lunes, 30 de septiembre de 2019

COMPROBACION

COMUNICACION

   Sintiéndose un sucio y algo pervertido, el hombre se dispone a revisar la grabación de la cámara que instalara en el cuarto del hijo. Estaba seguro de que el carajito, que no trabajaba ni estudiaba ahora, se la pasaba todo el día o bien con la sirvientica nueva, o cuando menos haciéndose pajas. Nunca esperó ver a su compadre y mejor amigo metido allí, haciéndole todo eso. Sorprendido no pude dejar de notar cómo el muchacho toma con su boca toda aquella gorda y larga polla, como la aloja en lo más hondo de sus entrañas, con experiencia, recibiendo enculada tras enculadas.
   Desconcertado le mira trabajarla, atrapándola con su agujero obviamente vicioso y goloso. El hijo de perra del amigo se lo estaba gozando a fondo; aunque no podía culparle del todo ya que ahora le parece que siempre notó que su muchacho le miraba a toda hora cuando les visitaba y que en las fiestas en la piscina vivía tocándole como al boleo. Y allí estaban, follando como animales. Si, ahora lo sabía... Era todo un pervertido, admite para sí con la bragueta abierta, aferrándose la tranca y haciéndose la paja mirando lo que su muchacho hacía... O le hacían en su cama de toda la vida. 

EXPERIENCIA REVELADORA

CALIDAD

CAMPAÑA ARRIESGADA

   No, no se lo explican...

   Tiemblan de lujuria, lo saben aunque todavía se avergüenzan. Bajo la tela suave y acariciante de las pantaletas sus, ¿cómo les dice?, coños se agitaban con anticipación cuando le ven llegar todo sonreído, muy creído de sí mismo. “Joder, suegro”, dice el más joven de los dos hombres, mirando al recién llegado, “hay que admitirlo, ahora somos sus putas. Somos los maricas del noviecito de diecisiete años de su hija”, casi jadea, fascinado y aterrorizado por las implicaciones... pero con el culo estremeciéndosele al notar el bulto del chico en el ajustado pantalón. “¿Listos para más, par de perras?”, pregunta este, sonriendo cruel, y casi se corren de la emoción. 

EN MANOS DE UN NUEVO PAPI

COMPRENSION

CUENTOS DE SUBURBIOS

   -Amigo, no te avergüences porque se te hace la boca agua viéndomelo; seguro que sueñas con pegarle la boca, ¿no?, y chuparlo y lamerlo... Oye, tranquilo, te sabemos marica. Bríndame dos roncitos más y podrás succionar de él como chivito. 

EVOCACION

RUSIA Y PUTIN, NOSTALGIA DE IMPERIO

SI EL NORTE FUERA EL SUR

   El pasado pesa... y a veces atormenta.
   Desde que un grupo de hombres del norte de Europa, los varegos, bajaron de la península y fundaron la mítica Rus en tierras más llanas, con una multitud de poblados alrededor los cuales fueron anexados todos, pueblos y creencias, bajo las manos de Iván III, su hijo Basilio III y su nieto, el tristemente célebre Iván El Terrible (quien realmente terminó de darle forma a la nación, la llamada Todas las Rusias, pero que acabó con su propio linaje al matar en un acceso de rabia a su único hijo apto para heredar y al nieto que aún no le nacía), la historia de esa gente ha sido expandirse y expandirse.
 
   En parte buscando sentirse seguros tras sus fronteras, pero en verdad porque tenían una vocación de imperio que nos les cabía en el cuerpo (como más tarde se vería con el proyecto de las trece colonias en Norteamérica), de querer, porque podían, someter y tributar a otros pueblos y la ambición de llegar del Mar del Norte a los Balcanes, del oeste al Asia. La llegada del comunismo con la Revolución de Octubre, que barrió a los zares (que se lo buscaron; el último era un verdadero inútil, lástima por las hijas que parecían todas muy lindas), tan sólo dio otra cara a la vieja mañan de crecer y crecer. Stalin hizo pactos contranatura con Hitler para anexarse parte de Polonia y los estados Bálticos, terminando en aquella maravillosa, para ellos, marchar sobre la Europa del Este. Por el lado asiático si no pudieron, en cuanto llegaron finalmente a Afganistán todo les estalló en las caras (eso y Chernobyl, ésta literalmente).

