lunes, 28 de octubre de 2019

ГУРАВ

НЭГ

   El orden natural...
 
   No hay una edad determinada para que alguien lo entienda. Un hombre puede ser tan sólo un chicuelo, aún en la secundaria, cuando nota y comprende que es distinto. Que es todo un hombre y que los maricones responderán a eso, de manera automática, aún más que las mujeres ya que conocen los aromas y eso les enloquece. Nada emociona más a estos jóvenes gañanes que entender que estos irán sumisamente a él, sometiéndose gustosamente a lo que desee siempre y cuando les permita chupar su verga, llenarse las boquitas con ella, con la admiración ante su poder brillándoles en los ávidos ojos. Y que le ocurrirá al chico con el desconocido con quien se cruza en la calle, en ese tropezón fortuito en una cancha de básquet, una mirada que le lanzan en una escalera del subterráneo o en un sanitario cualquiera. El marica siempre responderá a su presencia. Aún así se entiende la sorpresa del joven gallito cuando es uno de sus mejores amigos de siempre, acompañado de un primo, por los lados de la familia de su papá, que viene de visita, quienes se disputan sus atenciones esa tarde en su cuarto, a donde les invitara a ver algo de porno. Riendo les dice que tiene para los dos, cosa que aceptan porque si, un hombre puede con dos, tres o cuatro de ellos cada vez. ¿Qué le queda como no sea sonreír complacido con su vida perfecta? Era joven, guapo, saludable, con una verga que se paraba a cada rato... y sabe que los otros dos se desvivirán por complacerle como merece. Ahora la duda... ¿cuál de los dos se sentará primero sobre su barra, entregándole con humildad y emoción su virginidad? 

ДӨРӨВ

TIZEDIK MASODIK

TIZEDIK ELSŐ

   Joder, era cierto lo que le decían sus tres cuñados: con un culo como el suyo nació para lucirlo en putones hilos... Y para dejarse meter desde dedos hasta gruesos y tiesos...
   Patriótico hace su parte y recorre la playa a donde llegan los marineros, los cuales, en cuanto desembarcan se emborrachan y quieren dar sus buenas folladas a lo que tengan al alcance.

OWO

KẸRIN

   No había nada mejor que escuchar a un lindo tío, al que apenas conoces de practicar a tu lado en el gym, gimiendo al subir y bajar su transpirado, caliente y apretado culo sobre tu verga, cubriéndola, disfrutando de cada una de esas venas hinchadas. Un rico momento para dos. 

KETA

SUCIOS... 2

EL PEPAZO                         SUCIOS
                
   No hay más lealtad que la del propio culo en peligro...
...

   -¡Cállate! -le ladra Marcos, cruzando una mirada con Mateo. Culparán al idiota ese y que responda como pueda. Aunque ambos saben que eso de nada servirá. No con el Ruso, quien tendría que dar un escarmiento con ellos. Pero tal vez, mientras le apretaban las clavijas (¿en los dedos?) a Gabriel, pudieran ganar algo de tiempo.

   Llaman a la puerta. Con mucha corrección y los tres se tensan, alzan las cabezas, sacan pechos y cruzan miradas. Al nuevo llamado, algo más insistente, oyen...

   -Sé que están ahí, caballeros. Hice rastrear los teléfonos de los señores Jiménez y Escalona. Y les vi por el ventanal. -escuchan esa voz fría y seca, que intenta escucharse amistosa pero que lo que provoca es escalofrío con sus erres sonantes.

   Apretando los dientes, Marcos da un paso al frente y abre, luchando contra las ganas de retroceder cuando encara al hombre, quien de cerca parece más... extranjero, aunque llevara toda una vida en estas tierras calenturientas.

   -Señor Komarov... -comienza. El otro alza una mano como indicándole “silencio, no aquí”.

   Se echa a un lado y el Ruso entra, recorriéndolo todo automáticamente con la mirada. Su paso es alerta. No admira la decoración, o el polvo en los cuadros; ubica entradas, salidas, lugares desde donde alguien pudiera estar vigilándole, apuntándole. Tragando en seco, Gabriel sonríe intentando verse obsequioso e inofensivo, adoptando un aire de gato, cuando los desvaídos ojos le atraviesan.

   -¿Saben qué me trae por aquí, verdad? -el hombre no alza la voz.

   -Señor Komarov... -comienzan los tres al mismo tiempo con aquello de que no quisieron robarle, que fue una equivocación, que no quisieron faltarle al respeto. Dos de ellos indican que Gabriel es responsable, este, rojo y asustado chilla que no, que fue robado. En síntesis, a tres voces ansiosas quieren relatar al mismo tiempo un cuento. Algo que el frío hombre, de mirada aún más helada parece entender. A medias. Les silencia alzando una mano.
 
