……
Mareado
en ese instante de pre corrida, sintiéndose a punto, a punto, casi
flotando en maravillosas hormonas de placer sexual, su tranca
temblando dentro de aquella boca golosa, el muchacho no registra
conscientemente lo que hace o dice; nada como no sea sentir. Y eso se
siente bien. Así que no se alarma cuando el sujeto detrás se pone
de pie, rodeándole el cuello con un brazo, prácticamente
abrazándole, sintiéndole firme, fuerte, frío del agua, caliente
corporalmente, teniéndole los dos dedos en el culo, metiéndoselos y
sacándoselos con rapidez de cepilladas.
-Ahhh,
ahhh, ahhh... -gimotea, casi cayendo contra él, las piernas
temblándole. Sintiéndose tan bien que por un momento desea que
aquella sensación se eternice. Percibe la leche recorrerle los
conductos y aprieta el agujero sobre esos dedos cuyas puntas
acarician la pepa que tiene allí y que dispara toques eléctricos.
La
boca del abogado se retira un poco, apretándole duro el tolete,
esperando su premio.
Contrae
el rostro, alzándolo, y se corre. De su verga salen tales trallazos
de leche que parecieran hablar de abstinencia, aunque bastante pajas
que se ha hecho; pero aquella boca, y el masaje a su próstata,
parecía producir mucha más. Se corre casi desmayado y siente el
rostro de ese tipo contra su cuello, rozándole con la barba y el
bigote, con los labios, con la nariz bañándole de aliento. Siente
esos labios sobre su piel joven que palpita bajo el roce. Y ni
siquiera se alarma realmente cuando ese tipo le pega la barra dura,
caliente y pulsante que es el güevo tieso dentro del bañador,
contra su culo firme, subiendo y bajando, frotándose abiertamente.
Y
todo acaba. Jadea con ojos turbios y cara muy roja, mirando como, con
el rostro ladeado, el abogado saborea en su boca el semen,
disfrutándolo, tragandolo mientras le mira con un brillo salvaje en
las pupilas.
-Deliciosa,
como siempre, bebé. -le dice después de retirar su boca, dejando el
tolete tieso, todavía temblando y muy húmedo.- Dios, el semen sabe
tan... -y pega la lengua de esa cabecita roja, goteante, atrapando
aquella mezcla de saliva y esperma, cerrando los labios, casi
amorosamente, sobre el ojete y succionando.
Todo
eso tiene al chico trastornado. Esos carajos le habían sacado la
leche del cerebro, pero estaba el detalle... con mirada casi
avergonzada, suplicante, vuelve el rostro hacia el otro sujeto, sobre
un hombro. Este le sonríe, cerquita, todavía pegándole y frotando
su verga del culo, haciéndole consciente de esta, al tiempo que
todavía le tiene los dedos metidos en el culo. Martín quiere que le
suelte, pero no sabe cómo afrontarlo. No después de lo vivido.
-Fue
intenso, muchacho. -le dice este, mirándole mientras le da un besito
en el hombro, sacándole lentamente los dedos, de puntas flexionadas
para rastrillarle las paredes del recto, para que lo sienta.
Alejándose un paso. La vista de su tranca imposiblemente dura,
alarma a Martín.
Poniéndose
de pie, agitado, mostrando una erección igual de grande y gorda bajo
el bañador más corto, Roberto Mancini abre una gaveta, saca unos
billetes y los deja en el mesón.
-Gracias
por venir, hijito. -le gruñe, sonriéndole, cayendo de rodillas
frente al otro sujeto, atrapándole aquella tranca dura sobre el
bañador, este sonriendo algo creído, mirando también a Martín,
como diciéndole “joder, siempre quiere, qué molesto, ¿verdad?”.
Este
no quiere ver, mientras se acomoda las ropas, pero Roberto, tan
hambriento como minutos antes, mordisquea sobre la tela la silueta de
esa tranca dura, especialmente el glande, chupando ruidosamente de la
tela húmeda. Algo que le fascina y horroriza, ahora que se corrió;
pero no puede apartar la mirada de aquel sucio cuadro erótico.
