SI EL NORTE FUERA EL SUR
El
pasado pesa... y a veces atormenta.
Desde
que un grupo de hombres del norte de Europa, los varegos, bajaron de
la península y fundaron la mítica Rus en tierras más llanas, con
una multitud de poblados alrededor los cuales fueron anexados todos,
pueblos y creencias, bajo las manos de Iván III, su hijo Basilio III
y su nieto, el tristemente célebre Iván El Terrible (quien
realmente terminó de darle forma a la nación, la llamada Todas las
Rusias, pero que acabó con su propio linaje al matar en un acceso de
rabia a su único hijo apto para heredar y al nieto que aún no le
nacía), la historia de esa gente ha sido expandirse y expandirse.
En
parte buscando sentirse seguros tras sus fronteras, pero en verdad
porque tenían una vocación de imperio que nos les cabía en el
cuerpo (como más tarde se vería con el proyecto de las trece
colonias en Norteamérica), de querer, porque podían, someter y
tributar a otros pueblos y la ambición de llegar del Mar del Norte a
los Balcanes, del oeste al Asia. La llegada del comunismo con la
Revolución de Octubre, que barrió a los zares (que se lo buscaron;
el último era un verdadero inútil, lástima por las hijas que
parecían todas muy lindas), tan sólo dio otra cara a la vieja mañan
de crecer y crecer. Stalin hizo pactos contranatura con Hitler para
anexarse parte de Polonia y los estados Bálticos, terminando en
aquella maravillosa, para ellos, marchar sobre la Europa del Este.
Por el lado asiático si no pudieron, en cuanto llegaron finalmente a
Afganistán todo les estalló en las caras (eso y Chernobyl, ésta
literalmente).
El punto es que fueron un imperio zarista impresionante, fueron la segunda nación más extensa del mundo, y fueron la segunda potencia mundial, uno de los grandes sentados a la mesa donde se decidiría si el mundo continuaba o no, en la llamada era soviética, es decir pleno siglo XX. Pero eso se acabó. Si, se acabó, lo siento. Deben aceptarlo. Así como el tiempo de esplendor de los zares se perdió en manos de un hombre con mucho poder pero poca capacidad para el mando, Nicolás Romanov, la Rusia soviética cae por el estatismo que congeló desde la economía a la tecnología. Nada se hacía si la duma no lo revisaba tres veces y lo pasaba luego a otro comité donde sospechaban que algo se tramaba y lo regresaban; y así no había desarrollo ni cuidado para centrales nucleares que funcionaran, por ejemplo. Tuvieron suerte de que no estallaron más como la que asoló parte de Ucrania.
Y
eso de por sí fue triste en su momento, ver bajar la bandera del
martillo y la oz, dejar de escuchar sobre la lucha del proletariado,
los cantos que inflamaban la imaginación de los jóvenes despertando
la llama rebelde en sus almas... Lo que, en buena medida, resultó
falso. La Unión Soviética se sostenía sobre sus tanques y cañones,
como bien podrían contarlo los alemanes, polacos, húngaros, checos
y otros; aunque el soñador nunca quiere escuchar sobre eso, es más
bonito vivir en Babilandia.
El
aparato del terror llegó a ser tal, que sumado a la crisis económica
que ya tenía a los moscovitas racionados con boletas de
alimentación, logró que en la misma Plaza Roja la gente saliera a
protestar por las matanzas que se intentaban en Lituania y Estonia
cuando estos quisieron separarse de la Unión. Cuando esa misma gente
salió a parar los tanques del partido comunista que iba a tomar el
Parlamento para echar atrás la perestroika, agarrándose de las
manos como un escudo humano en contra del sistema, ya se sabía que
el segundo imperio ruso estaba caído. Lo que no impide que sientan
nostalgia de un pasado cuando eran grande...
