jueves, 3 de octubre de 2019

EL EXAMEN MEDICO DEL SEÑOR JONES... 5

...EL SEÑOR JONES                         ... 4
            
   Hay papis que...
...

   Pero en verdad no puede hacer nada para detenerle, mientras medio mece su cuerpo de adelante atrás, nuevamente sobre manos y rodillas, sobre esa camilla. Sabe que lo hace tanto para cubrir y retirarse de esa verga, dándole chupadas, haladas y apretones que gustaban al fornido hombre joven pero que a él sencillamente le enloquecían (joder, una verga en la boca, ¡al fin!), como el que también lo hace para sentir el peso de ese brazo sobre su cuerpo, pero especialmente de esos dedos, dos, que lubrican la entrada de su culo nuevamente. Le escucha respirar pesadamente, ronronear ronco, meciendo sus caderas cogiéndole la boca, sabiendo que lo disfruta y su propio placer parece dispararse todavía más: Le encantaba mamar güevo, por Dios, pero esto parecía intensificarse al saber que el otro lo estaba gozando.

   Nunca antes había hecho nada con un hombre fuera de aquellas pajas que le diera a su compañero de cuarto en la universidad (y a sus amigos, aquella noche, todos riendo, llamándole maricón, que se notaba que amaba tener tres buenas pollas para él, cada uno poniéndose de pie con urgencia en su momento, corriéndose entre gritos, alcanzándole el joven rostro de empollón con sus abundantes cargas de semen hirviente, espeso y oloroso), pero ahora estaba desatado. Le encantaba el cómo se sentía la textura suave de esa verga contra sus labios, sentirla deslizándose sobre su lengua, que se agitaba hambrienta, cerrando las mejillas alrededor de ella y notando cada pulsante vena llena de sangre y ganas jóvenes, soltando esos jugos que le parecían el más rico licor...

   No sabe que sonríe como ido a pesar de la tranca que se hunde y emerge de sus labios, que mana de ellos un poco de saliva espesa bañándole la barbilla, que tiene en los ojos, tras los lentes que no caen, una expresión casi ida. Hay un gesto como de quien está probando un delicioso helado de chocolate por primera vez, con ronroneos y todo mientras va y viene chapaleando con los algo resecos labios sobre la dura barra de joder. El hombre joven si lo nota, y sonríe, porque hay dos cosas que entiende del tipo...

   Que necesitaba de eso, de una buena polla, desde hace muchos años... y que de cierta manera le gustaba ser controlado. Que un hombre le dijera qué hacer para luego desatarse como la más ávida, hambrienta y puta de las putas. Lo nota por la manera en la cual ahueca la garganta para tragar todo su tolete y resollarle en los muy recortados pelos púbicos. Todo eso era iniciativa. Hambre de güevo, si, pero también sus propias ganas de conseguirlo.

   Y si, ladeando una y otra vez el rostro, tomándolo desde distintos ángulos, Gregory Jones chupa aquella verga, la primera. Algo que debió hacer hace muchos años. Y sus ojos parecen irse a un lugar lejano tras los anteojos mientras sigue alimentándose de virilidad. Contempla su vida como un joven educado, apuesto, aseado, de suéteres y anteojos, dedicado a sus estudios, a visitar a su novia de la universidad... y chupando cuantos güevos cayeran a su alcance, bebiendo el rico licor producido entre las piernas de los hombres. Imagina toda una larga vida de pollas trabajadas. Todo ese tiempo perdido... Siente, no puede evitarlo, algo de pena por sí mismo. ¿Por qué se contuvo, qué ganaba no viviendo?

   Pero ahora... Esos dedos seguían jugando con su entrada, regando y untando aquel lubricante claro. Sabía que empujaba contra ellos, que deseaba que penetraran su culo.

   -Estás caliente, perra. -le oye, voz autoritaria, ronca, lujuriosa, y se estremece tanto de debilidad y ganas que teme caer nuevamente de la mesa, mientras su propia verga deja escapar un chorrito de líquidos pre eycaculares.- Tu culo exige atenciones. ¿Estás listo para esto? -le pregunta, retirando su verga de aquella boca, mirándole a los ojos.

   -Doctor... -todavía se ve perdido, angustiado entre el deseo y cierto temor. Algo comprensible al tener tras de sí toda una vida funcionando como heterosexual.

   -Sabes que lo necesitas, amigo, liberarte de tus muros mentales.

   Jones traga, no puede negarse que asustado a cierto nivel, cuando el otro desaparece de su vista, le rodea y tomándole las caderas le hala, obligándole a baja las piernas de la camilla, posando los pies en el piso, abriéndose más de nalgas, quedando a cierta altura. Sabe que su culo, brillante de lubricantes, está totalmente expuesto.

   -No sé si...

   -No te negaré que tal vez te moleste un poco. Pero, créeme, conozco a una perra en cuanto la veo. Pronto estarás chillando por más, y querrás que entre alguien más para sentir dos toletes abriéndote el coño. -asegura todo juguetón. Azotándole las nalgas con su barra, esta bien dura y caliente, provocándole estremecimientos adicionales.

