martes, 9 de julio de 2019

SERVICIO A DOMICILIO... 6

...A DOMICILIO                         ... 5
   Piernas velludas... el camino de la perdición.
……
   Mareado en ese instante de pre corrida, sintiéndose a punto, a punto, casi flotando en maravillosas hormonas de placer sexual, su tranca temblando dentro de aquella boca golosa, el muchacho no registra conscientemente lo que hace o dice; nada como no sea sentir. Y eso se siente bien. Así que no se alarma cuando el sujeto detrás se pone de pie, rodeándole el cuello con un brazo, prácticamente abrazándole, sintiéndole firme, fuerte, frío del agua, caliente corporalmente, teniéndole los dos dedos en el culo, metiéndoselos y sacándoselos con rapidez de cepilladas.
   -Ahhh, ahhh, ahhh... -gimotea, casi cayendo contra él, las piernas temblándole. Sintiéndose tan bien que por un momento desea que aquella sensación se eternice. Percibe la leche recorrerle los conductos y aprieta el agujero sobre esos dedos cuyas puntas acarician la pepa que tiene allí y que dispara toques eléctricos.
   La boca del abogado se retira un poco, apretándole duro el tolete, esperando su premio.
   Contrae el rostro, alzándolo, y se corre. De su verga salen tales trallazos de leche que parecieran hablar de abstinencia, aunque bastante pajas que se ha hecho; pero aquella boca, y el masaje a su próstata, parecía producir mucha más. Se corre casi desmayado y siente el rostro de ese tipo contra su cuello, rozándole con la barba y el bigote, con los labios, con la nariz bañándole de aliento. Siente esos labios sobre su piel joven que palpita bajo el roce. Y ni siquiera se alarma realmente cuando ese tipo le pega la barra dura, caliente y pulsante que es el güevo tieso dentro del bañador, contra su culo firme, subiendo y bajando, frotándose abiertamente.
   Y todo acaba. Jadea con ojos turbios y cara muy roja, mirando como, con el rostro ladeado, el abogado saborea en su boca el semen, disfrutándolo, tragandolo mientras le mira con un brillo salvaje en las pupilas.
   -Deliciosa, como siempre, bebé. -le dice después de retirar su boca, dejando el tolete tieso, todavía temblando y muy húmedo.- Dios, el semen sabe tan... -y pega la lengua de esa cabecita roja, goteante, atrapando aquella mezcla de saliva y esperma, cerrando los labios, casi amorosamente, sobre el ojete y succionando.
   Todo eso tiene al chico trastornado. Esos carajos le habían sacado la leche del cerebro, pero estaba el detalle... con mirada casi avergonzada, suplicante, vuelve el rostro hacia el otro sujeto, sobre un hombro. Este le sonríe, cerquita, todavía pegándole y frotando su verga del culo, haciéndole consciente de esta, al tiempo que todavía le tiene los dedos metidos en el culo. Martín quiere que le suelte, pero no sabe cómo afrontarlo. No después de lo vivido.
   -Fue intenso, muchacho. -le dice este, mirándole mientras le da un besito en el hombro, sacándole lentamente los dedos, de puntas flexionadas para rastrillarle las paredes del recto, para que lo sienta. Alejándose un paso. La vista de su tranca imposiblemente dura, alarma a Martín.
   Poniéndose de pie, agitado, mostrando una erección igual de grande y gorda bajo el bañador más corto, Roberto Mancini abre una gaveta, saca unos billetes y los deja en el mesón.
   -Gracias por venir, hijito. -le gruñe, sonriéndole, cayendo de rodillas frente al otro sujeto, atrapándole aquella tranca dura sobre el bañador, este sonriendo algo creído, mirando también a Martín, como diciéndole “joder, siempre quiere, qué molesto, ¿verdad?”.
   Este no quiere ver, mientras se acomoda las ropas, pero Roberto, tan hambriento como minutos antes, mordisquea sobre la tela la silueta de esa tranca dura, especialmente el glande, chupando ruidosamente de la tela húmeda. Algo que le fascina y horroriza, ahora que se corrió; pero no puede apartar la mirada de aquel sucio cuadro erótico.