-Este
maricón es así de depravado, muchacho, no te preocupes. -le
sobresalta la voz de aquel sujeto, que sonríe tendiéndole una mano,
no la de los dedos metidos en su culo. De manera automática la toma
y aprieta en saludo, mientras oye la risita de Roberto que cierra los
labios sobre la cabecita del tolete que emerge del borde del
bañador.- Le encanta que lo miren mamar güevo, lo bueno que es en
eso, que lo llamen así, mamagüevo. Ahí donde lo ves ha terminado
como centro de atención en muchas reuniones, rodeado de cinco o seis
pollas duras y goteantes. Y ha podido con todas. Eso debe confirmar
que el semen sabe bien, ¿no?
-Vivo
para tragar leche. -lanza una risotada el hombre, bajando un poco
aquel bañador y tragando con un jadeo medio tolete expuesto.
Y
lo hace arrodillado, con el bañador medio metido en el culo y las
velludas nalgas exhibiéndose. A Martín le falta la respiración,
¿seguro que sólo traga por la boca, don? ¿Y ese culote? Luego
menea la cabeza como para despejársela, no queriendo pensar en
deslizar su verga tiesa y pulsante en aquel agujero seguramente
peludo, pero blando, flojo de mil enculadas.
-Yo...
yo... debo irme. -grazna, toma el dinero y sale a la carrera,
evitando mirar a los otros dos. Lo que hacen, pero también porque le
vieron tomar la plata.
......
Nuevamente
se repite una rutina de negaciones tardías que nada resuelven como
no sea causar cierta confusión y malestar personal. Se ducha
bastante, enjabonándose aún más el culo, casi temiendo pasarse los
dedos, para asearse bien, por temor a que... a que... Joder, a que
ese tipo hubiera despertado vainas que no debía Vive un tanto
estresado. Sale con la novia, tiene plata, anda caliente, es más
osado y termina recibiendo mamadas en un cine oscuro, casi solitario.
Pero Laurita es una vaina seria, cualquier sombra o cambio de luz en
pantalla, o una tos lejana, la distrae. No era una verdadera
mamagüevo... como el viejo marica. Al menos tienen sexo. Y esta
bien.
De
noche volvían las ganas, sobre su cama estrecha, la misma de siempre
en su casa de toda la vida. Gloriosamente desnudo, la tranca dura,
dándose puño, mirándose al espejo de la pared, gustándole lo que
ve. Era joven, apuesto, estaba bien dotado y le gustaba el sexo. Era
todo un estuche de monerías. Todas las chicas y doñitas del barrio
deberían estar saltando con ganas sobre su tranca. Y aunque notaba
que gustaba, vaya que había que ponerle trabajo a las mujeres.
Siempre querían pensar que era algo más que un encuentro. Tan
diferente al viejo marica que iba a lo que querían...
No
quiere pero recrea en su mente esas mamadas, el recibirlas, su güevo
desapareciendo en una boca ansiosa y golosa. Pero ahora había un
agravante: también pensaba en culos. En la idea de ponerle de pie en
esa cocina, mirando hacia la puerta del patio, eso lleno con los
vecinos y amigos del viejo marica, todos celebrando como los
triunfadores que eran, mientras él le tenía el bañador en los
tobillos, la piernas separadas y le enterraba el tolete por ese culo
hambriento que apretaba y chupaba como su propia boca, mientras se
retorcía, se arqueaba, gemía y le decía que sí, que lo enculara
duro, que le diera con todo, que era una puta feliz de sentir su
hombría. Jadeando se detiene en la cama, alarmado. Mientras se daba
puño soñando aquello, había llevado un dedo a los pliegues de la
raja anal que arrancaba debajo de sus bolas, acariciándose en un
lento ir y venir, alcanzando y recorriendo su entrada.
Dios,
¡estaba tan jodido…!
Y
apretando los dientes continuó masturbándose, sin acariciarse, pero
sin apartar el dedo de su raja.
......
No
ve al hombre en el mercado. Cosa que le alegra, que le produce un
alivio extraño. Aunque esa platica extra... Pero no se engaña, con
el paso de los días extraña cierta... actividad. Toda la sucia
lujuria del viejo marica.
