jueves, 23 de mayo de 2019

MILITARES Y GOBIERNOS EN LA PICOTA

SIN NOVEDAD EN EL FRENTE OCCIDENTAL
   Ha ocurrido, bien puede pasar de nuevo...

   No entiendo muchas veces a la gente. En este blog, y especialmente en el otro, el que me cerraron (no por hablar de política, aclaro, aunque eso me haría parecer más interesante), se quejaban de que siempre me metía con la oposición y dejaba al gobierno en paz, a pesar de las cosas que hacía, fuera de mentarles la madre. ¿Y les parece poco? Pero, es cierto, a mí me sabe a casabe lo que haga el gobierno, lo mal hecho, que les explota en las caras más allá de reirme o criticarlo. A mí lo que me angustia son las cosas que hace mal la oposición. Porque a mí lo que me importa, interesa, arrecha y asusta es la posibilidad de nuestro fracaso, uno que nos condene a más y más tiempo viviendo esta pesadilla. Lo cierto es, aunque duela reconocerlo, que el régimen generalmente le gana la delantera a sus enemigos.

   Y justo ahora vuelven a las andadas. Después de estos meses de angustias para ellos, el temor a que un día la gente termine de arrecharse por el hambre y la rabia, y los detenga colgándoles del cuello en un tribunal popular (y para colmo dieron la idea ellos mismos para tratar con traidores), se movilizan para intentar continuar paliando, hasta el final de los tiempos, una situación ya inaguantable el año antepasado. Pero lo intentan, con los trucos de siempre, contando con la necedad de siempre de sus adversarios. Y miren que le han sacado el jugo a esa necedad, los muy ladinos. Por un lado Diosdado Cabello anuncia que la Asamblea Nacional Prostituyente va a continuar funcionando un tiempo más (se le convocó para redactar una nueva constitución, pregunten si han hecho algo; ellos lo explican, tamaña incompetencia, aduciendo que son de izquierda), continuando así lo que llaman un golpe de estado continuado, aunque en la práctica esta no funcione para nada porque el país les ha retirado la obediencia, al menos mental, que no física y de hecho porque la oposición no termina de decidirlo; y por otro lado Nicolás Maduro Moros, uno de los tipos más vivos y mañosos que ha pasado por la política venezolana, nos pondrá a pelear con el anuncio de adelantar las elecciones parlamentarias... cuando no puede hacerlo porque es inconstitucional y cualquier señalamiento al respecto es nulo de toda nulidad; pero con ello pondrá a la gente necia a pelear entre si vamos o no, insultándose unos y otros, atacándose, y a dividirse políticamente entre quienes irían y quienes no. Repito, la sagacidad del sujeto va muy por delante de quienes le odian, tanto que hasta lo subvaloran mientras este hace lo que le da la gana, como fue llenar el país de alcaldes y gobernadores de su partido después de la aplastante derrota en las parlamentarias de 2015, y confundir al mundo diciendo que ganó unas elecciones el año pasado.

   Pero ese es su juego, al que se aplican, ¿qué veo de malo en ello?, no que intenten sobrevivir como ratas en albañal, que es su derecho; es la respuesta de este lado que siempre queda patéticamente por debajo de las intensión de quienes desean mantenernos en este infierno. La campaña del régimen y de los cazadores de güiro dentro de la oposición han llevado al mismo Juan Guaidó a cometer tonterías como solicitar almirante de buena presencia y con flota propia para reunirse, siéndole enmendada la plana por los gringos con aquello de que políticos se reúnen con políticos, quienes deciden lo militar. Una verdadera vergüenza, pero la desesperación de querer un atajo a la meta en lugar de ponerse a hacer por fin el trabajo político de reunir a todo el que está arrecho bajo una sola bandera (no se puede seguir viviendo así, ¿recuerda cómo era antes?, esto va a empeorar si no salimos de fulano y fulano), le obliga a ello empujado por la feroz campaña en las redes, especialmente de manos de señoras que quieren el trono pero no cuentan con votos. Lo peor es que los gringos ya han dicho, varias veces y hasta alzando el tono, que no intervendrán militarmente. Hasta que les salga del forro y quién sabe cómo para cuando queda eso. Después de todo quienes estamos atrapados en la ratonera de la que no intentamos salir con soluciones entre todos somos nosotros, no ellos. Pueden esperar.

