La
leyenda comenzó de manera tan simple...
Ah,
dicen que recordar es volver a vivir, y es cierto. Evocar algo que
nos pasó emociona, divierte, ilusiona y molesta otra vez, pero
añadiéndole cierto saborcillo nostálgico que se va apreciando con
los años. La noticia de que esta será la última temporada de
Supernatural, hecho al que nos negamos, me ha hecho desear verlo todo
de nuevo. Aunque no es la primera vez que lo hago. Antes, en la
Venezuela no paralizada por un ataque viral de abortado socialismo,
cuando llegaban las vacaciones me tomaba tiempo para ver una que otra
temporada de mi serie. Que me encanta, soy fan de ella, de sus temas,
mitologia, de sus protagonistas y en especial de Dean Winchester.
¿Quién no querría ser Dean, guapo, carismático, atrevido, osado,
todo chulo con las mujeres, amantes de las aventuras en la cama, en
la carretera, con los puños y en la mesa? Sin la maldición
familiar, claro.
Recuerdo
cuando todo comenzó, un día martes a las nueve de la noche por la
WARNER. Como el tema del misterio y el terror siempre me ha gustado
me apunté para verlo, no esperando nada del otro mundo la verdad sea
dicha; ya había visto el día anterior los inicios de “Voces del
más allá” y “medium”, por SONY, gustandome un poquito menos
esta por la gran carga de la vida familiar de ella, aunque me pareció
buena. No iba con grandes expectativas con Supernatural, pero en
cuanto la cosa toma fuerza, y Jensen AcKles ya es Dean Winchester y
Jared Padalecki es Sam, cada uno en su papel, ya estaba fascinado. Y
no es tan extraño, este Dean (no sabía hasta que me senté que
Jensen era uno de los protagonistas), me recordaba una barbaridad al
mutante de Dark Angel, el adorable canalla de X5-494m Alec, incluso
con su actitud y todo. Y miren que Alec le dio gran impulso y fuerza
a aquella serie. Porque Jensen Ackles es tremendo actor, guapo, si,
pero capaz de transmitir fastidio, rabia, justa cólera, dolor y
hasta temor con pocos gestos. Fuera de tener la carita bonita,
insisto. Igual Sam. ¡Se veían tan jovencitos en ese momento!
Recuerdo que cuando mi hermana Melissa comenzó a ver la serie, por
consejos míos, me preguntaba cómo era posible que pusieran a esos
niños en un programa tan feo.
Bien,
Supernatural, la serie. Un capítulo piloto debe atrapar a sus
televidentes, lo más que pueda; allí conocemos a los protagonistas,
sus motivaciones y la trama, de qué va el asunto, y muchas veces
hasta lo que se persigue. Aquí mostraban a dos hermanos recorriendo
las carretera de norteamérica luchando contra lo sobrenatural. Metas
del piloto que a veces no se consiguen en todo los programas,
necesitando estos de más tiempo para establecer la esencia del show.
Juego de Tronos es un clásico, desde el inicio llama la atención,
pero su núcleo, la guerra, el juego por el trono no comienza hasta
que surgen dudas sobre la legitimidad del heredero del rey muerto.
Pero, en este programa, ese fin se alcanzó desde el inicio, aunque
mucho de ello no fuera plenamente entendible hasta pasado unos
episodios. Supernatural, jugó limpio desde el inicio.
Recuerdo
que había una escena donde los hermanos discuten en un puente porque
Dean siente que Sam le da la espalda a la familia; Sam le aclara que
él no recuerda esa familia (a su madre) como si lo hace Dean, y
luego son atacados y el mayor de los hermanos rueda a un pantanal.
Cuando se reagrupan en el motel, y Sam quiere disculparse, quedé
maravillado y sonreído, primero por lo bien que se veía Dean lleno
de barro, y segundo por su aire todo chulo de macho cuando alza la
mano y le dice a Sam que nada de momentos ñoños de películas para
chicas. Ya para ese entonces sabíamos cómo era cada cual. Y era
fantástico.