   -¿Están diciendo que dejaron mi dinero... tirado por ahí y alguien tomó una parte? Me parece, caballeros, que mi problema no es con esa persona, sino con ustedes. ¿No les parece? -les responsabiliza. Al hombre negro de crinejas y anchos hombros, brazos como de levantador de pesas, quien le pidió una oportunidad en su organización y llevó al otro, el sujeto blanco de rostro casi cuadrado, fuerte, de mirada rebelde y gesto peligroso de chico malo, el cual presentó luego al más bajito, el de aire asustado y casi lloroso en esos momentos.

   -Lo siento, señor Komarov. -gruñe Marcos, el que siempre parecía tener más bolas de los tres.

   -¿Quién tomó mi dinero? -pregunta al fin, desviando la mirada hacia el bajito, que enrojece feamente y sus ojos parecen más llorosos.

   -Este... mi cuñado... -con un gesto señala el ventanal que da al patio. El Ruso mira en esa dirección por unos segundos, sonriendo torvamente volviendo la mirada a Marcos, pero dirigiéndose al bajito cuando habla.

   -No sabía que había alguien más en la casa; gracias por avisar. Ve con él, que no entre y me vea.

   El bajito asiente como aliviado de poder salir de allí, ese sujeto le aterraba. Aunque mira a sus compañeros sintiéndose culpable de dejarles allí, casi escapa a la carrera. El hombre da un paso hacia Marcos.
 
   -¡Quiero mi dinero! -la voz estalla como un disparo.

   -Claro, señor Komarov. Lo conseguiremos y...

   -Por supuesto que lo harán, ¿pero y mientras tanto? Este abuso de confianza, esta falta de respeto... -casi mastica las palabras y los otros dos se estremecen, pálidos.

   -Si hay algo que podamos hacer...

   -Lo hay. -la respuesta categórica e inmediata les sobresalta. ¿Tendrían que darle una golpiza a algún viejo, robarle algo a una anciana, medio matar a palos a una madre?, no lo saben pero están listos para lo que sea.- Quiero ese culo.

   Por un segundo no entienden. Parpadean confusos y luego siguen la mirada del hombre. Hacia el ventanal, por donde se ve a un carajo indolente que se levanta de una tumbona, estirando un cuerpo flexible, esbelto y alto. Sonriendo con deleite bajo el sol, el cual lleva una camiseta que tan sólo resalta su figura y sus pectorales aún a la distancia. Prenda que desaparece cuando se la quita, descubriendo un torso aún más tonificado, un abdomen ligeramente en cuadros, lo suficiente para ser llamativo, no tanto como para ser grotesco. Y que se inclina en esos momentos para recoger la camiseta que cae al piso cuando iba a dejarla en la tumbona. Marcos y Mateo perciben como el Ruso se tensa, como contiene un tanto la respiración. Si, la espalda de Rubén era ancha, pero no tanto, la cintura estrecha, y el blanco bañador elástico que cubría desde el fin de la espalda y llegaba apenas por debajo de las bolas, dejando fuera los musculosos y torneados muslos, era todo un espectáculo. Porque Rubén era... culón. Su trasero era redondo, firme, duro, como notaban lo quisieran o no los que trataban con él. Y al inclinarse, las piernas algo separadas, ese trasero resalta contra la tela algo húmeda, enmarcándole las turgente circunferencias, el saco con las bolas más abajo. Pero, y no saben si es una ilusión de la distancia, el sol o que les tiene atrapado el deseo del Ruso, les parece que la raja interglútea destaca y que casi era posible verle... verle los labios del culo. Insinuante. Retador. Expuesto. Ofrecido.

   Aún en shock, los amigos cruzan una mirada, luego observan al Ruso, quien aparta los ojos del catire, el cual se vuelve indolente y retador al cuñado que se le acerca, mirándoles a ellos.

   -Señor Komarov, no entiendo, ¿dijo...?

   -Quiero ese culo. Abierto para mí sobre mi cama. Esta noche. En mi apartamento del Centro. Saben cuál. Consíganmelo y les daré tiempo para pagar. No mucho... pero no les pasará nada que no sé qué pueda ser, pero seguro que malo y desagradable, no hoy, ni mañana y ni tal vez pasado. -es la oferta.

   Marcos no puede procesar aquello. ¿Llevarle al güevón ese? ¿Pagarle con el culo de otro? Joder, habría sido más fácil, aunque desagradable, que pidiera el suyo. O el de Mateo. O el de Gabriel, quien sí tendría que dárselo por imbécil. Por su culpa estaban metidos en aquel peo.

   -Lo tendrá. -se sorprende más cuando escucha a Mateo adelantarse, hablando con seguridad.

   -Excelente, caballeros. -sonríe el hombre, como si cerrara un trato de negocios, mirando fugazmente hacia el ventanal.- Espero que no sean muy amigos de él... Lo tengo realmente grande y va a dolerle. -les informa como si hubieran deseado saber, lo cual no era el caso, piensa Marcos. Mateo medio ríe, nervioso, pero siguiéndole la corriente.- Les espero esta noche, sobre las siete. Tomaremos unos tragos, cenaremos... algo ligero, claro, ya que voy a follar. -agrega como si tal cosa, mientras inclina la cabeza y se dirige a la salida.

