Si,
que lo vean, pero también...
Al
muy hechón le encanta una barbaridad pasearse por la orilla de
aquella playa mostrando ese increíble cuerpo que llenaba muy bien
aquel uniforme de “socorrista”; aunque le gustaban más la
caminata cuando, no estando de guardia, llevaba una de sus diminutas
tangas. Le encanta excitar a todos, especialmente a los tios
maduritos y a los adolescentes cachondos, que no podían apartar los
ojos de su fachada. Si, eso le gustaba, pero los chicos de la zona,
que conocían un poquito mejor al atractivo salvavidas, saben que hay
otra cosa que le mata. Mirarse en el espejo de esa casilla, desnudo,
de rodillas, acariciando su increíble cuerpo mientras varios
sujetos, con sus tranca afuera, le rodean y se cascan hasta que
estallan en semen cremoso y lo bañan con los espesos e hirvientes
chorros. No hay nada gay en eso, al menos de su parte, ni chupa ni
deja que le toquen la retaguardia, aunque se lo ruegan con lágrimas
en los ojos, que experimentara aunque fuera con la puntica; tan solo
el gustaba la sensación de la leche en su piel, tenerla toda
cubierta. Sonreír en éxtasis mientras, usando sus manotas, se
embarra con ella.
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