Bien,
de ese primer episodio, o piloto, que bien pudo llamarse La Dama de
Blanco, viéndolo en retrospectiva, ahora, puede uno consolidar lo
que pensó sobre lo que sucedió. Lo más fácil del mundo, ¿eh?
Comenzando con la maldición sobre la familia y el resultado en dos
vidas. Encontramos a un Dean niño, de unos cuatro años de edad que
es amado por su madre, querido por su padre y que cuenta con un
hermanito al que adora. Su padre, John, por otro lado, tiene una vida
plena. Todo cambia cuando un personaje de extraños ojos amarillos
aparece en el cuarto del bebé Sam y hay un grito, John corre y
encuentra a su mujer en el techo, estallando en llamas. Allí pasa de
todo, porque al segundo, con bebé en manos encuentra a Dean y le
ordena que lo ponga a salvo (y en la mente de Dean la orden quedará
grabada a fuego, asegurar el bienestar de Sam por encima de todo).
Desde
este punto John cambia, perdió a su mujer y va a dedicarse a
averiguar qué pasó, más tarde a vengarse cazando al ser que le
quitó todo. La génesis de buena parte de los cazadores. Pero esa
noche también Dean lo perdió todo y John pareció no calibrarlo;
fuera de su madre, su casa, también le arrebataron su niñez. En
cuanto John puso a Sam en sus manos le quitó eso, ya no era un niño,
desde ese momento sería el guardián de su hermano y más tarde eso
sería el centro de su vida, proteger a Sam mientras buscan aquello
que tanto les lastimó. Pero, también, se transforma en un devoto
soldadito en la guerra de John, de quien siempre buscó aprobación.
Confieso que siempre me pareció John un ser egoísta, un mal padre.
Estaba mal, sí, pero su hijo, el que tenía conciencia de todo,
también perdió bastante, sin embargo le desatiende por una nueva
urgencia: cazar y vengarse. Fue lo que pensé y sentí, lo lamento
por todos los que adoran al patriarca de los Winchester, pero nunca
fue de mis preferidos. No como alguien que aparecería luego, el gran
Bobby.
Pasa
el tiempo, los años parecen separar a los Winchester, Sam como un
joven universitario quiere una vida fuera del negocio familiar, cazar
criaturas sobrenaturales, lo que origina una disputa con su padre y
un alejamiento con Dean. Quien le busca porque le necesita para
encontrar a John, quién “salió de cacería”, ¿cómo imaginar
en ese momento la profundidad de la frase? En ese reencuentro
conocemos las personalidades de los jóvenes, y confieso que me
asombraba y admiraba a Dean. Parten a la última dirección donde se
supiera de John y encaran el caso de la semana, el fantasma de la
mujer que mata en un recodo de un camino solitario. No me quedaba
claro cómo lo hacía dentro del auto, aunque por el sangrero se veía
que era violento (el truco de bañar el vidrio, no llegando a los
extremos de la película El Hacha, pero casi casi), más tarde
entenderíamos eso, la “garra” de los fantasmas. Se plantean las
dos tramas que serán una constante: cada hermano decidió un camino
pero por ahora se unen buscando a John, más tarde será hasta que
cacen aquello que reaparecerá ahora para provocarle dolor a Sam.
Por
cierto, que en ese reencuentro de los hermanos, cuando luchan y
quedan enlazados en el piso, parece que nació el Wincest, es decir,
el interés amoroso, la tensión sexual entre los hermanos en la
mente de muchos fans, especialmente damas, por curiosos que resulte.
Una tendencia que será obstinadamente larga, sostenida aún hoy en
día y que originaría miles y miles de relatos sentimentales y
eróticos (y no exagero, ¡son miles!), el fandom, los fanfics.
