
El
macho a cargo...
......
Siente
sobre sí las miradas de todos. Apretando los dientes en un
característico gesto de obstinación se inclina y mete las manos
entre el espacio, un codo de piedra con una abertura debajo de donde
sale en volandillas un poco de arena, como si algo la soplara desde
el otro lado (cuando debería ser lo contrario), hundiéndolas en los
tibios granos, halándolos, siendo evidente su intento. Otros le
imitan, Hasani, Andy y dos trabajadores más, hasta que extraen una
pala y comienzan a cavar. Mejor dicho, a despejar la entrada que va
descubriéndose ante sus ojos mientras los segundos se vuelven
minutos y estos media hora, luego una hora. Transpiran totalmente,
sintiendo el cálido aliento que parte de la abertura cada vez mayor,
oscura (¿una entrada tan alta como la construcción misma?). Ya
organizados, trasladan la arena y cuando ya han despejado un metro en
aquel boquete de unos dos metros de anchos, cargando con lámparas de
kerosene, penetran por allí él, el joven ayudante, el chico egipcio
(atrevido y sin los miedos ancestrales), Jean Luc y un reacio Tarik,
ningún otro se anima.
Deslizándose
sobre la arena, lo que le lleva un rato porque la estructura es alta,
y la cual parecía cerrar únicamente la entrada y parte del espacio
de aquel salón, Ryan eleva la lámpara, como los otros. Están en
una construcción efectivamente enorme, mitad tallada en las rocas,
otra elevada con piedras planas y semi pulidas, toscamente labrada
con símbolos egipcios antiguos, que interpreta, aunque no tan bien
como Jean Luc (estudiante de arqueología, fanático de Egipto), y
Hasani. Es la historia de los constructores. Hay representaciones de
batallas, aunque el joven nativo cree recordar que se les conocía
como brutales señores de la guerra. Aquel lugar, rectangular, de
suelo plano con elevaciones a los lados y al frente de la entrada de
daban apariencia de un templo donde se practicaba la arcana religión
del desierto.
-Ese
viento que se siente... -Tarik comienza, algo cohibido.
-Debe
haber alguna salida más adentro. -explica indiferente al curioso,
Andy, recorriendo con la lámpara las paredes y rincones. Sólo ve
piedras, losas. ¿Habría algo de valor en ese basurero?, comienza a
dudarlo.
Al
americano le impresiona el tamaño de la estancia, las proporciones.
Hay varios corredores y se separan. Encuentran silenciosas
habitaciones extrañamente secas. Todo a oscuras. Ryan ha seguido la
corriente de aire y llega a un muro que se incrusta en la arena, la
cual penetra. Andrew tenía razón, de despejarla tal vez encontraría
otra entrada, aunque tal vez fuera un muro semiderruido.
Buscan
y buscan pero no encuentran nada a primera vista. Hayan adornos,
ánforas, estructuras que recuerdan altares secundarios. Poco más.
Se hace tarde y Ryan, algo frustrado, da por terminada la jornada,
volviendo al salón principal. Le ordena a todos regresar, excepto a
Andy y Hasani, que se quedarán para reiniciar la búsqueda al
amanecer, antes de la llegada de la patrulla egipcia. Jean Luc
insiste en quedarse, pero no viéndole sentido, le despacha con el
encargo de que al amanecer siga las exploraciones alrededor del
templo. ¿Fueron ideas suyas o hubo una mirada de picardía entre el
rubio galo y el negro chico nubio? Bien, no iba a pensar en eso. No
frustrado y agotado como estaba. Una vez parte el resto, con el
encargo de vigilar la entrada, dan una nueva repasada a las
habitaciones. Si, nada a la vista. Decide quedarse en una de ellas,
para dormir, deseándole buenas noches a los otros dos. Él y Hasani
parecen llevarse algo mejor, al menos ya no tan incómodos uno frente
al otro.
Sintiéndose
molesto, temiendo que todo aquel viaje no hubiera sido más que una
enorme pérdida de tiempo (¿estaba lord Bakersfield intentando
alejarle de su hija?), tiene su colchoneta sobre la piedra, dejando
la lámpara sobre una semicolumna, despreocupándose de alacranes,
arañas y escarabajos carroñeros. Las serpientes, sin embargo...