   -Este maricón es así de depravado, muchacho, no te preocupes. -le sobresalta la voz de aquel sujeto, que sonríe tendiéndole una mano, no la de los dedos metidos en su culo. De manera automática la toma y aprieta en saludo, mientras oye la risita de Roberto que cierra los labios sobre la cabecita del tolete que emerge del borde del bañador.- Le encanta que lo miren mamar güevo, lo bueno que es en eso, que lo llamen así, mamagüevo. Ahí donde lo ves ha terminado como centro de atención en muchas reuniones, rodeado de cinco o seis pollas duras y goteantes. Y ha podido con todas. Eso debe confirmar que el semen sabe bien, ¿no?
   -Vivo para tragar leche. -lanza una risotada el hombre, bajando un poco aquel bañador y tragando con un jadeo medio tolete expuesto.
   Y lo hace arrodillado, con el bañador medio metido en el culo y las velludas nalgas exhibiéndose. A Martín le falta la respiración, ¿seguro que sólo traga por la boca, don? ¿Y ese culote? Luego menea la cabeza como para despejársela, no queriendo pensar en deslizar su verga tiesa y pulsante en aquel agujero seguramente peludo, pero blando, flojo de mil enculadas.
   -Yo... yo... debo irme. -grazna, toma el dinero y sale a la carrera, evitando mirar a los otros dos. Lo que hacen, pero también porque le vieron tomar la plata.
......
   Nuevamente se repite una rutina de negaciones tardías que nada resuelven como no sea causar cierta confusión y malestar personal. Se ducha bastante, enjabonándose aún más el culo, casi temiendo pasarse los dedos, para asearse bien, por temor a que... a que... Joder, a que ese tipo hubiera despertado vainas que no debía Vive un tanto estresado. Sale con la novia, tiene plata, anda caliente, es más osado y termina recibiendo mamadas en un cine oscuro, casi solitario. Pero Laurita es una vaina seria, cualquier sombra o cambio de luz en pantalla, o una tos lejana, la distrae. No era una verdadera mamagüevo... como el viejo marica. Al menos tienen sexo. Y esta bien.
   De noche volvían las ganas, sobre su cama estrecha, la misma de siempre en su casa de toda la vida. Gloriosamente desnudo, la tranca dura, dándose puño, mirándose al espejo de la pared, gustándole lo que ve. Era joven, apuesto, estaba bien dotado y le gustaba el sexo. Era todo un estuche de monerías. Todas las chicas y doñitas del barrio deberían estar saltando con ganas sobre su tranca. Y aunque notaba que gustaba, vaya que había que ponerle trabajo a las mujeres. Siempre querían pensar que era algo más que un encuentro. Tan diferente al viejo marica que iba a lo que querían...
   No quiere pero recrea en su mente esas mamadas, el recibirlas, su güevo desapareciendo en una boca ansiosa y golosa. Pero ahora había un agravante: también pensaba en culos. En la idea de ponerle de pie en esa cocina, mirando hacia la puerta del patio, eso lleno con los vecinos y amigos del viejo marica, todos celebrando como los triunfadores que eran, mientras él le tenía el bañador en los tobillos, la piernas separadas y le enterraba el tolete por ese culo hambriento que apretaba y chupaba como su propia boca, mientras se retorcía, se arqueaba, gemía y le decía que sí, que lo enculara duro, que le diera con todo, que era una puta feliz de sentir su hombría. Jadeando se detiene en la cama, alarmado. Mientras se daba puño soñando aquello, había llevado un dedo a los pliegues de la raja anal que arrancaba debajo de sus bolas, acariciándose en un lento ir y venir, alcanzando y recorriendo su entrada.
   Dios, ¡estaba tan jodido…!
   Y apretando los dientes continuó masturbándose, sin acariciarse, pero sin apartar el dedo de su raja.
......
