cuba, que esperaba una invasión que les resolviera el problema si
son una vieja y próspera democracia.
Alucinaciones
aparte, también hay que citar el hecho de que sólo las dictaduras
de derecha parecen pensar un poco más allá de ellos, en el país,
como Augusto Pinochet en Chile y Francisco Franco en España, ya que
eso nunca pasa con las satrapías de izquierda (China, Cuba, Corea
del Norte, Venezuela).
Volviendo
a lo del Sudán, esta fue la receta usada en la Primavera Árabe. Que
todavía está por saberse si fue un movimiento histórico adverso o
bueno, esos pueblos todavía están buscando su camino y se
equivocarán como nos equivocamos en latinoamérica cuando caímos
bajo la bota de las empresas bananeras, las dictaduras y las lucha
reivindicativas que terminaron colocando en el poder a pichones de
dictadores o de ladrones que querían llenar sus bolsillos. Todo ese
camino tendrán que recorrerlo ellos, cosa que extraña no se piense
cuando se dice “ah, ¿vieron lo que le pasó?, ¿para eso salieron
del dictador en lugar de soportarlo con un poco más de humor?”.
Hay quienes nunca entenderán esa necesidad de salir de un yugo. Para
ellos, esos árabes, seguir soportando para siempre a los opresores
no era una alternativa, ya habían soportado demasiado tiempo ese
infierno.
Esos
pueblos se cansaron de esa vaina de los mandatarios vitalicios que
hacían y deshacían mientras ellos no tenían derecho ni sobre lo
poco que tenían en sus casa; así que de Túnez a Siria salieron a
protestar en la llamada Primavera Árabe; enfrentaron la represión
en las calles, la cual escaló a tales niveles que los ejércitos se
partieron y el dictador perdió todo apoyo, cayendo el régimen (no
ha pasado en Siria porque por un lado están metidos Turquía y Rusia
con sueños viejos de imperios, por el otro la amenaza del Estado
Islámico que distrae tiempo y recursos). Fue el calco hasta en
Libia, donde el dictador contaba con parte del ejército y el
enfrentamiento fue brutal. Lo que se vio parecía algo nuevo, pero
sólo lo parecía. En Venezuela, por ejemplo, este proceder debía
haberse reconocido como tal, el que si los militares no se pronuncian
es muy difícil que algo realmente cambie. Si es que se puede cambiar
sin los militares. En muchos países la gente sale a las calles a
protestar y un gobierno cae, pero esos son regímenes democráticos
que se sostienen en las urnas y parlamentos, por lo tanto el empuje
de la gente es válido y obligatorio como motor de cambios. Con
satrapías dictatoriales no ocurre eso.
Un
dictador atrincherado con un ejército leal por las razones que sea,
generalmente porque comparten el usufructo de todo, también el miedo
al justo castigo a sus crímenes, puede en teoría sostenerse sobre
pilas y pilas de cadáveres, como se vio en la peores dictaduras
africanas y en la misma Libia. Tiene que perder ese apoyo o parte de
él, el suficiente que cubra con el armamento a los que se quejan
arriesgando el pecho y sus vidas, para que el verdad se produzca el
cambio. Civiles no tumban gobierno militaristas.
En
venezuela el mítico 23 de enero de 1958 fue algo parecido a la
Primavera Árabe, pero con decenios de adelanto, y salvando las
distancias que existen entre un hombre como Marcos Pérez Jiménez,
progresista y nacionalista que al partirse al ejército dice que no
masacrará a la joven oficialidad y se va, y un demente como Muamar
el Gadafi. Con el dictador criollo la protesta comenzó sí, dentro
del mundo civil, con políticos que sí representaban a alguien y que
si entendían cómo se tumbaba a un dictador militarista, reuniéndose
con trabajadores y estudiantes, estos azuzando a su gente en fábricas
y universidades y liceos, pero también a la gente común y corriente
en las calles, mientras por el otro lado se tendían puentes hacia la
joven oficialidad. Así, una mañana, Marcos Pérez Jiménez se
encontró con protestas civiles en las calles y pronunciamientos
militares en los cuarteles que dieron al carajo con su régimen.
Claro, en ese entonces se contaba con sujetos como Rómulo
Betancourt, Jóvito Villalba y Wolfang Larrazabal. No se logra algo
así, juntar pueblo y militares, coordinar con quienes pueden mover
masas, anunciándolo por la red, ni decretando una hora cero o la
salida sin retorno sin saber si realmente alguien secundará el
pronunciamiento porque con nadie se consultó antes de hablar por las
redes; o exigir que se aplique el artículo tal o cual como si en
verdad eso fuera un hechizo o un conjuro mágico que va a producir un
efecto con su sola invocación (la necedad mayor).
