martes, 18 de junio de 2019

EL CONSOLADOR DE PLATA ...9

EL CONSOLADOR DE PLATA                         ...8
   El macho a cargo...
......
   Pero nada parece detener al joven egipcio, quien responde gruñendo y bajando sobre la tranca, lanzando un gemido de alivio cuando llega nuevamente a la base, teniéndola bien atrapaba entre sus mejillas y lengua caliente.
   -¡Basta, joder! -le ruge, ahora angustiado. ¿Qué coño le pasaba? Le sabía heterosexual de manera alegre, despreocupada y joven; cualquier fémina, blanca, cobriza o negra estaba bien para él. Y su junta con Andrew parecía haber potenciado aquello. Lo sabe, no es la primera vez que trabajaban juntos, así que todo eso... Casi le golpea la frente, alejándole, arrastrándose sobre el culo y finalmente poniéndose de pie, la verga bamboleándosele en el aire, odiando lo bien que se sentía al hacerlo al tenerla tan estimulada, goteando la saliva del muchacho.
   -Quiero tragártela, sahib, ¿no quieres eso? -de rodillas, joven y hermoso, saludable y pícaro, el egipcio era un reto a la cordura de cualquiera, debía reconocer el americano.
   -Hasani... -duda horriblemente, no sobre aquello, definitivamente no se iba a dejar mamar por el muchacho, por mucho que su cuerpo ardiera de ganas por la abstinencia sexual, pero no se lo haría a un chico. Y menos a ese chico. Pero no sabe cómo hacerle reaccionar porque no entiende qué le pasa. ¡Porque algo le pasa, joder, nadie cambiaba tanto de la noche a la mañana!
   -Déjame comértela, sahib; déjame tragar tu verga, saborear tus jugos. Luego podrás llenar mi culo... -informa con una mueca voluptuosa que eriza al hombre mayor, ladeando su cuerpo joven, compacto y fuerte, mostrando unas nalgas redondas, color canela claras; las cuales separa más, con una mano, mostrándole un culo peludo que se agita, que titila abriéndose como una boquita hambrienta.- Mira, sahib, quiere que lo llenes; necesito que me lo llenes con tu hermoso sexo.
   -¡Hasani! -chilla horrorizado, queriendo que se calle, que deje de conjurar toda suerte de imágenes sucias donde ahora aparece un joven y rubio Jean Luc montando, cabalgando y domando una verga negra que se le metía hasta los pelos por el culo.- No sé qué te ocurre pero sé que no quiere hacer esto. No en verdad. Eres... heterosexual. Lo sé.
   -¿No quieres follar mi culo, sahib?, ¿clavar tu verga necesitada de desahogo en mí? -el chico finge una mueca de niño suplicante, mirándole sobre un hombro, el cuerpo continuando medio torcido, las nalgas abierta, ese culo abriéndose y cerrándose como una boquita haciéndole señas. ¿Pero qué mierda...?, piensa confuso el otro, el tolete temblándole.- Mira, sahib, si lo quieres; tu sexo quiere el mío. Quiere abrirlo, llenándolo para refregarlo y darme placer. Mira como te gotea. No puedes decirme que no lo deseas.
   Algo debía estar pasando en aquel viejo templo porque la mente le queda en blanco, piensa Ryan, negándose a mirar su propia polla, la cual sabe que pulsa, efectivamente, así como quiere apartar los ojos de esas nalgas redondas y plenas de tío joven, que seguramente estarían duritas, y de ese culo que se agita todavía más, como engolosinado imaginándose ya penetrando, lo que incrementaba la presión en sus bolas, lo sabía, aunque no quería admitirlo o pensar en ello.
   -Debes... Debes irte. -ordena con voz ronca y algo rota.
   El chuco le mira, se endereza, sonríe y gatea literalmente acercándosele, ojos rapaces, meciendo sus nalgas de un lado a otro. Jadea antes de que llegue a su lado, antes de que esa boca se cierre nuevamente alrededor de su glande, lengüeteándolo con ganas, sorbiendo como chico de mamila. Y, mierda, se siente tan bien sobre su tranca solitaria y urgida durante tantas semanas que se estremece y echa la cabeza hacia atrás, jadeando, las manos casi tocando aquella nuca de rizados cabellos negros algo alisados de sudor mientras esa boca va y viene sobre su verga, chupando más y más, tragándola toda como si el chico fuera un experto en esos menesteres, odiando una idea repentina que le tortura: ¿o era que todo hombre podía hacerlo en un momento dado?
   -No, no... -todavía tiene la cordura para negarse, atrapándole la nuca, intentando alejarle, en serio, pero sin fuerzas, no cuando el chico, mirándole desde sus rodillas de manera golosa, feliz como niño con caramelos, se la tiene toda atrapada y le sigue ordeñando con la garganta.- Hasani, detente, por favor... -jadea y vuelve a alejarle, retirándole, sacandosela de la boca y dando un vacilante paso atrás.
