Listo
para la acción...
......
Aunque
americano, por lo tanto más informal, Ryan Huston se siente de
pronto abrumado e incómodo ante el estallido.
-Amigo
mío, calma. Sabe que no creemos en maldiciones. Ni lord Baskelfiel
ni yo. Mi encargo...
-Lo
sé; mi amigo inglés es un coleccionista ávido, como ávidos son
con Egipto. -gruñe mortificado, ¿de su estallido emocional, por las
palabras del otro?- Pero hay más cosas entre el cielo y la tierra
que la sola contemplación de los caprichos. -parece que va a agregar
algo más, obligado por algún deber moral que le impulsa a violentar
su hospitalidad, pero la llegada de dos siervos, con cuencos llenos
de higos y otros frutos, le hacen callar.
-¿De
verdad le inquietan todos esos cuentos? Supongo que ha escuchado algo
más desde la aparición de las ruinas. -Ryan intenta desviar su
atención, probando de los frutos. El otro le mira, severo, digno,
entendiendo el truco.
-Discúlpeme,
amigo. Conociéndole no debería sorprenderme su determinación.
¿Le... molestaría que Hasani se quedara conmigo? Ese muchacho anda
demasiado realengo, desobligado de sus tareas. -le sorprende otra
vez.
-Me
haría falta, en verdad. Ese muchacho conoce a todos, las lenguas y
maneras, pero si él decide quedarse... -no entiende al otro.
Y
el asunto habría quedado así si despidiéndose después de
conseguir un mapa con la ubicación exacta de las ruinas, no hubiera
presenciado un seco cruce de palabras entre Hasani y su tío. Como ya
se ha despedido ceremoniosamente (y para dramas su vida sin su dama),
sale del atrio. El sol parecía quemarle más en la calle mientras va
hacia el jeep.
-Profesor...
-escucha la llamada de Hasani, que corre hacia él, sonriendo.-
¿Pensó que se libraría de mí?
-Tu
tío... -se siente dividido en sus lealtades, viéndole tomar el
volante.
-Soy
un adulto, puedo tomar mis decisiones. Ya le traeré algo del
desierto para que comercie y que me perdone. -responde irreverente.
Más
tarde, en el hotel, todavía extrañado por la intensidad de Asim el
viejo, se dedica a estudiar el mapa. Joder, el viaje era largo,
estaba en los límites más norteños del país. Vestido como un
explorador inglés, sin olvidar la corbata, el chaleco y el traje,
así como el sombrero, sale y encuentra otros seis vehículos
rústicos. Nota que Hasani y Andrew se las ingenian para evitar a
Jean Luc, mientras le lanzan miradas socarronas y ríen con gestos
torvos. Debía vigilar a esos dos o provocarían una disputa con el
joven francés maricón.
-Sahib...
-una voz le sobresalta, y al volverse se lleva una desagradable y
enorme sorpresa. Encuentra a un joven alto y moreno, vestido a la
usanza del país, que le sonríe mientras monta algunos sacos en uno
de los jeeps.- Soy Tarik, Asim el viejo me envió para acompañarles.
-informa... ¡el chico que tuviera sexo con Jean Luc en el barco!
Va
a responder (una negativa, carajo), cuando este se vuelve, le mira,
abre muchos los ojos azules y gime, enrojeciendo, resplandeciendo. ¡Y
el joven negro le sonríe igual!, casi rueda los ojos el hombre
mayor.
-Llevamos
suficientes hombres para...
-Asim
el viejo quiere que vigile a su sobrino. -le susurra este, con aire
conspirativo.- Quiere que me lleve, o en su defecto que atrase el
viaje una semana hasta que lleguen sus padres.
-No
puedo esperar tanto. -gruñe, molesto.
-Seré
útil, sahib. -el otro promete.
Claro
que sí, e imagino en qué y con quién. Lo piensa pero calla,
indicándole con un gesto que se acomode en uno de los jeeps, el
último.
-Profesor,
¿no irá a dejar que...? -Hasani casi le cae encima, igual Andrew.
-¿En
serio vamos a llevar a ese tipo? Es el amiguito de...
-Vamos,
se hace tarde. Quiero estar lejos de Saqqara al atardecer. -les
corta, molesto con toda la situación, ¿podría empeorar? Oh, claro
que si, ve como Jean Luc se las arregla para ir en ese jeep.
......
Con
Andy al volante y Hasani en el asiento posterior, Ryan se siente un
poco mejor mientras atraviesan la ciudad vieja y salen por el camino
de las caravanas. El viaje llevará unos dos días, pero no había
otro remedio. Un aeroplano quedaba fuera de la ecuación, no por
costos sino porque el ejército inglés los mantenía bajo control
directo y no los prestaban. Sintiendo el aire caliente, eleva el
rostro, sonriendo. Mira la silueta de la pirámides alzándose y no
puede contener la emoción de siempre, recordando la manida frase de
Napoleón a sus tropas ante estas y la esfinge:
"¡Mirad!
