...
Con la cara muy roja, Shawn lo siente, como su culo se cierra alrededor del dedo, pulsando salvajemente, como deseándolo más adentro. Pero también que se le moja, que se le calienta. Lo empuja y mueve la punta en su interior, sabiendo qué busca. Y lo encuentra. Las piernas le tiemblan al tiempo que eleva el rostro, como torturado, mirando a Aspen, quien sonríe con los musculosos brazos cruzados ahora sobre su torso masivo. Ese dedo entra y sale de su agujero, con la tira de la tanga a un lado, dándole aquel espectáculo a los fornidos hombres del otro lado del cristal y a los que están a su lado, que lo rodean y se asoman, con aires agresivamente viriles, erecto bajo sus ajustadas ropas de ejercicios.
Se saca y mete ese dedo casi ignorante de que sube y baja su trasero, bailándolo, rodeado de esos hombres que ríen de su putez (lo sabe), que miran todo aquello con lujuria malvada (lo sabe también).
-Vamos, marica, juega con tu concha caliente... -ríe ronco, Aspen, teniéndose nuevamente sobre él, ese brazo pesado y firme quemándole la espalda, los dedos regresando a su entrada, acariciando alrededor del que entra y sale, antes de flexionar uno de ellos.
Shawn chilla aún más cuando a su dedo se suma el de Aspen, que ríe, que lo penetra con él, metiéndolo y sacándolo, dejándolo adentro y halando hacia un lado, lo que provoca las risas de los otros. La cercanía del fornido joven le trastorna todavía más, ese cuerpo voluminoso exhala calor y olores a masculinidad, el tolete del otro casi parece capaz de destrozar la elástica tela. Y la quiere, quiere chuparle el güevo, allí mismo, delante de todos. Estaba literalmente hambriento de ganas y de verga. La suya propia escapa de la telita, colgando tiesa, goteando, ganando señalamientos y nuevas risas, mientras no puede evitar la mirada perdida de lujuria, la sonrisa tipo mueca mientras esos dedos, el suyo y el otro, van y vienen. Rodeado por esos hombres que olían tan... excitantes.
-¡Pero qué puto es este marica! -señala uno.
-¡Está que le chorrea el coño! -apunta otro, a su lado, riendo, tocándole con una manota grande, dura y caliente la nalga derecha, halándola.
-Aspen siempre los consigue así. -el asiático palmea la espalda del amigo, quien le sonríe.
-Es fácil reconocer a un marica con complejo de hombre. -es terriblemente desdeñoso cuando sus miradas se encuentra. Con la mano libre le atrapa la barbilla.- ¿Recuerdas lo macho que te creías, con tu gran empleo, tus aires de gran profesional y tu prometida? Cuando esto era lo que deseabas... -y del otro lado del cristal ven como empuja un segundo dedo en aquel culo que se tensa y tiembla. ¡Ahora tenía tres dedos clavados! Lo que provoca un chillido del publicista, cachetes muy rojos, avergonzado y completamente excitado.- Te gusta, ¿verdad? Que te exponga así, que todos escuchen y vean lo puto que eres. -es casi cruel, pero sonríe como un niño grande.- Los deseas, hurgando en ti, estimulando tus entrañas. Ves mi tranca, y esas otras, y las piernas te fallan, así como la concha se te moja todavía más... -acerca el rostro.- Seguro te preguntas si responderás como una zorra desatada sobre sus vergas como hacías sobre la mía. ¿Quieres que te lo aclare?: Si, porque eres una zorra amante de las vergas de los hombres grandes como nosotros. Punto. -y le clava esos dos dedos, hondo y duro, y casi le alza en peso, riendo, haciéndole chillar levemente, frente fruncida, no sabiéndose si sufre o goza, pero sí que está cada vez más caliente.
Ni él mismo sabe si es una cosa u otra. Shawn tan sólo se siente trastornado, en su vaivén pega el trasero del cristal, los dedos bien clavados, y se eriza. Imagina la visión que presenta. Sus nalgas redondas y todavía pálidas aplastadas contra el cristal, la tira de un hilo dental medio cubriendo su raja interglútea y esta apartada un tanto mientras tres dedos salen y entran con esfuerzo, abriéndole al máximo, mientras todos miran, ríen, aplauden y hacen comentarios.