   Una vez a solas, todavía trastornado, parecía costarle más que a Mateo procesar todo aquello, Marcos le mira.

   -¿Qué coño acaba de pasar?
 
   -Que el güevón del cuñado de Gabriel puede que nos salve la vida. -aclara el hombre negro de largas crinejas.- Con su culo. Lo que es justo ya que fue él quien nos metió en todo esto. Me alegra que el Ruso la tenga grande. Ojalá le duela durante una semana.

   -¿Te volviste loco? ¿Cómo vamos...? -Marcos parece al borde de los gritos, escuchando el vehículo alejándose.- ¿Cómo vamos a convencerle de dejarse coger por el Ruso? ¿Acaso no sabes que ese hijo de puta de Rubén anda tratando con mujeres desde los doce años, cuando se folló a la vecinita que lo cuidaba cuando sus padres salían? ¡Cuenta esa mierda cada vez que conoce a alguien! Con esa pinta el muy hijo de perra... ¿Y su padre? ¿Has pensado en él? No podemos...

   -No vamos a preguntarle, ni a él ni a su papá. Lo llevaremos y le perforarán el culo. Punto. -Mateo le silencia.- Yo me encargo de esa parte. Tú le llevas, yo lo preparo. -y lo dice con tal seguridad que el otro parpadea.

   -¿Cómo coño crees que lo prepararás para...?

   -¿Sabes cómo me dicen en la calle? El Químico. -le aclara. Y los dos hombres se miran, hablando a dos niveles, sin entenderse del todo, pero compartiendo algo.

   -¿Se fue? ¿No los mató? -jadeando, Gabriel aparece.

   -No, marico, estaremos penando en esta sala de mierda por toda la eternidad mientras nuestros cuerpos se pudren en la maleta del carro del Ruso. -estalla Marcos, sintiendo que la cabeza le arde.- ¿Sabes lo que quería para no matarnos de fea manera...?

   -Que le paguemos con intereses. Y muchos. -le silencia Mateo, mirando a Gabriel, quien asiente. Que hijo de puta, piensa Marcos, recobrando la compostura.

   -Lo que sea. -jadea el más bajito.

   -Maldito cretino... -comienza Marcos al escucharle, ahogándose cuando una risa nerviosa va dominándolo.
 
   Que se jodan. Gabriel y el cuñado. Mateo, con quien cruza una mirada, le acompaña en la risa. Habían estado tan asustados, tan seguros de que les ocurriría algo terrible y la solución era... Estallan en carcajadas. Gabriel, confuso, ceño fruncido, parece sufrir un ataque de reflejos y sonríe también, riendo finalmente. Sin entender un carajo. Y, mirándole reír, Mateo y Marcos casi se mean encima.
 ......

   La noche era calurosa, o se lo parecía a él, tal vez por los nervios y la tensión. Por todo lo que estaba en juego y... lo que haría.

   -Me sorprende que me hayas invitado a una reunión donde “habrán muchas chicas, bebidas, comida y algo de perico”. -le dice, algo receloso, el tipo sentado a su lado en el Monza gris.

   -Ya te dije que son negocios, Rubén. Vas a ayudarme en algo. -repite, entre dientes, Marcos Escalona.

CONTINÚA ... 3

EL MEDICO QUE INFECTABA SIDA...

¿TODAVIA ARDE LA AMAZONIA?

   Joder, ¿hasta cuándo tanta piratería irresponsable?
 
   En una ciudad pakistaní llamada Rodadero hay pánico y no es para menos. Desde abril pasado se han detectado más de novecientos casos de niños infectados con VIH, SIDA, y todo apunta a un pediatra que atendía a los más pobres de la población, el cual reutilizaba las jeringas para inyectar a los muchachos. Un hombre que tuvo de sus seis hijos a cuatro infectados, dos muertos ahora, ha declarado que él vio al médico sacar una inyectadora de la basura y reutilizarla. El enfermo mental ese, el depravado ese sostiene que estas personas eran demasiado pobre como para pagar por una jeringa nueva. Y que si les molestaba la atención que daba debieron ir con otro médico. Es obvio que estamos ante un verdadero depravado o un demente, porque no se necesita ni siquiera trabajar cerca de un hospital, o tener un familiar paramédico para saber que no se pueden reutilizar agujas. Esa vaina se sabe en todas las malditas partes de este mundo a estas alturas. Que sea un sujeto que se dice médico, el tal Muzaffar Ghanghro, quien lo hiciera es lo que lo hace todavía peor. Un genocidio tan... inútil e innecesario. Cualquier castigo que se le dé, si finalmente resulta responsable, no paliará todo el daño que hizo. Ni cobrándosele en varias vidas reencarnadas, carajo. 

