Pago
en especias...
...
-Este culo... -gruñe oscuramente el Ruso, observando su dedo entrar y salir de ese agujerito cerrado, apretado, que lo busca. Mira a Marcos.
-Mateo... -la voz le falla, tose, carraspea e intenta sonar despreocupado. No excitado, por ejemplo.- Le aplicó algo y...
-¡Vaya con el químico! -sonríe el hombre, mirando nuevamente ese culo.- Me gusta. Generalmente no tengo reparos en enterrarle el güevo por el culo a un sujeto, especialmente si me molesta y se la quiere dar de duro, hasta que lloren al sentirse rotos, quebrantados. Pero esto... Joder, cómo aprieta con ese esfínter mi dedo. Ya imagino lo que hará alrededor de mi tranca...
Marcos tiene que tragar saliva, quiere apartar la mirada, pero... Ve esas blancas nalgas con su franja corta de bronceado ir y venir, mientras Rubén casi llora que lo dejen ir. Evidentemente atormentado por las ganas de su trasero.
-Si, es mejor así, que lo goce... -continúa el Ruso como si hablara consigo mismo, y Marcos le ve retirar la mano, juntar los dedos índice y medio y meterlos por ese agujero, lentamente, con una mueca en los labios. Parecían enterrarse como cuchillo caliente en mantequilla.- Que, un día, vuelva por más.
-Ahhh... -todo rojo de cara, Rubén se agita sobre la cama, intentando separar sus manos atadas, de levantarse o de echarse hacia adelante, pero su culo va y viene contra esos dedos que ahora entran y salen cogiéndole lentamente.
El corazón le palpita tanto que Marcos teme morirse. Ese cuadro era sucio, el catire odioso de panza en la cama, gruñendo, gimiendo con rabia, pero revolviendo ese culo de nalgas enrojecidas, duras, contra la mano del sujeto de pie, con un bikini amarillo algo bajo, dejando escapar medio tolete, uno largo y grueso, rojizo y venoso, que pulsa a la vista de ese agujero. Ese güevo quería ese culo, de eso no había dudas.
Y no sabe si soportará verlo, piensa ahogándose, la cara increíblemente roja también, toda caliente, sintiendo su propio tolete erecto ante el extraño espectáculo. ¿Lo sabría el Ruso, que así le afectaría? No lo duda, se dice con rabia, cuando este logra apartar a duras penas los ojos de ese culo atractivo donde mete y saca sus dos dedos largos, sintiéndolos atrapado por esos labios que aprietan fuerte, para mirarle. Sonriendo al bajar un poco los ojos, hacia su entrepiernas.
¡Oh, por Dios!, quiere gritar al tiempo que casi salta del sillón. Ese sujeto, ¡sonriendo mientras le mira, a él!, se tiende hacia adelante sacándole los dedos del culo a Rubén, quien mostrara en su cara algo de molestia, de rabia, pero también de lujuria. Una que sabe es artificial, toda química. Y lleva el rostro a ese trasero, separando los muy blancos dientes y medio mordiendo una nalga, de manera juguetona. Rubén chilla que no, que se aleje, que lo suelte, pero parece estremecerse ante cada mordida, cada besito chupetón en su tersa piel, por esa lengua que la recorría al tiempo que las manos le sobaban. Marcos no quiere moverse, respirar pesadamente o tragar, nada que indique que aquello le excita, pero...
-Ahhh... No... no... -Rubén lloriquea como pidiendo piedad cuando ese aliento le quema la raja interglútea y esos labios caen sobre su tembloroso culo peludito, cerrándose alrededor de él, y chupando levemente, soplando, agitando la lengua de manera ruidosa.
Marcos nota que hace todo eso por sus mejillas; que estaba chupándole el culo, mojándoselo de saliva, saboreándolo metiéndole la lengua como un hombre haría con el coño de una chica cualquiera. Algo que sabía que funcionaba muy bien.
Rubén cierra los ojos con el rostro lateralizado en la cama, los cachetes rojo ladrillo, la frente fruncida, como si padeciera alguna tortura, pero el tono era de gozo. Esa lengua caliente y reptante, azotándole el agujero, metiéndosele, quemándole un tanto, haciéndole cosquillas, todo eso de manera rápida, estaba matándole. Porque... no sabe la causa, ¡pero siente el culo en llamas! ¡Le picaba! Había comenzado poco a poco aquella comezón, pero ahora era intensa, completa, desesperante. Y esa lengua ayudaba muy levemente... aunque no tanto como los dedos que poco antes le penetraran y le refregaran brindándole algo de alivio pero también aumentando aquella urgencia que no comprende con la mente confundida como la tiene.
El hombre joven en el sillón respira agitadamente aunque intenta no hacer ningún sonido, mirando como el Ruso, clavando los dedos en aquellas caderas se mete más entre aquellas nalgas redondas y duras, lamiendo más, de manera ruidosa, chasqueando cuando besa y chupa. Ávidamente, con deleite por aquel beso negro que aplica, uno que seguramente... Si, seguro debía causar estragos en algunas personalidades aún sin químicos encima.
Pero lo más llamativo resultan los gemidos de Rubén, con la cara ahora contra el colchón, boca abierta, mientras agita su trasero contra aquella cara, buscando aquella lengua, necesitado su culo de...
Se tensa en el sillón; con una torcida mueca de maldad, el Ruso aparta el rostro de ese culo, los labios rojizos, las mejillas algo húmedas con su propia saliva, y sube sobre el joven, bajándose la parte delantera del bikini amarillo, golpeándole en el trasero con aquella barra. Y Marcos tiene que abrir los ojos porque, si, joder, sin capas, aquella vaina era gruesa y larga, y notablemente erecta. Rubén se estremece y agita cuando eso le golpea.