   Pero el chico gatea, sonriendo, y le besa la punta ruidosamente, y pasa esa lengua por todo el tolete, arriba y abajo, como si estuviera dándole una mano de pintura, y cada roce de la joven lengua del otro macho sobre la tranca hacía que esta se le pusiera más dura al americano, más caliente, más roja, cada vez más hinchada. Quiere luchar contra reacciones físicas que resultan demasiado demandantes y poderosas. Su tranca, con tan poca acción todos esos días, reclama lo suyo. Pero... no era un animal, joder.
   -¡Basta te digo! -le ruge, apartándole la nuca, echándose nuevamente hacia atrás, chocando de aquella pared. Allí le alcanza el muchacho, arrodillado, sentado sobre su culo, que le acaricia de manera intensa los muslos, caderas y abdomen, con manos firmes y calientes, tan enloquecedoras como esa boca que va y viene, tragando rápido, haciéndolo lento luego, chupando siempre ladeando el rostro como un cachorrito jugando con una bolsa. Mama y mama y Ryan, que sigue empujándole sin fuerzas por hombros, frente y nuca, cierra los ojos de nuevo, incapaz de soportar aquello. Por Dios, ¿qué estaba pasando? Todo era tan...
   -¡AHHH! -no puede evitar el gemido, ni abrir los ojos con sorpresa cuando aquella joven boca vuelve a tragarse todo su tolete, de punta a base, apretándolo con labios, mejillas y lengua, la cual se agita debajo de ella, rozándole, lamiéndole, al tiempo que la garganta succiona de manera escandalosa, con ruiditos que le erizaban la piel... ¡Mientras otra boca se ha tragado sus bolas!
   No puede articular palabras cuando ve a Andrew Stoner, ese joven perro que siempre olfatea coños femeninos a millas de distancia, entrando en celo, arrodillado a su izquierda, totalmente desnudo también, mientras Hasani está a su derecha, aunque tragándole todo de una manera forzada y erótica.
   -Andy... -grazna, aunque calla cuando este le sonríe mórbido, con esa picardía tan suya (pero siempre empleada con mujeres), casi clavandole los dientes, con esfuerzo, en el tronco del tolete cuando Hasani se retira un poco. Ahora los tiene a los dos a sus pies, dos jóvenes machitos guapos y hambrientos de virilidad repartiendo besos, lamidas y mordiditas sobre su tranca.- No, esto no... -no puede articular un pensamiento coherente. ¿Qué les pasaba?, ¿por qué hacían eso?, se pregunta mientras tiembla bajo sus lenguas y bocas golosas.- Chicos... Chicos…
   Mirales le estremece, las dos nucas rodeando su tranca, dos lenguas recorriéndola de base a punta, esos labios acercándose cuando se deslizan debajo del tolete, subiendo, encontrándose, rozándose sus lenguas de manera mórbida, algo que les hacía mirarse y sonreír felices. El hombre tiembla. ¡Debía imponerse!
   Monta una mano en la nuca de cada uno, enredando los dedos en las cabelleras transpiradas, y los guía, alejándolos y acercándolos a su verga, oprimiéndolos contra ella, totalmente caliente. Les ve y les siente luchar por tragar, cada uno acusándose de glotón, “peleándose” las gotas de líquidos preseminales que escapan de su ojete, por el placer de sentirlas en sus bocas. Eso decían. Y se pierde y todo gira a su alrededor cuando les oye...
   -Quiero que me folle, jefe; que me reviente el culo con su tranca. Que tome mi... virginidad. -dice Andy, y ríe con picardía mirando a Hasani, quien hace otro tanto, las dos bocas de labios húmedos y regados de saliva tan cerca de la tranca que el americano siente sus alientos.
   -Muchacho... -todavía intenta calmarse y calmarles, estaban hablando de algo bastante serio. No sólo de mamar una polla sino de que esta se clavara en sus culos, rompiendo sus sellos de machitos y cambiándoles las vidas.
   -Lo necesito, jefe. -jadea el chico con la frente fruncida y cara de ruego. 
   -También yo, sahib... ¡Y te lo pedí primero! -interviene ansioso, Hasani.
   -Pero seguramente el culo que mas quieres romper es el de tu connacional, ¿verdad? Metérsela duro y rudo a un americano joven que chillará como puta en Macao cuando lo encules hasta los pelos. -le sonríe Andy, medio torciendo su cuerpo, mostrándole sus nalgas y culo.
   -¿Qué diablos es eso? -ruge Ryan.
   Las nalgas blancas de pelillos claros, enrojecidas de emoción, dejaban ver la raja entre ellas, así como el culo... el cual no se ve porque hay algo metido allí. Algo que termina en una base lisa de unos cinco centímetros de largo por tres de ancho, acanalada como la pata de una silla mecedora...
   De un color plateado brillante.
CONTINÚA ...10

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