Lo peor era que la cercanía de Aspen realmente le trastornaba más y más. Quiere tocarlo, recorrer con sus manos ese cuerpo joven, duro y fornido, musculoso y marcado. Quiere olerle, lamerle... meter nuevamente su rostro en una de aquellas axilas y perderse mientras chupa de su piel transpirada. Quiere que ese guevo...
-Por favor... Por favor... -jadea sintiendo que se quema.
-¿Por favor, qué, puto? -Aspen le mira al rostro, atrapándole todavía por la barbilla.
-Quiero... Quiero...
-¡DILO DE UNA PUTA VEZ, MALDITA SEA!
-¡QUIERO TU VERGA! -ruge como desesperado, ardiendo literalmente de vergüenza cuando todos ríen, a su lado y del otro lado del cristal. Su culo sufre un violento espasmo. Aspen, sonriendo acerca un poco más el rostro.
-Suplica.
-Por favor, por favor, cógeme... -los labios le tiemblan, casi desea llorar.
-¿Qué necesitas?
-¡Una verga! -jadea nuevamente, su culo dando violento torines sobre su dedo y los dos de Aspen.
-¿Cómo? No te escucho.
-¡NECESITO UNA VERGA! ¡TU VERGA! -casi siente ganas de llorar de pura frustración. Las carcajadas que estremecen esos enormes cuerpos es una espina más en esa corona, pero no puede frenarse. Aunque jadea cuando Aspen retira los gruesos dedos de su culo, del cual, de manera refleja, retira el suyo, quedando el agujero titilante como una boquita haciendo señas, antes de quedar cubierto por la tirita de la tanga.
-Amigo. -Aspen le gruñe el chico asiático, quien duda un segundo. Tan sólo uno, colocándose ante el inclinando hombre joven, al cual le saliva la boca todavía más al ver una nueva verga. Otra. La de otro hombre. Una que abulta no tan impresionantemente dentro de aquellas ropas, pero sí como para destacar. Alza una mano trémula y...
-Vamos, puto.
-Hey, hey, modales. -le retiene Aspen, con una de las suyas. Y sus miradas vuelven a cruzarse. Shawn enrojece hasta la raíz del cabello, los labios le tiemblan un poco mientras traga en seco. Mira al asiático, todavía doblado de cintura, su culo contra el cristal.
-Por
favor, déjame tocar tu verga. -pide de manera humilde, entregada y
servil. De manera necesitada.
-Dile qué quieres.
-QUIERO CHUPÁRTELA, TRAGARLA, QUE ME LA METAS POR EL CULO. -grita desesperado, sintiéndose completamente atrapado, rebajado, humillado. Hay risas, cruces de miradas sorprendidas y admiradas entre esos tíos, por el trabajo que Aspen hace en él, o en ellos dependiendo de cuántos hayan visto ser “convencidos” de aceptar los juegos del fortachón.
Pero
no le importa. Rojo de cara, parpadea sorprendido... sintiéndose
ligero, aliviado. Lo dijo, mejor dicho lo gritó, lo admitió y ahora
se siente... liberado. Como si una enorme pared que siempre se
hubiera cruzado en su camino, por fin, después de mucho trabajo,
hubiera sido superada. Aparta la vista del hombre asiático guapo,
levemente transpirado, con aquella mole de carne dura que se alza en
su pelvis, y mira a Aspen, quien, con las manotas en la estrecha
cintura le corresponde, sonriendo de manera sabia, como si supiera. Y
eso le hace sentir todavía mejor, también feliz. Y completamente
cachondo. Había abrazado al fin esa mariconeidad de la que Aspen
hablaba.
Las risas se elevan por sus palabras...
-¡Pero que puto!
-¡Necesita verga!
-Verga no, ¡vergas! -acota un tercero y ríen más.
Y no puede negarlo. Quiere. Quiere mucho. Su culo palpita bajo la tirita de la tanga, lo sabe, pero también su boca... La tiene llena de saliva, tan cerca del entrepiernas de aquel culturista asiático forrado de músculos, apestando a hormonas masculinas, unas que le tenían trastornado.
-Vamos. -escucha que dice Aspen.- Está listo para compartir con el grupo.
