¿Cómo
se hace?
Cada
mañana antes de partir para el trabajo recorro la rutina: montar la
cafetera (se me daño la que tenían el regulador de horario),
cepillarme la boca, guardar los platos de la noche anterior, llenar
las jarras de agua que no sé en qué momento se vacían, tomar la
primera taza, sacar de la nevera lo que voy a calentar, ir a mi
cuarto y medio ordenarlo, tomar una segunda taza, vaciar el bote del
baño y amarrar la bolsa de basura para salir con ella, a veces toca
pasar un cepillo por la sala y la cocina, algo muy somero para que no
se llene de basura el ruedo del vestido de la novia si pasa, tomar
más café e ir a bañarme, desayunar, fregar y salir. Y es que hay
que fregar obligatoriamente; cuando uno no lo hace, por alguna razón
siempre ocurre que te cae gente que llega contigo y lo primero que
hace es lanzar una mirada para la cocina.
Son
tonterías que cuando uno se viene a darse cuenta ya te han quitado
de hora y media a dos horas. Y esa rutina es prácticamente de todos
los días. A veces, cuando visito a la familia los sábados me llego
a la casa de una hermana para tomarme todo su café, y esa mujer lava
cerros y cerros de ropas, limpia los estantes, lava los baños,
prepara desayuno y almuerzo, sacude cada rincón de la casa, prepara
más café y todavía tiene tiempo para hablar conmigo. Yo, un
sábado, me quedo limpiando el baño y se me va el día
completamente. Hablándolo con una amiga del trabajo ella me
respondió que los hombres perdíamos mucho tiempo en tonterías,
dando vueltas, y quejándonos del trabajo en casa. ¿Será? Pensando
en esto, y como siempre ocurre, coincidió que encontré un viejo
folleto en la oficina. Sostenía que cuando se contaba con demasiadas
actividades por hacer había que distinguir, entre ellas, las que
eran urgentes, las que eran importantes y las que eran una
combinación de ambas.
Que
habían cosas importantes, como ir a comprar la cena, que no eran
urgente si no había peligro de morir de hambre en el momento o poder
comprarla un poco más tarde; y cosas urgentes como correr al
televisor porque el partido de fútbol está por comenzar y si te
atrasas te pierdes de todos los goles, pero que no es algo vital.
Distinguir entre una cosa y la otra es el truco. Imagino que trapear
pisos una vez a la semana es impostergable, te toca vivir allí y
puedes recibir visitas, los amigos tal vez eleven las cejas y te
miren censuradores, los familiares te reñirán. ¡Dígame si se te
dan las cosas y llevas una cita y aquello parece chilquiero!
Como
todo en esta vida, esto también es relativo, hay un montón de cosas
que hacer, tantas que a veces nos agobiamos y casi que rogamos por
más tiempo, pero cuando lo conseguimos (postergar un informe), ya no
parece tan grave. Y hay otras que sencillamente nos fascinan y
pensamos que no podemos vivir sin hacerlas. Como cuando uno era más
joven y comenzaba una relación y hablar por teléfono horas y horas
era la cosa más importante del mundo. Ahora imaginen al tipo al cual
otro le dice que le ayude si tiene tiempo con unos ejercicios, y te
quedas allí, viéndolo mientras te habla para que no te vayas (y
dígame si no quieres), sudando, jadeando, preguntándote si puedes
ir al otro día... ¿Puede haber una mayor pérdida de tiempo? Y, sin
embargo, para alguien puede resultar importante ir y urgente llegar
antes de que encuentre a otro que le ayude, ¿o no?
Es
juego, esto no es importante ni urgente (lo digo por si alguna chica
me lee).
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