domingo, 31 de marzo de 2019

UN PASO NATURAL

BAJO MANO EXPERTA
   Las exigencias de la vida son reales, claras y hastas lógicas para cualquiera que se tomara la molestia de pensar un poquito más allá del cuadrito. Si se contaba en el gym con un campeón, un ganador, alguien capaz de hacerte brillar, y le encantaba el sexo después de cada práctica aunque lo negara, hay que dárselo, pues. Se lo ha ganado. Claro, no vas a saltarle encima, se comienza jugando. Pretendiendo que no se sabe qué se quiere, o si vas a ceder finalmente, o a repetirse. Aunque sabes que, en verdad, te diviertes accediendo a lo evidente. Esperando ya por la excitante vista que provoca el estimulante olor a suspensorios transpirados, tan sólo superado por el revitalizador aroma de un pubis mojado. Tan simple, tan cierto. Así que a darle a tu entrenador, ese hacedor de estrellas, el tratamiento que no se atreve a pedir pero que desea. Los resultados, a la larga, bien que valen la pena.

   Ese Cliff Jensen es un diablo. Seguro a lo largo de su vida hizo probar a más de uno más de lo que habría imaginado. 

TANTO VA EL CANTARO AL RIO...

A LOS PIES DE LOS CACHAS... 3

LOS CACHAS                         ... 2
   Sabía a qué salía...
......

   Finalmente entran en los luminosos y muy aseados vestuarios, con filas y filas de lockers y de largas bancas, extrañamente vacíos para un espacio tan moderno. Pero, claro, era un hotel vacacional, se supone que la gente normal debía estar en las piscinas o en la playa mostrando la buena pinta, el hermoso bronceado y el interés en las nenas en bikinis, no estar en un maldito gym como si no pudiera hacer eso en casa, con la novia esperando boda ya y un trabajo demandante por lo competitivo, se dice mortificado Shawn Dawson cuando es literalmente arrojado dentro de la habitación por aquel carajo más joven pero definitivamente más alto, ancho, musculoso y fuerte. Si hubiera continuado en las piscinas, intentando ligar con alguna chica, tal vez le habría parecido bellamente patético a alguna y esta le habría permitido tocarla, y ahora no estaría...

   -Amigo, no sé a qué juegas con todo esto de simular... -comienza, encarándole, intentando recomponerse, todo él muy rojo de piel, su torso subiendo y bajando al respirar con esfuerzo, de repente muy consciente de lo desnudo que está con aquel calzado y su bañador a media pierna, nada más. Aunque el otro estaba peor, era cierto que llevaba zapatillas deportivas, sin medias (¡sus pies eran enormes!), y una camiseta y unos shorts, pero lo corto, lo ajustado, todo lo que dejaban ver era aún peor. Incluida la escandalosa erección del hombre. Mierda, no podía ni vérsela sin sentir repulsión y ese carajo pretendía, o decía esperar que...

   -No estoy jugando a nada, perra. Vas a tragarte mi verga, de punta a base, y la vas a chupar con ganas. -le indica este, deliberadamente lento, remarcando las palabras como si hablara con alguien un tanto lerdo, al tiempo que alza una de sus manotas y en el blanco puño encierra aquella mole que se veía casi pulsando bajo la elástica tela.- Lo harás como si tu vida dependiera de ello, bebiéndote cada gota de lo que de aquí salga, hasta terminar tragándote cada trallazo de mi esperma caliente y espesa. Produzco bastante, ya lo verás. -le aclara, casi divertido de verle ir abriendo más y más ojos y boca, como si no pudiera terminar de creerse que aquello estaba pasándole. ¡Y estaba pasándole!, pero ya lo entendería.- Y luego... -baja peligrosamente la voz, sonriendo con suficiencia, una mirada zorruna en los fríos ojos azules.- ...Vas a tener una epifanía. Descubrirás que amas chupar pollas, te va gustarte tanto que vas a rogarme por más leche. Pero para dártela tendrás que ofrecerme el culo. Y cuando te la entierre, cuando sientas una verga real en tu agujero y no tus dedos o una vela como seguramente haces ahora...

   -¡No me meto nada por el culo! -cai grita, de furor, enrojeciendo más, temeroso de haber sido escuchado más allá de ese vestuario.- Deja de decir esas vainas, yo no...

   -...Vas a descubrir que no hay nada que te guste más. -continúa diciendo como si ni siquiera le hubiera escuchado.- Sobre mi verga vas a estallar de felicidad. Te correrás una y otra vez sin tocar tu cosita. Vas a maullar, a aullar y sollozarás de felicidad llamándome papi y dándome las gracias por encularte, por llenar tu coño. Porque, para ese entonces, tu culo ya será una concha caliente. Ya lo verás. -remarca cada frase con una confiada sonrisa de muchacho que se sabe buenote, aferrándose el tolete que moja la tela, y que parece llenarlo todo con un fuerte olor almizclado, le parece al impactado publicista que todavía no puede procesar todo aquello.

