Todo
es experiencia...
Apurado
por su papá que pensaba que dormía y comía demasiado sin hacer
nada al terminar la secundaria, Felipillo buscó trabajo en aquella
construcción, descubriendo muchas cosas sobre la vida y sobre sí
mismo. De sus ganas de vivir, de sentir, de experimentar lo bueno y
sabroso una y otra vez, sacándole el jugo a la existencia. Así como
su amor por los papis, por el sexo y por las pollas, algo que ya
sospechaba pero que hasta ahora no había explorado. Rodeado,
quemándose por los cálidos y firmes cuerpos, siendo refregado,
azotado y acariciando con esos palos que mojan, le encanta escuchar
que chupa como una puta campeona, que tiene no una garganta sino un
coño en medio de la cara. Y, jadeando, conteniendo apenas las ganas,
sabe por sus brillos de ojos traviesos que pronto le perforarían
otro entre las nalgas... Y la verdad es que ya le ardía de ganas.
Joder, y todo eso apenas en la s primeras tres horas de
contratación...
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