Cuando
el apetito se desata...
Mientras
le mira allí, a sus pies, tragando con aprensión pero también como
un campeón, recuerda cuánto le costó la primera vez para que le
diera un besito en la punta, chillando que eso era de maricas, no
aceptando lo que le decía, que aquello era “tan sólo
experimentación entre chicos”. Luego todo el trabajo cuando, de
los besitos, viendo porno, le pidió una chupada, para que viera qué
tal; eso le costó otro tanto, y el tener que escucharle quejarse que
sabía horrible, a meados y algo más. Entre besitos y probadas,
pasó, casi presionándole, a que le diera dos o tres chupadas, lo
que si no costó tanto fue que pasara de “ese juego entre chicos
viendo porno como amigos” a que mamara, arriba y abajo, aunque algo
le preocupaba y finalmente le preguntó: “¿Esto no lo hace a uno
medio marica?”. “No, no lo eres, sólo experimentas,
¿recuerdas?”, le tranquilizó. Esas mamadas fueron mejores, pero
la tarde cuando le retuvo y le hizo tragar su carga, este todo
molesto porque eso sí que qué tenía que ser de maricas, tardó
bastante en calmarlo diciéndole que tan solo fue un accidente, que
vamos, no seas así, al menos darle un besito de despedida. A lo que
accedió antes de tragar otra vez. Dos “accidentes” más tarde y
pareció encontrarle el gusto a la esperma. Ahora le mira,
angustiado, decidiendo por sí sólo si aquello era gay o no, toda
esa avidez que sentía por la carne dura que no se le pasaba hasta
que bebía su buen buche de leche caliente.
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