lunes, 17 de junio de 2019

TRINIDAD Y TOBAGO, PAR DE ISLAS DE...

GUERRILLA EN VENEZUELA, ¡CULPA DE URIBE!

   Y hablaré como venezolano.
   El país amaneció el días viernes sorprendido con las noticias, no sólo de las restricciones que estas islas imponen a los venezolanos, sino las detenciones que se han llevado a cabo allá, los encierros aberrantes de los que no se habla porque la maña socialistoide indica que si no son cometidos por los gringos aquí no está pasando nada, los insultos de la población, las agresiones y el odio visceral contra los nacidos en este país que llegan allá emigrando o en calidad de escapados dada la miseria rampante que impera en Venezuela desde hace cinco años y que hizo crisis con la noticia de que ya no nos queda ni un centavo para seguir sobornando políticos y países, como ocurriera con las islas de Trinidad y Tobago hasta hace muy poco, ni comida a rusos o chinos que pudieran desembarcar mercancías en nuestros destartalados puertos, llegados a ese estado dado el reinado de los socialistas.
   Y la noticia arrecha, no porque esas personas no puedan sentirse molestos de que oleadas tras oleadas de venezolanos sin nada que puedan quitarles llegan allá a buscar algo, comenzando por comida, creandoles problemas. Eso se entiende, todo el mundo tiene derecho a ser un miserable si así lo desea, o comportarse como tal aunque piense que sólo se “defiende” de esas oleadas de menesterosos que no aportarán sino problemas (y hay que admitir que mucho de lo que sale no vale la pena, en veinte años de socialismo se levantó a una generación que no sirve para nada; dentro se hizo con la población lo que fuera con esos gobierno en esas islas, por ejemlo, se apeló a lo peor del ser humano y al soborno directo para levantar un proyecto, ¿no iba a terminar en desastre el experimento?), pero ese es el punto, hay que recordar que esas islas de basura, sus regímenes y pobladores, hasta el día de ayer vivían y chuleaban al régimen de Hugo Chávez Fría y más tarde lo que quedaba en manos de Nicolás Maduro Moros, que hace apenas dos años cuando se buscaba una solución a este drama que garantizara al menos que los venezolanos se quedaran en sus tierras trabajando por la reconstrucción, Trinidad y Tobago votaron para entopercerlo todo, apoyando al régimen de marras que hoy tiene medio subcontinente inundado de venezolanos arruinados.