   El punto es que fueron un imperio zarista impresionante, fueron la segunda nación más extensa del mundo, y fueron la segunda potencia mundial, uno de los grandes sentados a la mesa donde se decidiría si el mundo continuaba o no, en la llamada era soviética, es decir pleno siglo XX. Pero eso se acabó. Si, se acabó, lo siento. Deben aceptarlo. Así como el tiempo de esplendor de los zares se perdió en manos de un hombre con mucho poder pero poca capacidad para el mando, Nicolás Romanov, la Rusia soviética cae por el estatismo que congeló desde la economía a la tecnología. Nada se hacía si la duma no lo revisaba tres veces y lo pasaba luego a otro comité donde sospechaban que algo se tramaba y lo regresaban; y así no había desarrollo ni cuidado para centrales nucleares que funcionaran, por ejemplo. Tuvieron suerte de que no estallaron más como la que asoló parte de Ucrania.
 
   Y eso de por sí fue triste en su momento, ver bajar la bandera del martillo y la oz, dejar de escuchar sobre la lucha del proletariado, los cantos que inflamaban la imaginación de los jóvenes despertando la llama rebelde en sus almas... Lo que, en buena medida, resultó falso. La Unión Soviética se sostenía sobre sus tanques y cañones, como bien podrían contarlo los alemanes, polacos, húngaros, checos y otros; aunque el soñador nunca quiere escuchar sobre eso, es más bonito vivir en Babilandia.
 
   El aparato del terror llegó a ser tal, que sumado a la crisis económica que ya tenía a los moscovitas racionados con boletas de alimentación, logró que en la misma Plaza Roja la gente saliera a protestar por las matanzas que se intentaban en Lituania y Estonia cuando estos quisieron separarse de la Unión. Cuando esa misma gente salió a parar los tanques del partido comunista que iba a tomar el Parlamento para echar atrás la perestroika, agarrándose de las manos como un escudo humano en contra del sistema, ya se sabía que el segundo imperio ruso estaba caído. Lo que no impide que sientan nostalgia de un pasado cuando eran grande...
   Y lo eran. Iban del Báltico a centro Asia, eran una potencia mundial de tipo nuclear, no se podía jugar con ellos. Sus uniformes, armas y tanques eran el terror de sus enemigos, el discurso les hacía moralmente aceptable aunque no lo practicaron. No, no extraña que un sujeto como Vladimir Putin sienta nostalgia de imperio, el deseo de ser un poderoso emperador. Un zar revivido, el último soviet supremo. Igual le pasó a Benito Mussolini cuando Italia pasaba las feas a principios de los años veinte del siglo pasado. Teniendo al frente una desesperante crisis económica, las angustias, la pobreza extrema de muchos y un mundo que no les tomaba en cuenta, Mussolini miraba hacia el viejo esplendor del imperio romano del pasado, y así se levantó con su movimiento fascista que buscaba restituirlo. Pero eso fue como si lo hubiera intentado el último zar, un desastre. Putin no puede hacer tanto porque la economía sigue siendo una vaina seria y necesitan de financiamiento regular, de las buenas intenciones del Fondo Monetario. Pero eso no le impide jugar al poder tras el trono.