   Entonces, ¿está todo bien del lado contrario? ¿Indica todo que han conjurado el peligro y que Nicolás Maduro Moros duerme como un angelito con sueño de piedra? No. Los ecos del 30 de abril (¿QUÉ PASÓ EL 30 DE ABRIL?) todavía se escuchan y bastante ruidosamente, por cierto.

   Cada vez que aparece un militar, o el Alto Mando de una nación, en televisión, jurándole a ese país que nada está pasando, que el gobierno es estable y que ellos le apoyan, uno se pregunta en qué mundo pasa eso, que tenga que asegurársele al país que los militares son leales al sistema. Y se recuerda a Salvador Allende, a quien Augusto Pinochet llamaba para saber de su salud, y por quien este se preocupaba en pleno ataque a La Moneda. Los mismos rusos cuando el bloque soviético se derrumbara después del fracaso del ala militarista del partido comunista, a mediados de los ochenta del siglo pasado, actuaron igual; enviaron a los militares a tomar el Parlamento, estos salieron y después se unieron a las personas en las calles. Sadam Husein ganaba todas sus elecciones con el noventa y pico por ciento, sus militares le eran leales, hasta que cae, estos le traicionan y la gente sale a derribarle las estatuas. Hay militares cuyos señalamientos deben mirarse con desconfianza, y un país donde estos deben asegurarle a la gente que están con el gobierno no es estable de ningún modo.

   Ver a Nicolás Maduro Moros rodeado de su ministro de la Defensa y otros militares, agarraditos de las manos para la foto justo cuando la república vive su peor momento, destruido por la incompetencia de una cúpula fascista que sólo se supera en corrupción encendió todas las alarmas. Fuera de ganarse una mentada de madre, cuando salen con esas, provocan sonrisas y preguntas suspicaces: ¿con quiénes estarán pactando esos militares y qué, para salir vivos del candelero?

   El martes 30 de abril fue otro de esos días, cuando Juan Guaidó fue a la sede de la policia politicas del regimen y liberó a Leopoldo López, haciendo un llamado a los militares a desconocer órdenes ilegales. A lo que el régimen respondió que era un golpe de estado, uno sin cañones, sin tropas, sin metrallas, sin aviones bombardeando. Un golpe de paja, contrario al golpe que diera el dintuto Hugo Chávez Frías contra un gobierno legalmente constituido en votaciones directas, universales y secreta, que generó tantos muertos y en el cual fue derrotado por militares leales al gobierno del momento y porque el país no pisó el peine de salir a apoyar la violencia, enseñanza que no se aprendió. Ni de parte de tirios ni de troyanos. Ese día, 30 de abril, después del llamado de Guaidó, durante todo el día el Alto Mando militar no se pronunció, no apareció, nada dijo ni hizo, obligando a Nicolás Maduro Moros, con la camisa temblándole en el cuerpo, a esconderse durante todo el dia esperando a ver qué ocurría (¿se imaginan que el país hubiera salido realmente a apoyar el llamado y notaran que andaban por ahí?, susto). Finalmente aparecieron, pero el cuento del monolítico cuerpo que apoya al régimen resultó ser eso, un cuento. Dentro de los cuarteles también hay arrechera. La misma que hay en los cerros.

   Los militares, ese día, les aplicaron lo mismo que en su momento el Alto Mando militar le aplicara a Carlos Andrés Pérez un 4 de febrero. Que se lo merecía, por necio. Al igual que Hugo Chávez Frías, Carlos Andrés Pérez se creía infalible. Cuenta el periodista Rafael Poleo que, previo al golpe intentado por Hugo Chávez Frías, que el ministro de la Defensa del momento fue a recibir a Carlos Andrés Pérez de vuelta de uno de sus largos y frecuentes viajes (nada comparado a lo que luego haría el farsante de Hugo Chávez Frías, que tanto criticaba lo que hacían los demás), y le dijo que se preparaba una escaramuza militar. Según Poleo, Carlos Andrés, golpeándose el pecho como king Kong, respondió que a él nadie se le alzaba. Le tocaría correr a VENEVISIÓN, prácticamente solo, a denunciar el golpe una madrugada de un 4 de febrero, sosteniéndose que hacía llamados al ministro y al Alto Mando militar y nadie le respondía el teléfono. Ellos, que notaron que un batallón salía de Maracay.

