domingo, 21 de abril de 2019

A LOS PIES DE LOS CACHAS... 4

LOS CACHAS                         ... 3
   Ven, perra, sabes que quieres...
...

   -¿ESTÁS LOCO! -grita angustiado, temblando ante el poderoso olor almizclado que llena sus fosas nasales. Grave error, lo sabe cuando el otro ríe lentamente, divertido, pareciendo un niño grande (pero alto y musculoso), que aprovecha el momento y tan pancho le mete los dos dedos en la boca, frotandolos de su lengua. Cuando, ceñudo y asqueado, va a morderle o algo así, los retira... y con una manota le cubre boca y nariz, ¡como a un niño que no quiere tomarse su medicina! Por insólito que apreciera. Ríe mientras él, muy rojo, intenta librarse para respirar... y se traga esa vaina, un sabor tan extraño, el de la cabeza de la verga de otro tío, que le eriza de pies a cabeza. Y se confunde, la falta de aire tiene que ver en ello, hasta que el otro le retira la mano de la cara y le mira, sonriendo leve, arrogante.

   -Sabroso, ¿verdad? A los maricones como tú siempre parece gustarles. Ni te imaginas lo que me han suplicado, lo que me han prometido algunos por el placer de tomar más de esa jalea... de la punta de mi verga.

   -Eres... Eres un demente... -casi desfallecido, caído contra los lockers, Shawn Dawson le observa torcido y jadea. Incomodándose mientras el otro sigue mirándole como estudiándole.

   -Aún no entiendes, ¿verdad? Tranquilo, te ayudaré. -le dice casi al rostro, arropándole con su enorme cuerpo que exhala calor y un fuerte olor a transpiración, la del deportista ejercitándose poco antes. Y alza un brazo que flexiona, llevándose la mano a la nuca... exhibiendo su axila rasurada.

   Shawn parece confuso, y cuando finalmente entiende tarda en reaccionar, demasiado. La otra mano del tipo cae en su nuca y le hala, metiéndole la cara en aquella axila, presionándole con fuerza, y todavía refregándosela de allí.

   -Humffff... -gruñe asombrado, aterrado y erizado cuando su boca, nariz, frente y mejillas se frotan de esa piel suave pero firme, muy mojada, con un olor fuerte aunque no a mal sudor.

   Desesperado alza las manos y las apoya una en el codo del brazo cuya mano le retiene allí, la otra va a uno de los anchos y musculosos hombros, húmedo y resbaladizo por el sudor, y empuja. Quiere liberarse, pero no logra nada como no sea farfullar más, soltando aliento en esa axila y haciendo reír al chico. Y todavía le toca escuchar a alguien que pasa, que parece alegremente sorprendido.

   -Joder, Aspen, ¿qué le haces a ese tío?

   Y pegado contra esa axila, todavía revolviéndose para escapar, le siente agitarse al responder.

   -Sabes que necesito dónde vaciar mis bolas durante las competencias, Bobby, este maricón va a servirme.

   -Eres un demonio. -escucha una risa divertida que se aleja, matándole de humillación todo aquello...

   Es por lo que no entiende ese calor que le envuelve. Se estremece todo, aspirando por necesidad de respirar en esa axila, sus labios frotándola, untándose del sudor. Ese olor, ese sudor... ¡La verga se le estaba parando bajo su bañador a media pierna! ¡No! No, eso no podía ser. Sus manos siguen luchando contra el hombre, pero sus dedos, como por voluntad propia, se frotan de manera más bien acariciantes contra la joven y firme piel musculosa.

   -Si, eso, marica, así, vamos, huele... huele... -la voz le eriza más, la piel de gallina cubre todo su cuerpo. Y quiere gritar, insultar, pero huele... rostro quieto, ojos cerrados contra esa piel extraña. Y olfatea aunque no quiere, en serio que no, pero no entiende qué le pasa.- Si, perra, eso es... ¿lo ves?, ¿lo notas? Así huele un hombre, uno de verdad, y tu naturaleza marica responde a eso, por eso te gusta tanto. Vamos, llénate los pulmones con mi olor, gózalo, intoxícate con él, parece que te ha hecho falta durante muchos años. -le indica insultante y burlón.