   Se mete en Ucrania para mantener a un sujeto que le sea fiel, amenazando a los ucranianos que salieran a las calles a protestar. Se mete en una guerra en Georgia por dos estados que quieren separarse y mantenerse prorrusos, mientras por otro lado usa todo lo que tiene para aplastar a los chechenos que quieren separarse y montar país aparte (la hipocresía es lo que más molesta y más extraña que no sea evidente). Es el único que todavía defiende Lukashenko, el dictador bielorruso, el último que hay en Europa. Pero lo más grave, para el prestigio de lo que una vez fue la Unión Soviética, todas las Rusias, es que empujado por el deseo de parecer importante, determinante en el mundo, se alía y sostiene regímenes francamente aberrantes que cargan brutalmente contra sus pueblos que quieren sacudírselos, como los viejos reyes dictadores en Siria, repitiendo que no es que los sirios se cansaron de estos reyes, como se cansara la gente en Egipto y Libia de sus “amados líderes vitalicios”, por ejemplo, sino que “Occidente los quiere tumbar”. Como si occidentes no los hubieran tolerado más allá de lo que la vergüenza hubiera aconsejado mientras mandaban petróleo y sometían a los grupos radicales que si les asustaban. ¡Qué no le soportó y cabroneó occidente a mohamar gadafi por temor a los precios petroleros!
 
   Terminando el señor Putin con su postura en Venezuela, donde sostiene a una gente que les sacó plata a lo bruto y todavía necesitan el triple para sostenerse un año más, pero al que tienen que auxiliar por la promesas de entrega de recursos, lo que queda de PDVSA, y porque cree que enfrenta y le para el trope, en influencia, a Estados Unidos. No importa qué intereses defiende, lo que necesita es que parezca que todavía cuenta.
   Por otra parte está el asunto del... ¿nuevo armamento bélico? Como ocurriera hace décadas con lo de Chernobyl, cuando fue en la península báltica que se dieron cuenta de altos niveles de radiación en el aire (que evidenciaba que algo había ocurrido “al este”), otras voces dieron la misma alarma pocos meses atrás ante el silencio de los nuevos hijos del zar. Les estalló una fábrica “secreta” donde todo el mundo sabía que probaban armas durante la era soviética (como el Álamo en Estados Unidos, que los espías daban indicaciones y dirección a los que se perdían por ahí), donde murieron cinco importantes científicos nucleares. Eso dio para todo tipo de comentarios. ¿Una nueva bomba? ¿Otro misil más potente y aterrador? ¿A estas alturas de la vida? Según ellos, enfrentados a la evidencia de que el asunto se supo y no porque lo contaran, tan sólo probaban un nuevo isótopo para combustible de propulsores. Y eso asusta más. ¿Imaginan cohetes de algún programa espacial ruso usando material radiactivo como combustible y que estalle en la atmósfera?

   Vladimir Putin está logrando acabar con esa nostalgia que todavía queda en tantos que miraban en esa dirección en busca de una manera alternativa de ver la vida. Su necesidad patológica de ser alguien le ha aconsejado mal, le ha llevado a juntarse mal, a rayarse... Enlodando el nombre de la antigua patria del proletariado glorioso, como imaginábamos que era, y que terminaría triunfando por el mundo, cuando éramos jóvenes.
 
   Qué tontos somos de muchachos... 

LA EUROPA QUE FUE Y LA QUE ES

ARENA

ESPERA

   Los promotores del evento en ese podio saben que sin aire acondicionado siempre se ponen calientes y se destapan más, dejando ver. Y es lo que quieren, que muestren... y ver. De ahí el éxito del lugar. 

SORPRESA DESAGRADABLE

¿UNA BROMITA SUTIL?

UN MUNDO AMABLE

   Pasa...

   -Alza esa cara, mamagüevo... -oye la alegre voz de su mejor amigo, a quien, no sabe de dónde, le salió chupársela y ahora no puede dejarla, atragantándose con ella, sintiéndola quemando y mojando su lengua, olisqueándole entre los pelos. Cuando eleva la mirada se congela.- Esta será tu nueva foto de perfil en Facebook para que la vean tus amigos, conocidos, socios de trabajo y familiares, ¿no te excita tanto como tener mi tolete en tu garganta?

   Sabe que bromea (o eso espera), pero el punto es que si... La idea de verse expuesto así le provoca un extraño temblor en su culo virgen. Aún. 

RECETA

RIO GRANDE... 9

RIO GRANDE                         ... 8

   Bienvenidos al pueblo...
......