¡Recordad que desde esos monumentos, cuarenta siglos os contemplan!"
También
él siente ese escalofrío, el mismo que sentía cualquiera navegando
por el mítico Nilo, o al salir de noche de una tienda de campaña
para verlo todo bañado por la luz de la luna en las dunas de arena,
todo dibujándose como un espejismo, un sueño grato.
Pero
el viaje es largo, llegan agarrotados y cansados a Gesa, aprovechando
el cercano oasis para conseguir agua fresca para el aseo, ducharse y
beber. La noche llega, cenan y fuman, y se alzan las tiendas. Contará
con una para él solo. Hasani y Andrew compartirán otra, como
siempre. Jean Luc tendrá la suya (¿se preguntaría alguna vez
porqué nadie compartía con él?), pero no le extrañaría notar,
horas más tarde, que una silueta se colaba dentro de ella. Y
seguramente también dentro del chico.
Como
sea, decide no pensar en nada, no hacía ese viaje para hacer de
vigilante moral del joven galo. Iba por una artefacto único de un
mundo perdido en el tiempo, una valiosa pieza que demostraría que
ciertos lugares legendarios existieron realmente. Lo que la haría
valiosa. Y volvería a Londres con sus calzadas, jardines, teatros y
cafés. Con Eileen. Pensar en ella, o tal vez fuera por el calor del
día (sabe que mucho es frustración por falta de sexo), le lleva a
ahogarse dentro de la larga ropa interior que usa, que cubre su torso
y piernas. Da vueltas sobre las colchonetas en el piso, saliendo de
ellas, abriéndose la parte delantera de la ropa interior, dando
vueltas una vez más, la luz de la luna filtrándose un tanto. Se
revuelve pero no puede dormir. Transpira, qué calor, y casi con
rabia se despoja de esa ropa enteriza; una cálida brisa le
recompensa cuando se echa así sobre las mantas. No quiere pero se
empalma. La verga le crece, endurece y pica. La siente contra su
abdomen. Quiere ser tocada, apretada y mimada...
No
quiere pensar en su amada de esa manera, así que evoca a las furcias
que ha conocido, pero de alguna manera termina pensando, quiera o no,
en Jean Luc. En lo que le contara Andy, quien se había quedado
mirando también. El joven rubio cabalgando sobre la pelvis del otro,
elevando y bajando su culo rojizo sobre una tranca negra y gruesa que
le hacía chillar.
Casi
rugiendo de frustrada impotencia se toca la barra, separando sus
musculosas y largas piernas velludas, como su abdomen y torso; una
suave pelambre castaña clara lo cubre todo. En cuanto cierra la
manota alrededor de la tranca, esta cobra aún más dureza y tamaño.
Cuando sube y baja el puño, tensando muslos y abdomen, se siente del
carajo. Se masturba intentando no pensar en nada, pero recurre a la
última escena sexual que inflama sus recuerdos. Le parece ver al
joven francés subiendo y bajando sobre el otro chico, uno que
seguramente se coló en su tienda, y en esos momentos estarían...
¿Qué?, ¿besándose?, ¿uniendo sus labios de hombres, sus lenguas
chocando y mezclando sus salivas, desnudos y duros? ¿El rubio
estaría mamando al moreno, este le comería el culo preparándoselo
para tomarlo una vez más?
Su
mano sube y baja, alza las caderas, arriba y abajo, friccionando su
tolete dentro del puño quieto. Y se da y se da sobre la barra. Al
apretarla hacia arriba la hace botar líquidos, mientras se acaricia
el torso peludo, se roza los pezones, baja esa mano y se aprieta las
bolas. Lo siente, está tan cerca que...
-Profesor.
-escucha la voz, petrificándole en el acto, dejándole con la boca
muy abierta, como los ojos, con la cara muy roja a la luz de la luna,
caderas alzadas y el puño en la base de la tranca.
-No,
no, espera... -croa ronco, paralizando, cuando ya Hasani asoma la
cara.
-Debo
decirle que... ¡Oh, diablos! -grita al mirarle.
Momento
cuando el hombre, incapaz de controlarse, estalla en un orgasmo que
parecía llevar tiempo atrasado, que le hace temblar, gemir entre
dientes, caer de culo sobre las mantas y que se le bañe la barriga,
el torso y el cuello de una abundante y espesa esperma caliente y
olorosa.
CONTINÚA ...6
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