Pero no parece dirigirse a él, siente que a cada lado de su cuerpo se sitúan sujetos altos y musculosos que le sostienen, y le llevan. Lo que demuestra que es una buena idea porque las piernas le tiemblan un poco. Alguien, seguramente Aspen, le acomoda la tanga sobre la verga erecta, que pulsa sola, que suelta sus jugos y que no puede ser completamente cubierta con la telita. Mareado vuelve la mirada y nota que los sujetos tras el cristal también se movilizan. Todos.
La cabeza le zumba recordando aquel cuento de Aspen sobre el gang bang del que hablara. Traga toda esa saliva, se eriza, las piernas le fallan más y el culo se le contrae.
Todo aquello era una locura porque estaban en el gym de un hotel californiano, pero a nadie pareció extrañar la curiosa procesión de tíos enormes rumbo a los vestuarios tirando de otro menos grande, más delgado y esbelto, en tanga, todo erecto. Un dócil hombre joven en manos de un grupo de acuerpados y musculosos sujetos, que reían, que palmeaban sus nalgas, clavándole los dedos. Con cachondez, con gana y maldad. Ya dominados por la lujuria de la horda, todos deseando no sólo enterrar sus güevos en esa boca de labios rojizos y suaves, en ese culo que latía con fuerza mientras era penetrado por dedos minutos antes. Quieren ver al “puto” siendo follado con rabia por cada uno de ellos. Desean ver los toletes de sus acuerpados amigos, tranca surcadas de venas, metiéndosele hasta el alma. Quieren ver esa cara bonita chorreada de esperma. Sueñan con ver la leche de siete machos, o más, chorreando del tembloroso agujero usado y abusado.
Jadeando, en trance presexual, Shawn entra en el vestuario solitario, amplio, bien ventilado, pero aún así rodeado como está, todo impregnado con esos aromas corporales. Temblando los oye reír, hablar, los ve tocarse, cada quien, sobre las ropas, atrapando con sus manos grandes esos toletes duros que pronto le serían “ofrecidos”, que lo penetrarían. Y entran varios más, que chocan manos con los ya presentes, felicitándose del momento que estaban a punto de vivir, cerrando cuidadosamente la puerta. Al menos. Y casi cae hacia atrás, vencido de debilidad, si Aspen, a sus espaldas, no le atrapa la cintura con sus manos fuertes, sonriéndole cuando le mira sobre un hombro.
-Calma, princesa, estoy aquí para ti. -le dice al rostro, casi a punto de un beso que se sorprende añorando.
-Aspen... -jadea temblando, cayendo contra él, ese cuerpo grande y sólido, caliente y firme, esas manos rodeándole la cintura, halándole, pegándole de su verga dura tras las ropas.- Ahhh...
-Los
chicos están calientes, hazme sentir orgulloso de ti.
-¡Son
muchos!
-Lo vas a gozar, bebé. Ya lo verás. -le asegura, guiñándole un ojo.- Te vamos a follar de tal manera que la próstata se te inflamará y el placer sexual será para siempre; el culo se te convertirá en una verdadera vagina hambrienta. Cualquier cosita por tu concha te hará delirar... y soñar con más vergas. -asegura mirándole a los ojos, como una promesa salvaje, que le excita y asusta; aún así va a replicar algo cuando...
-Hummm... -toda protesta es callada cuando esa boca cae cubriendo la suya, metiéndole la lengua, mareándole, oyendo pita y risas, algunas de burlas hacia Aspen, pero todas excitadas también.
Mientras todo le da vueltas al tiempo que la lengua del muchacho entra, ruda, llena de cálida saliva, chocando de la suya, casi metiéndosele hacia la garganta, el joven le atrapa la nuca, despegándole de él, obligándole a caer, sin fuerzas, todo tembloroso, sobre sus manos y rodillas. Mareado, jadeando, boca abierta, mira sobre un hombro al chico de pie, sonriente, que se saca aquella tranca blanco rojiza hinchada y larga, que le hace gemir sintiendo que el culo se le contrae bajo la tira de la tanga. Aspen cae con donaire de rodillas, sus muslos tensándose, sus piernas impresionantes, el torso firme y en cuadro, atrapándole rudamente una cadera, la otra mano le recorre la raja interglútea, aparta suavemente la tirita de la prenda y sin aferrarse la tiesa tranca de carne dirige la rojiza cabeza hacia el tembloroso agujero, rozándolo, golpeándolo sin terminar de penetrar.