Nada,
pero lo que se llama nada se logrará sin que quienes llaman a tales
acciones se reúnan con la gente que dicen representar y se compruebe
que estos les apoyan obedeciendo el llamado, eso por un lado, para
cuadrar a todos en el mismo proyecto, sino tendiendo puentes también
hacia los militares que viven con sus familias en zonas deprimidas y
la pasan tan mal como el resto, no insultándolos obligándolos a
permanecer al lado del verdugo del cual se quiere salir. Los grandes
y graves momentos necesitan de gente capaz, que generalmente se
distingue por lo poco que grita y lo mucho menos que prometen
tonterías o soluciones mágicas que no se sostienen sino en el
simple y puro deseo. Y como bien se dice por estas tierras, deseos no
preñan.
Faltaba
quien nos encaminara nuevamente a las metas comunes, a moros y
cristianos, como ocurriera en diciembre de 2015, cuando una
dirigencia que si sabía por dónde le entraba el agua al coco
entendió que una parte importante de lo que una vez fue el chavismo
estaba harta y quería salir de esto, llamándoles a sumar sus votos
a quienes siempre odiaron a estos sujetos (¿o fue sólo a mí a
quien sorprendió la cantidad de votantes en contra del régimen en
ese entonces, siete de cada diez?). Votos que no eran estrictamente
hablando de la oposición, para los políticos de oposición para que
hiciera cosas políticas de oposición, esa fue la parte que no se
entendió cuando los segundones en la Mesa de la Unidad Democrática,
y señoras que no tienen capacidad para llenar ni una calle pensaron
que el mandado estaba hecho y había que descabezar a los que
organizaron el triunfo no fuera y se sentaran en la Silla, misma que
no estaba todavía vacía. El resultado han sido tres años perdidos
donde la gente de otros países creyeron o que el gobierno si era
mayoría y por eso nos asustaba derrotarles en alcaldías y
gobernaciones, o que no teníamos bolas para enfrentarlos, o, peor,
que ni lo intentabamos. Tres años de hablar paja de invasiones que
no se dieron, de artículos mágicos que al ser invocados llenarían
de vergüenza tal a Nicolás Maduro que le obligarían a irse (como
su partida de nacimiento; ¡es que quisieron creer cada bobada…!),
de horas ceros. Tres años de paja compitiendo de lo lindo con
Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Si, los extremos se tocan, en
incapacidades y actuaciones. Hay que lograr otra vez esa gran
coalición a pesar de los gritones que el régimen infiltra para
desmovilizarnos y desmotivarnos nuevamente, enfilando todo los
ataques en Juan Guaidó. Y en eso todos debemos tener claro que
tenemos tareas pendientes, la primera de ellas es comprer que la
comunidad internacional ya dijo que no cree en medidas de fuerza, eso
hay que aceptarlo, que lo dijeron, que lo piensan, que nuestro llanto
para que nos resuelvan esto no será escuchado a menos que el régimen
se vuelva loco y comience a cometer aún más atrocidades, como
disparar a mansalva contra la gente como ordenara Tiburón Uno un 11
de abril, u Omar
al Bashir
hace
unos días en Sudán. Lo otro es presionar y presionar, sacándoles
de cada trinchera donde la fuerza de la mayoría numérica se
imponga.
Por
cierto, que hablando de Omar
al Bashir,
hace años, cuando todavía vivía el Difunto, la bestia esa como le
dicen algunos, y el eje del mal estaba en pleno apogeo, riendo,
cuadrando plata y burlándose de las normas democráticas, la señora
K, don Lula, Rafaelito Correa, Evo y la Bachelet, a ese sujeto,
Al-Bashir se le brindaban honores por aquí, era uno de los grandes
amigos del Difunto. Sin embargo, no recuerdo en cuál reunión de
naciones no alineadas, cuando este tipo salió a dar un discurso, a
pesar de que el mundo sabía quién era y lo que le estaba haciendo a
su pueblo, la señora Cristina de Kirchner se puso de pie y con total
desprecio abandonó la sala. Dije en ese entonces que con ella salía
la poca dignidad, si es que alguna había, en semejante aquelarre.
Mal terminó el eje, los que no están presos los andan buscando, mal
acabará Omar. Y todos ellos se lo merecían, pero, esa vez, la
señora K dio la nota correcta.
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