domingo, 3 de noviembre de 2019

EL EXAMEN MEDICO DEL SEÑOR JONES... 7

...EL SEÑOR JONES                         ... 6
        
   Curado...
...

   Pero era tan gordo, Dios, piensa con la boca muy abierta, notándolo todo, quemándole en unas entrañas que se le cierran golosamente sobre ella, sintiéndolo todavía mejor.

   -Órdenes del médico, señor Jones. -le oye decir de manera formal, atrapándole con una mano en un hombro, retirando el tolete lentamente, como para que lo experimente todo, que lo viva, la refregada, las dimensiones. ¡Y vaya que lo siente!

   -Ahhh, ahhh... es tan grueso.

   -¿Verdad? -es la réplica feliz, aunque sigue serio.- Pocas nenas pueden soportarlo, cómo hace usted. Se nota que el doctor sabe de lo que habla, tiene un buen coño aquí entre las nalgas.

   -¡Muchacho! -se alarma un poco, rojo de cara.

   -Dime, cuando un hombre te folla y tiene ese poder sobre ti, uno que te vuelve... esto, una temblorosa gelatina maricona, ¿te gusta mucho? -pregunta y extrañamente le emociona, mientras le empuja otra vez el tolete hasta los negros pelos púbicos.

   -Hummm...

   -Si, se nota que te gusta. Joder, el doctor sabe de lo que habla cuando dice que ha pillado a un marica de armario... -se burla atrapándole el otro hombro también, como para afincarse.

   -¡Ohhh! -chilla largamente Gregg, aunque no quiere, desea contenerse un poco y no lucir tan desesperadamente maricón y urgido de vergas. Pero no puede.

   -Toma, toma, vieja puta. -el chico pronto cae en el juego y el hombre maduro cierra los ojos, sonriendo con la frente fruncida, “sufriendo" sus indetenibles embestidas con la gruesa polla caliente y pulsante.

   El joven profesional empuja con fuerza contra aquel agujero caliente y sedoso que se abría para recibirlo y apretarlo. Y las manos de Gregg casi tiemblan mientras busca aferrarse mejor dado el debilitante placer que lo recorrer. Puede sentir lo grueso, caliente y nervudo que es ese tolete mientras insiste una y otra vez en meterse en su estrecho agujero, refregándole todo de una manera tan intensa y placentera que sonríe y balbucea sin voz, la frente arrugada. Los muslos musculosos del hombre joven, llenando de manera visible ese pantalón verde, van y vienen mientras empuja el gordo güevo dentro de la abertura acanalada que forman culo y nalgas; le da hasta que su pelvis aplasta esos glúteos, pero todavía es posible ver uno o dos centímetros de tolete afuera, frenado como queda por la piel del otro, mientras le azota con las bolas. Le da y le da casi lanzándole sobre la camilla, agitándolo con las embestidas. Estimulándole, excitándole más y más. Gregg siente el miembro súper duro y listo para el orgasmo. Lo necesita, lleva una de sus mano y se lo toca, quiere darse y correrse, lo necesita o se volverá loco. O le estallara la cabeza. O las dos, la de arriba y la de abajo.

   -No, nada de eso. -una nalgada del joven le recuerda que no debe tocarse ni correrse.

   -Por favor, déjame; necesito... -lloriquea sobre un hombro, su cuerpo agitándose de adelante atrás.

   -Son órdenes del médico. -le recuerda.- Confórmate con disfrutar de mi verga en tu concha caliente. Tómala, tómala así, toda, hasta los pelos. ¿Te gusta, verdad? Te gusta que no uno sino dos hombres jóvenes y briosos estén tan calientes con tu vagina, y que te la estén atendiendo, ¿no es así? Eso es, gózalo, marica, estás recibiendo lo que quieres y mereces.

   Diciendo aquello comenzó con embestidas más fuertes, reteniéndole con las manos sobre los hombros, casi halándole para metérsela más. Algo completamente innecesario porque el hombre maduro sí que empuja su culo hacia atrás. Caliente y desesperado, tan sólo dominado por una certeza: Si ese muchacho seguía dandole güevo así, golpeando con esa barra su próstata de aquella manera, terminaría disfrutando de uno de esos extraños orgasmos anales de los que ha leído y escuchado a veces como bromas al referirse a los homosexuales.

