Todo
tío joven ha esperado recibir amor...
......
Es
como si una intensa corriente de lujuria y placer recorriera a Andy
cuando el pesado y velludo hombre cae sobre él, casi derribándole,
teniéndole el cilindro tolete clavado hasta las bolas, halando de su
hoyito vicioso cuando va hacia arriba. Los ojos casi se le blanquean
cuando ocurre, apoyando las manos en el piso arenoso, al elevar su
barra Ryan, sacándosela del culo con fuerza, hasta del glande, y
volviéndole a empalar. Duro. El grito de gozo que arroja habría
sido capaz de helar la sangre de cualquiera... antes de ponérsela a
hervir.
Escuchándole,
sintiendo su verga aprisionada y halada por aquella cálida y húmeda
cavidad, el americano mayor parece perder los tapones. Tan sólo
quiere sentir esa sensación una y otra vez, la que un culito peludo
de chico podría ofrecerle mientras la metía y la sacaba, dándole
con todo, cayendo con todo su peso cada vez, casi rebotando sobre el
muchacho, que se tensaba, arqueaba y gemía de aquella manera putona.
Y era lo otro, al gozo que siente enculándolo, sabiendo que le está
metiendo la verga a otro hombre por el culo, uno al que conoce en
plan de socio, amigo y protegido, se sumaba aquella poderosa
sensación: tenía al mariconcito delirando. Le tenía chillando de
gusto, babeando por boca y verga mientras le daba y daba con su
increíble macana. Así lo pensaba. Así se sentía mientras va y
viene sobre esas tersas nalgas de las que choca.
Ya
no parecía él, se sentía como poseído por una personalidad
totalmente nueva, una que adoraba los culos masculinos. O aquel culo
que parecía teñir de alguna manera. Y eso le obliga a mirar ese...
ese consolador de plata en manos de Hasani. Porque eso era lo que
parecía. Porque ahora sabe que de eso se trata. Y quiere aquello,
mucho de aquello, de ese culo que subía y bajaba goloso buscando su
tranca. Un culo trabajado por ese artefacto. Con un bramido se lo
saca.
-¡Maricón!
-le ruge, rojo de cara, nalgeándole feo y apoyándole luego esa
manota en la espalda, manteniéndole hombros y cabeza gachas mientras
sus nalgas están más arriba. Y así enfila la punta de su tranca
hacia el pequeño agujero que titila salvajemente, como ansioso.
-Vamos,
vamos, coño... -el chico lloriquea, mirando al frente con la frente
fruncida, desesperado.- Ahhh... -expresión que cambia inmediatamente
por una de dicha.
Ryan
le ha clavado nuevamente el tolete, hasta el fondo, donde pulsa y
quema contra las paredes del recto. Y el hombre nuevamente siente esa
poderosa oleada de placer dominante que lo recorre. Es el macho del
lugar, un hombre entre maricones que ansiaban su verga. Aquella
verga, para que llenaras sus viciosos agujeros. Apretando los dientes
le da y le da, más calmado, pero rítmicamente más acelerado,
echando sus caderas de adelante atrás, como en un ballet, dándole y
oyéndole gemir de gozo; dándole y viéndole estremecerse;
clavándosela a fondo y notando que lucha por alzar la espalda, sin
lograrlo ya que sigue manteniéndole allí con la mano. El tolete
rojizo entra y sale de entre esas nalgas redondas, las bolas le
golpean, las del chico también se agita por la fuerza de las
embestidas. Cerrando los ojos, sonriendo, el hombre se toma su
tiempo, cogiéndole a derecha e izquierda, arriba y abajo,
presionándole más con la mano mientras que con la otra le recorre
las nalgas ligeramente velludas.
Atrapado
en su propia dicha, Andy Stoner ya no piensa, no recuerda quién es,
sus anteriores gustos por las chicas; ahora él mismo es una que
tiene una vagina necesitada de hombre. De ese hombre que le obligaba
a retorcerse y gemir de placer mientras le usaba para darle alivio a
su verga. La sentía completamente, cada vena, casa rugosidad, como
si su recto se apretara contra ella. Van y vienen, hombre contra
hombre, culo buscando güevo, y ya nada más tiene sentido.
Quiere
actuar, buscar esa tranca, pero una extraña y maravillosa laxitud
parece apoderarse de él mientras la mirada se le nubla, y cae
nuevamente de panza sobre la tibia arena del milenaria Egipto,
sonriendo. La mano del hombre entre sus omóplatos sube a su cuello,
quedándose quita, poderosa, masculina, la otra le toma una muñeca y
le medio dobla el brazo en la baja espalda, en un movimiento de
control, mientras sigue follándolo, subiendo y bajando su cuerpo,
dándole una y otra vez en el culo, llenándoselo, dejando su barra
allí y todavía empujando más. Puede sentirle, pesado, velludo,
caliente. Maravilloso.
Jadea
casi tragando arena, sintiéndose atravesado por una ola increíble
de placer, algo que calienta su cuerpo todo, que le ruboriza, que
incrementa las haladas que su agujero daba independientemente de su
voluntad. Y aprieta. Mucho. Corriéndose. Se corre con dos, tres
trallazos de esperma que traga la arena del lugar (como una ofrenda),
y casi se desmaya de placer, alcanzado por un orgasmo maravilloso.
