
Ven,
perra, sabes que quieres...
...
Escuchar
aquello le hace gemir de una manera involuntaria, de una manera rota,
ronca, anhelante y entregada, una que provoca risotadas emocionadas
al otro lado de las metálicas paredes de ese privado. Casi chilla de
nuevo cuando nota cómo la gruesa pieza va retirándose de su culo,
centímetro a centímetro; siente la cabezota medio asomarse entre
los labios de su agujero, presionando los esfínteres, y aquello le
produce una sensación nueva, una molestia que de alguna manera le
encanta. Siente las dos enormes manos del musculoso chico cerrarse
sobre su cintura, con fuerza, con un poder tal que se siente más
débil, más sumiso y caliente. La tranca se le clava toda con un
poderoso golpe de caderas, sus nalgas son azotadas por esa pelvis
lampiña y firme. La tiene toda clavada, llenándole totalmente, las
desnudas venas hinchadas latiendo contra sus entrañas, algo
presionando contra su próstata, y gimotea otra vez, sintiéndose
recorrido por mil estremecimiento mientras su verga, nuevamente dura,
gotea incansablemente.
Y
comienza la enculada prometida. Esa tranca casi sale y regresa,
dándole duro, en las nalgas con la pelvis y las bolas, adentro con
el cilíndrico cuerpo, una y otra vez. Los paff, paff, paff llenando
todo el baño de repente silencioso. Silencioso si no fueran por esas
bofetadas de pelvis contra nalgas y sus gemidos, porque chilla
alzando el rostro con una expresión de dulce tortura, la frente
fruncida, los ojos medio nublados, la boca muy abierta, la espalda
tensa.
La
siente, adentro y afuera, refregándole profundamente, golpeándole
la próstata y las nalgas con todo, casi lanzándole hacia adelante,
por lo que tiene que afincar el agarre de sus pies dentro de las
cholas, y de las manos contra la pared. El tolete va y viene, sale
rojizo, nervudo, y vuelve a clavarse, con todo, todavía empujando
más, medio frotándose de sus nalgas, y lo siente rotar adentro. No
sabe que solloza y que ríe con la boca muy abierta en una mueca de
dicha.
Siente
un fuego nuevo recorrerlo, unas urgencias desconocidas, unas ganas
terribles, y comienza a lanzar su culo de adelante atrás, buscando
ese tolete, apretándolo fuerte cuando va retirándose, y chilla. Cae
contra esa pelvis y se refriega circularmente, escuchándole reir.
-Puta,
que puta. -le oye y eso le provoca un ardor extra en las venas, por
alguna razón se siente feliz, como halagado. Orgulloso.
Sigue
empujando cuando Aspen (Dios, ama ese nombre), se queda quieto,
dejándole hacer el trabajo. Y lo hace, va y viene con rapidez y
determinación, deseando sentirla rastrillarle por dentro, pero
también provocándole cada una de esas mini aneurismas de placer
cuando se lo clavaba de golpe. Sabe que se comporta y que chilla
escandalosamente, como una verdadera puta caliente y sucia al
experimentar el placer de una buena verga en su concha, presionándole
una y otra vez contra ese punto que le provoca estallidos de luces
frente a sus párpados cerrados. Pero no puede contenerse.
-Tómala,
tómala toda, cabrón. -le gruñe Aspen, entre dientes, riendo,
atrapándole nuevamente un mechón de cabello, halándole un poco,
obligándole a enderezarse otro poco, cerrándole así más el culo.
Y sentirla otra vez penetrándole, más forzada, le hace gritar.- Si,
no conozco al marica que no le guste esto. -lo encula duro, dándole
embestidas arriba y abajo, a derecha e izquierda, mientras lo retiene
por el cabello, arquéandole la espalda, y lo nalguea duro,
sexualmente, con la otra mano.
-Ahhh...
-la combinación tiene a Shawn casi al borde de un desmayo de
sobrecarga, y ríe mientras lágrimas ardientes ruedan por sus
mejillas.
-Joder,
escuchen cómo chilla... -oye del otro lado.
