domingo, 5 de mayo de 2019

¿QUÉ PASÓ EL 30 DE ABRIL?

   Como todo en Venezuela, es difícil decirlo o entenderlo…

   El día martes 30 de abril el país despertó con una noticia extraña, que el gobierno ha intentado por todos los medios convertirlo en una victoria, aunque es dudosa como todas sus estrategias. Respondiendo a la nueva arremetida del régimen de facto que desde el 10 de enero usurpa el ejecutivo contra un Parlamento electo en comicios abiertos, directos y universales, secuestrando diputados y desapareciéndolos, violándose nuevamente la Constitución de la República, y la amenaza de que se construía una celda especial (algo así como para Hulk) para detener a Juan Guaidó, este replicó yendo al SEBIN, sede de la siniestra policía política, y sacó a Leopoldo López, líder de Voluntad Popular, quien estaba preso desde el 2014 cuando el régimen, por televisión, llamó a los colectivos a enfrentar con sangre y fuego las protestas en las calles (provocadas en el estado Táchira por uno de los sujetos más funestos de este país, José Vielma Mora, cuando arremetió contra la universidad), responsabilizándose de esos muertos al líder opositor; pero fue aún más lejos Juan en su desafío. Llamó a los militares a desconocer a Nicolás Maduro Moros, deslegitimado desde el golpe de estado contra la constitución señalado por la fiscal Luisa Ortega Díaz, y actual ocupante de un cargo que violenta. ¿Me amenazas?, con esto te respondo.

   La cosa fue hasta divertida, si exceptuamos al muerto que provocó la arremetida gubernamental de ese día 30 de abril. Desde hace semanas se viene retando a Juan Guaidó para que libere a Leopoldo López, ¿no y que es el presidente?, que fuera y lo soltara. Día tras día. Y este va y lo hace. Como dijo que saldría de Venezuela y luego que regresaría por Maiquetía, cumpliendo. Los socialistas cacarearon de una manera impresionante en varias partes del mundo, especialmente en Bolivia y España, denunciando “un golpe de estado que fracasó”. Hasta donde se sabe sólo llamó a alto mando militar a desconocer a Nicolás Maduro Moros, y los golpes de estados se dan con tropas armadas, tanquetas, aviones y ametralladoras disparando contra la gente, como lo hiciera en su momento Hugo Rafael Chávez Frías, fracasando miserablemente en la tarea, como en todo lo que hizo después. No lo sabíamos pera era su marca de fábrica. Lo inútil.

   El problema para Guaidó estuvo en llamar al país a las calles acompañado de un llamado a los uniformados, algo que no ocurrió. Aparentemente si se había hablado con militares, quienes dijeron estar de acuerdo porque esto ya no se soporta, pero a la hora de la verdad les dio culillo y traicionaron a todo el mundo. Lo cual no debe extrañar, desde la llegada de Hugo Rafael Chávez Frías al poder, la Fuerza Armada Nacional se llenó de basura lamentable. Son unos sujetos impresentables que nos avergüenzan frente al mundo. Dejaron que el país se llenara de narcotráfico defendiendo los negocios de ciertos nombres dentro de la cúpula fascista gobernante; permiten que la narcoguerrilla colombiana se pasee por aquí como Pedro por su casa, controlando territorio, matando venezolanos; colaboraron para que el país se desangrara mediante el contrabando por las fronteras; y, para colmo de colmos, los payasos esos van y dejan perder la Zona en Reclamación, entregada para el negocio a Guyana, Brasil en ese entonces en manos de Lula y su mafia, y empresas cubanas. Para eso quedaron. Los cuentos de un enfrentamiento con los gringos, o los colombianos, tan solo son desvaríos de gente intoxicada, este ejército sólo sirve para reprimir amas de casa, ancianos y muchachos desarmados. Para más nada. Y ni siquiera cumplen sus promesas, como se viera en este caso.

   Pero, por otro lado, la gente tampoco acudió al llamado, porque oyeron de militares y, fuera de creer que podía ser algo únicamente político (todos estamos mal, pero aún hay gente que desconfía de los políticos de oposición y sus agendas secretas, los tres años siguientes al 2015 y la pelea a cuchillo por una silla todavía ocupada les hizo mucho daño), no iban a arriesgar lo único que tenían, sus vidas en una aventura de la cual no sabían nada, especialmente convencidos como están de que el régimen usurpador mata y mata gente sin que nada ocurra a nivel internacional (hasta a Libia se le llamó la atención por eso al enloquecido dictador, durante la Primavera Árabe, aquí nada). Sin embargo esta resistencia al entendimiento con militares no es algo nuevo, cuando Hugo Rafael Chávez Frías dio su golpe de estado, en el 92 del siglo pasado, su intentona porque fracasó, fuera de focos concretos la gente, como los estudiantes, el país no salió a apoyarles, ni el 27 de noviembre de ese mismo año, porque donde hay armas y nadie paga muertos, eso queda como muy difícil.