   Aparentemente se le quiso presionar para que escuchara el clamor del país, pero la rabia contra Carlos Andrés Pérez, para ese entonces, era muy grande y más de medio país quería que saliera. A Nicolás Maduro Moros parece que le aplican una parecida, pero ya no puede rectificar, ya no puede decir nada que calme la presión que se ha ido acumulando durante tanto tiempo, porque no puede salir del modelo que montaron, que es la garantía de fracaso y miseria mientras una pequeña cúpula usufructúa todos los beneficios y roba a dos manos. Aunque quisiera no le dejan hacer cambios, ni puede hacer nada dentro del sistema que montaron, porque ese es el problema. Una tesis de izquierda a la soviética y la cubana, que aquí ha producido el mismo atraso que en esos lugares en su momento, aunque no este dantesco drama de hambre. Ese si es propio de Nicolás Maduro Moros y su banda.

   No le queda otra que entregarle más poder a Diosdado Cabello, quien jura que controla el ala militar, y promocionar los grupos paramilitares que armaron a lo largo y ancho de Venezuela, los círculos de la muerte, los camisa negra de otros regímenes fascistas aquí llamados “colectivos”, para amedrentar a unos militares bastante cobardes y a un país arrecho pero frustrado por la impotencia. Lamentablemente dos cosas corren en su contra, el país detesta a Diosdado Cabello, siente un asco por él como persona que no sienten ni por el mismo Nicolás Maduro Moros, y sus apariciones tan sólo molestan más (está como en la novela El Abogado del Diablo, todo lo que hace para ayudar a su causa provoca justamente lo contrario), y que la situación sigue deteriorándose de manera acelerada, sin alimentos ni gasolina, algo difícil de explicar cuando se pregunta dónde está la producción de las tierras robadas hace añales (confiscadas), que iban a poner a producir; dónde la harina, el café, el maíz, el arroz que antes exportábamos al grupo andino; y cómo que falta gasolina si en Venezuela hay varias refinerías que durante años y años enviaban gasolina para el Caribe, Colombia y Estados Unidos. Hechos que toda la paja del mundo no puede cambiar. Y que los militares también notan. Sus crímenes de complicidad han sido muchos, pero algunos deben quedar que sientan rabia por la manera que humillaron a la nación (a lo que llamaron dignidad de los pueblos), entregándola a los crápulas de la dictadura cubana (bajo el lema de soberanía) y el socialismo internacional (valijas llenas de dólares en efectivo mediante).

   Bastaría que Juan Guaidó llame al país a dar una pelea por ellos mismos, no por este o aquel político, empresario o periodista, por ellos, por su día a día, convocándoles a la solidaridad con el que sufre por una horrible cayapa judicial en Bolívar, los agredidos y encarcelados en las calles del Zulia por falta de electricidad y gasolina, por lo que ocurre con los niños que comenzaron a morir (una nueva camada), por falta de medicamentos en el JM de Los Ríos. Unir al país real alrededor de sus luchas, no de la política. Al contrario, que mande todo eso al carajo, que sigan chillando dos o tres mil personas en la red por la campaña divisionista que Nicolás Maduro Moros impone; que busque a la gente que grita y se cae a carajazos con la policía y los colectivos en cada barriada miserable de Caracas y petare, en el Zulia y oriente; que salgan al grito de vamos por esos malditos traidores para hacerles pagar lo que nos han hecho. Y para que ya no sigan hundiéndonos más. Así se procuraría del garrote al que tanto miedo le tienen estas lacras. Y con gente en las calles los militares se lo pensaran, ¿valdrá la pena continuar callando por miedo o salir de esta pesadilla? Y el mundo no nos seguirá viendo como simples cobardes que desean que otros vengan a resolvernos lo que nunca se le ha resuelto a los cubanos en más de siete décadas de tiranía. 

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