Bien, no las atraería pensando en ellas. Vistiendo su enorme pieza
de ropa interior, que se aferra a sus hombros y brazos, así como a
sus muslos al llegarle un poco por encima de las rodillas (la útil
en climas cálidos), se deja caer lanzando un suspiro. Era grato
reposar, pero mejor sería encontrar algo al otro día, salir de allí
con una pieza de valor, uno real pero también histórico. ¿Una
pieza maldita? Ese sería un gran triunfo a ojos de su futuro suegro.
Los
párpados le pesan mirando las sombras de la llama dibujando formas
misteriosas y fascinantes sobre el techo de piedra, maravillándole
como siempre todo lo que habían logrado levantar esos pueblos del
Nilo. Distraídamente se lleva una mano al rostro, rascándose el
mentón; estaba velludo, la barba y el bigote ya no eran una sombra
sino una suave pero rígida pelambre. Mañana debería asearse bien
antes de que llegara la patrulla de Proyas; no debería verse como
un...
Duerme,
las flamas dibujando sombras sobre su atractivo rostro masculino y su
cuerpo mismo. Sueña que está en Brighton, que Eileen corre en la
arena con su enterizo traje de baño que le llega a los tobillos,
unos que se mojan y... Sobre su pelvis se dibuja la pieza masculina
animándome, ganando en consistencia y tamaño. El sueño es vívido,
la hermosa joven le sonríe con sus grandes ojos azules, su cabello
muy negro, la picardía en todo su semblante mientras camina por la
arena. Apartándose del resto, seguidos de miradas curiosas por lo
osado. Y lo es, ella, en un momento dado le posa las manitas en los
hombros, sintiéndolas bajo la suave tela de su traje de baño de
rayas, enterizo también, y le empuja contra una pared, alzándose y
besándole de una manera apasionada (ella lo era, pero en ese sueño
lo es mucho más). Sus lenguas se encuentran y atan, cada pase le
hace arder por dentro, son como toques eléctricos, la verga le crece
y eso le avergüenza un poco, no quiere parecer tan primitivo pero...
-Ahhh...
-se le escapa un jadeo cuando una mano de ella baja y se la atrapa,
cerrando los dedos de uñas nacaradas, apretando y sobando de una
manera intensa que le gusta pero que no asocia a ella. O el que caiga
sobre sus rodillas.- Eileen... -jadea, alarmado y excitado. Pero no
puede hacer más, ella manipula unos botones que poco antes no
estaban allí, como si de su ropa interior se tratara, y sacándole
la tranca, dura, blanco rojiza de ganas, le pega los rojos labios de
la punta, besando y chupando un poco. Y siente que se va, que se
corre todo de pura excitación.
Jadea
y se estremece, ojos cerrados en sus sueños y sobre la colchoneta,
esa boca baja sobre su barra, ganando terreno con osadía y gula, lo
nota. ¡Quería darle esa mamada! ¡Estaba gozando darle esa mamada!
Y la idea era tan perversamente excitante que se arquea y gime,
empujando sus caderas, separándolas de la colchoneta para enterrarla
más en esa boca ávida que la cubría, que dejaba una saliva espesa
y cálida a su paso; saliva que se despejaba cuando la sorbía en una
nueva pasada... Y medio abre los ojos, desconcertándose ante las
sombras que danzan en el techo de piedra. No estaba en un lugar de
veraneo inglés, Eileen no estaba...
Y
esa boca baja, los “uggg”, ansiosos, llenan la noche,
tragándosela toda, de alguna manera, porque sabe que la tiene no
sólo larga sino gruesa; pero esta boca lo logra, siente una nariz
penetrar en la abertura pélvica de su ropa interior, un aliento
quemarle los pelos mientras esos labios se posan en su pelvis
velluda. Y sigue succionando con su garganta.
Estaba
en la fulana construcción de piedra. ¡Y estaban dándole,
efectivamente una mamada! Alguien estaba chupando su güevo, se lo
tenía bien tragado y lo ordeñaba como un experto con la garganta,
dándole tirones sabrosos y estimulantes. Pero... pero... Allí no
había nadie capaz de darle una mamada. ¡No había mujeres! Tan
sólo...
¡Jean
Luc!
La
idea le horroriza, por difícil que le resulte por momentos cuando
esa boca retrocede unos pocos centímetros sobre su falo, apretando y
masajeando, ronroneando mientras chupa y saborea todo lo que de esa
dura pieza masculina sale. Alza la nuca de la colchoneta, a punto de
gritarle al joven francés.