LLEGO LA PELOTA!

domingo, 27 de octubre de 2019

MOMENTOS ATESORADOS

LA BONITA LIBERTAD

   En esta vida todo es riesgo y en cierta medida, drama. Un tío joven y saludable se enamora de un amigo sexy, confesándoselo; teniendo las bolas de decirlo. El cual le dio verga una vez. Duro, bastante. Tocándole, besándole, probándole a su vez a boca llena. Pero que, despidiéndose, le dijo que sí, que le gustó darle esa follada pero que más le gustaba con las tías, rompiéndole el corazón. Siguen como amigos pero ahora más apartados, y eso duele. Tan sólo le queda recordar con afecto y amor esa noche, con dolor (pero no por eso), sobre su consolador.
   ¿Cómo olvidar esas tandas de chupadas, de lamidas, de bolas colgándole en la barbilla, soñando con beber su esperma o que con ella le cubriera la cara?
   ¿Cómo no admitir que cabalgándola, metiéndosela hasta los pelos, se sintió renacer como el hombre amante de los chicos que nació para ser? Ahora solo le queda el consolador. ¿No es una pena? Pobre sujeto. Aunque fue ese amigo quien se lo regaló... ¿acaso esperando el momento, en el futuro, de verlo usándolo? Sabe que se engaña un poco, ¿pero qué otra cosa le queda si tanto le extraña?  

EXPERIENCIAS EN EL CAMPUS

UNA HISTORIA INTERESANTE...

   Expongo a consideración el relato de un amigo de la casa. Una trama que me sorprendió casi desde el principio por un giro interesante de la trama... Disfrútenla mientras el autor quiera que la presente. Lleva el trabajo bien adelantado, mucho; creo, sinceramente, que debería intentar “encuadernarla”, presentarla y venderla.
......
   Juventud, dulce tentación...
...

   -¡No! Por Dios, eso fue muy bizarro –comentó.- Esa muerte fue muy preparada –dijo mientras se reía.- Andrés, ¿cómo se supone que pase eso? –le preguntó al chico que tenía al lado.- Ese tipo en la lancha debería ver por donde maneja. ¡Lo destrozó completamente!

   -¿Acaso yo fui el autor de esa historia? –preguntó Andrés mirándolo de reojo.- Te dije que esa serie era un poco extraña, Ángel. Y no lo destrozó del todo, sólo le amputó el brazo y lo decapitó. El resto del cuerpo quedó completo.

   -Igual –respondió Ángel.- Esa muerte fue muy elaborada –dijo sin parar de reír.- ¿Qué otras sorpresas vienen? –preguntó mirándolo a la cara.

   -No te voy hacer spoiler. Veámosla y tú mismo saca tus conclusiones. Lo único que te voy a decir es que mejora con el tiempo –respondió este.- ¿Puedo darle play?

   -Sí, claro. Voy a ver dos capítulos más y me voy a dormir. Tengo un par de cosas que estudiar por lo que tengo que madrugar un poquito –respondió Ángel abrazando la almohada.

   -No te olvides del sushi que dejaste en el microondas –le recordó Andrés mientras le ponía play a lo que estaban viendo.- Y no te quedes dormido a mitad del capítulo -añadió.

   -Aja, mamá –respondió Ángel sarcástico.- No lo olvidaré.

   Físicamente, Ángel estaba un poco fibroso debido al ejercicio que practicaba de vez en cuando. No deseaba exagerar para que no crecieran desproporcionadamente sus músculos así que se limitaba a ejercicios de baja intensidad. Su cabello era tan negro como el carbón y sus ojos eran café oscuro. Media alrededor de 1.7 metros. Lo que más le gustaba de su cuerpo eran sus cejas, desde niño todo el mundo le preguntaba si se las hacía, pues eran tan perfiladas y con el grosor tan justo que no parecían naturales.

   Andrés, por otra parte, era muy delgado, casi se veían sus huesos y no era por el hecho de no comer, al contrario; el chico se alimentaba mejor que muchas personas, pero aún así no engordaba. Ángel, de vez en cuando le decía que estaba desnutrido y le servía, a la hora de la cena, una gran cantidad de comida. Su cabello era castaño y sus ojos de un verde azulado bastante intenso. Su altura era un poco mayor a la de Ángel. A pesar de ser tan delgado, su cuerpo era elástico y fuerte debido también al ejercicio que practicaba de vez en cuando.

   Andrés y Ángel eran los mejores amigos que podían existir. Estaban viendo, acostados en la cama de Andrés, un anime llamado Another, y la verdad es que era muy entretenido. Ángel era un homosexual declarado y Andrés un hetero, muy hetero. Andrés sabía quién era Ángel y eso no le importaba en absoluto. Se conocían tanto que no importaba quienes fueran o que hacían. Ambos tenían muchas cosas en común e incluso lo que no tenían en común lo complementaban, como por ejemplo el hecho que a Andrés le gustaba mucho manejar, pero a Ángel le gustaba ir de copiloto, pues pensaba que manejar era algo muy estresante. Y no es que no supiera, sabía muy bien cómo hacerlo, pero prefería ir al lado del conductor y hablar hasta por los codos sin ningún tipo de estrés.

   Eran tan unidos que, incluso, se mudaron juntos a una casa “excesivamente grande para dos” (pronto tres), gracias a algunas decisiones que tomaron en el pasado.

