jueves, 30 de mayo de 2019

EL CONSOLADOR DE PLATA ...5

EL CONSOLADOR DE PLATA                         ...4
   Listo para la acción...
......
   Aunque americano, por lo tanto más informal, Ryan Huston se siente de pronto abrumado e incómodo ante el estallido.
   -Amigo mío, calma. Sabe que no creemos en maldiciones. Ni lord Baskelfiel ni yo. Mi encargo...
   -Lo sé; mi amigo inglés es un coleccionista ávido, como ávidos son con Egipto. -gruñe mortificado, ¿de su estallido emocional, por las palabras del otro?- Pero hay más cosas entre el cielo y la tierra que la sola contemplación de los caprichos. -parece que va a agregar algo más, obligado por algún deber moral que le impulsa a violentar su hospitalidad, pero la llegada de dos siervos, con cuencos llenos de higos y otros frutos, le hacen callar.
   -¿De verdad le inquietan todos esos cuentos? Supongo que ha escuchado algo más desde la aparición de las ruinas. -Ryan intenta desviar su atención, probando de los frutos. El otro le mira, severo, digno, entendiendo el truco.
   -Discúlpeme, amigo. Conociéndole no debería sorprenderme su determinación. ¿Le... molestaría que Hasani se quedara conmigo? Ese muchacho anda demasiado realengo, desobligado de sus tareas. -le sorprende otra vez.
   -Me haría falta, en verdad. Ese muchacho conoce a todos, las lenguas y maneras, pero si él decide quedarse... -no entiende al otro.
   Y el asunto habría quedado así si despidiéndose después de conseguir un mapa con la ubicación exacta de las ruinas, no hubiera presenciado un seco cruce de palabras entre Hasani y su tío. Como ya se ha despedido ceremoniosamente (y para dramas su vida sin su dama), sale del atrio. El sol parecía quemarle más en la calle mientras va hacia el jeep.
   -Profesor... -escucha la llamada de Hasani, que corre hacia él, sonriendo.- ¿Pensó que se libraría de mí?
   -Tu tío... -se siente dividido en sus lealtades, viéndole tomar el volante.
   -Soy un adulto, puedo tomar mis decisiones. Ya le traeré algo del desierto para que comercie y que me perdone. -responde irreverente.
   Más tarde, en el hotel, todavía extrañado por la intensidad de Asim el viejo, se dedica a estudiar el mapa. Joder, el viaje era largo, estaba en los límites más norteños del país. Vestido como un explorador inglés, sin olvidar la corbata, el chaleco y el traje, así como el sombrero, sale y encuentra otros seis vehículos rústicos. Nota que Hasani y Andrew se las ingenian para evitar a Jean Luc, mientras le lanzan miradas socarronas y ríen con gestos torvos. Debía vigilar a esos dos o provocarían una disputa con el joven francés maricón.
   -Sahib... -una voz le sobresalta, y al volverse se lleva una desagradable y enorme sorpresa. Encuentra a un joven alto y moreno, vestido a la usanza del país, que le sonríe mientras monta algunos sacos en uno de los jeeps.- Soy Tarik, Asim el viejo me envió para acompañarles. -informa... ¡el chico que tuviera sexo con Jean Luc en el barco!
   Va a responder (una negativa, carajo), cuando este se vuelve, le mira, abre muchos los ojos azules y gime, enrojeciendo, resplandeciendo. ¡Y el joven negro le sonríe igual!, casi rueda los ojos el hombre mayor.
   -Llevamos suficientes hombres para...
   -Asim el viejo quiere que vigile a su sobrino. -le susurra este, con aire conspirativo.- Quiere que me lleve, o en su defecto que atrase el viaje una semana hasta que lleguen sus padres.
   -No puedo esperar tanto. -gruñe, molesto.
   -Seré útil, sahib. -el otro promete.
   Claro que sí, e imagino en qué y con quién. Lo piensa pero calla, indicándole con un gesto que se acomode en uno de los jeeps, el último.
   -Profesor, ¿no irá a dejar que...? -Hasani casi le cae encima, igual Andrew.
   -¿En serio vamos a llevar a ese tipo? Es el amiguito de...
   -Vamos, se hace tarde. Quiero estar lejos de Saqqara al atardecer. -les corta, molesto con toda la situación, ¿podría empeorar? Oh, claro que si, ve como Jean Luc se las arregla para ir en ese jeep.
......
   Con Andy al volante y Hasani en el asiento posterior, Ryan se siente un poco mejor mientras atraviesan la ciudad vieja y salen por el camino de las caravanas. El viaje llevará unos dos días, pero no había otro remedio. Un aeroplano quedaba fuera de la ecuación, no por costos sino porque el ejército inglés los mantenía bajo control directo y no los prestaban. Sintiendo el aire caliente, eleva el rostro, sonriendo. Mira la silueta de la pirámides alzándose y no puede contener la emoción de siempre, recordando la manida frase de Napoleón a sus tropas ante estas y la esfinge:
