domingo, 1 de septiembre de 2019

EL EXAMEN MEDICO DEL SEÑOR JONES... 2

EL CONSOLADOR DE PLATA                         ...EL SEÑOR JONES

0
   Hay que conocerse...
...

   No puede resistirse, con pasos lentos se dirige hacia el otro, que le espera tan tranquilo y seguro de sí, llenando de manera notable aquel mono verde.

   -Quítate todo, menos la ropa interior y siéntate en la camilla. -le ordena, mientras se vuelve hacia su mesa de artículos para exploraciones y exámenes.

   Gregg, tragando en seco, obedece. El suéter, la camisa, los zapatos y el pantalón desaparecen. La camiseta blanca, el holgado boxer que más bien parece una pantaloneta y sus medias son lo único que le cubren. El hombre joven se vuelve y le mira.

   -Te ves bien, profesor.

   -¿Para mi edad? -bromea el otro, sintiéndose alegremente halagado, sentándose, con el otro a sus espaldas.

   -Oye, no te menosprecies. -dice el galeno, hablándole casi sobre un hombro, tan cerca que el aliento le llega, sorprendiéndole, dejándole sin una réplica.
 
   Tan sólo puede verle ahora mientras se coloca, con parsimonia, frente a él, los guantes de goma, que polvorean un poco, tal vez con almidón, acomodando cada uno de los largos dedos. Dedos que no puede dejar de mirar, recordando la esencia de un examen de este tipo de médicos. Traga en seco y se estremece. La sonrisa del otro parece indicarle que entiende lo que piensa.

   -Imagino que estos problemas en hombres de mi edad... -comienza de nuevo.

   -Tu edad está bien, Gregg. -es la seca respuesta, mientras le mira algo severo, dominándole.- A veces hay problemas sexuales que nada tienen que ver con las ganas o la edad. Está la monotonía, la regularidad de los actos. -dice tomando un estetoscopio, un otoscopio y el consabido martillito revisándole muchas cosas, como latidos del corazón.  oídos y reflejos. Cuando lo tiene cerca, escuchando su corazón, Gregg sabe que este late un poco más deprisa, lo siente. Y sabe que no es totalmente nervios. La cercanía del hombre joven, su calor y hasta aroma corporal le afectaba de alguna manera que no entendía.- A veces tengo problemas con mis novias... -agrega este, continuando la charla como si no notara su tensión, lo rojo de sus cachetes.

   -¿Novias? ¿En plural?

   -Soy muy calenturiento, me encanta usar la verga, mucho, y tener cerca en quién usarla, ¿qué puedo decir? -le aclara, bajando el estetoscopio, sonriéndole casi al rostro.- A veces se necesita... explorar las fantasías, meterse en ellas en la imaginación, si falla el valor; para entenderlas. Saber qué nos hace felices o qué nos falta. De qué nos privamos como si no tuviéramos derecho. Hablo de actos entre adultos y en consenso, claro. Considerar... -le sonríe.- Una vez salí con una joven actriz, hace tiempo, le gustaba mamar vergas en los estacionamientos de los centros comerciales. Era muy caliente. Tener a la perra chupando con ganas de mi tranca, subiendo y bajando golosa sobre ella; cosa que parecía encantarle, allí, en esos lugares por donde transitaban personas, autos llegaban y salían. -sonríe seguro de sí, impactándole.

   -¡Doctor! -jadea y sonríe no queriendo parecer escandalizado, pacato. Pero le cuesta. Habían temas y lenguajes que...

   -Oh, vamos, el sexo es sexo; una función natural del cuerpo... Cuando no se ejerce, o se le reprime es cuando se presentan los problemas. Los físicos son molestos, pero los menos malos; los anímicos, los... llamados del espíritu, son peores, comenzando por las depresiones. Esas matan. -el médico le silencia, montándole una manota enguantada en un hombro, apretándole con el índice y el pulgar, fuerte pero no dolorosamente. Haciéndole consciente de sí.- ¿Qué me dices de ti? ¿Alguna oscura ocurrencia? ¿Una fantasía caliente? ¿Algo sucio, culpable... arriesgado?

   -No, yo... -jadea y sonríe como avergonzado de sí.- Sarah y yo nos conocimos en la universidad y... -se encoge de hombros, mirándole hacia arriba, ojos muy abiertos tras los lentes.

   -Pero sueñas, ¿no? Imaginas cosas... ¿Acaso meter la mano dentro de las pantaletas de tus alumnas? -le reta con una sonrisita, pero sus ojos están alertas, frotándole con el índice y el pulgar, notando que enrojece todavía más.

   -No, claro que no...