   -Bueno, me gustó mucho. Después vemos el final –bosteza Ángel levantándose de la cama.- Voy a comerme mi sushi ¿me acompañas? Me da miedito ir solo.

   -Tienes 22 años, estamos en nuestra casa y ¡sólo estamos nosotros dos! –replica Andrés con rostro inexpresivo.

   -Eso no responde a mi pregunta –dijo Ángel desde la puerta.- Además, dentro de poco seremos tres en esta casa. –agregó mientras caminaba por el pasillo hacia las escaleras del primer piso.

   -¿Víctor decidió venir? –Preguntó Andrés, levantándose y siguiéndole- ¿Cuándo se muda?

   -La próxima semana. Aún tiene que convencer a sus padres que es mejor para él, porque va a experimentar un poco la independencia -respondió Ángel mientras bajaban las escaleras.- Pero como de todas maneras ellos se irán de viaje pronto a recorrer Europa, no pusieron muchas objeciones al asunto –explicó encogiéndose de hombros.

   -Teniendo en cuenta el hecho que esta es también su casa, es raro que aún no venga a vivir aquí definitivamente –comentó Andrés.

   -Por sus padres, ya te lo dije –aclaró Ángel, llegando a la cocina y abriendo el microondas.- Le cuesta un poco separarse de ellos, porque… Bueno… Hay cosas que… -dijo con evidente azoro mientras tomaba el plato- han pasado entre ellos y… por eso son como son –terminó diciendo al tiempo que hacía una mueca de incomodidad.

   -Tranquilo… si no estás autorizado a decirme… no hay problemas –le tranquilizó Andrés con calma. Colocó fraternalmente una mano en su hombro mientras le hablaba.

   -Gracias… supongo… -repuso Ángel aliviado.- Ahora si podré terminarme esto. No entiendo cómo pudiste comerte todo en un solo intento. Yo debí esperar una hora a que se digiriera parte de la comida para tener más espacio –dijo tomando un rollo de arroz con la mano. Los palillos japoneses no eran su fuerte, así que comía sushi con tenedor o con las manos.

   -Ni idea –respondió Andrés tomado un vaso de jugo de naranja de la nevera.- Tal vez porque me gusta mucho. Por algo aprendí cómo hacerlos ¿no?

   -Y yo estuve en primera fila esperando a probarlo –respondió Ángel tomando el último rollo de arroz y pescado que quedaba. Se sirvió un gran vaso de jugo de naranja de la nevera y se lo tomó de un trago- Delicioso, de verdad. Me encantan las naranjas.

   -A dormir –dijo Andrés con autoridad.- Ya me dio sueño. Buenas noches –dijo saliendo de la cocina.

   -Duerme bien, yo subo en dos segundos -respondió Ángel, lavando los trastes sucios y recogiendo los restos de su cena.
......

   En una habitación oscura estaba un hombre de unos 24 años, dentro de una jaula encadenado por el tobillo derecho y con signos de tortura en todo el cuerpo. Tenía moretones y un pequeño corte en su antebrazo derecho. Ese corte fue hecho con una daga de plata unos días antes. El sangrado se detuvo un par de minutos después, pero seguía doliéndole ya que se había infectado un poco debido a la humedad del lugar. Una punzada de dolor le decía que eso no sanaría a corto plazo.

   El sonido del metal siendo movido le dijo que él estaba regresando. Una puerta al fondo se abrió y entró un hombre enmascarado vestido con ropa oscura a tono con la habitación. Traía en su mano una bandeja con un pedazo de pan y un vaso de agua.

   -Tu cena –le dijo simplemente y lo depositó en el suelo.- Tienes cinco minutos para comer. Hoy dormirás en otra posición y no me importa si no comes todo lo que te sirvo, igual te mantendré con vida el tiempo suficiente para seguir jugando contigo. Pero hoy estoy muy cansado y no quiero hacerlo. Come rápido –le ordenó con desprecio.

   -¿Quién eres tú? –preguntó con la voz apagada. Se arrastró para tomar el pan y comer rápido.- Hace ya mucho tiempo que estoy aquí y no me lo has dicho –tomó el vaso de agua y lo apuró, pues tenía mucha sed. Solamente lo alimentaba una vez al día y siempre era lo mismo: un pedazo de pan y un vaso de agua.

   -Eso te lo diré el día que decida matarte. Cuando me aburra de ti y me encuentre otro juguete –respondió el encapuchado sonriendo.

   -¿Yo que te hice? ¡¿Por qué me haces esto?! –preguntó el encadenado al borde de las lágrimas.

