
Todo
tío joven ha esperado recibir amor...
......
-¿Te
gusta? Se siente rico. -es todo lo que Andy informa, mirándole,
labios rojos y húmedos de saliva y jugos de verga, moviendo sus
trasero y ronroneando.- Si, se siente tan bien... -y algo le pasa,
agitarlo parece desesperarle de excitación y se tensa todo, su
espalda se arquea y cierra los ojos, lanzando un largo gemido como si
le atravesara una potente corriente de placer y calenturas desde ese
punto de su cuerpo.
Con
la boca abierta, parpadeando, con Hasani tragándole el tolete una y
otra vez (aprovechándose del momento, necesitado del jugo de bolas),
Ryan mira ese culo joven atravesado por aquella pieza... y algo
quiere encajar. Una idea quiere abrirse paso en su mente. Se tiende
hacia el chico, alarga una mano, y cierra el vientre sobre la cabeza
del egipcio, quien queda aprisionado, con aquella mole de carne
palpitante muy clavada en su boca, y casi roza la base acanalada del
instrumento. Siente calor, casi una vibración extraña, como un
campaneo lejano. Y la aleja, rápidamente.
¡Un
objeto maldito! Así explicaban lo ocurrido allí...
-Hasani,
Andy, ¿dónde encontraron esa... cosa?
El
joven egipcio abandona su verga, la cual cae tiesa entre los dos
chicos, bamboleándose en la nada, horizontalizada, goteante de la
salivas de ambos y de los propios jugos que producía. El tolete se
agita como protestando aquella falta de atenciones, y las miradas
brillantes y febriles de los chicos caen sobre ella casi rapaces.
-La
encontré yo, sahib. -ronronea el joven egipcio, usando su tono más
extranjero y exótico como para excitar al hombre (quien se estremece
un poquito, eso hay que reconocerlo), mirándole desde sus rodillas,
el culo apoyado en los talones.- Lo encontré en la otra habitación.
-Lo
que fue curioso. ¡La habíamos revisado dos veces y nada! -ríe
Andy, también de rodillas, pero Ryan nota perfectamente como contrae
y afloja sus nalgas, para experimentar algo en su trasero, algo que
agitaba su respiración.- Estaba sobre una columna como esa. -le
señala con un gesto de cabeza la lámpara.- Era imposible no verlo
antes, pero...
-¿Qué
encontraron?
-Esto.
-Hasani se tiende hacia Andy, quien gimotea casi lloroso como el
chico al que quieren obligarle a compartir un juguete.
Hay
risitas y luchas de manos que erizan al otro, ¿qué diablos les
pasaba? Parecían los propios maricas. Finalmente el chico se tiende
sobre el trasero del amigo americano y lentamente le saca aquella
cosa del culo. Y mientras lo hace (Ryan le clava la vista), se notan
los labios peludos de aquel culo dejándolo salir, pegados a él.
Andy lloriquea de lujuria como si el desplazamiento de aquella vaina
fuera la mejor cosa a experimentar en su joven vida. Queda rojo de
cara, mirada nublada, con expresión algo idiotizada (parecida a la
que él mismo ponía cuando se corría, reconoce el hombre mayor), y
en la mano del egipcio queda aquello.
Lo
sostiene por la base. Es un objeto largo, de unos veinte centímetros,
cilíndrico, como la unión de dos piezas semicirculares que se unen
en sus extremos, dándole un grosor de unos ocho centímetros
promedio. De metal pulido, brillante a pesar de salir del culo de un
chico; pero no liso, su superficie parecía surcada de
imperfecciones, terminando en una punta roma algo más estrecha. Algo
curvo si se le dejaba apoyado sobre la base acanalada. Y tenía todo
la apariencia de... de...
Ryan
nota como Hasani lo mira y aprieta por la base, sonriendo extasiado,
como oyendo una hermosa melodía de la que no puede escapar. Y sin
pensarlo más lo baja, dobla el brazo a sus espaldas y apunta la
cabeza de eso hacia su culo.
-Hasani,
no... -el hombre realmente se alarma, pero no puede moverse lo
suficientemente rápido y ve como el chico, ese guapo joven
calentorro y cazador de mujeres se tensa, alza el rostro, cierra los
ojos y sonríe mientras se clava, centímetro a centímetro esos
veinte de material grueso, el cual le mete igualmente los pliegues
peludos del culo. Y que mientras más y más mete, más chilla. Se lo
clava todo y sigue gimiendo, de una manera que eriza al americano más
adulto.
