domingo, 7 de julio de 2019

EL CONSOLADOR DE PLATA... 12

EL CONSOLADOR DE PLATA                         ... 11
   Todo tío joven ha esperado recibir amor...
......
   Es como si una intensa corriente de lujuria y placer recorriera a Andy cuando el pesado y velludo hombre cae sobre él, casi derribándole, teniéndole el cilindro tolete clavado hasta las bolas, halando de su hoyito vicioso cuando va hacia arriba. Los ojos casi se le blanquean cuando ocurre, apoyando las manos en el piso arenoso, al elevar su barra Ryan, sacándosela del culo con fuerza, hasta del glande, y volviéndole a empalar. Duro. El grito de gozo que arroja habría sido capaz de helar la sangre de cualquiera... antes de ponérsela a hervir.
   Escuchándole, sintiendo su verga aprisionada y halada por aquella cálida y húmeda cavidad, el americano mayor parece perder los tapones. Tan sólo quiere sentir esa sensación una y otra vez, la que un culito peludo de chico podría ofrecerle mientras la metía y la sacaba, dándole con todo, cayendo con todo su peso cada vez, casi rebotando sobre el muchacho, que se tensaba, arqueaba y gemía de aquella manera putona. Y era lo otro, al gozo que siente enculándolo, sabiendo que le está metiendo la verga a otro hombre por el culo, uno al que conoce en plan de socio, amigo y protegido, se sumaba aquella poderosa sensación: tenía al mariconcito delirando. Le tenía chillando de gusto, babeando por boca y verga mientras le daba y daba con su increíble macana. Así lo pensaba. Así se sentía mientras va y viene sobre esas tersas nalgas de las que choca.
   Ya no parecía él, se sentía como poseído por una personalidad totalmente nueva, una que adoraba los culos masculinos. O aquel culo que parecía teñir de alguna manera. Y eso le obliga a mirar ese... ese consolador de plata en manos de Hasani. Porque eso era lo que parecía. Porque ahora sabe que de eso se trata. Y quiere aquello, mucho de aquello, de ese culo que subía y bajaba goloso buscando su tranca. Un culo trabajado por ese artefacto. Con un bramido se lo saca.
   -¡Maricón! -le ruge, rojo de cara, nalgeándole feo y apoyándole luego esa manota en la espalda, manteniéndole hombros y cabeza gachas mientras sus nalgas están más arriba. Y así enfila la punta de su tranca hacia el pequeño agujero que titila salvajemente, como ansioso.
   -Vamos, vamos, coño... -el chico lloriquea, mirando al frente con la frente fruncida, desesperado.- Ahhh... -expresión que cambia inmediatamente por una de dicha.
   Ryan le ha clavado nuevamente el tolete, hasta el fondo, donde pulsa y quema contra las paredes del recto. Y el hombre nuevamente siente esa poderosa oleada de placer dominante que lo recorre. Es el macho del lugar, un hombre entre maricones que ansiaban su verga. Aquella verga, para que llenaras sus viciosos agujeros. Apretando los dientes le da y le da, más calmado, pero rítmicamente más acelerado, echando sus caderas de adelante atrás, como en un ballet, dándole y oyéndole gemir de gozo; dándole y viéndole estremecerse; clavándosela a fondo y notando que lucha por alzar la espalda, sin lograrlo ya que sigue manteniéndole allí con la mano. El tolete rojizo entra y sale de entre esas nalgas redondas, las bolas le golpean, las del chico también se agita por la fuerza de las embestidas. Cerrando los ojos, sonriendo, el hombre se toma su tiempo, cogiéndole a derecha e izquierda, arriba y abajo, presionándole más con la mano mientras que con la otra le recorre las nalgas ligeramente velludas.
   Atrapado en su propia dicha, Andy Stoner ya no piensa, no recuerda quién es, sus anteriores gustos por las chicas; ahora él mismo es una que tiene una vagina necesitada de hombre. De ese hombre que le obligaba a retorcerse y gemir de placer mientras le usaba para darle alivio a su verga. La sentía completamente, cada vena, casa rugosidad, como si su recto se apretara contra ella. Van y vienen, hombre contra hombre, culo buscando güevo, y ya nada más tiene sentido.
   Quiere actuar, buscar esa tranca, pero una extraña y maravillosa laxitud parece apoderarse de él mientras la mirada se le nubla, y cae nuevamente de panza sobre la tibia arena del milenaria Egipto, sonriendo. La mano del hombre entre sus omóplatos sube a su cuello, quedándose quita, poderosa, masculina, la otra le toma una muñeca y le medio dobla el brazo en la baja espalda, en un movimiento de control, mientras sigue follándolo, subiendo y bajando su cuerpo, dándole una y otra vez en el culo, llenándoselo, dejando su barra allí y todavía empujando más. Puede sentirle, pesado, velludo, caliente. Maravilloso.