   El joven publicista quiere gritar, insultarle, negar aquello, pero no puede. Tiembla más cuando repara en que está acariciándole el codo y el bíceps hinchado a ese sujeto, quien ríe, y el hombro el cual aprieta como admirado. Dios, qué músculos tan duros... La verga le pulsa bajo el bañador.

   -Joder, Aspen, ¿qué haces? -oye otra voz, otro sujeto le ve haciendo eso, se dice de manera confusa, avergonzado, pero también... Dios, ¿qué le pasaba?

   -La perra lo necesitaba. -oye la respuesta, esa mano cerrándose, los dedos atrapándole el suave cabello y tirando hacia atrás, despejando su cara rojiza, avergonzada y... si, excitada, y le obliga a mirar al otro carajo, un joven negro cabeza rapada, de músculos brillantes bajo una camiseta muy abierta, altote. Este le mira, con desprecio superior.

   -Se le nota. -y riendo se aleja, humillándole profundamente, cosa que agrega un calor sensual culpable a todo lo que ya experimenta de manera tan confusa y sorpresiva.

   -Perra... -el tío, Aspen, ahora sabe que se llama Aspen y el nombre le emociona, así que le mira encontrando su sonrisa burlona.- Lámela. -es todo lo que dice antes de halar de su cabello otra vez, acercándole.

   Jadeante, ojos muy abiertos y brillantes, mostrando una feroz lucha interna, Shawn duda, mirándole desesperado, siendo acercado a la axila; esta cada vez más cerca, la siente exhalando su calor y olor. Y entreabre los labios, casi no nota que lo hace, que tiene la boca abierta cuando esta choca de la joven piel, una sobre la que su lengua aletea y toca, estremeciéndose de repulsa, arrugando la cara al sentir el sabor salino, al tragarlo, sintiendo otra oleada de calor, mitad verguenza, mitad... Jadea al ocultar el rostro y lamer, chupando con ganas, como si decidiera mandarlo todo al coño y hacerlo rápido. Lame y besa, recorre de manera automática esa piel de abajo arriba, lavandola, tomándose su saliva con ese sudor. Y mientras lo hace se siente increíblemente excitado. Su corazón late con fuerza, siente las tetillas duras, que le pican, como su verga misma. Lloriquea de angustia frustrada cuando le oye reír, ronco, bajo, viril, no sabiendo si por lo que hacía, someterse, o porque eso le provocaba cosquillas. Como sea lame y lame. Cuando le aleja, y le mira jadeante y suplicante (¿pero para qué, que le deje ir, que le deje lamer más?), el otro le suelta el cabello y todo pancho alza la otra axila. No lo piensa, se pierde en ella, dejando salir un aliento ansioso que no sabía que contenía.

   Aspira el olor, frota la cara como hiciera poco antes con la otra, pero ahora por su cuenta, y abriendo los labios, sintiéndose increíblemente mal por portarse tan marica, así lo piensa, pero incapaz de contenerse, le da besitos, aquí y allá, y chupa de esa piel. Y lame, mucho. Bastante. De abajo arriba con lengüeteadas largas y concienzudas.

   -Todas ustedes, perra, no pueden resistirse, ¿verdad? -le oye, riendo arrogante, burlón. Y eso le calienta todavía más si es posible.

   Lame, chupa y mordisquea en esa axila hasta que la lava de todo aroma y rastro de sudor, mientras le recorre el brazo con deleite, era tan musculoso, llevando la otra mano sobre aquel pectoral tan abultado como un semi globo, tan duro, de pezón tan erguido, uno que acaricia como si no pudiera contenerse. Sabiendo lo que hace: adorando su físico poderoso. Algo que Aspen (ese nombre le hace temblar), ama y espera de “sus perras”. No sabe cómo lo sabe, pero lo sabe. Casi gime cuando este le aparta y le mira.

   -Te gusta, ¿verdad? Imagina cuando chupes de mi verga, cuando te deje enterrar la cara entre mis nalgas y comas de mi culo, vas a correrte de pura emoción. Y cuando te la clave por el culo te irás al cielo. -le promete.- Quítame la camiseta. -le ordena.

