Suponte
quedarte varado en un apartado lugar rural, donde sabes, porque por
ahí vives, que puede pasar bastante rato sin que pase alguien capaz
de auxiliarte, justo cuando te espera tu señora y los suegros para
festejar su aniversario. Todo ese calor, esa soledad, la distancia.
Imagina la alegría al escuchar el motor de una camioneta
acercándose, ver a estos dos gañanes de la zona, guapos y
atrevidos, de sangre caliente que no dejan camarera sin tocar en la
cantina del pueblo, que te ofrecen una mano... y algo más. Algo que
ya habían convenido entre ellos como lo único que les faltaba por
experimentar. Probar cómo era la cosa del sexo con muchas vergas y
bolas incluidas. Algo entre tíos, dejando de lado a novias, queridas
y esposas. Imagina que fueran Bob y Luke Duke quienes están allí,
sonriendo atrevidos, alegando que necesitan de un macho para
experimentar algo, especialmente si se trata de la mano derecha del
comisario Rosco. ¿O acaso de la mano de este? ¿No sería una
sorpresa verles caer a tus lados, tocando, sacándola y luchando por
lamerla y tragarla? Claro que el hombre, algo mayor, debería
aclararle que no había por qué pelear, que hay verga y semen hasta
para regalar.
Si,
cada uno queriendo “vivir” aquello, ¿al menos una vez? ¿No les
picaría el gusanillo por repetirlo a la orilla del río? Y si a eso
vamos, mientras esos dos están allí, ¿no sentiría uno la urgente
necesidad de llenar el culo de su mejor amigo, su carnal, su casi
hermano, y verle estremecerse y oírle chillar mientras se lo
refriega y lo medio preña? ¿No sería la más perfecta e íntima
comunión de la amistad en una pequeña y remota localidad rural?
Siempre quedarían esos momentos entre ellos, yacer agotados,
saciados y chorreados de sudor y semen. Aunque no lo hablen, siempre
estaría presente cuando salen de pesca, a poner trampas y a cazar, a
los bailes de los sábados, o después de los juegos de la secundaria
los viernes por las noche, o tomando un trago en una tranquila y
aburrida noche de cantinas, cuando salen y en la vieja camioneta se
miran y se tocan hasta que la sangre arde tanto que ya no se soporta.
¿Ocio?, puede ser, aunque en zonas apartadas la amistad puede tomar
formas más intensas de manifestarse. O tal vez sólo sea un grito de
auxilio, la necesidad de escapar del tedio de la rutina, del día a
día exactamente igual al anterior sin llegar a ninguna parte. En
esos casos, la lengua en el culo del otro podría aliviar las
tensiones. Escucharle gemir y lloriquear mientras le bombea sabroso
ese agujero apretado pero goloso podía alejar cualquier pesar por un
rato. Algo de ellos que a nadie más interesaba... como no fuera
ocasionalmente a un tercero para darle algo más de emoción de vez
en cuando.
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