   Jadea casi tragando arena, sintiéndose atravesado por una ola increíble de placer, algo que calienta su cuerpo todo, que le ruboriza, que incrementa las haladas que su agujero daba independientemente de su voluntad. Y aprieta. Mucho. Corriéndose. Se corre con dos, tres trallazos de esperma que traga la arena del lugar (como una ofrenda), y casi se desmaya de placer, alcanzado por un orgasmo maravilloso. Haberlo alcanzado mientras su culo era arado le hizo sentir lo mismo que cuando metiera por primera vez ese rígido consolador de plata. Pero todavía mejor... ¿Cómo podía sentirse así una verga de hombre en tu culo?, lo piensa, sonreído, casi desfallecido. Tanto que no nota que Ryan, quien sí se dio cuenta de su clímax por las apretadas y haladas que el culo le propinó, abandona su agujero. Cayendo de espaldas, alzando la nuca y mirando a Hasani.
   -Súbete, pequeña puta. -le gruñe, dominado por esa fuerza.
   Y el chico casi gatea en su dirección, jadeando, sacandose el consolador del culo. Se miran, Ryan muy serio, dominante, el chico todo feliz. Se le sube a hojarascas, mirándole, bajando el cuerpo mientras toma esa tranca que ya ha mamado y que hasta hace un segundo le daba fuerte a su mejor amigo por el culo; pero toda idea acaba cuando siente el frote del glande contra su raja, contras su peluda entrada. Baja y baja, tomándose su tiempo, gozando de la entrada de la cabecita, de cada centímetro de la cilíndrica tranca que pulsa y quema contra sus entrañas mientras se desplaza. Y mientras baja se tensa y grita, ojos cerrados, cabeza echada hacia atrás. Si, si, eso era lo que quería. ¡Un güevo!
   Baja de golpe cuando todavía quedaba medio falo afuera, terminando sentado sobre la pelvis de su jefe. Y grita otra vez, sus piernas temblando, casi juntando las rodillas para contener la salvaje oleada de placer debilitante que le recorre. El americano se excita más, de verle tan descontrolado, tan tembloroso, tan ansioso mientras sube y baja y sus piernas parecen no poder sostenerle. Es tanto que cae sentado y sus rodillas también, apoyándolas en la arena. Y así sigue, arqueando el joven torso, echando la cabeza hacia atrás. Ryan, sintiéndose más caliente por minuto (cuando ese culo vicioso baja, sigue chupando, halándole, pero también sintiendo esa vibración de campanada que...), alza las manos y el chico las toma, como buscando apoyo en ellas para continuar subiendo y bajando su cuerpo.
   Era un hermoso espectáculo sexual, el hombre grande, rubio, velludo, vistiendo su ropa interior enteriza, con las bolas y el tolete afuera mientras un esbelto y bajito pero fornido chico sube y baja sus nalgas redondas y duras que se abren y cierran en su ir y venir, atrapándole el tolete, halándolo y ordeñándolo. Los labios de ese culo se adhieren golosos, igual que los pelos, a ese palo de carne dura, venosa y pulsante. Y mientras ríe y medio solloza, perdido en un mundo de sensaciones, Hasani sigue y sigue, enculándose de aquella tranca como si no hubiera mañana.
   No sabe cuántos minutos lo hace, piensa Ryan, pero nota que Andy se agita, se medio sienta, les ve y sonríe... tomando el consolador de plata. Llevando la punta, acostado de medio lado, mirándoles, a su agujero cuando eleva una pierna. Metiéndoselo, gimiendo, llegando a un punto en el cual sus chillidos de gozo parece sincronizarse con los de Hasani que sigue cabalgándole, apretándole duro las manos, tambien la verga con su joven y goloso culo. Todo era tan sucio...
   Y siguen y siguen, y llega un momento cuando Ryan, quien ha disparado ya dos cargas abundantes y espesas de semen en esos agujeros, casi se alarma. Porque los chicos no quieren parar. Desean más y más sexo, dar más lamidas, tragar. Quieren más verga, más polla. Más güevo. Montarse en el consolador de plata pero también sobre su barra. Y era caliente verlos, por lo sucio, pero, aunque el espíritu fuera fuerte, la carne era débil... y cuando se agotaba se volvía blanda.
......
   -Houston... ¡Houston! ¡HOUSTON! -oye a lo lejos los gritos, algo desconcertados y alarmados. Y las sacudidas sobre su cuerpo.
   Costándole abre los ojos y nota que sigue sobre la arena que cubre el piso de piedra del templo. Que continúa en ropa interior... con la verga afuera. Y que allí estaba un desconcertado y alarmado Jean Luc Molines, mirándole. No el tolete, y sin lujuria en la mirada, si algo había que señalar. Todo le regresa a la cabeza con fuerza y se sienta, sintiendo un dolor de cintura... cubriéndose la verga de todas manera.
   -¡Cómo costó despertarle, por Dios! -le urge el rubio galo.
   -¿Que...? ¿Qué ocurre?
   -Se trata de Stoner y Asim. -jadea y le alarma.- Debe subir. ¡Esos dos se han vuelto locos! ¡Quieren follar con todos los hombres del campamento!
CONTINÚA ... 13

No hay comentarios.:

Publicar un comentario