   Avergonzado, humillado, caliente, ni lo piensa, con manos temblorosas toma los faldones de la chica y ajustada prenda y tira de ella hacia arriba, mirando esas dos axilas brillantes con su saliva, sacándosela con esfuerzo, ¡era tan musculoso! Y la visión de ese torso fornido le debilita más.

   -Tócalo, perra. -se burla, retándole, con las manos en la cintura, el tolete pusándole bajo el shorts suave, mojándolo. La Imagen del macho victorioso, aún en su juventud.

   Está furioso con ese sujeto, pero más consigo mismo por toda aquella situación, pero no puede contenerse, casi jadeante alza nuevamente las manos y toca esos hombros transpirados y oleosos, acariciándolos, ese torso, esos pectorales grandes y duros, ese abdomen rizado en un juego de ocho paquetes, tan marcados y duros, el ombligo casi cerrado, volviendo a las tetillas. Toca y soba con ganas. Sabe que le babea el tolete, lo sabe aunque no entiende cómo, cuando sus manos van y vienen sobre esos pectorales, atrapándolos con sus manos, presionando las duras tetillas con las palmas. El tipo sonríe burlón, mirándole.

   -Eso es, putica, toca a un hombre como has soñado hacerlo aún sin saberlo. ¿Te gusta?, ¿te gusta esto? -tensa sus pectorales y Shawn se avergüenza de jadear al tenerlos bajo sus manos.- ¿Y esto? -se ladea y flexiona un brazo, los músculos y vasos marcándose, el bíceps es un globo imposiblemente abultado y duro.- Tócalo... eso es, así, adóralo, puto. Ahora besalo. -y ríe cuando el otro lo hace, rojo de vergüenza, pero como trastornado.- Lámelo, perra, todo ese sudor es para ti. -y ríe cuando lo hace, cuando el otro recorre ese globo con la lengua, dejándolo brillante de saliva.- ¿No vas a darme las gracias por dejarte tocarme, olerme y lamerme, perra? ¿Dónde están tus modales? -y se medio aparta, dejándole confuso.

   -Gracias, señor... -más rojo de cara todavía, mirada torturada, Shawn se oye decir a sí mismo. Y siente algo extraño, humillación, sí, pero también felicidad cuando le ve y oye reír como un niño.

   -Eso es, perra. Ahora huele aquí. -y con un dedo se señala la pelvis, la barra que alza esa elástica tela mojada como intentando rasgarla.

   Y Shawn la mira mareado, casi no necesita de la manota del otro en su hombro, indicándole que se incline, para hacerlo. Cae de rodillas, y un tipo que pasa los mira y ríe, siguiendo su camino. No le importa, no en esos momentos de locura. A la mierda, estaba lejos de su casa, de su familia, su prometida y su trabajo. Allí nadie sabría que...

   Tal vez tardó mucho, porque esa manota tras su nuca le lleva al entrepiernas y frota la cara de la barra, sobre la tela, y se siente caliente, excitado al límite, casi teme correrse bajo el bañador a media pierna que usa. Esa mole era larga, dura, gruesa, se dibujaba completamente bajo la tela, incluso los contornos del glande, y la sensación contra su cara era...

   -Oye, no va a dejar que te chupe la verga en el pasillo, ¿no? Algo de discreción, hombre malo. -otra voz, alguien que pasaba, un tipo con tinte latino y enorme, seguro otro culturista, indica mientras se aleja.

   -Vamos. -Aspen (Dios, ese nombre...), le toma bruscamente de una axila, le alza y lleva casi en volandas por el vestuario rumbo a los baños, a uno de los privados, donde les ven entrar, dos sujetos que meaban, que cruzan miradas entre ellos y sonríen socarrones viendo a Shawn, quien enrojece de vergüenza, viéndose expuesto. Pero también de calenturas.

   Dios, iban a hacerle quien sabe qué en un baño de un gimnasio, todo eso era tan... tan...

   -Ahhh... -jadea cuando es prácticamente arrojado al piso entre el inodoro blanco y cromado, y la división metálica, sin muchas ceremonias, la puerta cerrándose tras Aspen.

