Ha
ocurrido, bien puede pasar de nuevo...
No
entiendo muchas veces a la gente. En este blog, y especialmente en el
otro, el que me cerraron (no por hablar de política, aclaro, aunque
eso me haría parecer más interesante), se quejaban de que siempre
me metía con la oposición y dejaba al gobierno en paz, a pesar de
las cosas que hacía, fuera de mentarles la madre. ¿Y les parece
poco? Pero, es cierto, a mí me sabe a casabe lo que haga el
gobierno, lo mal hecho, que les explota en las caras más allá de
reirme o criticarlo. A mí lo que me angustia son las cosas que hace
mal la oposición. Porque a mí lo que me importa, interesa, arrecha
y asusta es la posibilidad de nuestro fracaso, uno que nos condene a
más y más tiempo viviendo esta pesadilla. Lo cierto es, aunque
duela reconocerlo, que el régimen generalmente le gana la delantera
a sus enemigos.
Y
justo ahora vuelven a las andadas. Después de estos meses de
angustias para ellos, el temor a que un día la gente termine de
arrecharse por el hambre y la rabia, y los detenga colgándoles del
cuello en un tribunal popular (y para colmo dieron la idea ellos
mismos para tratar con traidores), se movilizan para intentar
continuar paliando, hasta el final de los tiempos, una situación ya
inaguantable el año antepasado. Pero lo intentan, con los trucos de
siempre, contando con la necedad de siempre de sus adversarios. Y
miren que le han sacado el jugo a esa necedad, los muy ladinos. Por
un lado Diosdado Cabello anuncia que la Asamblea Nacional
Prostituyente va a continuar funcionando un tiempo más (se le
convocó para redactar una nueva constitución, pregunten si han
hecho algo; ellos lo explican, tamaña incompetencia, aduciendo que
son de izquierda), continuando así lo que llaman un golpe de estado
continuado, aunque en la práctica esta no funcione para nada porque
el país les ha retirado la obediencia, al menos mental, que no
física y de hecho porque la oposición no termina de decidirlo; y
por otro lado Nicolás Maduro Moros, uno de los tipos más vivos y
mañosos que ha pasado por la política venezolana, nos pondrá a
pelear con el anuncio de adelantar las elecciones parlamentarias...
cuando no puede hacerlo porque es inconstitucional y cualquier
señalamiento al respecto es nulo de toda nulidad; pero con ello
pondrá a la gente necia a pelear entre si vamos o no, insultándose
unos y otros, atacándose, y a dividirse políticamente entre quienes
irían y quienes no. Repito, la sagacidad del sujeto va muy por
delante de quienes le odian, tanto que hasta lo subvaloran mientras
este hace lo que le da la gana, como fue llenar el país de alcaldes
y gobernadores de su partido después de la aplastante derrota en las
parlamentarias de 2015, y confundir al mundo diciendo que ganó unas
elecciones el año pasado.
Pero
ese es su juego, al que se aplican, ¿qué veo de malo en ello?, no
que intenten sobrevivir como ratas en albañal, que es su derecho; es
la respuesta de este lado que siempre queda patéticamente por debajo
de las intensión de quienes desean mantenernos en este infierno. La
campaña del régimen y de los cazadores de güiro dentro de la
oposición han llevado al mismo Juan Guaidó a cometer tonterías
como solicitar almirante de buena presencia y con flota propia para
reunirse, siéndole enmendada la plana por los gringos con aquello de
que políticos se reúnen con políticos, quienes deciden lo militar.
Una verdadera vergüenza, pero la desesperación de querer un atajo a
la meta en lugar de ponerse a hacer por fin el trabajo político de
reunir a todo el que está arrecho bajo una sola bandera (no se puede
seguir viviendo así, ¿recuerda cómo era antes?, esto va a empeorar
si no salimos de fulano y fulano), le obliga a ello empujado por la
feroz campaña en las redes, especialmente de manos de señoras que
quieren el trono pero no cuentan con votos. Lo peor es que los
gringos ya han dicho, varias veces y hasta alzando el tono, que no
intervendrán militarmente. Hasta que les salga del forro y quién
sabe cómo para cuando queda eso. Después de todo quienes estamos
atrapados en la ratonera de la que no intentamos salir con soluciones
entre todos somos nosotros, no ellos. Pueden esperar.