   Respira y jadea con esfuerzo mientras enciende el motor del vehículo; sabiendo que no encenderá, que fallará y no podrá alejarse de ese maldito lugar. Y sería justamente cuando... Enciende. El motor vive, después de todo. Y la radio deja escuchar una voz de mujer, modulada, jovial. Que le sobresalta. Porque no la llevaba encendida antes de bajar. Está seguro de ello. Casi seguro. Borracho como anda, sabe por experiencia, que oír música le produce sueño.

   -Alerta, campeón, alguien está detrás de ti. Va tras tus pasos. ¿Puedes sentirlo? -dice esa voz educada, bien entonada, una que no conocía pero que le eriza nuevamente la piel. Intenta fijarse en el dial de la AM, pero no distingue bien.- No corras, deja que te alcance. Quiere conocerte. -hay una risita suave.- Sabes de quién se trata, ¿verdad? El que te ha acompañado desde niño, ese que sabes que vela tu sueño, en la oscuridad, mirándote dormir desde los pies de tu cama. Que conoce tus miedos, tus angustias. Tus deseos. Vamos, ábrele tu corazón, sabes que lo necesitas. Que lo quieres. ¡Ábrele la puerta!

   No lo soporta y apaga la radio resistiendo las ganas de pasarse las manos por los brazos y borrar la piel de gallina. Está acostumbrado a los programas religiosos después de la media noche, y aún más tempranos. Pero esas palabras... No, no parecían hablar del Buen Libro, ni de nada bueno a decir verdad. Traga en seco, deseando estar ya en su casa. Haber salido más temprano de la cantina. Estar sobre su cama, cobijado. Seguro. Cierra los ojos y ve el trapiche, a lo lejos, desde la carretera de tierra que llevaba a la quebrada, con su mole oscura, su techo en declive, sus chimeneas. Y los abre rápidamente, porque no es un lugar que le agrade. Parpadea, sus labios se abren y se cierran. Bajo la luz de la farola de la esquina la botella gira sobre su centro, perfectamente inmóvil en el mismo punto, en medio de la calle. Algo que antes no hacía. Estaba seguro de ello. O casi. Mete reversa, el motor traquetea, se aleja un poco, y casi saltándose la primera sale disparado, cruzando sobre la botella, sin tocarla, sin mirar atrás. Una idea molesta le inquieta ahora, levantándole los pelos de la nuca aún más: ¿y si lleva a alguien en la parte trasera de la camioneta? Al que sigue a los viajeros que...

   Por eso no mira.
......

   Ignorando toda las sorpresas, el horror y el impacto que ese día traería a su vida, la mujer sale de su cuarto con una leve sonrisa de tranquilidad y serenidad, una que se acentúa al tomar una buena taza de café minutos después, una vez que monta el budare sobre dos de las hornillas de la cocina, una enorme pieza esférica donde puede asar hasta ocho arepas de buen tamaño... si deseara preparar tantas. La masa le lleva segundos, lo justo como para que la plancha esté lo suficientemente caliente. Con una pasada de aceite en sus manos unta las caras de las arepas y las coloca una a una sobre el budare. Le llega el conocido sonido del chisporroteo húmedo sobre el metal caliente. Tan conocido, tan suyo cada mañana... y su sonrisa se vuelve un tanto una mueca.

   Había algo deprimente en esa idea. Cuántas arepas habría preparado desde que se casara con Elías, se pregunta. Eran las seis y quince, todavía faltaba casi una hora para escuchar las noticias, por lo que se conforma con el amanecer llanero de Radio Rumbos, pensando en todas las cosas que hacer ese día, incluida cambiar la ropa de cama.

   -Mamá. -oye tras ella la voz alerta de su hijo menor, el cual siempre andaba algo ceñudo, le parecía ahora, aún no vestido para ir al liceo, llevando una camiseta holgada y el bermudas con el cual dormía... y que a los dos días olía a oso. Era raro verle fuera de la cama ya. Siempre se le hacía tarde, quería acostarse a medianoche pero nunca despertar temprano.

   -Buenos días, y que Dios te bendiga. -le responde ella con retintín, recordándole las obligaciones mañaneras de pedir la bendición y saludar. Andrés, delgado, alto, guapillo pero con rostro impaciente, rueda los ojos. No tenía tiempo para esas tonterías.

