sábado, 12 de octubre de 2019

EL GOBIERNO, MAL AFUERA, TRANQUILO ADENTRO...

GUERRILLA EN VENEZUELA, ¡CULPA DE URIBE!

   El chavismo dentro de la oposición merece sus treinta monedas.
 
   Si un pequeño consuelo queda en este inmenso valle de lágrimas en el cual el socialismo ha convertido a Venezuela (por acción e inacción de su gente, hay que reconocerlo), es que si el país la está pasando horrible, pero terrible, al régimen que nos desgobierna no le va mucho mejor, angustiados como están por sobrevivir un día y otro y otro y que no terminen sus existencias dentro de tribunales a los que no puedan ordenarles qué hacer, y en pequeñas celdas al igual que Manuel Noriega. Pero la situación está tan mala para el resto, para mí, por ejemplo, que esto no representa ningún consuelo real. Nunca he creído que agonizando voy a reírme del enemigo que se muere también a mi lado, ¿qué triunfo de porquería es ese? Que desaparezca él y yo siga, para recordar cuando se iba, entre chanzas y risas.
 
   El cepo que va cerrándose fuera de nuestras fronteras sólo augura dolor a estos ladrones inútiles y violentos, o socialistas para resumir la definición; un traje naranja y años tras las rejas es la promesa. Y sin embargo no es suficiente todo lo que se está haciendo, y cómo se hace. Que dentro de las sanciones personalizadas se formen comisiones para investigar en todos los países las cuentas bancarias a nombres propios o de terceros de los socialistas hace reír, saber que todo lo que se robaron, aquello por lo que condenaron a muerte a la gente en los hospitales, por fallas de servicios públicos y de alimentación (todo se lo robaron, pero todo), se les convierta el sal y agua es maravilloso. Que vivan con miedo de saber que ya no pueden tocar el botín; que les han quitado de sus ávidas manos socialistas todos esos dólares que tanto aman es algo que alegra. Que sepan que los testaferros hablarán, pactarán por un porcentaje, debe robarles la paz. Como se robaron el resto. Esa es la pesadilla que vive una gente condenada a quedarse en un país en ruina por miedo a salir, sospechando que mientras peor se pongan las cosas, aquí, la rabia de la gente puede terminar arrollándolos. Que se les detenga y sean juzgados en tribunales populares, por ladrones y traidores, como siempre han soñado... para los demás.
 
   Que se les retiren las visas para el imperio del norte a esos generales comprometidos en la sustentación de lo carteles de drogas, de la guerrilla, a los directamente señalados de violentar derechos humanos con represión, a sus familiares, así como a personeros del régimen, y a los suyos, con medidas parecidas en Europa, es perfecto. Si a una persona le piden una constancia de buena conducta para cruzar una frontera no es posible que estos delincuentes con las manos manchadas de la sangre de los que dejaron morir por falta de alimentos y medicinas en más de quince años de restricciones por falta de producción y una corrupción desmedida, y de manera más directa torturando gente, arrojándolas por ventanas. No, no pueden ir alegremente por ahí, sonriendo felices mientras gastan lo mal habido. Ni la familia que les ríe las gracias y se frota las manos pensando en cuánto ganan con nuevas muertes y violaciones de los derechos fundamentales de cualquiera.
 
   Lo de las sanciones contra empresas navieras que llevaban el petróleo con el cual el régimen le paga la coima a Cuba por los favores recibidos (carísimos), bien merecidas son. ¿Que cuál fue el aporte de la isla a este desastre? La gente aprende a ser basura, y el régimen castrista es un gran maestro al respecto. En la isla, al inicio de la revolución, un cubano no creía que matar maestros y gente que siempre fue independientemente libre de pensamiento fuera correcto, menos torturarlos para que implicara a este o aquel; se necesitó al Che y a la stasi alemana que se encargara de esos menesteres hasta que apareciera una nueva camada de cubanos que creyeran que eso era legítimo, como ocurre en Venezuela con la represión y la manera de tratar a todo el que no está de acuerdo con el fascismo en Miraflores. A esta gente se les enseñó a ser torturadores y asesinos.
 