-Ahhh... -Shawn se avergüenza pero gime al sentir el contacto contra su piel, sabiendo que su culo se abre ansiosamente.
-Estás tan caliente, putito, me pregunto si ya tendrás la concha bien mojada. -oye a Aspen, notando que la risa de los presentes es más baja, ronca, más excitada.
-Ouch... -tiene que fruncir la frente cuando el chico le entierra la verga de un golpe, toda, abriéndole con fuerza, forzando la entrada, llenándole al límite, casi haciéndole temer que le romperá. Pegándole la pelvis de las nalgas.- Aspen, no...
-Silencio, bebé... -oye al chico, que se tiende un poco sobre él, cubriéndole con su enorme cuerpo.
-Ohhh... -se le escapa cuando lo siente, esa tranca detenida allí, pulsando, cada vena hinchada de sangre quemándole, latiendo como un corazón, estimulándole.- Oh, Dios... -el tolete se retira unos centímetros, suave, rascándole, frotándole, y regresa con un nuevo golpe, la punta dándole donde es.- ¡Ahhh!
El cambio en el sonido no escapa a los oídos de nadie, provocando sonrisas. El tolete sale, grueso y largo, del agujero, halando los pliegues anales, para luego volver a clavarse, con un nuevo golpe.
-Oh, Dios... -chilla nuevamente Shawn, alzando el rostro, tensandose para intentar estabilizarse cuando la barra vuelve casi a salir y regresa con una embestida.
-Si, este es tu dios... -gruñe Aspen.
El joven publicista se estremece bajo la fuerza de los impactos de esa pelvis, también por los golpes del glande contra su próstata. Tiembla y se agita, su agujero es un espacio ocupado, dilatado al máximo, fregado. En llamas. Ese hombre araba y cepillaba sus entrañas con fuerza y ganas; le clavaba los dedos en la piel, a veces le azotaba, otra le atrapaba el cabello y halaba, haciéndole delirar más y más, por el control que tenía sobre su persona. Sabe que chilla, que babea, que sus ojos se blanquean incapaz de contenerse. Que su culo va y viene contra esa verga. Todo goloso. En medio de todos esos hombres que...
-¡Ahhh! -grita cuando Aspen comienza a cogerle desde todas direcciones, golpeándole siempre, frotándole más y más las entrañas. Abre los ojos que no sabía había cerrado y ve todas esas verga erectas y afuera. Todos vestidos, exceptos sus trancas, como Aspen mismo.
-Silencien a la perra. -gruñe este.
Pronto una tranca color canela se balancea frente a sus ojos, y ni lo piensa, separa los rojizos labios y cubre el glande, dándole besitos y chupadas ruidosas, de pequeñas sorbidas. Unas que aumentan y que parecen ir gustándole más y más mientras Aspen más le folla.
Para cuando el musculoso y pesado joven está sobre su espalda, cogiéndole con ganas, ya tiene toda aquella verga en su garganta, becerreándola con hambre, amando cada latido, cada pulsada, cada gota dejada en su lengua.
Aspen le da y da durante lo que parecen horas. Le oye gritar, tensarse. Siente como algo recorre la verga del culturista, algo que quema dentro de esa pieza, y sientes los estallidos de esperma en su interior, bañándole, rociándole, provocándole aquello un nuevo gemido de placer mientras sigue masajeando y chupando la barra que tiene en la boca.
-El siguiente. -gruñe Aspen entre jadeos cuando termina, levantándose, apartándose, las abiertas nalgas de Shawn quedando solitarias de cualquier presencia, los enrojecidos glúteos, por las palmadas y los golpes de pelvis contra ella, dejando salir un gota o dos de la esperma que el hombre joven depositara allí.
Pero no tiene tiempo para extrañarle mucho, la rica sensación de ser follado por un hombre grande y musculoso. Otra barra ocupa su lugar en la escala de hombrías. Y se le entierra con facilidad. Aunque sabe que, sea quien sea ese tipo, nota su agujero apretado y sedoso, puede aceptarla mejor porque ya fue dilatado por Aspen; además está no era tan gruesa y el semen era uno de los mejores lubricantes del mundo. Sea quien sea le atrapa también la cintura y comienza a frotar sus mojadas entrañas con golpes secos, duros, que le arrojaban hacia adelante.