   -Hay una camioneta estacionada afuera. -le informa, desconcertándola.

   -¿Qué? -confusa mira del joven a la ventana que da al patio, el día ya clarea con fuerza. Pronto sería otro hermoso día de mucho sol... hasta que comenzara a achicharrar con sus rayos. No ve nada.

   -Esta de este lado. Estacionada en el patio lateral. En nuestra propiedad. -aclara el joven, señalando con un dedo.- Es una Van, de esas que hablan en el liceo, que llevan a degenerados que raptan chicos para hacerles cosas malas. -sonríe con la boca torcida.- Nunca dicen qué, unos les pregunta y se ponen rojos y comienzan a tartamudear. Tan sólo que es algo muy malo que no nos gustaría. -mira hacia la pared.- Dicen que la familia Manson, en Estados Unidos...

   -Si, si, lo entiendo, son peligrosas las Van. -le interrumpe ella, ceñuda, extrañada y preocupada, lanzándole una mirada firme.- Ve a bañarte y a vestirte; pero báñate de verdad o voy a meterte yo a la fuerza bajo el chorro. Y para que lo sepas voy a ira a hablar con tus maestros sobre esas informaciones que les dan. -tan escasas, tan deficientes, unas que no les servían para nada. Los chicos debían saber que si existían los monstruos y el peligro que conllevan. Tan perdida está en esos pensamientos oscuros que no repara en el joven, que continúa allí, mirándole fijamente.

   -Piensas en Leonardo, ¿verdad? Tal vez en una camioneta como esa... -hay cierta crueldad adolescente en el tono, algo deliberadamente malicioso, y ella se eriza y pierde la paciencia.

   -¡Llama a tu papá y ve a bañarte! -es tajante, mientras abre la puerta de la cocina y sale.

   No le lleva mucho a la ceñuda e intranquila mujer vislumbrar el vehículo, que le molesta más que alarmarla, la verdad fuera dicha. Pero qué abuso, ¿cómo se estacionaba alguien en su propiedad y...? La portezuela del pasajero se abre y se tensa, deseando ahora haber esperado a Elías y...

   -Hola, mamá. -sonríe la joven, saliendo y mirándola, afable, pero evidentemente tensa.

   -¡Mayra! -chilla ella, casi lanzando varios griticos más, olvidando todo en segundos, cruzando la distancia, arrojándole los brazos al cuello y casi bailándola mientras la acuna en un feliz abrazo.

   Uno que la otra responde sólo a medias, ¿porque es poco cariñosa, porque es una mujercita que se avergüenza de esas demostraciones, o porque sabe que un chico que le gusta las está mirando? Podría ser cualquiera de esas razones. Pero Elsa parece no notarlo, lo que habla un poco mal del amor que los hijos demuestren a sus padres y la incondicionalidad de estos.

   -¿Mayra? -se oye la voz de Elías tras ellas. Y la joven sonríe de manera más abierta, aún retenida por su madre, la cual está toda roja de cara.

   -¡Papi! -chilla y luego parece avergonzarse, lanzando una leve mirada a la camioneta.

   -¡Mira quién está aquí! -anuncia Elsa, como si hiciera falta, toda riente. El hombre, más comedido, va y la abraza, feliz también. Y la joven medio sonríe y chilla quejándose cuando es medio alzada del piso.

   -Miren lo que el gato vomitó cerca de la puerta. -agrega al encuentro, odioso pero no agresivo, no sabiéndose si feliz o no, Andrés, en camiseta y bermudas, observándola un poco más allá, ganándose una mirada algo divertida de ella, pero también seca.

   -Dios, estás tan flaco, ¿estás enfermo? -juega con él. ¡Y lo que habría agregado de no estar sus padres!

   -Tú te ves gordita. -replica.

   -¡Chicos! -comienza Elías, rodando los ojos.

   -¿Y esos quiénes son? -Andrés, sonriendo cruel, mira tras ellos.