   Aquello parecía una locura surrealista levantada para enloquecerle, piensa el jadeante hombre, bañado de transpiración, gimiendo cada vez que aquella polla se le enterraba hasta los pelos por el culo. Aquel sujeto le gruñía “no te corras”, mientras le daba y daba sobre las sensibles paredes del recto, que se electrizaban al cruce de la tersa mole caliente, y le golpeaba en la próstata casi haciéndole ver lucecitas estallando frente a sus ojos. ¿Qué aguante, qué no puede estallar en el intenso y urgente orgasmo que siente que nace en sus bolas, en su cerebro, en todo su cuerpo? ¡Estaban torturándole! Le da y le da, estremeciéndole contra aquella mesa, su tranca propia saltando de aquí para allá, mojándolo todo, ¡y todavía esperaba que se controlara! Y lo intentaba. Por Dios que si.

   Chilla escandalosamente de gozo, con la tranca intensamente roja de ganas, cuando el joven le suelta los hombros y mete las manos dentro de la camiseta, atrapando su torso esbeltamente esculpido por una vida de dietas, regímenes y ejercicios, apretándole fuerte los pectorales velluditos, presionando de aquella manera sus tetillas que parecían botones que disparaban placer; pero nada a lo que chilla cuando, teniéndole así atrapado, el joven le hala con rudeza, levantándole el cuerpo de la mesa de examen, parándole, chocando sus cuerpos.

   -¡Oooooh, Diooooos...! -gimió ya sin control sobre sí.

   Sus nalgas se habían cerrado un poco, así que cuando aquella verga gorda salió y regresó la sintió aún más intensamente, como si estuviera un poquito más “virgen”. Y los rozones eran tan nuevos como maravilloso. Chilló y lloriqueó mientras reía, atrapado por sus pectorales, aplastado contra ese muchacho fuerte y vigoroso, caliente y sensual que seguía cepillándole el culo con su tolete pulsante y babeante, susurrandole suciedades en el oido, como que lo imagina chorreado con la leche de cientos de marineros en el baño de un bar, o saltando como una perra feliz sobre las vergas de todos sus alumnos machos.

   Le coge una y otra vez, con rudeza, reteniéndole contra su cuerpo, gruñéndole en una oreja, bañándosela suavemente con su aliento, mareándole con una sensualidad nueva. Se sentía tan bien estar así, abrazado por detrás, retenido por las manos fuertes y jóvenes de un macho que lamenta, en verdad, no haberse entregado antes a toda esa lujuria y placer, admite con abandono.

   -Joder, mi novia no tiene un coño tan apretado como este, ni hala tanto tampoco. -le oye gruñir en su oreja, los labios rozandole.
 
   Y se estremece temblando todo como una feliz gelatina de fresa. Se siente tan excitado, tan realizado que siente como sus bolas se contraen, como su tranca babea incontrolable, como el semen parece querer escapar por su conducto.

   -¿Que...? No, no. ¡No! -gimotea cuando el chico se detiene; le mira suplicante sobre un hombro.

   -No puede, son órdenes del médico. ¿Recuerda? ¡Nada de orgasmos! Toma aire, respira profundamente, serénate. Confórmate con sentir mi verga clavada aún en tu apretado, cálido y mojado coño... el cómo late de ganas. Y esperemos.

   -¡Ahhh! -gime de frustración, porque casi se corre escuchándole. Dios, ¡estaba tan perdido de puto!
......

   Suspirando algo chasqueado, el doctor Lucas Thompson sale de otra oficina, lamentando el haber perdido a un paciente. Pero la verdad es que no hubo manera de arreglar ese asunto. El hombre había adivinado en las que andaba. Una pena. Si comentaba algo...

   Sonríe acercándose a su otra oficina, escuchando los gritos lamentos del “paciente”, el cual erizaba de lo mucho que se notaba que gozaba, según su tono. ¿Habría podido resistir el hombre o ya habría bañado de esperma todo su consultorio? Un marica tan insatisfecho como él, engolosinado de pronto con su descubrimiento, era difícil que aguantara; pero quién sabe. Sería molesto, aunque no catastrófico. ¿Estaría aún sintiéndose algo cortado e incómodo expuesto ante su propia sexualidad? Muchos necesitaban de mucha ayuda para lograr sacar a la zorra caliente y ávida de sexo duro que llevaban por dentro, recapitula con pesar por esos pobres maricones reprimidos, eternamente condenados a ocultarse aún de sí mismos y sin llegar a experimentar la verdadera gloria de una real sexualidad sobre una polla dura y caliente latiéndoles en las entrañas. Si el señor Jones...

   Abre la puerta y se queda de piedra. ¡Vaya con el viejo!

CONTINÚA ... 8

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