   No ve al hombre en el mercado. Cosa que le alegra, que le produce un alivio extraño. Aunque esa platica extra... Pero no se engaña, con el paso de los días extraña cierta... actividad. Toda la sucia lujuria del viejo marica.
   -¡Garcés! -le llama a gritos Fermín, el gerente del mercado, haciéndole unas señas con los dedos, por lo que deja de hablar, sentado a la entrada del establecimiento, con el resto de los chicos, quienes han notado que vuelve a estar más tranquilo. Rodando los ojos hacia los otros, como diciendo “las vainas que hay que aguantar”, trota hacia el hombre.- Te dejaron esto. -le tiende un paquete del tamaño de una pequeña caja de servilletas, envuelto con un papel lustroso y sedoso de color vinotinto.
   -¿Para mí? -su sorpresa es real.
   -¿Hay algún otro Martín Garcés aquí? -es seco, tendiéndole el paquete.- No uses el automercado como dirección postal. -le regaña.- Y cuidadito con las cosas que te llegan, ¿eh?
   -No estoy traficando drogas. -gruñe entre molesto y curioso, mirando el paquete.- Para eso se necesitan contactos y yo no conozco a nadie.
   -Sólo digo. Llegó sin remitente en la caja, sólo tu nombre, así que disculparás mi suspicacia. -agrega alejándose, seguido de su mirada molesta.
   Suspicacia. Seguramente ese maricón leía el diccionario de noche para buscar palabras así y parecer más culto al otro día. Luego enrojece un poco de cara. Le costaba ahora hacer chistes o comentarios sobre maricones, refiriéndose a otro. Atravesó un camino que... El paquete. No pesa, lo agita y no se oye mayor cosa. Lo desenvuelve con cuidado porque le gusta el papel. Es una caja marrón como barnizada, la abre y jadea. Hay telas. E imagina quien se la envió. Lanzándole una mirada a los compañeros se aleja rumbo al baño de los empleados. Que, aunque ellos no eran técnicamente personal en nómina, no les objetaban el que entraran. Temblando comprueba que está sólo y va a uno de los privados. Abre la caja y mete la mano. Encuentra un bóxer de tela sedosa, azul eléctrico, corto arriba, corto abajo. 
   Esa vaina debía quedarle muy por debajo del ombligo y apenas por debajo de sus bolas. Lo acaricia, que tela tan suave, Dios. Y siente una alegría extraña, casi sensual mirándolo, imaginándose metido en él. Sonriendo lo deja sobre la tapa del inodoro, sacando otro, este es de un color amarillo intenso, otro es negro, elegante y sensual. Pero hay otra pieza, más suave y lustrosa si cabe. La toma con la boca abierta, parpadeando. Esa vaina es una tanga. No un bikini de tíos, que los ha visto (y se ha burlado de ellos), esto era apenas dos parches cortos de tela roja, tan escasa adelante como atrás. No era un hilo dental, este dibujaría un pequeño triángulo de tela a los lados de la raja entre sus nalgas. Pero apenas. Esa vaina era... Era...
   ¡No iba a usar esa mierda!
.......
   No puede esperar llegar a su casa, tomar una ducha y probarse los bóxers, que aprietan suave, que suben sabroso sobre sus muslos, que lo aprisionan de manera fantástica. Mirándose al espejo le parece que se ve sensual, hermoso, un galán porno. Sonríe complacido, el viejo marica tenía buen gusto. Cena con su familia, su madre le pregunta qué tiene que sonríe tanto, y no responde. Seguro ella imaginaba que era pensando en algo con Laurita (sexo). Sale y habla con sus amigos, y efectivamente hace que Laurita lo toque mas tarde, que lo sobe duro, y ella lo hace, encantada con el bóxer azul. 
   Más tarde todavía...
   Cae sobre su cama envuelto en la tanguita, sintiéndose suciamente caliente, incómodamente excitado, con su verga saliéndole por el borde superior, la telita metiéndose en su raja, tan suave. Casi mareándole de lujuria. Y se aferra el tolete con una mano mientras mete la otra entre sus nalgas...
CONTINÚA ... 7

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