¡Santo
Dios!
No
se trata del joven rubio galo.
¡Hasani!
Allí
estaba el joven y guapillo egipcio, arrodillado a la derecha de sus
caderas, sus hombros más bajos, el negro y brillante cabello casi
cubriéndole los ojos, sus mejillas acanaladas mientras va y viene
sobre su tranca, la cual no parece chupar, sino que se alimenta de
ella. Lo más impresionante es la mirada que le arroja, de intensa
dicha, de las profundas ganas que tenía de mamar aquella pieza dura,
blanco rojiza. Ronronea y maúlla con un deleite que compite con su
avidez. Era como si... como si hubiera mamado güevos toda su vida
porque le encantara y ahora se daba un gusto. Le ve dejarla salir, su
tranca, dura, brillante de saliva, cae contra su abdomen peludo, y le
ve sonreír con esos labios húmedos, con esa mirada depredadora que
va de la tranca a sus ojos, y con la lengua, caliente, la recorre por
la cara inferior. Es un toque sutil a veces, intenso otro, mientras
la agita sobre ella. Y todo eso en segundos, por lo que le lleva
segundos responder, entender cabalmente lo que ocurre.
-¡BASTA!
-le grita molesto y aterrado, dando un salto atrás, quedando de
culo, fuera del alcance de esa boca. El chico le sonríe, apoyado
sobre manos y rodillas, totalmente desnudo, el joven y tonificado
cuerpo de buenos hombros, pectorales y tetillas parece relucir con
humedad de sudor.
-Quiero
chupártela, sahib... Déjame chupártela... -y con voracidad,
sonriendo todavía, se pasa la lengua por los labios.
-Hasani,
¿qué tienes, carajo? ¡Despierta, reacciona! -le ruge.- ¡NO! -el
chico, gateando, se le acerca, se mete entre sus piernas separadas y
vuelve a tragársela, gimiendo mientras va cubriéndola, dándole
sendas apretadas y chupadas. Joder, y se sentía...- ¡NO! -repite.
CONTINÚA ...9
¡Hola, amigo! ¡Esta historia se pone mejor y mejor! Por cierto, te he enviado nuevas compilaciones de decenas de capítulos recuperados a tu correo. No sé si has podido verlas.
ResponderBorrarÉpale, Sergio, voy a pasarme. Estoy loco por recuperarla, voy a publicarla otra vez y luego comienzo con la continuación. He estado fuera de Caracas y por eso ando algo desconectado. Gracias, amigo...
BorrarEs un gusto, amigo. Cuando puedas, confírmame si has recibido esos capítulos y otros correos sobre otro asunto. Sobre el otro asunto, me encantaría que pudieras ayudarme, pero tampoco te sientas obligado.
BorrarNos leemos, amigo.
Épale Sergio Javier, ya pasé y bajé los capítulos, gracias amigo. Pero seguí leyendo y no vi que me pidieras nada, como no fuera hablar de nuestros viejos conocidos de los relatos. ¿Sabes?, cuando me comentaste que podías recuperar parte de la historia pensé, ya que no constaba en ninguna otra parte, al menos de manera completa, ¿por qué no hablar con Sergio javier que tiene experiencia en eso, que tiene tan buena redacción, e intentamos publicar Luchas Internas como una novela conjunta? Como sabes me repito mucho, pero ni puedo cortar ni sé resumir. El problema es que no se puede recuperar partes y hay una diferencia bastante grande entre el original que tengo archivado en un disco o disquetes, imagínate, y lo que publique. Que fui redondeándolo mientras lo subía, costumbre mía por la cual termino con testamentos más largos que el de Judas. Mala pata.
Borrar¿Sabes? Me parece bien la idea, pero te responderé con mayor detalle en el correo con la misma fecha de este mensaje (26 de Junio).
BorrarHey, amigo, leí el correo. Y si, podría contarte todo eso, pero un amigo de la casa, Alex, parece que bajó algunas de las historias al respecto y creo que la que deseas leer está entre ellas. Déjame ver qué dice y te aviso. Si la historia de Jacinto está entre ellas, la subo aquí. Vamos a ver.
BorrarGracias, amigo. Cualquiera de esas 2 opciones sería excelente para mí. Je je
BorrarHola que tal no encuentro un relato que una vez publicaste sobre brando y su suegro donde esta? Gracias
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