-Es
un puto de culo caliente.- agrega otra voz.
-Ese
Aspen ha convertido a muchos. -informa otra y hay risas oscuras,
roncas de lujuria.
Eso
lo sabe, sonriendo sintiéndose de pronto... osado, atrevido.
Imaginando a Aspen dándole duro por el culo, afuera, mientras se
sostiene de un lavamanos, con las piernas muy separadas, su tranca
goteando y agitándose mientras atrás se veía la tranca del
culturista, gruesa, larga, rojiza, penetrándole una y otra vez, con
esos carajos mirándole, llamándole perra, puta, cada uno de ellos
acariciándose un tolete que...
-Oh,
Dios... -chilla estremeciéndose más, casi alcanzando un orgamo nada
mas de sentir a Aspen enculándole duro, de imaginarle usándole
frente a los otros. No entiende toda esa lujuria, estaba más allá
de su comprensión el por qué ardía cada centímetro de su cuerpo
estimulado; el cómo esas nalgadas lentas, duras, podían afectarle
tanto. Todo aquello era más de lo que podía asimilar o manejar,
aunque ya su agujero aceptara con avidez la gruesa mole dura y
caliente que lo penetra.
Oye
las risas, los “se nota que es toda una puta”, y la vergüenza le
hace enrojecer y arder la cara, los hombros y nalgas mientras sigue
buscando esa tranca, atrapándola toda, ordeñándola con fuerza,
refregándose de esa pelvis mientras el chico (¡Aspen, Aspen!), ríe
y le nalguea, halando su cabello, diciéndole que sí, que la
atrapara así, que se la chupara con el coño. Este, clavándole los
dedos ahora en la cintura (casi cae de boca, por una embestida,
cuando le suelta el cabello y tiene que aferrarse con manos
temblorosas de donde sea), incrementa las arremetidas, adentro y
afuera, duro, refregándole con rabia e intensidad, haciéndole
consciente de su masculinidad, una que... Oh, mierda, sí, ¡amaba!
Ignora
que gimotea en trance, que ríe lentamente. Que grita.
-Cógeme,
cógeme por favor, cógeme más, más... -no sabe que lloriquea
mirándole sobre un hombro, tan joven, tan musculoso, tan alto y
fuerte. Tan creído.
-Ruégame,
puta, pídeme que llene tu vagina con mi esperma. -le ordena,
sonriendo juguetón y malvado. Le suelta una cadera y le propina otra
fuerte palmada, paff, que le hace chillar de agónico éxtasis
mientras su agujero tiembla y se cierra con calentura alrededor de la
pieza.- Recuérdame qué tan heterosexual eras, que tan macho;
recuérdamelo mientras me pides que te llene con mi leche... -y medio
ríe, coreado por los sujetos afuera.
-¡Ahhh...!
-Shawn casi cree sufrir un accidente cerebro vascular de tanta
estimulación. Se agita cuando este se le tiende, arropándole la
baja espalda con su abdomen en cuadros duros y marcados.
-Ruégame,
putita, quiero escucharte...
-Por
favor, por favor, papi, llena mi vagina de heterosexual con tu
leche...
-¡MÁS
ALTO!
-¡CÓGEME,
CÓGEME, POR FAVOR! -grita, sintiéndose liberado, entre riente y
lloroso. Hay pitidos, risas y aplausos del otro lado de ese privado y
siente que va a correre.
-Tómala
toda, zorra barata...
La
verga intensifica su vaivén, con fuerza, dándole nuevamente arriba
y abajo, de derecha a izquierda, la punta deslizándose contra este o
aquel trozo de su sensible recto, golpeándole una y otra vez la
próstata. Era tan consciente de ella, de las refregadas y
estimulaciones que grita y grita, las piernas apenas sosteniéndole.
-Oh,
Dios... -chilla, cara contraída, frente fruncida, ojos muy abiertos,
como la boca, estremeciéndose intensamente. De alguna manera,
mientras esa poderosa barra masculina tomaba su culo, y su hombría
al mismo tiempo, su virilidad, había alcanzando un orgasmo intenso.