   El hombre mayor intenta concentrarse en su vida, en su familia, en su esposa... ¡Pero era tan difícil con la punta lisa de aquella verga apuñalándole la entrada, sin penetrar! Jadea, totalmente avergonzado, cuando lo siente, lo que ocurre sin que tenga nada qué ver en ello. Sabe que los pliegues de su culo se abren y cierran con el contacto. Exigiendo lo suyo. Era vergonzoso pero real.

   -Ahhh... -el rostro se le contrae en una mueca de dolor que no es tal, pero lo parece, con la boca muy abierta, igual los ojos y la frente fruncida cuando aquel nabo de carne suave y esponjosa se presiona más y más contra su todavía (sí, todavía, a pesar de los dedos) virgen culo. Aquel hombre iba a tomar su inocencia, su virtud, su...

   -Aún tienes miedo, pero también te cocinas en tus jugos, perra... -oye la voz de Thompson, quien alarga una manota y le atrapa el cabello, halándole suavemente hacia atrás.- ¿Lista para renacer, zorra?
...

   -¿Qué diablos fue eso? -pregunta el hombre sesentón sentado en la sala de espera, una emergencia (no puede orinar) acompañado de su esposa, la cual alza la mirada hacia la puerta del consultorio del doctor Thompson.

   -¿Qué? -el hombre tras la recepción, después de lanzar un vistazo también en esa dirección, finge normalidad.

   -Parecía un grito. -agrega la mujer.- Como si le sacaran una muela a alguien, sin anestesia.

   O como si le perforaran el culo a un carajo, piensa el joven vestido de verde, conteniendo una exasperada sonrisa; pero también lo piensa el hombre mayor, quien, en su tiempo, conoció a mucha clase de tíos cuando servía en el ejército.

   -No escuché nada. -sonríe el joven, pero si, algo se oye, y eso que la puerta calzaba bien.

   -¿Ni eso? -el sesentón, muy rápido, le enfrenta.

   Joder. ¿Qué hacía el doctor? ¿Tendría que entrar? Tenía, esos chillidos se escuchaban más y más...
......

   -¡Separa las nalgas, perra! -ordena el hombre, entre dientes, notándose que gozaba al dirigir su gruesa verga contra aquella boquita redonda y peluda que se abría golosa para él en medio de aquellas nalgas masculina.

   -¡Ahhh! -chilla Gregg, temblando, llevando las manos a sus nalgas y separándolas todavía más.

   Aquello debió ser horrible, un momento traumático y en verdad algo hubo; cuando la cabezota lisa y caliente logró romper su sello de fábrica, había arrugado la frente y gemido con dolor, pero en cuanto penetró, lentamente, sin prisa pero sin pausa, llenándole de güevo, todo perdió sentido. Parpadeó de sorpresa, con la boca muy abierta, sintiendo cabalmente cada vena hinchada de aquella mole refregándole las paredes del recto, las cuales parecían estallar en llamas a su paso, esos vasos latiendo con fuerza. Y cuando se retiró un poco, regresando, aquella sensación pareció multiplicarse por mil y arqueó la espalda, alzó el rostro y comenzó a chillar de una manera intensa, tanto que se escuchaba afuera. Parecía actriz porno de los ochenta con todos esos gemidos incontrolables.

   El médico sonrió algo sorprendido, no de que respondiera, ya conocía a los hombres reprimidos sexualmente por falta de pollas, era porque... Joder, ese culo pareció mojarse de algo caliente que le envolvió y atrapó la verga, como una vagina real, halándole, succionándole, dándole apretones intensos. Tantos que, olvidando su natural cautela para esos inicios, comenzó a follarle en serio, con ganas, casi sacándosela toda del peludo agujero y cayendo contra él, enterrándosela de golpe. Tan sólo para escucharle gemir así, verle estremecerse... y notar como comienza, rítmicamente, a mover ese culo de adelante atrás, buscándole la tranca con ganas.

   -¡Eres un viejo sucio! ¡Completa y totalmente sucio! -escucha que le ruge el hombre joven y eso le hace soltar una risita de felicidad. Cuando una manota cae en su nuca, ruda, obligándole a caer, a apoyar el rostro, lateralizado, sobre la camilla mientras sigue follándole, controlándole, Jones siente que se correrá. ¡Qué hombre!, pensaba mientras su culo era una sopa caliente.- Toma, toma, puto. Vamos, muévelo, muévelo como... como... -le incita, dándole más y más, estremeciendo la mesa con la fuerza de las embestidas, esas nalgas siendo azotadas.

   -¡COMO UNA PUTA! -chilla entre gemidos, sonriendo, babeando.- ¡Cógeme como a una puta! ¡Tu puta! -ruge justo cuando la puerta del consultorio se abre.

CONTINÚA ... 6

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