   -No pienso escuchar tus lloriqueos –respondió este, abrió la jaula, metió la mano y le quitó la cadena del tobillo con una pequeña llave de un montón que tenía.- Me aburren tus lloriqueos -agregó mientras lo jalaba de un pie y lo arrastraba por el piso para llevarlo a un potro que estaba a unos metros de distancia de ellos.- Hoy dormirás encadenado de pies y manos en el potro y, como yo no estaré aquí esta noche, dejaré un consolador de 25 cms de largo y 5 cms de diámetro conectado a una máquina para que tu culo esté trabajado toda la noche -le explicó mientras lo levantaba y lo ponía en posición en el potro.- Y no tienes de qué quejarte porque puedo usar el de 30 cms y 7 cms de diámetro si quiero. Pero como no soy tan malo, te dejo ese otro -añadió con cinismo. De haber podido habría visto la sonrisa de maldad del encapuchado.

   -¿Estás burlándote de mí? –Preguntó el otro desde el potro sintiendo la ira nacer desde su pecho.- ¡¿Qué no eres malo?! -grito- ¡¿AH?! Primero me secuestras, luego me torturas y me violas y… y… -sentía la saliva acumularse en su boca- ¿Me dices que no eres malo? ¿Qué clase de enfermo eres?

   -Esos modales… -dijo el encapuchado- existen millones de maneras para torturar a las personas. Yo uso las más leves contigo. No debes quejarte -mientras explicaba, fue a un armario al fondo de la habitación. Dentro, estaba una colección de consoladores y dildos de diferentes tamaños y formas, ordenados meticulosamente. Cuando encontró el que buscaba, se dirigió a una esquina de la habitación y trajo una maquina autofolladora que puso detrás del hombre a la altura de su culo. Cuadró el dildo a la máquina.- Soy tan piadoso que dejaré que decidas si uso o no lubricante para esto. Este dildo es muy rugoso y no es muy cómodo usarlo sin lubricante. ¿Quieres lubricante? –preguntó con fingida dulzura.

   -¡Vete a la mierda! –rugió el hombre desde el potro.

   -Es tu decisión entonces –responde el encapuchado acercando el dildo al culo y poniéndolo en posición, acomodó la máquina para que el juguete sexual entrara todo, rotara adentro y sólo saliera hasta la mitad para luego rotar otra vez antes de entrar todo- ¿Listo? –preguntó con sarcasmo.

   -Por fav… ¡¡¡Ahhhhhhhhhhhh!!! ¡NOOOOOO! –gritó el otro cuando la máquina empezó el trabajo y el dildo entró todo de un golpe.

   -Nos vemos mañana a esta misma hora –dijo el encapuchado.- Tal vez venga más temprano o tal vez me olvide de ti y venga dentro de dos días. Y créeme, tú no vas a morir en dos días, aún tienes energía guardada para vivir de tres a cuatro días sin comer. Y ese corte –le dijo señalándosele,- no está tan mal como para morir de una infección –le explicó.

   -No… me… dejes… así… -dijo el otro con un hilo de voz.- Du…ele… casi no… puedo… respirar.

   -Te pregunté si querías lubricante y no me dijiste nada. Te jodes. –dijo yendo a la puerta.

   -¡¡¡NOOOOO!!! ¡¡¡¡¡NO HAGAS ESTO, POR FAVOR!!!!! –fue lo último que escuchó el encapuchado antes de cerrar la puerta.

   Se fue sin mirar atrás siquiera.

   Sonreía con verdadero placer al escuchar los ruegos de Jesús Ballester, aunque este no podría saberlo ya que miraba al suelo atrapado y condenado.
 
CONTINÚA ... 2
 
   ¿No es un comienzo genial? Aunque... No puedo dejar de pensar en Agatha Christie. Las dos escenas han sido muy bien ensambladas, han dicho mucho de los personajes sin responder a casi nada, algo notable; pero me parece que si uno va a meter a un enmascarado cruel y sádico, de quien no sabemos nada, el recurso puede usarse al límite. Iniciar con él, y que después de que salga, no sabemos a hacer qué, la acción pase a los otros dos, Ángel y Andrés. Que se encuentren en la entrada de la casa, aclarando cada uno que andaba en diligencias. Así uno, como lector, frunciendo un poco el ceño, se preguntaría, ¿acaso uno de ellos dos...? Al poco seguir leyendo uno acaba con esa sospecha si se quiere que se ame a los personajes, o se les deja para que se les quiera pero se sospeche un tanto. Aunque, son tonterías mías. Ha sido un gran inicio de relato. Al inicio uno podría sospechar de una zanahoria historia de amor, de algún tipo, y luego encontramos al enmascarado no de plata.
 
   Por cierto, ese título...

ORDENANCISMO

CADENA

   Sonríe oyéndole gemir suavemente; eso le complace. Que lo aprecie y disfrute. Tomándose su tiempo cada tarde, el dedicado hombre les enseña el buen camino a esos muchachos inocentes pero tan calientes.  

DEPORTISTAS

SUCIOS

LOS CACHAS                         EL PEPAZO
   No hay más lealtad que la del propio culo en peligro...
...
   -¡Ya va, coño! -ruge Gabriel Manzo mientras baja la escalera que da de los cuartos a la sala en la quinta de sus padres, a donde acude cuando necesita dinero, que le laven la ropa sucia o esconderse... de cualquier vaina.
 