Entonces,
¿está todo bien del lado contrario? ¿Indica todo que han conjurado
el peligro y que Nicolás Maduro Moros duerme como un angelito con
sueño de piedra? No. Los ecos del 30 de abril (¿QUÉ PASÓ EL 30 DE ABRIL?) todavía se escuchan y bastante ruidosamente, por cierto.
Cada
vez que aparece un militar, o el Alto Mando de una nación, en
televisión, jurándole a ese país que nada está pasando, que el
gobierno es estable y que ellos le apoyan, uno se pregunta en qué
mundo pasa eso, que tenga que asegurársele al país que los
militares son leales al sistema. Y se recuerda a Salvador Allende, a
quien Augusto Pinochet llamaba para saber de su salud, y por quien
este se preocupaba en pleno ataque a La Moneda. Los mismos rusos
cuando el bloque soviético se derrumbara después del fracaso del
ala militarista del partido comunista, a mediados de los ochenta del
siglo pasado, actuaron igual; enviaron a los militares a tomar el
Parlamento, estos salieron y después se unieron a las personas en
las calles. Sadam Husein ganaba todas sus elecciones con el noventa y
pico por ciento, sus militares le eran leales, hasta que cae, estos
le traicionan y la gente sale a derribarle las estatuas. Hay
militares cuyos señalamientos deben mirarse con desconfianza, y un
país donde estos deben asegurarle a la gente que están con el
gobierno no es estable de ningún modo.
Ver
a Nicolás Maduro Moros rodeado de su ministro de la Defensa y otros
militares, agarraditos de las manos para la foto justo cuando la
república vive su peor momento, destruido por la incompetencia de
una cúpula fascista que sólo se supera en corrupción encendió
todas las alarmas. Fuera de ganarse una mentada de madre, cuando
salen con esas, provocan sonrisas y preguntas suspicaces: ¿con
quiénes estarán pactando esos militares y qué, para salir vivos
del candelero?
El
martes 30 de abril fue otro de esos días, cuando Juan Guaidó fue a
la sede de la policia politicas del regimen y liberó a Leopoldo
López, haciendo un llamado a los militares a desconocer órdenes
ilegales. A lo que el régimen respondió que era un golpe de estado,
uno sin cañones, sin tropas, sin metrallas, sin aviones
bombardeando. Un golpe de paja, contrario al golpe que diera el
dintuto Hugo Chávez Frías contra un gobierno legalmente constituido
en votaciones directas, universales y secreta, que generó tantos
muertos y en el cual fue derrotado por militares leales al gobierno
del momento y porque el país no pisó el peine de salir a apoyar la
violencia, enseñanza que no se aprendió. Ni de parte de tirios ni
de troyanos. Ese día, 30 de abril, después del llamado de Guaidó,
durante todo el día el Alto Mando militar no se pronunció, no
apareció, nada dijo ni hizo, obligando a Nicolás Maduro Moros, con
la camisa temblándole en el cuerpo, a esconderse durante todo el dia
esperando a ver qué ocurría (¿se imaginan que el país hubiera
salido realmente a apoyar el llamado y notaran que andaban por ahí?,
susto). Finalmente aparecieron, pero el cuento del monolítico cuerpo
que apoya al régimen resultó ser eso, un cuento. Dentro de los
cuarteles también hay arrechera. La misma que hay en los cerros.
Los
militares, ese día, les aplicaron lo mismo que en su momento el Alto
Mando militar le aplicara a Carlos Andrés Pérez un 4 de febrero.
Que se lo merecía, por necio. Al igual que Hugo Chávez Frías,
Carlos Andrés Pérez se creía infalible. Cuenta el periodista
Rafael Poleo que, previo al golpe intentado por Hugo Chávez Frías,
que el ministro de la Defensa del momento fue a recibir a Carlos
Andrés Pérez de vuelta de uno de sus largos y frecuentes viajes
(nada comparado a lo que luego haría el farsante de Hugo Chávez
Frías, que tanto criticaba lo que hacían los demás), y le dijo que
se preparaba una escaramuza militar. Según Poleo, Carlos Andrés,
golpeándose el pecho como king Kong, respondió que a él nadie se
le alzaba. Le tocaría correr a VENEVISIÓN, prácticamente solo, a
denunciar el golpe una madrugada de un 4 de febrero, sosteniéndose
que hacía llamados al ministro y al Alto Mando militar y nadie le
respondía el teléfono. Ellos, que notaron que un batallón salía
de Maracay.