-¡Garcés!
-le llama a gritos Fermín, el gerente del mercado, haciéndole unas
señas con los dedos, por lo que deja de hablar, sentado a la entrada
del establecimiento, con el resto de los chicos, quienes han notado
que vuelve a estar más tranquilo. Rodando los ojos hacia los otros,
como diciendo “las vainas que hay que aguantar”, trota hacia el
hombre.- Te dejaron esto. -le tiende un paquete del tamaño de una
pequeña caja de servilletas, envuelto con un papel lustroso y sedoso
de color vinotinto.
-¿Para
mí? -su sorpresa es real.
-¿Hay
algún otro Martín Garcés aquí? -es seco, tendiéndole el
paquete.- No uses el automercado como dirección postal. -le regaña.-
Y cuidadito con las cosas que te llegan, ¿eh?
-No
estoy traficando drogas. -gruñe entre molesto y curioso, mirando el
paquete.- Para eso se necesitan contactos y yo no conozco a nadie.
-Sólo
digo. Llegó sin remitente en la caja, sólo tu nombre, así que
disculparás mi suspicacia. -agrega alejándose, seguido de su mirada
molesta.
Suspicacia.
Seguramente ese maricón leía el diccionario de noche para buscar
palabras así y parecer más culto al otro día. Luego enrojece un
poco de cara. Le costaba ahora hacer chistes o comentarios sobre
maricones, refiriéndose a otro. Atravesó un camino que... El
paquete. No pesa, lo agita y no se oye mayor cosa. Lo desenvuelve con
cuidado porque le gusta el papel. Es una caja marrón como barnizada,
la abre y jadea. Hay telas. E imagina quien se la envió. Lanzándole
una mirada a los compañeros se aleja rumbo al baño de los
empleados. Que, aunque ellos no eran técnicamente personal en
nómina, no les objetaban el que entraran. Temblando comprueba que
está sólo y va a uno de los privados. Abre la caja y mete la mano.
Encuentra un bóxer de tela sedosa, azul eléctrico, corto arriba,
corto abajo.
Esa vaina debía quedarle muy por debajo del ombligo y
apenas por debajo de sus bolas. Lo acaricia, que tela tan suave,
Dios. Y siente una alegría extraña, casi sensual mirándolo,
imaginándose metido en él. Sonriendo lo deja sobre la tapa del
inodoro, sacando otro, este es de un color amarillo intenso, otro es
negro, elegante y sensual. Pero hay otra pieza, más suave y lustrosa
si cabe. La toma con la boca abierta, parpadeando. Esa vaina es una
tanga. No un bikini de tíos, que los ha visto (y se ha burlado de
ellos), esto era apenas dos parches cortos de tela roja, tan escasa
adelante como atrás. No era un hilo dental, este dibujaría un
pequeño triángulo de tela a los lados de la raja entre sus nalgas.
Pero apenas. Esa vaina era... Era...
¡No
iba a usar esa mierda!
.......
No
puede esperar llegar a su casa, tomar una ducha y probarse los
bóxers, que aprietan suave, que suben sabroso sobre sus muslos, que
lo aprisionan de manera fantástica. Mirándose al espejo le parece
que se ve sensual, hermoso, un galán porno. Sonríe complacido, el
viejo marica tenía buen gusto. Cena con su familia, su madre le
pregunta qué tiene que sonríe tanto, y no responde. Seguro ella
imaginaba que era pensando en algo con Laurita (sexo). Sale y habla
con sus amigos, y efectivamente hace que Laurita lo toque mas tarde,
que lo sobe duro, y ella lo hace, encantada con el bóxer azul.
Más
tarde todavía...
Cae
sobre su cama envuelto en la tanguita, sintiéndose suciamente
caliente, incómodamente excitado, con su verga saliéndole por el
borde superior, la telita metiéndose en su raja, tan suave. Casi
mareándole de lujuria. Y se aferra el tolete con una mano mientras
mete la otra entre sus nalgas...
CONTINÚA ... 7
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