Ignoraba yo eso, lo juro, me parecían dos hermanos que peleaban,
bromeaban, discutían y se querían entre ellos como en cualquier
familia, no sabía que había quienes miraban más allá de lo
evidente. De hecho no sabía de esa tendencia del fandom en sí hasta
que aparece otro personaje, más adelante, que me hizo fruncir el
ceño y preguntarme: ¿una trama homosexual en Supernatural? Fue
curioso, intrigante, divertido, aunque no sorprendía que dicho
interés estuviera centrado en uno de los personajes ficticio más
increíbles de la televisión, Dean Winchester.
Como
sea parten buscando a John y encaran una serie de muertes extrañas,
comenzando el conflicto entre ambos, uno quiere irse porque John
parece que no está, el otro desea encargarse del asunto porque ese
es el negocio familiar, lo que será una constante por un tiempo. Y
aquí enfrentan esta leyenda urbana, la Dama de Blanco. La
mundialmente conocida historia de una mujer que se presenta frente a
los conductores solitarios buscando un aventón, variando a veces en
su origen y propósitos. Algunas historias dicen que se trata de una
novia que aparece para anunciar tragedias, prevenir muertes, no falta
el que agrede e intente producir un accidente, notándose luego que
ha desaparecido. No creo que haya un país en la tierra donde no haya
una variante de este cuento. Como los detalles de destino. A veces
pide que lleven a su casa y terminan en la puerta de un cementerio; o
la que al acercarse a una curva peligrosa grita “cuidado”,
evitando efectivamente un accidente y desapareciendo luego, o la que
anuncia que allí murió, en un recodo señalizado por una de esas
cruces que antes se veían tanto y que ya no (¿fueron prohibidas por
ley?, nunca había pensado en eso).
Como
sea esta es una mujer engañada, y vengativa, busca hombres infieles
para matarlos; es una entidad sobrenatural que luego sabríamos que
es un fantasma furioso. El enfrentamiento con ella fue fascinante, su
leyenda, sus razones, incluso saber que había trama dentro de la
trama fue genial. Ella se mata porque sufrió mucho a manos de su
marido, pero antes, para vengarse de él, cometía un acto igualmente
horrible. Le tocaría a Sam encararla y vencerla. Con eso, y Dean,
con sus bromas sobre la edad, que sus tetas si eran naturales, que
nada de momento de chicas, que qué tienen de malo sus cassettes
musicales y Sam respondiendo que para comenzar eso, que son cintas,
yo ya estaba ganado para este programa. Y el segundo episodio tan
sólo reafirmó esa idea.
Bien,
conjuran la amenaza, sabemos que trabajan al límite de la ley, y que
deben seguir buscando a John, quien les deja su diario (un documento
casi sagrado para Dean), y por un mensaje de este escuchamos que
corren un gran peligro, que algo terrible se acerca; y esas palabras,
como el hecho de que Sam pierda de la forma en la que la pierde a su
novia, obligándole prácticamente a seguir al lado de Dean en la
lucha, no comprenderiamos hasta más tarde hasta qué punto era de
grande el asunto y cuánto se manipularon las acciones para llegar a
ese punto asombroso. La serie comienza de manera modesta, dos chicos
cazando monstruos, luego el programa se presta a una seriedad
argumental fascinante, el mismísimo fin del mundo.
Fue
un gran episodio este piloto, dejando claro de qué iba el asunto,
qué buscaban, cuáles eran sus metas, en principio encontrar al
padre, buscar al demonio que mató a la madre y a la novia de Sam
mientras luchan contra todo lo sobrenatural que encuentren en el
camino. Y lo harán a bordo de un gran auto, un Impala 67, con buena
música, dos sujetos jóvenes y guapos con mucho carisma y una gran
química en pantalla entre ellos. Así, el mandado ya estaba hecho.
También sabemos de los fantasmas, de lo peligrosos que pueden ser y
que las balas de sal pueden alejarlos. Toda una lección práctica de
vida, como esa frase de Dean: ¡Claro que hay que temerle a la
oscuridad!
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