   El error de Juan Guaidó fue dejar que el asunto escalara si allí no había ni militares pronunciándose, acobardados otra vez, ni pueblo llenando eso. Tal vez con una demostración multitudinaria de rabia y apoyo en las calles, pero de verdad, llenando cuadras y cuadras, con personas soltando sapos y culebras contra Nicolás Maduro Moros en los cerros y barriadas, incontenibles porque se les tiene miedo, los militares no habrían sido tan miedicas. Se olvidaron de sumar a todos a la causa de un cambio para salir de esta miseria extrema. Ese trabajo aún no se ha hecho. No hay nada a lo que le tenga más miedo el régimen de facto que a la gente en las calles de Caracas, en las zonas populares, lanzándole insultos a la policías y directamente al líder de la fracasada revolución, muchas veces yéndose a las manos reclamando sus derechos. En el fondo sienten un terror real de que en verdad se arrojen contra Miraflores y la sede de la Asamblea Nacional Prostituyente.

   Sin embargo hay que aclarar que estas protestas populares que tanto asustan al régimen de facto, pocas veces son para pedir cambiar el gobierno, porque el asunto aunque es político aún no se aprecia así; se pelea por agua, luz, gas, alimentos, contra el hambre (por la caja), y es el filón que debe penetrarse. Poner a todos en una sola acera, sumando, no restando gente tachándolas de muertos de hambre que ojalá se mueran, para que se queden al lado del gobierno de facto. Alejando a los adecos de las calles porque a Henry Ramos Allup hay que impedirle que siga siendo popular o será presidente antes que yo, alejando a la gente de Primero Justicia por lo mismo, y a los cuyanos y a todos, esperando que Juan se quede solo, ¿contando con quién?, ¿el pueblo que nunca sale, con militares cobardes? No, a esta acera hay que atraer a todo el que esté arrecho y quiera salir de esta vergüenza, o porque ya no se cale más el hambre y la miseria, el no poder viajar como antes en carnavales y semana santa, ni celebrar los bautizos, los quince años o los matrimonios, reunirse los domingos con los hermanos y amigos y comerse una buena parrilla acompañada de cervezas frías como podía cualquier familia antes. ¿En serio cuesta mucho entenderlo?
   Me gustó ver que la señora María Corina Machado, cuyo discurso ha hecho tanto por dividir a la oposición y alejar a todos los que pueda de la misma meta, acudir el 30 de abril al llamado de Juan Guaidó. Valerosamente. Ella siempre ha propulsado la idea de un enfrentamiento de fuerza y lo encaró. No sé si entendió que eso tiene que ser con pueblo de verdad y militares reales, que los gritos y discursos encendidos no encaran o derrotan a una patota armada. Que hay diferencias entre lo que se desea que ocurra y lo que pasa. No guardo esperanzas al respecto, eso era evidente hace años, desde el 23 de enero del 58, y especialmente desde las revueltas de la Primavera Árabe, y sin embargo desearon no verlo porque si la realidad estorba entonces hay que reescribirla. Tan desvariantes como un Hugo Rafael Chávez Frías, un Nicolás Maduro Moros o un Diosdado Cabello cualquiera, porque el chavismo sí que parece una enfermedad contagiosa. Tan absurdo como era el planteamiento, merecido es el resultado. Y sin embargo me alegró ver que salió, ella, fiel a su prédica, por estéril que sea. El trabajo político tiene que hacerse, y comienza por atraer sociedad civil, masas populares, seguidores, o pueden hablar de aquí hasta que el sol estalle en una gigante roja y no lograran un carajo. Para cosechar hay que sembrar, por aburrido y laborioso que sea.

   ¿Y Juan? Sigue aquí. Dicen que despacha desde la embajada de Estados Unidos, donde parece que no obedecerán la orden de salir del país impartida por el régimen usurpador. Y si los dejan se rayan, si intentan sacarlos por la fuerza quién sabe a qué estarán dándo pies. No caeré en la locura de exigirle que vaya solo a tumbar a Maduro, o que invoque un artículo equis que muchos creen tiene poderes mágicos para obligar a responder, ni que aparte de la lucha a estos y aquellos para que en las redes la gente sea feliz, pero si que se acerque a quienes tienen muy claro lo que significa levantar la protesta desde la base, desde la barriada y el cerro, apelando a la rabia de la gente que todavía recuerda esa venezuela donde se comía tres veces al día, se podía acceder a vivienda, salud y vestimenta, si se trabajaba, claro, y no esta locura de hambre y ruina, esta rabia ante una vida miserable.

   Si hay gente que recuerda, gente arrecha, que vengan para acá, indiferentemente de lo que sientan o piensen del difunto. Eso quedará para después. El trabajo tiene que partir de donde más miedo le infunden al régimen, de Caricuao y Antímano, de El valle a Cotiza, de Caucaguita a La Dolorita. Debe existir gente ya trabajando allí, búsquelos, señor Guaidó. 

JUAN GUAIDO, Y LA OPOSICION, EN LA ENCRUCIJADA

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