   -¿Y la vista de los chicos en las canchas deportivas, transpirados, jóvenes y retadores, sin camisas, la belleza de la juventud que parece será eterna? ¿No te seca la boca… como necesitado de pasar la lengua por viriles cuerpos sudorosos?

   -¡No! -replica con los ojos muy abiertos, la respiración agitada. El pecho subiéndole y bajándole con esfuerzo, alarmado. Ha tenido tantos problemas últimamente que...

   -¿Sabes qué he estado imaginando últimamente? -desvía el tema, soltándole y sonriéndole con algo de sorna.- Ve bajándote el bóxer. -le impacta, haciendo que dude por lo íntimo del tema que continúa.- ...Encontrarme con uno de esos carajos que hacen lo que sea por sentir una buena verga en el culo, llenándolos, mojándolos todo, haciéndoles gritar como si no hubiera otro mañana para ellos.

   -¿Un tío? -chilla, voz rota, pero sonríe.- No pensé que te gustaran...

   -No digo que me gusten. Digo que lo imagino, es una fantasía. -se encoge de hombros.- Y no te has bajado el bóxer. -le recuerda, tomando los bordes de este.- Alza el culo.

   -Doctor...

   -¡Álzalo!

   Casi respondiendo automáticamente, colocando las manos en la mesa, obedece, y el hombre le baja el bóxer. Completamente. Enrojece totalmente, y más cuando el otro le examinas las bolas y el pene, que parece como más pequeño en esos momentos de apuro.

   -Es bueno... explorarse, probar lo nuevo. -sigue diciéndole, tocándole donde toca hacerlo, apretando, halando. Todo muy clínico la verdad sea dicha.- Te repito, no soy gay, pero... he estado fantaseando con un colega, del piso... -le aclara.- No es homosexual pero le gusta usar la ropa interior de su mujer. Pantaletas, sostenes, ligueros. Bajo sus ropas ordinarias. La idea de exponerle, le bajarle el pantalón del mono en un ascensor lleno de gente del edificio y que todos vean sus pantaletas... -silba alegremente, como si la sola idea le excitara. Y Gregg enrojece todavía más, imaginando la escena, la terrible vergüenza del otro, todos mirando su trasero expuesto cubierto por alguna delicada prenda interior femenina. Una como las de Sarah, que parecían seda apenas capaces de cubrir...

   -¿En verdad... eso le llama la atención? -grazna; y mientras le tiene agarradas las bolas, tocando entre ellas, el médico le mira y sonríe, demasiado cerca.

   -¿A ti no? Vamos, cuéntame algo, mira que me ahogo aquí, hablando solo... -le bromea.- Sube a la mesa, de rodillas. -le ordena.

  -¿Cómo? -se agita todavía más.

   -Necesito hacer la revisión, ya sabes. -rueda los ojos, dirigiéndose a la mesita y tomando el lubricante.- Y no evites la pregunta... ¿nunca ha habido nada... poco común en tu menú?

   -No, yo...

   -¡Gregg! -exclama, como advirtiéndole amistosamente que obedezca, por un lado, y que no mienta.

   El hombre, más rojo todavía, se vuelve sobre la mesa, en manos y rodillas, la camiseta encogiéndose sobre su espalda expuesta, su redondo trasero (amaba salir con Sarah en bicicleta) mostrándose, velludo, glúteos rojos también. Tragando en seco, no sabiendo qué esperar, le mira. El médico le sonríe, ¿divertido?, no lo sabe, pero luego le clava los ojos en el trasero y sus pupilas se endurecen. Algo que le eriza todavía más. Como el verle acercársele, frotándose los dedos con aquel gel blanco y traslúcido.

   -Cuéntame... Sé que tienes algo por ahí... -le dice, invitador, pegando esos dedos sobre su raja, sobre el ojete peludo que se estremece de inquietud y vergüenza. Esos dedos, lentamente, sin deslizarse mucho, la palma quemándole sobre una nalga, le untan el capullo, una y otra vez.- Habla, Gregg... -repite, y el hombre se tensa de hombros, alza el rostro y arruga la frente, boca muy abierta, ladeando la mirada cuando el índice del médico se presiona y lentamente va enterrándosele por el agujero, metiéndole los pelos apelmazados de lubricante y los pliegues anales.
 
   Lo siente lento, no doloroso, la verdad sea dicha, tan sólo extraño. Es consciente de que entra, de que va metiéndosele una y dos falanges, doblándose un poco. ¡El dedo de un hombre en su culo! Tal vez por eso no piensa con claridad...

   -En... -traga saliva.- En la universidad... pues, bien, le hice la paja a un compañero de estudios. -confiesa, paralizándose en el acto.

CONTINÚA ... 3

No hay comentarios.:

Publicar un comentario