Haberlo alcanzado mientras su culo era arado le hizo sentir lo mismo
que cuando metiera por primera vez ese rígido consolador de plata.
Pero todavía mejor... ¿Cómo podía sentirse así una verga de
hombre en tu culo?, lo piensa, sonreído, casi desfallecido. Tanto
que no nota que Ryan, quien sí se dio cuenta de su clímax por las
apretadas y haladas que el culo le propinó, abandona su agujero.
Cayendo de espaldas, alzando la nuca y mirando a Hasani.
-Súbete,
pequeña puta. -le gruñe, dominado por esa fuerza.
Y
el chico casi gatea en su dirección, jadeando, sacandose el
consolador del culo. Se miran, Ryan muy serio, dominante, el chico
todo feliz. Se le sube a hojarascas, mirándole, bajando el cuerpo
mientras toma esa tranca que ya ha mamado y que hasta hace un segundo
le daba fuerte a su mejor amigo por el culo; pero toda idea acaba
cuando siente el frote del glande contra su raja, contras su peluda
entrada. Baja y baja, tomándose su tiempo, gozando de la entrada de
la cabecita, de cada centímetro de la cilíndrica tranca que pulsa y
quema contra sus entrañas mientras se desplaza. Y mientras baja se
tensa y grita, ojos cerrados, cabeza echada hacia atrás. Si, si, eso
era lo que quería. ¡Un güevo!
Baja
de golpe cuando todavía quedaba medio falo afuera, terminando
sentado sobre la pelvis de su jefe. Y grita otra vez, sus piernas
temblando, casi juntando las rodillas para contener la salvaje oleada
de placer debilitante que le recorre. El americano se excita más, de
verle tan descontrolado, tan tembloroso, tan ansioso mientras sube y
baja y sus piernas parecen no poder sostenerle. Es tanto que cae
sentado y sus rodillas también, apoyándolas en la arena. Y así
sigue, arqueando el joven torso, echando la cabeza hacia atrás.
Ryan, sintiéndose más caliente por minuto (cuando ese culo vicioso
baja, sigue chupando, halándole, pero también sintiendo esa
vibración de campanada que...), alza las manos y el chico las toma,
como buscando apoyo en ellas para continuar subiendo y bajando su
cuerpo.
Era
un hermoso espectáculo sexual, el hombre grande, rubio, velludo,
vistiendo su ropa interior enteriza, con las bolas y el tolete afuera
mientras un esbelto y bajito pero fornido chico sube y baja sus
nalgas redondas y duras que se abren y cierran en su ir y venir,
atrapándole el tolete, halándolo y ordeñándolo. Los labios de ese
culo se adhieren golosos, igual que los pelos, a ese palo de carne
dura, venosa y pulsante. Y mientras ríe y medio solloza, perdido en
un mundo de sensaciones, Hasani sigue y sigue, enculándose de
aquella tranca como si no hubiera mañana.
No
sabe cuántos minutos lo hace, piensa Ryan, pero nota que Andy se
agita, se medio sienta, les ve y sonríe... tomando el consolador de
plata. Llevando la punta, acostado de medio lado, mirándoles, a su
agujero cuando eleva una pierna. Metiéndoselo, gimiendo, llegando a
un punto en el cual sus chillidos de gozo parece sincronizarse con
los de Hasani que sigue cabalgándole, apretándole duro las manos,
tambien la verga con su joven y goloso culo. Todo era tan sucio...
Y
siguen y siguen, y llega un momento cuando Ryan, quien ha disparado
ya dos cargas abundantes y espesas de semen en esos agujeros, casi se
alarma. Porque los chicos no quieren parar. Desean más y más sexo,
dar más lamidas, tragar. Quieren más verga, más polla. Más güevo.
Montarse en el consolador de plata pero también sobre su barra. Y
era caliente verlos, por lo sucio, pero, aunque el espíritu fuera
fuerte, la carne era débil... y cuando se agotaba se volvía blanda.
......
-Houston...
¡Houston! ¡HOUSTON! -oye a lo lejos los gritos, algo desconcertados
y alarmados. Y las sacudidas sobre su cuerpo.
Costándole
abre los ojos y nota que sigue sobre la arena que cubre el piso de
piedra del templo. Que continúa en ropa interior... con la verga
afuera. Y que allí estaba un desconcertado y alarmado Jean Luc
Molines, mirándole. No el tolete, y sin lujuria en la mirada, si
algo había que señalar. Todo le regresa a la cabeza con fuerza y se
sienta, sintiendo un dolor de cintura... cubriéndose la verga de
todas manera.
-¡Cómo
costó despertarle, por Dios! -le urge el rubio galo.
-¿Que...?
¿Qué ocurre?
-Se
trata de Stoner y Asim. -jadea y le alarma.- Debe subir. ¡Esos dos
se han vuelto locos! ¡Quieren follar con todos los hombres del
campamento!
CONTINÚA ... 13
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