Le
ve dejarlo sobre el piso y comienza un sube y baja lento pero
profundo, casi se lo saca de las entrañas, los labios canelas de su
orificio dejan ver la redonda cabecita, para luego caer todo el
trayecto sobre la barra, casi apoyando las nalgas en el piso, momento
cuando más chilla, ya que este se ensancha un poco más abajo
alcanzando los diez centímetros.
Había
encontrado esa vaina en aquella columna, riendo feliz por el
hallazgo. Por fin había encontrado algo, sería él quien hiciera un
descubrimiento, su tío… Pero al ver la figura, caída de lado,
rió. Era muy evidente.
-¡Mira
esta cosa! -chilló, mientras a sus espaldas Andy tendía las mantas
sobre el piso, acercándosele curioso.
-Si
es otro alacrán y quieres arrojármelo, dejaré uno en tu bolsa para
que se te meta por el culo esta noche. -le gruñó, inclinándose un
poco también, para mirar la brillante pieza a la luz del quinqué.-
Pero ¿qué coño...? -intercambiaron una mirada.- ¿Es lo que parece
que es o sólo me lo parece a mí?
-Parece
que la idea de diversión a solas, en aquella época, no era muy
diferente de la de ahora. -río el egipcio. El otro, sin poder
apartar los ojos del fascinante objeto, replicó.
-¿Has
visto muchos de estos? ¿Algo que quieras contarme?
-Hay
señoras que...
-Si,
claro. -y como puestos de acuerdo ambos alargan las manos y lo
atrapan.- ¡Deja!
-¡Yo
lo encontré! -replica el otro, alzándose ambos. Congelándose en el
acto.
Sentían
que aquella pieza de metal (seguramente plata), parecía reverberar a
cierto nivel, como una plancha metálica que hubiera sido golpeada
horas antes pero que aún conservara cierto eco. Se sentía en las
manos. Los dos jóvenes se miraron, algo cercanos al estar aferrando
el objeto.
-Dicen
que esta era una tierra de fieros guerreros. -gruñó Hasani con una
sonrisa.
-Seguro.
Fieros y malos, y cuando terminaban de matar y conquistar regresaban
al templo y se dedicaban a darse consuelo y gusto. -sonrió Andy.- O
tal vez era el juguete de un sacerdote, el cual le dedicaba a sus
dioses una ofrenda cada noche. O buscaba jóvenes esclavos de guerra,
chicos viriles, sometiéndolos al poder del culto. -se estremeció al
pensarlo.
-¿Y
por qué chicos y no esclavas? -Hasani tenía la mirada perdida, sin
darse cuenta alzó un poco más esa pieza fálica entre ambos.
-Porque
esto parece ser hecho para un culo masculino. Por aquello de la pepa
que tenemos adentro. Esta curvatura asegura que la punta... Ya
sabes...
-Sabes
mucho de eso, ¿no? -todavía bromeó el egipcio, respirando
pesadamente, mirando la punta de aquello.- ¿Recuerdas al francés
montado sobre aquella polla negra?
-Si, lo recordaba. Seguro que antes el muy maldito y sucio marica
hizo... -ronroneó con voz ronca y opaca, Andy, acercando la punta de
su lengua a esa cabecita todavía fría, pero no tanto, lamiéndola.
Provocando la risita del otro, quien, sin embargo, le imitó.
Aletearon sobre ella con sus lenguas.
-¿Sabes
en qué pienso? -a Hasani se le escaparon las palabras, respiración
pesada, ojos brillantes.
-¿En
cuántas virginidades se perdieron con esto?
-No.
-la respiración se le espesó más.- Aunque ahora lo hago. Pero
pensaba en la verga de sahib Huston. ¡Era inmensa! No como esto,
claro, pero era... -informó y jadeó, incapaz de encontrar palabras.
-¿Era
bonita y te fascinó? -se burló un poco, mientras daban besitos a
esa pieza.- ¿Y si vas y te cercioras de que es tan hermosa como la
recuerdas? ¿Qué tal si vamos y lo vemos? -propuso cerrando los
labios sobre la cabecita, chupando.
CONTINÚA ...11
Hola Julio, soy yo de nuevo; te envié correo...
ResponderBorrarÉpale, entré y leí, pero el internet está fatal. Lleva rato en eso. Y el apagón de esta tarde no ayudó, como no ayuda ninguno. Oye, si la tienes me gustaría comenzar con El Pepazo. Le tengo afecto al tipo ese, pobre Jacinto, jejeje...
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