   Queda de rodillas cuando ese sujeto, sonriendo, con la camiseta sobre un hombro, gloriosamente semi desnudo, muy erecto, se le acerca, bajándose la parte delantera del shorts. No usa calzoncillos, joder; comprobarlo le eriza, tanto como la vista de las dos grandes bolas que cuelgan, pardas rojizas, tan lampiñas como esa pelvis, y esa verga larga, gruesa, cabezona, llena de vasos hinchados de sangre. No tiene tiempo de detallarla cuando Aspen, sonriendo, le pega la cara de su pelvis derecha, frotandosela de la piel húmeda, caliente, de la verga dura y las bolas, refregándole luego de ella. No puede evitar jadear, Dios, se sentía tan extraño estar frotando la cara de una verga, sentirla dura y pulsante contra su piel, notándola rozar sus labios entreabiertos, mientras aspira ese poderoso aroma almizclado que le marea.

   -Eres una patética perra que se creía hombre. -la voz del otro le eriza todavía más, obligándole a mirarle, de rodillas, rojo de cara, confuso y suplicante.- Abre la boca. -le obedece y se estremece cuando el chico, sonriendo, se toma la base de la verga que emerge de un pubis rasurado, y le frota los labios con la punta mojada, untándoselos de sus jugos. Aquello era tan íntimo y prohibido, tan impensado minutos antes que...- Saboréalo. -le ordena. Y ardiendo de cara lo hace, saca la lengua y relame sus labios, tragando, sintiéndose ambiguamente interesado.- Saca la lengua. -le ordena otra vez. Y obedece. Ese glande se agita sobre ella, mojándola.- Saboréalo y trágate mis jugos, marica. -le ordena.

   Y lo hace, ardiendo todavía más, de vergüenza, al escuchar risas afuera. ¡Estaban escuchando! Pero no puede dedicarle mucho tiempo a eso, en cuanto esas gotas impregnaron su lengua está pareció... pareció... Traga con maravillada sorpresa. Se pasa la lengua otra vez por los labios, buscando más. ¡Y va a tomar más de ese punta! Una risotada ofensiva, y una manota en su frente, le frenan. Le mira, confuso, boca abierta, lengua afuera.

   -¿Quieres más de lo que sale de mi verga, perra? -le prueba, sonriendo como chico travieso. Y agita esa barra, Shawn no entiende por qué no puede apartar los ojos de ese glande en forma de nabo, mojado, de cuyo ojete cuelga un delgado hilillo que se muere por atrapar con su lengua.

   -Yo... si, quiero lo que sale de tu verga. -se oye decir, ardiendo de humillación pero también de excitación. Las risotadas afuera se complementan con aplausos de burla.

   -Dime entonces que eres una puta sucia que sueña con mamar mi verga. -le ordena, sonriente, acercandole la cara con la mano que aún mantiene en su nuca y golpeándole y mojándole la nariz con su tolete.- Confiésame. Di tu nombre y aclárale al mundo que eres un marica deseando machos, admítelo.

   Tragando en seco, casi bizco siguiendo el movimiento de ese glande prácticamente entre sus ojos, recorriéndole de punta a base la nariz, Shawn arde de humillación.

   -¿Qué ocurre? -oye una voz afuera.

   -Aspen, ¿lo conoces?, atrapó a otro maricón. -rie alguien, respondiendo.

   Si, era lo que hacía el chico, atrapar maricas en quienes desahogarse entre competencias. Eso le había dicho. Había jugado limpio. Y ahora le decía que no le dejaría tomar de aquellas gotas si antes...

   Como comprendiendo su humillación, sus dudas, el joven baja el tolete bajo sus fosas nasales, y este aspira con ansiedad, elevando un tanto el rostro, como buscando sorprenderle y darle un lametón.

   -Nada de eso, putica, dilo primero. Admite ante los presentes que eres un marica.

   -Me...Me... ¡Me llamo Shawn Dawson y son un marica que sueña con mamar tu verga! -grita frenético

   -¿Dawson, eres tú? -estalla una voz sorprendida afuera.

   Y el joven quiere morirse. Mierda, era Lester Morán, uno de los sujetos con los que vino al simposio...

CONTINÚA ... 5

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