SI EL NORTE FUERA EL SUR
Déjame
que yo te digo...
Indudablemente el conocimiento es una guía hacia la sabiduría, una luz en medio de la oscuridad, un posible punto de anclaje en el caos del universo y de la existencia. Y la verdad expresada en la frase de Miguel de Unamuno es incontrovertible. Me hace recordar esa soberbia película, Invictus, sobre la vida de Nelson Mandela, protagonizada por Morgan Freeman. Fuera de lo poética que fue, lo hermosa, lo positiva, siempre he pensado que si al menos una cuarta parte de lo allí plasmado era verdad sobre el gran hombre, este era todavía mejor de lo imaginado. Mandela supo ver que habían dos caminos para Sudáfrica cuando los cambios de marea comenzaban: lograr justicia para el pueblo negro sometido a siglos de opresión aberrante utilizando los mismos métodos de exclusión, como un desquite histórico, o crear un país no usando esos mismos métodos de exclusión, uno donde todos cupieran y que no se desbarataba la nación en la ola de violencia que sacudió a muchas otras en el África negra a la salida de la tenia que fueron los amos coloniales.
En
esa película encontramos esta escena, cuando se va a unas votaciones
para acabar con el nombre y los colores del equipo de rugby
sudafricano porque eran un emblema del Apartheid, ese conjunto de
aberrantes leyes de sometimiento y control a la población negra; y
en dichas votaciones Mandela se expone al rechazo de sus seguidores
evitando aquello, justificandolo ante una asistente que si atacan a
los blancos por razones pequeñas y tontas, como un simple desquite
porque ahora pueden, tendrá demasiados frentes abiertos cuando le
toque lidiar con ellos en lo comercial, industrial y aún militar,
que todavía controlaban. La asistente le recordaba que el ochenta
por ciento de la población quería que se eliminara al equipo y este
le responde que a veces el líder debe decirle al pueblo que está
equivocado. Y es cierto.
No
siendo tan graves ni trascendentalistas, la frase del señor Unamuno
sirve para ilustrar el hecho de que los niños preferirían mil veces
comer helados, si se les deja, pero el adulto sabe que también
necesitan de sopas y vegetales; que está bien que quieran jugar, que
eso les divierte y les gusta mucho, pero que también deben estudiar.
Convirtiéndose así en los “malos” de la partida. Y, sin
embargo, como dijera el gran Albert Einstein, todo es relativo. Aún
las ideas y el pensamiento según la mirada que se dé a ellas (si no
pregúntenselo a Darwin, Nietzsche y Wagner), todo tiene dos caras,
porque todo pensamiento es interpretativo (FILOSOFIAS,
SOCIEDADES Y TENDENCIAS).
Y muchas veces se siente la tentación de usar aquellas partes, o
aquella mirada que nos interesa o conviene, la que, como un horóscopo
en periódico viejo, pareciera que dice lo que queríamos escuchar,
por lo tanto encaja y es.
Un
pensamiento hermoso como este puede ser interpretado por un iluminado
para su causa (no hablo de esa tontería de los iluminatis), que
puede creer que una sociedad, por ejemplo, debe entregar y sacrificar
sus derechos a pensar, decir y actuar como le parezca en conciencia,
en aras de la seguridad, por citar otro ejemplo; por lo tanto lo que
escribas o hables por teléfono se tolera y justifica que sea
monitoreado y luego utilizado en tu contra en el terreno que sea
porque se busca criminales o terroristas, así sea en el cuarto de
baño de la reina de Inglaterra, por decir algo. Y eso cuando se
toman la molestia de coacionarete, acosarte y llevarte a pensar así,
otros simplemente lo deciden ellos y lo hacen porque para eso son
tan... iluminados. Hubo, y hay, sistemas monstruosos donde a la
población se le quiso encasillar en tal o cual cuadro,
ordenándoseles la vida en tal o cual función en bien del estado, tú
obrero, tú atleta, tú soldado. Y ay de quien no estuviera de
acuerdo. Se volvía “enemigo del pueblo”.
Como
se ve, la idea es hermosa, es un buen punto de partida para discutir
el mundo, la realidad, sacar conclusiones. Que puede dar frutos si se
cuenta con la fortuna de una personalidad no sólo fuerte sino clara;
pero también deja la puerta abierta a la libre interpretación, a
“déjame a mí que yo sí sé y te voy a resolver la vida
poniéndote en ese lugar. Tú sólo no te muevas de allí. Te lo digo
por las buenas porque tambien te puedo obligar”. Al final, el
hombre (y me refiero a la humanidad), termina siendo la medida de
todas las cosas. Según vea lo que logra discernir o lo que desea
encontrar, usa lo que tenga a mano. Y estos caso son los peligrosos,
es como quienes ven en cada exhortación a propagar una idea
religiosa, por ejemplo, un llamado a usar la violencia física para
imponer el punto, cuando en verdad satisface una necesidad íntima de
su personalidad: un hombre violento necesita escudarse tras un dios
violento. Entonces, visto esto, el mismo hombre debe ser el límite.
Pero
las ideas no pueden ni deben limitarse, por escandaloso o
desconcertante, o aprensivo que sea algo al ser planteado. Una raza
que no se prepara, que no se adapta (conservando ciertas verdades
intrínsecas que lamentablemente tampoco son muy claras a veces),
degenera, enferma y muchas veces sufren agonías de siglos hasta que
terminan. Roma acabó, el mundo maya también. Inglaterra ya no es la
señora de los mares. Los tiempos históricos pasan, a veces con más
penas que glorias si las sociedades pierden el rumbo, el impulso que
llevaban.
Si
el hombre es la medida de todas las cosas, siendo también el límite
para no extraviarse ante cada nueva idea, el aprendizaje sólo puede
alcanzarse a través de una valoración ética de la realidad de
parte de la mayoría sensata, de las acciones y sus consecuencias al
adoptar dichas ideas. Todo lo que cause guerras, miseria, sufrimiento
o persecuciones debería ser considerado “malo” por la mayoría,
y por lo tanto debe encontrar su oposición; sin embargo, por extraño
que parezca, esto nunca es tan fácil de entender o aceptar. Pero si
el día de mañana cada hombre, mujer y niño de este planeta amanece
pensando que no podemos seguir contaminando el aire con desechos
industriales porque de verdad como que hace más calor, como que es
más difícil respirar, como que hay mayores casos de cánceres de
pulmones, las sequías como que están acabando de verdad con todo y
los desiertos como que están creciendo, no habrá régimen, gobierno
o grupo secreto manejando el mundo desde una base en la cara oculta
de la Luna que impida los cambios.
Volviendo
a la frase, y dejando nuevamente el tono grave, claro que molesta
cuando nos aplican una de esas en la vida cotidiana. Como cuando se
era niño y nos decían que íbamos para el cine, sabiendo que en una
de las salas proyectaban La Guerra de las Galaxias, y al llegar nos
metían a ver una película aburrida llena de moralejas. ¿No era
como para molestarse y hasta llorar?
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