Oye un lejano grito y siente que el güevo en su boca endurece más, quema, tiembla, y cuando se retira un poco le baña la lengua de esperma, una que paladea sintiéndola caliente y espesa como un yogur saladito. Lo bebe con gula y todavía chupa más. Cuando esa verga se aparta, con mirada confusa nota dos que se acercan y luchan por su boca, que se frotan de su cara, que le azotan las mejillas. Hundiéndose una, que chupa y lame con su lengua, luego la otra, al tiempo que su culo es usado sin piedad. Los paff, paff, paff, de pelvis contra nalgas llenan la estancia, fuera de los gruñidos, de las risas.
Esas dos vergas quieren entrar en su boca, otra, desde la derecha, le frota la frente, la nariz, otra llega por la izquierda. Y tiene que gritar a pesar de tener dos glandes en su boca. Siente cómo su cabello es recorrido por toletes, igual sus hombros y espalda. Mientras es follado con ganas otras dos barras golpean sus nalgas. Todos como necesitados de tocarle. Y mojarle de líquidos pre-eyaculares.
Vergas, vergas, muchas vergas de hombres grandes, la idea es tan intensa que su culo se aprieta con fuerza alrededor de la que tiene clavada, haciendo reír y gruñir al hombre que “ese sí que era un culo ganador”. Este se corre, pegándole la pelvis de las nalgas. Una de las trancas que chupa le riega nuevamente la lengua, la otra le cruza la cara con su espeso y cálido disparo.
Todo gira en su cabeza, siente que le derriban de lado sobre unas toallas, que le alzan una pierna y alguien arrodillado, sentado sobre la piernas que tiene apoyada en la tela, le encula con fuerza, con golpes rudos, casi arrancándole la pierna alzada. Esa verga entraba tan hondo, tan fuerte, dándole una y otra vez sobre la próstata, teniéndole delirando que chilla y chilla entre sollozos y risas; hasta que alguien le silencia atrapándole la transpirada nuca y guiándole el enlechado rostro y la boca a otro tolete, uno que atrapa con unos “hummm”, tan eróticos que provocan risas.
Y le dan y le dan, ahora está de espaldas, esta arqueada sobre la toalla de tanta emoción, mientras aquella nueva verga metida entre sus nalgas va y viene dándole con un ritmo grato, rápido, pero intenso, haciéndole consciente de cada vena hinchada que se refregaba en sus entrañas. No puede ver de quién se trata porque una ancha, recia y musculosa espalda le cubre la visión; un sujeto de piel muy blanca estaba prácticamente sentado en su cara, mientras era “obligado” a lamerle el culo depilado. Seguro uno de culturistas más jóvenes. Y lo lame en proporcional intensidad al placer que aquella verga le provoca en las hambrientas entrañas que resuman una cantidad increíble de esperma. De muchas espermas. Tiembla lujurioso, cachondo y sucio imaginando aquella barra entrando y saliendo cubierta de todas esas espesas leches.
Cuando el tipo al que le lame el culo, perdido de placer a pesar de lo nuevo y extraño que eso era, se aparta riendo como quien hizo una tremendura (Aspen le estudia, ¿calibrándole para un tratamiento?), jadea al notar que, quien le tiene sostenido por las caderas, cogiendole con ganas, era su socio de trabajo...
-¡Morán!
-Joder, amigo, tienes el culo tan bueno como esa boca. -rie este, ronco, apretando los dientes, separando el trasero de sus talones e incrementando las embestidas, haciéndole gemir de manera automática, franca, abierta. Era un maricón que gozaba de las follada, punto.
-Tú... Tú...
-Te buscaba, no te encontré, escuché de un desorden en este vestuario, entre y te vi todo desatado, puto, hambriento de güevos y... -se encoge de hombros, luego aprieta los dientes como si fuera a dar malas noticias, sin detener las embestidas, el tolete canela entrando y saliendo del muy blanco agujero, del cual mana el semen depositado.- Venía a decirte que Tapping, llamó a Nueva York, habló con nuestro jefe. Creo que le envió algunas fotos. Tuyas. También a tu novia. Ahora todos lo saben. Lo siento.
CONTINUA...
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