   Elsa y Elías se vuelven, mientras Mayra, aún en brazos de su padre, se tensa. Rodeando la camioneta viene Clemente, sonriendo afable, mirando mucho a Mayra, notan sus padres. La portezuela lateral del vehículo se desliza y abre, y aparecen dos chicas bonitas, de buenos cuerpos, y un chico guapillo, delgado y alto, con un toque de crueldad en sus labios.

   -¿Ya llegamos al pueblo de marras? ¿Por eso huele tan raro? ¿Estamos cerca de una porqueriza? -pregunta este, bostezando, como no dándose cuenta de que hay testigos.

   -¡Jairo! -advierte bajito, entre dientes y sonrisas, la joven negra.
......

   Ignorando la historia de horror que iba a comenzar para ella, Elba de Linares da un leve golpe a la puerta del cuarto de su hijo, Antonio. Sonreída aunque algo extrañada de que aún siga durmiendo. Sonrisa que se congela y vacila cuando encuentra la habitación vacía. La cama está casi hecha, pero no del todo, se notaba que el niño se había acostado. Pero, claro, ella le había dejado allí; pero ahora no estaba. La ventana abierta le provoca un escalosfrio. ¿Una rara brisa mañanera? Debía ser, ya que era imposible que siquiera imaginara lo que había ocurrido con su muchachito amado.

   -¡Antonio! -llama, mirando sobre su hombro, preguntándose si estará en el baño.
......

   Temprano por la mañana y todo, como se dijera poco antes Elsa de Lezama, el sol ya achicharra bajo sus rayos a todo bicho que camina, vuela o se arrastra bajo él, y nunca se siente, o nota más, que cuando se está caminando por una larga y estrecha carretera de asfalto caliente, sin nadie a la vista. Ni una nube el el extenso cielo azul o un jodido cují seco que proporcionara algo de sombra, fuera de la peste del olor. Aunque el joven no piensa en ello, cuesta mucho pensar en esos momentos cuando tan sólo quiere distraerse imaginando haber llegado ya a un destino más grato. Amílcar Rivero era un muchacho apuesto, más que por la cara, algo redonda, cabello ensortijado de un color amarillento del llamado tipo bachaco y unos labios algo gruesos, por su juventud y su pinta. Cercano a los diecisiete años de edad, era cargado de hombros, como que había tenido que trabajar mucho echando pico y halando escardilla desde su más tierna infancia en la casa familiar, sobre una tierra dura, seca y egoísta que se negaba a soltar nada a menos que se sangrara sobre ella. A veces literalmente. Sumado a la tierra, y la pobreza, un rancho de cuatro divisiones para una familia de siete personas, con una madre arrugada y eternamente molesta, y un padrastro que no se cansaba de repartir tortazos para escapar de sus frustraciones (hasta la mujer se le puso fea), muy democráticamente, eso sí, le pegaba tanto a él como le daba a sus propios hijos; lo que bastó para que un buen día se cansara y tomara la carretera. Precisamente ayer.

   Pudo haberse enredado con Nancy, la hija de los vecinos, encamarse con ella... Y tal vez preñarla, viéndose obligado a escapar a la carrera, dejándola con el problema, o meterse a vivir con ella, arrimado en otro rancho con muchas más personas (aunque su papá no solía atizarles... tal vez porque la chica aún no se preñaba), y su historia habría acabado allí. Como sea, no le parecieron opciones muy buenas a un joven gañán que notaba como las mujeres de carajos con buenos trabajos, y hasta posiciones, le miraban. Gustaba. Tal vez en una tierra menos mezquina, bajo un sol menos cruel, encontraría a una cariñosa señora que le diera trabajo. En lo que fuera. Ya se encargaría él de mostrar buen ánimo, gratitud y... eficiencia. Eso le hace sonreír, caminando con paso algo vacilante en uno de los bordes de la carretera larga, estrecha y recta. Que parecía extenderse para siempre, le parece de pronto.