Aparentemente
se le quiso presionar para que escuchara el clamor del país, pero la
rabia contra Carlos Andrés Pérez, para ese entonces, era muy grande
y más de medio país quería que saliera. A Nicolás Maduro Moros
parece que le aplican una parecida, pero ya no puede rectificar, ya
no puede decir nada que calme la presión que se ha ido acumulando
durante tanto tiempo, porque no puede salir del modelo que montaron,
que es la garantía de fracaso y miseria mientras una pequeña cúpula
usufructúa todos los beneficios y roba a dos manos. Aunque quisiera
no le dejan hacer cambios, ni puede hacer nada dentro del sistema que
montaron, porque ese es el problema. Una tesis de izquierda a la
soviética y la cubana, que aquí ha producido el mismo atraso que en
esos lugares en su momento, aunque no este dantesco drama de hambre.
Ese si es propio de Nicolás Maduro Moros y su banda.
No
le queda otra que entregarle más poder a Diosdado Cabello, quien
jura que controla el ala militar, y promocionar los grupos
paramilitares que armaron a lo largo y ancho de Venezuela, los
círculos de la muerte, los camisa negra de otros regímenes
fascistas aquí llamados “colectivos”, para amedrentar a unos
militares bastante cobardes y a un país arrecho pero frustrado por
la impotencia. Lamentablemente dos cosas corren en su contra, el país
detesta a Diosdado Cabello, siente un asco por él como persona que
no sienten ni por el mismo Nicolás Maduro Moros, y sus apariciones
tan sólo molestan más (está como en la novela El Abogado del
Diablo, todo lo que hace para ayudar a su causa provoca justamente lo
contrario), y que la situación sigue deteriorándose de manera
acelerada, sin alimentos ni gasolina, algo difícil de explicar
cuando se pregunta dónde está la producción de las tierras robadas
hace añales (confiscadas), que iban a poner a producir; dónde la
harina, el café, el maíz, el arroz que antes exportábamos al grupo
andino; y cómo que falta gasolina si en Venezuela hay varias
refinerías que durante años y años enviaban gasolina para el
Caribe, Colombia y Estados Unidos. Hechos que toda la paja del mundo
no puede cambiar. Y que los militares también notan. Sus crímenes
de complicidad han sido muchos, pero algunos deben quedar que sientan
rabia por la manera que humillaron a la nación (a lo que llamaron
dignidad de los pueblos), entregándola a los crápulas de la
dictadura cubana (bajo el lema de soberanía) y el socialismo
internacional (valijas llenas de dólares en efectivo mediante).
Bastaría
que Juan Guaidó llame al país a dar una pelea por ellos mismos, no
por este o aquel político, empresario o periodista, por ellos, por
su día a día, convocándoles a la solidaridad con el que sufre por
una horrible cayapa judicial en Bolívar, los agredidos y
encarcelados en las calles del Zulia por falta de electricidad y
gasolina, por lo que ocurre con los niños que comenzaron a morir
(una nueva camada), por falta de medicamentos en el JM de Los Ríos.
Unir al país real alrededor de sus luchas, no de la política. Al
contrario, que mande todo eso al carajo, que sigan chillando dos o
tres mil personas en la red por la campaña divisionista que Nicolás
Maduro Moros impone; que busque a la gente que grita y se cae a
carajazos con la policía y los colectivos en cada barriada miserable
de Caracas y petare, en el Zulia y oriente; que salgan al grito de
vamos por esos malditos traidores para hacerles pagar lo que nos han
hecho. Y para que ya no sigan hundiéndonos más. Así se procuraría
del garrote al que tanto miedo le tienen estas lacras. Y con gente en
las calles los militares se lo pensaran, ¿valdrá la pena continuar
callando por miedo o salir de esta pesadilla? Y el mundo no nos
seguirá viendo como simples cobardes que desean que otros vengan a
resolvernos lo que nunca se le ha resuelto a los cubanos en más de
siete décadas de tiranía.
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