   A la revolución cubana se le pagaba, se les paga aún a pesar de la miseria de Venezuela, esa “ayuda”, sus lecciones. Que no les llegue el petróleo, y que las empresas que sacaban ganancias de esas aberraciones paguen por ello, alegra. ¿Acaso no pagaron las empresas químicas que producían los componentes del gas con el cual los nazis mataron a todas aquellas personas? Por que uno criminales deben ser condenados y otros dejados en paz?
 
   Fue este cuadro lo que obligó a Nicolás Maduro a viajar a Rusia, de donde “llegaría con importantes declaraciones de apoyo y acuerdos económicos”, dijo la muy falaz Vicepresidenta de la nación, Delcy Rodríguez; que el dinero rodaría. Maduro fue a donde no había sido invitado, y así le trataron. El Vladimir Putin, molesto por tantas chambonadas, tantas idioteces (el régimen resultaría divertido, gracioso, si no fuera por la cantidad de gente que ha muerto o a la que se le ha arruinado la vida por su culpa), le aclaró que Rusia no va a soltar más plata ni a custodiar ningunos barcos (para hacerlo tendría que traerlos del otro lado del mundo y podrían ser bloqueados por la flota norteamericana como en 1963, y si no hubo guerra esa vez por los misiles, cuando se repartían el mundo en dos toletes, menos ahora por una pequeña nación que desprestigia la palabra socialismo a cada hora). Que lo único que podía hacer por él, fuera de decir que “les apoya”, era “recomendarle (unos dicen que fue regaño)” discutir y llegar a un acuerdo con la Asamblea Nacional, la legítima, no la que se inventó como poder supra constitucional, ni los cuatro muertos que revivió con antiguos sortilegios para fingir que discute con la “oposición”.
 
   De Rusia regresó sin un rublo, queriendo volver a la mesa de negociación incentivada por Noruega y los diputados de la bancada ladrona volviendo a la Asamblea Nacional. Lo que les tiene desesperados. Porque ¿y si en medio de este abandono total del exterior la gente comienza a bajar de los cerros y a salir de las barriadas a responsabilizarles del desastre de la salud, la alimentación, el gas, el agua, la luz, bajo un liderazgo sobreviviente a la campaña de guerra sucia montada por la señora María Corina? ¿Qué hacen? Por suerte, para ellos, el país fue desmovilizado por esa gente que gritaba, desde esta acera, que no había que salir apoyando a este o aquel, que no había que votar, que no había que hacer nada porque Nicolás Maduro les dijo que el régimen se iba a caer solito, o que ya venían los marines a hacer el trabajo. Cuatro años vamos en esa paja, y nada.
 
   Sin embargo, aunque todo esto es una maravilla, que sufran esos perros, y que la angustia sea peor sabiendo que lo que les espera al final será todavía peor, que al país se le someta a sanciones colectivas, como nación, condenándonos a quedarnos sin servicios de internet por ejemplo, cortando los pocos medios de comunicación e información, dificultando el aún conseguir medicamentos a través de redes, es criminal. El régimen no necesita de esos servicios, lo necesitamos los demás. Más bien les ayudan a incomunicarnos. Pagarán justos por pecadores. Aquí se juntan las condenas, a un régimen que no le importa un carajo lo que le pase al país y su gente mientras puedan sostenerse, se une ese pensamiento fatalista de no importa, que todo se ponga peor mientras se mueran. O no padecen ellos ese calvario y esperan que el sacrificio lo hagan otros, o son tan dementes y peligrosos como el régimen mismo y debe (una sociedad sana y con instinto de supervivencia no puede salir de estos para caer con otros exactamente iguales) apartárseles donde no hagan más daño.
 
   El régimen hace agua por todos lados, y movidos por esa desesperación creen que la xenofobia con la cual son tratados los desplazados venezolanos en el Perú, les ayuda. O lo que ocurre políticamente allí y en Ecuador, como si no repararan que en toda cabeza con dos dedos de frente debe estar prendiendo la idea de que si los venezolanos no llevaran ocho años migrando por el desastre montado por la revolución, agravado por el hambre que está matando a un país donde no se produce nada y los reales con los cuales debía importar se los robaron, le hace quedar mal. O peor de lo que ya se les veía. La idea de: si eso no pasara no habrían problemas en la región, y no dejara de pasar mientras estos delincuentes sigan allí. Movido por la desesperación de tener algo que decir, un hombre astuto y capaz para el ñemeo político como Nicolás Maduro cae en estas tonterías. 

OLLA DE PRESION

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