   Suda, claro; gotas calientes bajan de su cabellera, la espalda se ve cubierta también. Y se notan porque, siguiendo una terrible moda de muchachos, se ha quitado la franela que usa, colgándosela en el hombro donde también carga el viejo morral con sus pocas pertenencias; orgulloso de su estampa, aunque no lo reconocería ni para él mismo. La vanidad no era cosa de hombres. Pero le gusta su esbelto torso, sus pectorales algo pronunciado, la línea de vellitos negros y colorados que bajan de entre sus tetillas al ombligo. Vuelve la mirada al escuchar un lejano sonido. Una camioneta pickup, negra, de una cabina, abierta atrás, se acerca a la distancia. Su corazón pega un bote. Joder, si se parara...

   Se detiene al borde del asfalto, sonríe y alza el pulgar en la señal internacional de “¿me lleva?”. Desde que el camión le dejara en el cruce de Las Luisas, no había visto a nadie por allí, aunque le aseguraron que los camiones tanques de la Petrolera a veces cruzaban por ahí y que aunque tenían prohibido subir pasajeros, daban la cola. No había visto a nadie. Su mala suerte había estado trabajando tiempo extra esa mañana.

   La camioneta, de vidrio ahumados, no se detiene sino que sigue un poco más. El chico jadea desconsolado hasta que nota que reduce la velocidad, se detiene y retrocede. Sonriendo con todos sus dientes echa a correr un poco y se encuentran en un punto intermedio. Lentamente, con la manija, el cristal baja y encuentra un rostro alargado, ancho pero delgado, con una piel estirada sobre una estructura ósea que daba una apariencia agradable a ese sujeto maduro de ojos ocultos tras unos lentes oscuros.

   -¿A dónde vas bajo este intenso sol mañanero, muchacho? -le pregunta el tipo, no sonríe pero parece amable.

   -A Aramina. -le informa.

   -No llego hasta allá, pero puedo dejarte en el cruce.

   -¿A dónde va?

   -A Río Grande. A mi casa. ¿Te sirve?
 
   -¡Claro! -jadea el chico, sonriendo alegre, abriendo la portezuela.
 
   -Hey, hey, la franela. Vas a mojar todo. -le advierte el tipo, sereno, algo autoritario pero sonriente.
 
   -Ay, si, claro. -se viste mientras habla.- Hacía tanto calor que... -se explica y no nota como esos ojos tras los cristales bajan por la línea de vellitos en su torso, cómo evalúa el abdomen, el borde del pantalón y este mismo, con aprobación.
 
   -Entiendo. -todavía la mira un rato más, cuando ya está sentado de copiloto.- ¿Eres de por aquí? No creo haberte visto antes.
 
   -No, vengo de Guayabal.
 
   -¿Guárico? Un viaje largo, ¿vas dónde amigos? -pregunta mientras arranca.
 
   -No, no conozco a nadie por aquí; busco... -duda.
 
   -¿Trabajo, un lugar, una oportunidad? -insinúa el otro cuando el silencio se prolonga, sonriendo torcido.
 
   -Si, comenzar en alguna parte. -dice sintiéndose algo tonto, mirando por la ventanilla cerrada, agradeciendo el tosco aire acondicionado del vehículo que se siente increíble sobre su cuerpo sudado.
 
   -Entonces... ¿andas por ahí y nadie sabe dónde? Es arriesgado, muchacho. -puntualiza el otro.- Oye, si tienes sed, toma agua. -le tiende una cantimplora.
 
   -Gracias. -el chico sonríe, destapando el ovalado envase que le recuerda sus días de escuela, y duda en pegar la boca al pico, por lo que alejándolo unos centímetros de sus labios abiertos deja caer el agua.
 
   El hombre le mira y sonríe un poco más; esos labios gorditos seguramente se verían muy bien cubriendo un...
 
   -¿Llevas prisa? -le pregunta, con un tono de voz más bajo, amistoso. Uno que el chico nota.
 
   -No. No en verdad... -lo deja flotar. Por la edad ya ha notado miradas y ha visto cosas cuando iba del poblado a su casa. Hombres en carros que se detenían a “preguntarle una dirección”.
 
   -¿Por qué no te llegas a Río Grande conmigo, tomas algo frío, comes y ves si te gusta el lugar para... encontrar ocupación? -ofrece.
 