-No, no, aléjate de mí, hijo de puta. -balbucea entrecortadamente.
-Te va a gustar tanto. -el Ruso le responde con burla, medio cubriéndole con su cuerpo más alto, cerrando sus muslos y piernas sobre los del catire, seguramente todo pesado, piensa el hombre que mira. Que observa fijamente como la cabeza de la tranca pega y roza, soltando algo de humedad, de aquellas nalgas que se contraen de repulsa a su contacto. Rubén podía estar alterado químicamente, pero era un hombre heterosexual que odiaba todo aquello. Y esa idea le provoca un escalofríos de culpable lujuria a Marcos, una que recorre su espalda.
-¡NO! ¡NO! ¡NO! -grita como más enfocado, Rubén, el miedo le prestaba serenidad mientras la punta pelada de aquella tranca se frotaba arriba y abajo en su raja interglútea, una y otra vez, rozandole con especial atención el peludo y cerrado culito que ahora comenzaba a... A pulsar, a titilar.
-Relájate y lo gozarás tanto que ya no querrás otra cosa como no sea vivir con un güevo en el culo. -le susurra juguetón y cruel, el Ruso, a un oído, sosteniéndose en los brazos para no caer sobre él, pero mirando a Marcos, haciéndole cómplice de todo aquello.
-No, no, por favor... -lloriquea Rubén.
-Tómalo, bebé. -le gruñe y aprieta los dientes, sosteniendo su peso aún. Tiene la verga tan tiesa que no necesita tocársela para guiarla.
La rojiza mole se frota contra el esfínter, que se cierra. El mafioso sonríe ante eso. Siempre lo hacían, creyendo que así conservarían su hombría, piensa empujando más y más, con el corazón loco de contento mientras ve como hunde esos arrugaditos labios hacia adentro.
-No, para, para. ¡Es muy grande! -chilla Rubén, casi lloroso, con un tono lastimero que Marcos nunca le ha escuchado.
Pero, claro, el Ruso no se detiene. El guapo carajo mareado y atado, esas nalgotas, ese culito virgen a la merced de su virilidad era más de lo que podía resistir. Le siente tensarse a pesar de todo mientras más empuja, suave pero firme, sabiendo que el chico resentía la penetración inicial de su glande.
-Dios...
-Relájate. -Marcos les oye decir y se estremece.
El glande empuja más y más, venciendo la resistencia, desapareciendo la cabecita dentro del esfínter.
-¡Ahhh...! -chilla Rubén, ojos muy apretados, frente fruncida, cara muy roja.
-Relájate y pronto lo gozarás. -le aconseja, luego sonríe mirando hacia Marcos, con maldad en los ojos.- Y creo que sí que lo vas a disfrutar, gracias al químico.
-Pero...
-Calma.
Y Marcos se horroriza y sorprende, muy duro bajo sus ropas aunque odia todo aquello. Sosteniéndose sobre sus manos como si hiciera lagartijas sobre la espalda de Rubén, quien se ve todo tenso pero quieto, el Ruso comienza a mecer sus caderas, moviendo ese glande en la entradita, como pitillo batiendo café con leche. Y el gemido de Rubén es un tanto distinto, mientras abre los ojos y parpadea. Ese tolete estaba dilatándole medio agitándose, enterrándose centímetro a centímetro cada vez, empujándose dentro de él, abriéndole, nota Marcos. Es testigo de cómo la venosa blanco rojiza pieza va desapareciendo, todavía agitándose un poco de aquí para allá con movimientos de caderas. Y no puede evitar imaginar un aplanado tubo esponjoso que iba siendo separado mientras algo se le enterraba, ocupándolo, dilatándolo al extremo... latiendo y quemando al mismo tiempo contra sus paredes.
Lo que no puede imaginar es lo rico que lo siente el Ruso mientras lo va clavando entre esas nalgas maravillosas de hombre (la sola idea de tomar un culo viril ya era increíble para él), el cómo aprieta y se adhieren a él esas entrañas que parecen succionarle y rechazarle a un tiempo, estimulándole cada pedazo de la barra mientras la clava.
Y menos puede imaginar la devastación dentro de la mente confusa y aterrorizada de Rubén, quien siente que esa mole le quema, efectivamente, pero también le refriega. Que le rasca las entrañas que tiene tan... ardientes, tan llenas de picazón. Una comezón que... Mientras aquel güevo se clava, vendida la molestia inicial en su entrada, va medio calmándole, pero cuando el Ruso se retira, unos dos o tres centímetros (los labios de su culo adheridos a él, como los pelos claros), siente que aquella comezón se incrementa al doble, desesperándole de manera intensa.
Marcos jadea, la piel erizada, sensible, sabe que si se tocara la panza se le erizaría sensualmente, cuando ve como Rubén, cómo sufrido, desesperado, eleva su trasero redondo y musculoso, al tiempo que alza el rostro mareado, cerrando los ojos.
-¡AHHH! -chillando en éxtasis mientras se encula totalmente de aquel güevo que desaparece en su interior, mientras el Ruso ríe, aflojando sus brazos y cayéndole encima, aplastándole con su peso, metiéndosela completamente.- Oh, Dios, siiiii...
CONTINÚA...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrar¡Excelente historia, amigo! He leído los siete capítulos en un ratito.
ResponderBorrarTe encuentro después de bastante tiempo, pensé que ya no iba a leer tus historias. No sé el porque cerraste la otra página; pero que bueno que encontré tu nueva página. Así que continúa esta historia, ya que llevas bastante sin publicar. Cuidate
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