Chilla y chilla mientras del ojete de su verga manan los chorros de
esperma. Sin haberse tocado.
Su
culo cerrándose salvajemente alrededor de la gruesa barra que lo
penetra. Y oye los gruñidos de Aspen, los jadeos. Los...
-Vuélvete!
-le oye rugir, sacándosela, encontrándole todavía mareado por el
intenso clímax, viéndose obligado a caer de rodillas, su culo
titilándole hambriento, de frente al macho que se aferra la base de
la tranca, apuntándole.
-Ahhh...
-chilla sobrepasado de la emoción cuando un disparo abundante,
espeso, viscoso y caliente le cruza el lado derecho de la frente y el
ojo, que cierra, chorreando suavemente; el siguiente golpeándole la
nariz, llenándole las fosas nasales con aquel aroma que le hace
temblar todavía má. Tan perdido que abre la boca y Aspen dirige a
ella un tercer y cuarto trallazos, abundantes, que mojan sus labios y
barbilla, pero especialmente la lengua. Que se cubre con mucha
esperma, sintiéndola caliente, poniendo a trabajar cada papila
gustativa. Y era tal su locura que la saborea, su garganta subiendo y
bajando, tragandolo todo con un abandono y deleite que hace sonreír
al chico, con vanidad. Sabía que su semen le sabía rico a los
maricas.
-Joder,
¿viste como si querías ser mi puta? Esto te gusta, ser un
recipiente para mi virilidad y mi esperma. Ser un marica... -le
indica sonriéndole cuando le mira sobre sus rodillas, todo cubierto
de leche.
......
¿Qué
sigue?, el paseo de la vergüenza. De rodillas, la cara bañada de
esperma, le toca ver al chico subir su shorts de licra, la barra
mojándolo, abultando feamente, sin camisa, saliendo. Seguro de sí,
de que su postura sería admirada por los otros machos... y que tal
vez más de un puto entre ellos podría dejarse ver. Tragando y
respirando afanado, Shawn le ve irse, nota como cinco sujetos le
miran desde la puerta, que ríen, que le señalan, que le preguntan
si no quiere seguir mamando o que entre ellos le atiendan el culo.
No
entiende su shock, su embotamiento cuando se pone de pie acomodándose
la poca ropa que usa, pasándose una mano por el rostro, limpiándose,
no deseando perder el tiempo lavándose. Tan sólo deseando escapar.
No oye a los que le piden que se quede y chupe un poco más, que
tenían tanta leche entre todos que podrían ahogarle en ella.
Sale
de los vestuarios y le parece que todos le miran. Con pasos rígidos
se aleja de allí con el corazón latiéndole dolorosamente ahora en
el pecho. Toma un ascensor para regresar al piso, temiendo ese
momento. Cuando encuentre a sus colegas en la firma. Compañeros de
trabajo... rivales de promociones muchos ellos. Tíos que sabían
que... Enrojece feo. Una pareja entra, un chico y una joven, riendo,
mirándose con amor, saludándole. Él asiente, pero se mantiene
apartado.
-¿No
sientes un olor raro? -pregunta ella a los pocos segundos.
-No,
¿a qué? -se extraña el joven.
-Seguro
no lo notas porque vives apestando a eso... -medio ríe ella.- Huele
a semen... -y en cuanto lo dice, toda traviesa, se congela y mira a
Shawn.
Ardiendo
de vergüenza, este sale, y todavía le toca escuchar que la parejita
ríe. Se detiene frente a la entrada de la suite de cuatro
habitaciones, oyendo...
-¡No
puedes hablar en serio! -es la alarmada voz de Aaron Wells, su colega
rubio.
-Tú
lo viste, se fue con ese carajo, se dejó manosear y... -gruñe
Andrew Tapping.
-Es peor que todo eso, coño, les digo que a estas horas deben haberlo preñado
en ese baño. -tercia Lester Morán, y Shawn cierra los ojos
mareado.- ¡No sólo es un marica sino que ruega por ser enculado en
los baños de los gimnasios!
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