   Un maricón, seguro, piensa el chico, sonriendo algo divertido, cambiando su postura. Bien, ¿por qué no? No iba a meterse con un viejo marica, aunque fuera uno que pareciera un tío duro y viril, pero tal vez si se movía bien, y dejaba que le tocara entre la spiernas un poco, sólo un poco, le ayudara. Por un tiempo.
 
   -Okay. -responde finalmente.
 
   -Perfecto. -sonríe este clavando los ojos en el camino.- ¿Por qué no bebes más agua? Te ves acalorado. -le mira fugazmente, ¿sonriendo coqueto?, el chico no lo sabe pero le divierte cuando agrega:- Te ves todo caliente.
 
   Joder, vaya con el don, piensa para sí, casi riendo. Y bebe.
 
   Claro que bebe de la cantimplora ofrecida, y le sigue hacia un lugar que no conoce, con un sujeto al que no conoce... dada su mala suerte que trabaja tiempo extra. No encuentra nada extraño ni siquiera cuando comienza a bostezar y se siente embotado, mareado, con ganas de recostar la cabeza y cerrar los ojos, adormilado. Y no le parece extraño...
 
CONTINÚA ... 10

RAZON

NECESITADO DE DISCIPLINA

   Cada quien con la suya... según la tenga dura.

   No se cuestiona nada, como el estar allí con ese tipo desagradable; cuando se estaba caliente cualquiera servía. Mientras no entraran en juego los sentimientos. Y allí no entraban, ni de lejos; era tan sólo una calentura que no le dejaba quieto. Notaba que el otro lo resentía un poco, y eso le provocaba una extraña alegría malsana. Saber que le asigna un papel en el mundo. Era sacarlo, usarlo y quedar satisfecho, en medio del eterno susto a ser pillados, teniendo que ir de aquí para allá para terminar. Todo eso que aumentaba la emoción de un hombre que adora mamar vergas y que por el culo se las metan... Quiera o no pensar en ello el tío heterosexual pero caliente al que recurre en esos momentos.  

A DONDE FUERES...

AMORES DESILUSIONADOS

DE FINES Y MEDIOS

   Los hay...

   Debe ser triste en verdad enamorarse de quien no se debe. Estando consciente de que ocurre así no se desee. Saber que pasa, que uno se está ilusionando, que sueña en secreto con una mirada, un toque, una sonrisa distinta, aunque todo tus instintos gritan que no, que no sucederá, pero aún así... Y no hablo de los adolescentes, que a veces se emperran únicamente por llevarle la contraria a sus padres. Pareciera ser cierto lo que dice el Conde del Guácharo, que llega un momento en la vida de toda chica cuando se detiene y se pregunta ¿a quién se la doy que moleste más a mi papá? Y eso que en ellos los errores suelen ser más caros. No contando con ninguna base de experiencia por la cual guiarse (la necedad no lo es y nunca lo será), cometen errores tontos. Si la cosa no es muy grave, un niño que luego medio estorba pero se le quiere, en otros hasta una enfermedad grave.

   Hablo de esos amores que notamos en el amigo que encuentra cualidades donde todos sabemos que no hay nada, el hermano que sufre por quien nunca le quiso. Hasta uno mismo (para quienes han sentido la real magia del amor, digo). ¿Es tonto que un carajo se enamore así, viéndose obligado a estar cuando el objeto de su afecto a otra persona pertenecerá, como el tipo del video, soñando y esperando eternamente por algo que sabe no ocurrirá? Puede ser, pero ¿acaso hay opciones? ¿En verdad? ¿Y si, contrario a los que creemos el resto, sencillamente no se puede evitar?

   Hay algo grande, pero también terrible, en la idea de enamorarse de corazón, cerrando los ojos, por los motivos que sean, a la razón. Dicen que quién no ha amado no ha vivido, que es preferible amar y perder que jamás haber sentido... Pero ¿existen realmente las pasiones tipo Cumbres Borrascosas? Gente a la que, por cierto, les fue terrible... 

TINO PARA LAS PAREJAS