Si
el primer episodio de la serie me había dejado picado, el segundo me
fascinó, porque soy amante de las películas de terror y suspenso
por un lado, y porque Dean Winchester se nos mostraba como más
genial de lo que imaginábamos, desde un punto de vista masculino. El
personaje exhibe algo que en el fondo mucho hombres deseamos, una
vida vagabunda y aventurera, al volante de un carro increíble
recorriendo carreteras, atravesando todo un país, mirando paisajes,
llegando a lugares nuevos, y mientras lo haces oye buena música,
come lo que le da la gana y quiere, bebe bastante, coquetea con
cuanta chica se le cruza por el camino, no rehuye una pelea a
puñetazos y encima se ve del carajo mientras lo hace. ¿Quién no
habría querido una vida así, con todo y facha, alejado de las
presiones de horarios de un trabajo que a veces no satisface y que no
nos cubre de la incertidumbre de un mal momento en un instante dado?
Al menos por un tiempo. Sin la maldición familiar, claro. Esa es una
mugre como llegaremos a ver más adelante.
Y
si, digo terror y suspenso por el comienzo del programa, los tres
jóvenes amigos, guapos y llenos de posibilidades, los retrataron en
dos segundo, acampando en un lugar apartado, bello pero solitario,
porque lo era, bonito (soy más de playas y ríos que de montañas y
bosques, pero el lugar lo era). Los jóvenes saliendo, los gritos, el
ataque, uno escondiéndose en su carpa, apagando luces y sonidos,
muerto de miedo, ¿sabrá que estoy aquí?; todo fue de tensión y
suspenso. Tres chicos más, damitas, tres parejitas corriendo por
esos montes en las sombras, con eso cazándolos, alguna chica
cayendo, un cobarde gritando que sólo se cuida a sí mismo, todos
separándose y ya la película estaba hecha. Vi una así hace poco,
dos parejas van en un carro comportándose extrañamente tontos y en
un descuido atropellan algo que luego resulta era el hijo de una Pie
Grande, que va por venganza. Merecidamente. Malisima, por cierto, esa
cinta; uno casi deseaba que los matara para que pasara algo. Pero lo
que quiero decir es que hay películas que se hacen así. Y hasta con
menos, como El Proyecto de la Bruja...
Por
supuesto, después de ese inicio, la calidad para asustar baja porque
comienza la investigación de dos jóvenes que se hacen pasar por el
funcionarios que toque para lograr sus fines, en este caso eran
agentes de Parques como la vez anterior eran Marshalls; aparece la
bella chica hermana de uno de los desaparecidos, está la vieja
víctima que recuerda todo y que ya no cuenta su historia cansado de
ser objeto de burlas (pero que no se va, si a mí me ataca un
monstruo y sobrevivo, pensaría en emigrar). Con lo de “¿conoces
de un oso que abra la puerta?”, fuera de pensar en Yogui, que era
más listo que la mayoría de los osos, recordé cuando, más
adelante en el programa, aparece Hulk.
El
enemigo esta semana no es un fantasma atado a una tarea, aparecérsele
a hombres que considera infieles en una curva del camino, es un
monstruo. Y así como el cuento de la mujer en la carretera es un
mito archiconocido del mundo entero, también esta criatura lo es, la
cosa salvaje que vive en los bosques y es vista a lo distancia, por
las noches, por muchos pueblos en sus tradiciones, algo con lo cual
las madres asustan a sus hijos. La leyenda habla del cazador, el
indio o el colono que pasa un mal invierno y comete un acto
abominable que le condena ante los dioses (es una leyenda
marcadamente indígena), convirtiéndose en la pesadilla de las
tribus cuando el invierno es largo y malo (como en Juego de Tronos).
Es el
wendigo, algo que una vez fue humano, quedando atrapado sin alimentos
en un punto apartado en pleno invierno, a punto de morir de hambre, y
que para sobrevivir devora la carne de otros seres humanos. Un
caníbal maldito que se transforma en algo apenas más elaborado que
un animal salvaje y aterrador, sagaz y fuerte. No lo encontré, pero
tengo un libro de 1965 que habla de esto, del Abominable Hombre de
las Nieves, el Yeti, el Sasquach, que no son lo mismo pero se parecen
bastante. En ese texto casi se asegura que son criaturas reales dado
la gran cantidad de testimonios de sus presencias, por la
persistencia de los relatos, aunque hoy en día, sentado frente a un
monitor, uno, que intenta no salir de la zona de confort, duda.
El
ser que atrapa hombres y los come para sobrevivir, logrando hacerlo
durante decadas y decadas, hibernando después de alimentarse. Este
tema fue maravillosamente desarrollado en otra historia aterradora,
en Los Expedientes Secretos X, el atroz Eugene Tooms, quien devoraba
los hígados de sus víctimas. Hay algo horripilante en la idea de
estos monstruos, no que cazan y matan, sino en el canibalismo. Eso
eriza la piel.
Aquí
será Dean el héroe, quien mate al monstruo (Sam acabó con el
fantasma en el episodio anterior), y llega la parte genial cuando la
chica le dice que no sabe cómo agradecerle y este sonríe todo chulo
casi chasqueando la lengua. La primera vez que lo vi, subtitulado,
preguntaba ella ¿tenías que vulgarizar el momento, verdad?, y este
estallaba en un sí; eso, para mí, fue increíble. Ese es Dean. Sin
embargo... el episodio si tuvo una falla. Algo pequeño y tonto en un
programa casi perfecto: la criatura fue mostrada muy
generalizadamente. Era un wendigo y ya. Faltó que investigaran que
en mil seiscientos, o setecientos u ochocientos salió una pandilla
de cacería, que se perdió, encontrándose luego unos cuerpos
mordidos pero faltando uno y algo así. Que ese windigo fuera fulano
de tal. Fuera de ese detalle, repito, estuvo muy bien.
Hasta
ahora va quedándonos claro que si uno quiere emprender un viaje a un
lugar apartado, o de noche, dos cosas no deben faltar en la mochila,
balas de sal, por si acaso tropezamos con un fantasma, y unas
bengalas o algo para producir un fuego medianamente eficaz a la hora
de rociar algo con tamaño semi humano, por si a las dudas.
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