   No son pueblos inocentes que se ven asaltado. Sus habitantes sabían lo que hacían cuando apoyaron a este régimen monstruoso, porque las denuncias son viejas, pero ellos, como muchos, estaban engolosinados con los negocios chimbos que Hugo Chávez Frías firmó para silenciarlos y volverlos partícipes en sus delitos, como a manejadores de burdeles cualquiera. Hay que recordar también las maletas, o valijas como les dicen en otras partes, llenas de sobornos en dólares en efectivo, que también partían de aquí a las cuentas de los delincuentes de allá, así como las denuncias de narcotráfico y trata de blancas que ligaban a las islas con el régimen venezolano. No, no son ellos gente decente que trabaja honradamente, eran unos sucios vividores que sabían lo que hacían, destruir una nación mientras la saqueaban y ahora no quieren reconocer su parte de responsabilidad, la que tienen que pagar. La forma en la cual actuaron estos países que hasta ayer apoyaban el brutal y atrasante régimen caraqueño manejado desde La Habana no fue diferente a la visión de tantos con el nazismo cuando comenzara, que colaboraron o cerraron los ojos y después se hicieron los sorprendidos; o con la brutal dictadura cubana, a la cual disfrazaban de lucha revolucionaria de los pueblos cuando ese enfermo no era más que otro vulgar dictador caribeño. Los trinitarios sabían exactamente lo que hacían valiéndose de la moral acomodaticia de quien vive de la miseria pero se desentiende de sus culpa diciéndose que nada deben, que de nada son responsables, así que nada se les debe exigir.
   Se entiende que no es fácil para los países cercanos a este desastre que es Venezuela después de veinte años de socialismo, para sus gobiernos y habitantes molestos, enfrentar las oleadas de migrantes que escapan de la muerte por hambre y enfermedades que hace sesenta años habían sido erradicadas. Lo que les cuesta tender la mano como lo hacen, en solidaridad. Porque, a diferencia de lo que pretenden esos sucios en el Caribe, estos entienden que no pueden sencillamente cerrar puertas y ventanas pretendiendo no escuchar al sujeto, a la mujer o a los niños que chillan sin voz mientras se van muriendo de inanición frente a sus casas. La gente no es perro para dejarlos morir así. Y ni a los perros debería dejárseles morir de esa manera. Muchos tienen que abrir sus puertas, dedicarles dinero y recursos a los casi cuatro millones de venezolanos que ya han partido del barco que se hundió, recursos que deberían ir a solucionar sus propios problemas, pero reconociendo “el drama humanitario”. Respondiendo al compromiso con más dignidad y generosidad unos que otros. Sin embargo, repito, se entiende que eso cause malestar, aún en aquellos países que ayudan generosamente; incluso es posible “comprender” las agresiones e insultos contra venezolanos, pero esto, en el fondo, es una completa insensatez. Por no decir una necedad. A esto que hoy padece Venezuela, y que obliga esa migraciones de miseria, se llegó poco a poco, arbitrariedad tras arbitrariedad de un régimen fascista que se hacía llamar del pueblo, a la vista de todo el mundo, especialmente de los países de la región. Siendo secundados, protegidos de investigaciones internacionales y chuleados también por muchos de ellos.
   Las persecuciones, las confiscaciones, Chávez primero, Maduro después, ordenando por televisión que se detuviera a este o aquella porque le estorbaba, el ir convirtiendo en “ley” el abuso de poder, “legalizando” toda vagabundería que se les ocurría con el fin de acabar con las libertades y garantías constituciones en procesos amañados denunciados mil veces, tal como el nazismo en los años treinta del siglo pasado hizo en Alemania, aplaudido por aquí por Juan Manuel Santos y los colombianos cuando Chávez se hacía llamar su mejor amigo y le juraba que ahora si le iba a pagar lo que debía en el 2007 (esta crisis, esta hambre lleva más de diez años en fase de drama, que es más vieja, sólo que ahora se agravó porque no hay de donde sacar nada); por los Kirchner en Argentina y por los argentinos; por Lula y doña Dilma en Brasil y por los brasileños; por ese vividor con alma de manejador de burdel que es don Pepe Mujica y su gente (por tres valijas en efectivo destruyeron MERCOSUR en dos años); por esa... “señora” que sostiene que odia los militarismos pero visitaban a Fidel y se reían con Chávez, felices de la vida mientras ignoraban a sus víctimas, como era costumbre de doña Bachelet, la chilena. Por no hablar de Correa y los ecuatorianos o de Evo y los bolivianos. Lo del CARICOM no vale la pena ni comentarlo. Una vez, hace diecisiete años, cuando Chávez perseguía, encarcelaba, exiliaba y mataba a sus presos políticos, en la cumbre de su poder, hablando de la actitud de esas naciones en la OEA, Rafael Poleo dijo que eran putas menesterosas buscando quien las resolviera con negocitos, acuerdos que a todas vistas eran sobornos y plata en efectivo. Todos sabían lo que pasaba, pero mientras los dólares corrían nadie dijo nada, ni ellos ni sus naciones, ahora es que parece que no entienden qué ocurre y que los venezolanos les “jieden”.
   Curiosamente Alvaro Uribe Vélez nunca se dejó engañar por estos tracaleros, ni fingió creerles siquiera (ese carajo es un fuera de lote en este subcontinente); ni los peruanos participaron de este festín de Baltazar, siendo más bien una tierra amiga a donde llegaban los perseguidos por la justicia roja aquí, y por la saña de los mandatarios convidados al festín afuera. Aunque las noticias que llegan de lo que les ocurre a muchas venezolanas en esa tierra amiga ya suena inquietante.
   Vividores todos estos que se beneficiaron de las coimas, de las montañas de dólares que a Venezuela entraron y que el régimen fascista repartió y compartió para comprar “amistades”, pero especialmente apoyos y silencios en los foros internacionales. Cada vez que una denuncia de estos crímenes lograba colarse en la esfera internacional y una nación como México o el Canadá deseaba que se discutiera, era tachado por uno de estos sujetos o tipas como una injerencia, como un ataque de la derecha. Mucha plata se movía en efectivo, de la corrupción y las drogas, repito, amén del cuento de las ideologías que los unió para incubar este nuevo Huevo de la Serpiente, como lo fue el nacional socialismo del siglo pasado.
   Mientras hubo para sobornos, posibilidades de recibir petróleo, helicópteros y regalitos todo era una maravilla para la opinión pública de la zona, ahora que no queda nada sino la tragedia, el drama humanitario de un país que tuvo plata porque petroleo manejaba (ya ni eso nos queda, destruida PDVSA, porque ni eso cuidaron), los venezolanos apestamos y estorbamos. Aunque en mucho menor grado, en el subcontinente se manifiesta la misma manera de actuar que en las islas basura (hablo de TRINIDAD y TOBAGO, por si no queda claro), evidenciando la moral del traficante de armas que provoca una guerra en un país armando a las partes, repartiendo la plata entre su gente, y luego gritan furiosos porque un gentío viene de allá huyendo de esa guerra, y pretenden dejarles fuera, como hacen los europeos con los hijos de los conflictos que crearon con el colonialismo, y los gringos con los centroamericanos que todavía pagan el juego de guerra de la era comunismo-capitalismo, como si unos y otros no fueran hijos de ellos. En este caso bastardos a los que odian porque lo son, sus hijos, pero no pueden reconocerlos ni desaparecerlos. Aunque lo intentan.
   Cuando Venezuela vivió en democracia, es decir se contaba con empleos, dinero y progreso, los venezolanos eramos muy bien vistos en Trinidad y Tobago, en Aruba y Curazao, donde gastábamos plata; ellos venían para tratarse dolencias como el cáncer en el Luis Razetti de Cotiza, el Hospital Clínico Universitario en la UCV, y especialmente en el Padre Machado en El Cementerio; hoy que no tenemos nada, que ayudaron a destruirnos, todavía conspirando dos años atrás en la OEA para impedir toda salida a este drama, hoy nos miran con desprecio. Si, Trinidad y Tobago son unos pueblos miserables que ni siquiera tienen la poca decencia de entender lo que hicieron y pagar el karma por ello. Son unas islas de porquería.
NOTA: Me quedó suave, es que tuve que borrar mucho de lo que pensaba y ya había escrito, comenzando por el título donde aparecía la palabra mierda. No vaya y sea que Blogger me borre. 
NOTA 2: No, nunca emigraré. Al menos no en este continente. 

EL CHAVISMO DENTRO DE LA OPOSICION

No hay comentarios.:

Publicar un comentario