...Que la barriga, de semen. Aunque en este caso el tamaño puede hacerles agua la boca. Como sea, a nuestro chico le encantan así, no especialmente grandes o gruesas, aunque cuando se montaba en una, sintiendo cómo le dilataban las entrañas, era grato; le gustan duras, pulsantes y babeantes cuando las tragaba. Todas emocionadas por sus labios, lengua y chupadas. Le encantaba cuando temblaban de anticipación al acercárseles, el amigo de turno gruñéndole un cariñoso “eres tremendo marico”, pero prefiriendo morirse a abandonar el lugar antes de la mamada. Era una suerte que a todos les gustaran esas chupadas, los besitos en la cabecita roja y pegajosa de espesos líquidos y saliva, porque así de grande, por las pollas, era también su hambre... Y se le notaba cuando las trabajaba. Bastante.
sábado, 24 de agosto de 2019
GULA
A
los jóvenes siempre se les llena primero el ojo...
...Que la barriga, de semen. Aunque en este caso el tamaño puede hacerles agua la boca. Como sea, a nuestro chico le encantan así, no especialmente grandes o gruesas, aunque cuando se montaba en una, sintiendo cómo le dilataban las entrañas, era grato; le gustan duras, pulsantes y babeantes cuando las tragaba. Todas emocionadas por sus labios, lengua y chupadas. Le encantaba cuando temblaban de anticipación al acercárseles, el amigo de turno gruñéndole un cariñoso “eres tremendo marico”, pero prefiriendo morirse a abandonar el lugar antes de la mamada. Era una suerte que a todos les gustaran esas chupadas, los besitos en la cabecita roja y pegajosa de espesos líquidos y saliva, porque así de grande, por las pollas, era también su hambre... Y se le notaba cuando las trabajaba. Bastante.
...Que la barriga, de semen. Aunque en este caso el tamaño puede hacerles agua la boca. Como sea, a nuestro chico le encantan así, no especialmente grandes o gruesas, aunque cuando se montaba en una, sintiendo cómo le dilataban las entrañas, era grato; le gustan duras, pulsantes y babeantes cuando las tragaba. Todas emocionadas por sus labios, lengua y chupadas. Le encantaba cuando temblaban de anticipación al acercárseles, el amigo de turno gruñéndole un cariñoso “eres tremendo marico”, pero prefiriendo morirse a abandonar el lugar antes de la mamada. Era una suerte que a todos les gustaran esas chupadas, los besitos en la cabecita roja y pegajosa de espesos líquidos y saliva, porque así de grande, por las pollas, era también su hambre... Y se le notaba cuando las trabajaba. Bastante.
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