Quien
no se arriesga...
Carajo,
si el cuñado despertaba mientras le tragaba de la cabecita al
tronco, chupando con ganas, tal vez se molestara, pero... No era su
culpa. Tal vez si su hermana no contara sobre lo fogoso que era, la
enorme cantidad de leche que siempre disparaba, a lo mejor no habría
pasado nada. O tal vez sí, porque en el fondo era una imagen normal
y hasta perfecta: la del joven macho bien plantado y el marica feliz,
todo engolosinado.
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