ECOS SANTOS
No
hay nada que guste y excite más que ver a uno de esos tíos lindos
con uno de esos hilos dentales bien metidos en un culo joven, firme y
desafiante, que lo baila acostado de panza sobre la arena. Fácilmente
puedes imaginarte que muchos han apartado esa o mil tiritas como esa
y enterrado sus vergas en el ansiosos agujero caliente, haciéndole
chillar con una dulce mueca. Dejándoselo rebosado de esperma. Joder,
esa idea te caliente y se te nota. Lo sabes porque te mira, te ha
detectado con su radar busca-vergas y comienza un sube y baja de su
trasero. ¿Te incita en especial o su mariconeidad se activó y ya
sueña con un güevo cualquiera? No lo sabes, tan sólo piensas cómo
deshacerte de tu novia y llevártelo hacia los vestuarios por un buen
rato...
Oye
risitas, incluso de los amigos con quienes bajó a pasar ese día en
la arena, entre las tibias aguas de la playa, rodeado de cuerpos semi
desnudos, sintiéndose sobre sí las miradas. Divertidas de las
chicas, aparentemente burlonas de los chicos, pero sabe que estos
también ocultan una intención ardiente. Sabe que esos machitos se
imaginan sorprendiéndole en los urinarios de los vestuarios, meando,
llegándole por detrás, sacándoselas y metiéndosela sin más,
preguntándole al tenerle bien enchufado: “¿Esto era lo que
buscabas, princesa?”. Lo sabe, todo él respira agitación mientras
va a los baños, sabiendo que un chico le sigue a partir de ahí,
hecha ya la conexión...
Joder,
quince años era una edad de mierda para soñar con machos e ir para
la playa, desafiando a sus padres vistiendo tangas, aunque nada tan
escandaloso como las de sus hermanas. Y ver llegar a ese tío recio
en un bikini negro tradicional, inclinándose buscando un destapador,
mostrando las nalgas, la negra tela abrazándole y medio hundiéndose
rico en la raja del culo, las bolas contenidas abajo, destacándose
de manera impresionante, como el tolete cuando se vuelve y le grita a
la mujer por el “maldito destapador” que no aparece, antes de
regresar y buscar otra vez, inclinándose más, dejándole casi
desmayado en la arena, de puras calenturas. Todo ese material
atesorado para soñar esa noche en su cama, en una solitaria paja.
Especialmente ese momento, que le asusta y emociona, cuando el tío
se vuelve sobre un hombro, seguramente sabiéndose observado y
deseado, como “tocado”, sus ojos encontrándose, con cierta burla
paternalista brillando en ellos, antes de volver con la esposa. El
tolete más definido, prometiendo horas de pasión desenfrenada a
quien estuviera en su cama. Joder... ya quiere tener dieciocho y
asegurarse, con una sonrisa que promete mamadas, que uno de esos
tipos le seguirá a un lugar tranquilo y solitario.
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