Y
lo eran. Iban del Báltico a centro Asia, eran una potencia mundial
de tipo nuclear, no se podía jugar con ellos. Sus uniformes, armas y
tanques eran el terror de sus enemigos, el discurso les hacía
moralmente aceptable aunque no lo practicaron. No, no extraña que un
sujeto como Vladimir Putin sienta nostalgia de imperio, el deseo de
ser un poderoso emperador. Un zar revivido, el último soviet
supremo. Igual le pasó a Benito Mussolini cuando Italia pasaba las
feas a principios de los años veinte del siglo pasado. Teniendo al
frente una desesperante crisis económica, las angustias, la pobreza
extrema de muchos y un mundo que no les tomaba en cuenta, Mussolini
miraba hacia el viejo esplendor del imperio romano del pasado, y así
se levantó con su movimiento fascista que buscaba restituirlo. Pero
eso fue como si lo hubiera intentado el último zar, un desastre.
Putin no puede hacer tanto porque la economía sigue siendo una vaina
seria y necesitan de financiamiento regular, de las buenas
intenciones del Fondo Monetario. Pero eso no le impide jugar al poder
tras el trono.
Se
mete en Ucrania para mantener a un sujeto que le sea fiel, amenazando
a los ucranianos que salieran a las calles a protestar. Se mete en
una guerra en Georgia por dos estados que quieren separarse y
mantenerse prorrusos, mientras por otro lado usa todo lo que tiene
para aplastar a los chechenos que quieren separarse y montar país
aparte (la hipocresía es lo que más molesta y más extraña que no
sea evidente). Es el único que todavía defiende Lukashenko, el
dictador bielorruso, el último que hay en Europa. Pero lo más
grave, para el prestigio de lo que una vez fue la Unión Soviética,
todas las Rusias, es que empujado por el deseo de parecer importante,
determinante en el mundo, se alía y sostiene regímenes francamente
aberrantes que cargan brutalmente contra sus pueblos que quieren
sacudírselos, como los viejos reyes dictadores en Siria, repitiendo
que no es que los sirios se cansaron de estos reyes, como se cansara
la gente en Egipto y Libia de sus “amados líderes vitalicios”,
por ejemplo, sino que “Occidente los quiere tumbar”. Como si
occidentes no los hubieran tolerado más allá de lo que la vergüenza
hubiera aconsejado mientras mandaban petróleo y sometían a los
grupos radicales que si les asustaban. ¡Qué no le soportó y
cabroneó occidente a mohamar gadafi por temor a los precios
petroleros!
Terminando
el señor Putin con su postura en Venezuela, donde sostiene a una
gente que les sacó plata a lo bruto y todavía necesitan el triple
para sostenerse un año más, pero al que tienen que auxiliar por la
promesas de entrega de recursos, lo que queda de PDVSA, y porque cree
que enfrenta y le para el trope, en influencia, a Estados Unidos. No
importa qué intereses defiende, lo que necesita es que parezca que
todavía cuenta.
Por
otra parte está el asunto del... ¿nuevo armamento bélico? Como
ocurriera hace décadas con lo de Chernobyl, cuando fue en la
península báltica que se dieron cuenta de altos niveles de radiación
en el aire (que evidenciaba que algo había ocurrido “al este”),
otras voces dieron la misma alarma pocos meses atrás ante el
silencio de los nuevos hijos del zar. Les estalló una fábrica
“secreta” donde todo el mundo sabía que probaban armas durante
la era soviética (como el Álamo en Estados Unidos, que los espías
daban indicaciones y dirección a los que se perdían por ahí),
donde murieron cinco importantes científicos nucleares. Eso dio para
todo tipo de comentarios. ¿Una nueva bomba? ¿Otro misil más
potente y aterrador? ¿A estas alturas de la vida? Según ellos,
enfrentados a la evidencia de que el asunto se supo y no porque lo
contaran, tan sólo probaban un nuevo isótopo para combustible de
propulsores. Y eso asusta más. ¿Imaginan cohetes de algún programa
espacial ruso usando material radiactivo como combustible y que
estalle en la atmósfera?
Vladimir Putin está logrando acabar con esa nostalgia que todavía queda en tantos que miraban en esa dirección en busca de una manera alternativa de ver la vida. Su necesidad patológica de ser alguien le ha aconsejado mal, le ha llevado a juntarse mal, a rayarse... Enlodando el nombre de la antigua patria del proletariado glorioso, como imaginábamos que era, y que terminaría triunfando por el mundo, cuando éramos jóvenes.
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