   "¡Mirad! ¡Recordad que desde esos monumentos, cuarenta siglos os contemplan!"
   También él siente ese escalofrío, el mismo que sentía cualquiera navegando por el mítico Nilo, o al salir de noche de una tienda de campaña para verlo todo bañado por la luz de la luna en las dunas de arena, todo dibujándose como un espejismo, un sueño grato.
   Pero el viaje es largo, llegan agarrotados y cansados a Gesa, aprovechando el cercano oasis para conseguir agua fresca para el aseo, ducharse y beber. La noche llega, cenan y fuman, y se alzan las tiendas. Contará con una para él solo. Hasani y Andrew compartirán otra, como siempre. Jean Luc tendrá la suya (¿se preguntaría alguna vez porqué nadie compartía con él?), pero no le extrañaría notar, horas más tarde, que una silueta se colaba dentro de ella. Y seguramente también dentro del chico.
   Como sea, decide no pensar en nada, no hacía ese viaje para hacer de vigilante moral del joven galo. Iba por una artefacto único de un mundo perdido en el tiempo, una valiosa pieza que demostraría que ciertos lugares legendarios existieron realmente. Lo que la haría valiosa. Y volvería a Londres con sus calzadas, jardines, teatros y cafés. Con Eileen. Pensar en ella, o tal vez fuera por el calor del día (sabe que mucho es frustración por falta de sexo), le lleva a ahogarse dentro de la larga ropa interior que usa, que cubre su torso y piernas. Da vueltas sobre las colchonetas en el piso, saliendo de ellas, abriéndose la parte delantera de la ropa interior, dando vueltas una vez más, la luz de la luna filtrándose un tanto. Se revuelve pero no puede dormir. Transpira, qué calor, y casi con rabia se despoja de esa ropa enteriza; una cálida brisa le recompensa cuando se echa así sobre las mantas. No quiere pero se empalma. La verga le crece, endurece y pica. La siente contra su abdomen. Quiere ser tocada, apretada y mimada...
   No quiere pensar en su amada de esa manera, así que evoca a las furcias que ha conocido, pero de alguna manera termina pensando, quiera o no, en Jean Luc. En lo que le contara Andy, quien se había quedado mirando también. El joven rubio cabalgando sobre la pelvis del otro, elevando y bajando su culo rojizo sobre una tranca negra y gruesa que le hacía chillar.
   Casi rugiendo de frustrada impotencia se toca la barra, separando sus musculosas y largas piernas velludas, como su abdomen y torso; una suave pelambre castaña clara lo cubre todo. En cuanto cierra la manota alrededor de la tranca, esta cobra aún más dureza y tamaño. Cuando sube y baja el puño, tensando muslos y abdomen, se siente del carajo. Se masturba intentando no pensar en nada, pero recurre a la última escena sexual que inflama sus recuerdos. Le parece ver al joven francés subiendo y bajando sobre el otro chico, uno que seguramente se coló en su tienda, y en esos momentos estarían... ¿Qué?, ¿besándose?, ¿uniendo sus labios de hombres, sus lenguas chocando y mezclando sus salivas, desnudos y duros? ¿El rubio estaría mamando al moreno, este le comería el culo preparándoselo para tomarlo una vez más?
   Su mano sube y baja, alza las caderas, arriba y abajo, friccionando su tolete dentro del puño quieto. Y se da y se da sobre la barra. Al apretarla hacia arriba la hace botar líquidos, mientras se acaricia el torso peludo, se roza los pezones, baja esa mano y se aprieta las bolas. Lo siente, está tan cerca que...
   -Profesor. -escucha la voz, petrificándole en el acto, dejándole con la boca muy abierta, como los ojos, con la cara muy roja a la luz de la luna, caderas alzadas y el puño en la base de la tranca.
   -No, no, espera... -croa ronco, paralizando, cuando ya Hasani asoma la cara.
   -Debo decirle que... ¡Oh, diablos! -grita al mirarle.
   Momento cuando el hombre, incapaz de controlarse, estalla en un orgasmo que parecía llevar tiempo atrasado, que le hace temblar, gemir entre dientes, caer de culo sobre las mantas y que se le bañe la barriga, el torso y el cuello de una abundante y espesa esperma caliente y olorosa.
CONTINÚA ...6

No hay comentarios.:

Publicar un comentario