   Estaba recostado en su vieja habitación cuando escuchó los insistente llamados a la puerta. Se resistió a despertar porque soñaba que estaba desnudo, y duro, su tranca muy erecta (y como era un sueño parecía más grande y gruesa), y dos chicas rientes, de tintes extranjeras por lo catiras, muy jóvenes y tetonas, desnudas, arrodilladas en la cama le lamían el tolete como su fuera un caramelo, disputándoselo, sus boquitas atrapando y besando, y él mirándoles el trasero en un espejo, sus vaginas abiertas. Un gran sueño. Y la jodida puerta... Quien llamaba, primero con el timbre (parecía que el dedo se le había pegado al botón, seguramente con mierda), ahora la aporreaba a puñetazos dispuestos a echarla abajo. Era de suponer que la vivienda estaba solas ya que nadie acudía ante el escándalo, ni sus padres (jubilados de culos apretados), su hermana (una tonta que le gustaba darse mala vida) o su hermano menor, el pequeño e insoportable nerd que se creía mejor que el hermano “vago” y la hermana “estúpida” (y ahí sí que le daba la razón). Pero la casa no estaba sola, lo sabía. La verdadera encarnación de la vagancia estaba dormitando a la orilla de la piscina de la modesta pero bien hechecita vivienda.

   -Bastante que he trabajado para darles todo esto. ¡Honradamente, además! -solía aburrirles su padre contando cuando se sentaban a la mesa, y debían escucharle porque todavía comían de lo que ponía en la mesa.

   -¡Coña, ya! -ruge otra vez, abriendo los brazos y cruzando los últimos metros desde las escaleras hacia el recibidor, algo estrecho, con el gran espejo de pared para quién salía (o entrara), el esquinero con fotos bonitas de la familia, donde parecían gente, y un florero. Abre y se sorprende desagradablemente al encontrar a dos de sus amigos. El que estén allí, a esa hora, en ese lugar, indicaba que le habían estado buscando. Y que no podía ser por nada bueno.- Marcos, Mateo... ¿por qué coño aporrean la puerta?

   Siendo más bajito, aunque fornido, jadea cuando Marcos Escalona, alto, recio, con cara de malo (una atractiva, las mujeres ovulaban al verla, a pesar del gesto de grandísimo hijo de puta que se le notaba), le aplasta con una mano por el pecho y le empuja casi golpeándole contra el espejo. Y si lo rompían si que se meterían en un peo, piensa de manera oblicua.

   -¿Qué carajo hiciste? -ruge este, bañándole de saliva, bastante (algo que siempre negaba, que silbaba como perro), rojo de rabia, pero con algo de miedo brillando en los ojos almendrados.

   -¿De qué hablas? -jadea, no asustado, se conocen, tan sólo desconcertado. Y más cuando Mateo Jiménez, un negro casi tan alto como Marcos, de crinejas que le llegan a la espalda baja, alzándose en ondas sobre su nuca, le enmarca por el lado derecho.

   -¡Desaparecieron diez mil dólares del sobre del Ruso! -estalla este, tan alarmado como el primero, tan maloso como este también.

   -¡¿Qué?!

   -Qué falta dinero del Ruso y este nos anda buscando. ¡Y ya imaginarás que no es para que nos echemos unos palos y hablemos de putas! -ruge Marcos.

   -Baja la voz, coño, te oye el vecindario. -jadea con la mente nublada, de desconcierto y alarma, Gabriel, abriendo mucho los ojos finalmente.- ¿Crees que los tomé yo? ¿Estás loco? Sé lo que el Ruso me haría si... si...

   -Falta la plata y tú depositaste el sobre. -sintetiza Mateo, medio inclinándose sobre él también.

   -¡No tomé...! -y boquea, parpadeando.- ¡Mierda! ¡Fue Rubén! -croa. Si, el marido vago, necio e idiota de su hermana, un bueno para nada que nos servía sino para comer, dormir, ejercitarse, verse bonito, conquistar mujeres y paseárselas por la cara a la muy estúpida, fuera de gritarle frente a todos, negarle lo más indispensables (vivían allí o se morirían de hambre), y cree que la golpeaba a veces. Él le había visto dejar el abultado sobre en el vieja cama del viejo cuarto un momento antes de salir. Así lo dice.

   Marcos parpadea, asombrado. Conoce al tipo, habían estudiado juntos en la secundaria Negra Matea; un vago que vivía de su apariencia, siempre buscando quien le hiciera las cosas. Pero no era eso lo que le tiene en esos momentos con la boca muy abierta...

   -¿Estás diciéndome que te disponías a ir a depositar la plata del Ruso, más de cincuenta mil dólares de las ventas que hacemos de drogas, y lo dejaste por allí, fuera del alcance de tu vista, estando tu hermanito aquí, tus padre, la tonta de Stephanie y el güevón de tu cuñado? ¿Y saliste sin contar que estuviera completo? ¿Qué clase de imbécil...? -va alzando la voz mientras lo pregunta. Lanzando un bufido a su lado, Mateo se lleva las manos a la cabeza para expresar exasperación.

   -No pensé...

   -Es obvio que no, idiota. -croa el negro de cara alargada y piel lustrosa, ojos marrones claros y labios extrañamente sensuales (las mujeres soñaban con besarlos).

   -¿Dónde está ese maricón? -ruge Marcos. Joder, ¿habría tiempo de resolver este desastre? Cuando pensaba en el Ruso visualizaba manos aplastadas con martillos, uñas arrancadas, dedos apuntados. Pero también veía piel despellejada, familias asesinadas. No tenía el otro un simple apodo, el Ruso; no, era el título de la institución que tenía detrás: la mafia rusa.

   -Creo que le vi en la piscina. -Gabriel arruga la cara molesto, el negro cabello de su nuca uniéndose un tanto a su bigote y barba no muy poblados. Sabía que estaba allí y fue incapaz de mover el culo para abrir la puerta.

   Los hombres cruzan la casa y salen al patio, bien conservado, las flores hermoseando el espacio, dos acacias agitándose al fondo, los pájaros trinando. Nada de eso impresiona al trío de sujetos que va hacia la alberca de aguas azules, a cuya orilla, sobre una tumbona, descansa un tipo alto como dos de ellos, de piel blanco marfileña, algo extraña en estas latitudes, como su cabello castaño claro, pegado a su nuca al haber estado nadando, mostrando un torso artísticamente trabajado, semi cubierto por una camiseta de anchas aberturas, mostrando unos buenos pectorales y brazos, así como unas piernas largas y musculosas al llevar un corto traje de baño que no llega más allá de las bolas.

   -¡Ruben! -estalla Gabriel. El catire abre un ojo castaño verdoso, desdeñoso, recorriendo a los otros dos, a quienes también conoce.

   -Me tapan el sol.

   -¿Tomaste una plata de un sobre en mi cuarto? ¿Diez mil dólares? -demanda saber. El otro sonríe leve.

   -¿De dónde sacarías tú diez mil dólares? ¿De tu papá? -y tan pancho se lleva las manos tras la nuca, flexionando indolente ese cuerpo que usa para abrir puertas.- Y no, no sé de qué coño hablas. -sonríe como retándoles a contradecirlo.

   -¡Maldito mentiroso! -ruge Marcos, agresivo, cerrando los puños, odiándolo mucho, tendiéndose hacia él.- ¡Vas a regresar esa plata y...!

   -No sé de qué hablas. Pero si hay algún problema llama a la policía, ¿no?

   Los desconciertas.

   -Hijo de puta, no sabes en el peo que podemos meternos todo. Esa plata es de...

   -¡Cállate, Gabriel! -estalla Mateo, tan molesto como Marcos, quien se tiende hacia el catire acostado.

   -¿Voy a... -le va a golpear, lo va a machucar a coñazos, va a borrarle la sonrisa indolente y burlona de...

   -¡No! -le sostienen a un tiempo Gabriel y Mateo, revolviéndose entre ambos, que le alejan del catire indolente y sonriente que les despide con un gesto de la mano.

   -¡Tengo que joder a ese güevón! -ruge Marcos, rojo de rabia, todavía debatiéndose entre los brazos de los amigos que apenas pueden contenerle.

   -No. No. ¡Coño, no puedes! -le ruge Mateo, unico físicamente capaz de enfrentarle en una pelea real.- Sabes quién en su papá, ¿quieres a ese desgraciado detrás de ti?

   -Pero si no devolvemos esa plata... -Marcos se estremece casi con náusea, de rabia pero también de miedo. El Ruso iba a matarlos, y de una forma horrible. La idea les alcanza a los tres mientras dos de ellos, con disimulo, alejan al tercero del catire en la piscina.

   -¿No tenemos... nada por ahí? -lloriquea Gabriel.

   -¿Diez mil dólares? ¿De dónde los sacaríamos si todo lo gastamos como idiotas? -gruñe frustrado pero más cerebral, Mateo, cuando regresan a la sala.- ¡Mierda! -brama mirando por uno de los ventanales. Una enorme camioneta cuatro puertas entra en la propiedad. Se detiene y ven aterrados al hombre alto, recio, treintón y de rostro pétreo que sale del asiento trasero. Un tipo de cabello corto, amarillento, cortado en cepillo, con unos ojos azules como desvaídos, como si hubieran perdido color, y una piel bronceada pero que más que blanca parecía pálida. Causaba una impresión extraña mirarle, como las manos llenas de tatuajes que se veían fuera de las mangas de un saco deportivo, o los que rodeaban su cuello emergiendo del borde de la camisa blanca.- ¡El Ruso!

   Decir que nuestros héroes vende drogas tiemblan de miedo, es poco, mientras le ven acercarse a la casa.

   -Dios, Dios, nos va a matar aquí mismo. Mis padres van a regresar y encontrarán mi cadáver atrancando la puerta... -jadea pálido, Gabriel.- Me desangraré sobre la alfombra y mamá se molestará.

CONTINÚA...