   Pero, siendo totalmente honesto con el forzudo chico, este estaba plenamente convencido de lo que decía. Sabía, o lo creía, reconocer a un maricón reprimido en cuanto lo miraba. Y en verdad necesitaba de esos desahogos antes de las competencias y después de las prácticas, llevarse al límite cada vez le llenaba de un vigor sexual increíble, ¿entonces por qué no juntarlo todo? Recuerda bien, por ejemplo, cuando recién cumplido los dieciocho años, ya mayor de edad legalmente para tantas cosas, antes de una participación que le daría a conocer el el circuito de adultos, rasurándose, su cuñado, el marido de su hermana, entró dizque a ayudarle, como hacía siempre que se quedaba con ellos en ese apartamento, con mirada concentrada y ojos brillantes. Sin que este hiciera otra cosa ya sabía que era un maricón de closet aunque fuera un tipo alto y grueso, un rudo conductor de gandolas, con barba, bigote, barriga y todo.

   En la familia todos se admiraban de lo bien que se llevaba ese sujeto tosco con el cuñadito que a veces debía pasar tiempo bajo su techo, por presentaciones en circuitos de culturismo, sin molestarle aparentemente tenerle allí. El chico sabía mejor, y no porque le hubiera visto una vez tomar una de sus trusas, usada en una presentación, y tocarla y amasarla como no sabiendo qué hacer con ella. Lo sabía de antes de eso, aún. Y se lo aclaró ese día cuando, en el cuarto de baño, se ofreciera a ayudarle con las axilas.

   -Rasúrame aquí. -le ordenó señalándose el pubis, gloriosamente desnudo, la verga morcillona.

   Sonriendo le vio enrojecer, tragar en seco y, tomando una maquinilla desechable, agacharse a hacerlo, mirándole de manera algo patética. El muy maricón, ¡que ojo el de su hermana! El sujeto fue respirando más y más pesadamente a medida que la joven tranca, blanco rojiza, nervuda, fue llenándose de sangre y ganas, tiesa, dura y victoriosa.

   -Tragátela, puto, sé que quieres. -le dijo, retándole, sonriéndole.

   Y más rojo todavía aquel hombretón de casi cuarenta años la tomó en sus manos, jadeando, como si el aire se le escapara de alivio. Apretándola, amasándola, masturbándola, luego chupándola. Los gruesos labios rodeados de pelos masculinos yendo y viniendo sobre la joven pero gruesa barra blanco rojiza que brillaba de saliva y jugos fue la imagen dominante por largos minutos de autodescubrimiento para ambos. Fue una buena mamada, y los ronroneos de admisión y gozo cuando tragó la esperma le hicieron gracia. Ese día su presentación estuvo genial, se sintió ligero, atractivo, seguro de sí. Admirados por todos. ¡Había funcionado! Y cuando algo lo hacía, el atleta promedio se aferraba a ello, así que siempre repetían la rutina antes de cada competencia. Hasta que quiso más.

   -Desnúdate y muéstrame el culo, zorra barata; agárrate del lavamanos y mírate al espejo mientras te rompo el virgo. -le dijo una mañana, alejándole las manos cuando, sentado en la tapa del inodoro, el cuñado pensó que volvería a lo mismo, a mamarle y ya salivaba en anticipación.

   Le vio dudar, luchar contra ese deseo, defender los rastros de su hombría, pero en cuanto se la metió por el culo, toda, suavecito, lentamente, dejándole aceptarla y acostumbrarse, para luego comenzar un saca y mete de campeonato, sabía que podía hacer lo que quisiera como quisiera con ese gimiente puto de coño goloso. Y pudo dejar salir su propia naturaleza joven y egoísta de bestia sexual de gran apetito. Todavía recuerda con una sonrisa de cruel satisfacción total cuando se la clavó toda por el culo la primera vez al velludo sujeto que chilló de manera agónica, cara contraída reflejada en el espejo, como si algo le doliera pero evidenciándose que lo estaba gozando.

   -Ya no eres un macho tan grande ahora, ¿verdad, princesa? -le rugió, sonriendo entre dientes, mirándole a través del espejo; lo quiso así para que se viera mientras tomaba su culo, enterrándole el tolete y haciéndole suyo. Sus ojos se encontraron y se sintió más poderoso mientras le embestía sin piedad ese agujero caliente y apretado.- Ya no eres tan rudo con mi verga golpeandote la pepa, ¿verdad? -se sintió cruelmente juguetón, dominante, excitado de ver a ese sujeto grande, viril y peludo estremeciéndose bajo su verga, el agujero cada vez más caliente y húmedo, los paff paff de piel contra piel llenando el cuarto de baño caluroso.- ¿Lo sientes?, ¿notas como se tranforma tu culo en una vagina como la de mi hermana, cuñado? Oh, sí, una vagina hambrienta y mojada. -le soltaba aquellas palabras duras, caliente al decirlas, notando que le estremecía escucharle, aferrándose con las dos manos al lavamanos mientras lo enculaba una y otra vez.- Tomas, toma, maricón, tómala toda como la perra que eres...

   Chilló y rió entre dientes atrapándole la cintura algo ancha por las cervezas y barbacoas, pero todavía firme, incrementando sus embestidas. Metérsela y sacársela de lo más profundo le producía un placer increíble, así como las apretadas, frotadas y haladas de esas entrañas sedosas. Algo que ya había experimentado cuando, al estar en lo más caliente de sus entrenamientos, encontrándose sin novia fija, debía recurrir, casi desesperado, a cualquier tipo de desahogo. Fue así como descubrió que podía usar a otros tipos para eso... y controlarlos. Eso le había tomado un poco más entenderlo de su naturaleza, pero lo hizo. Gustaba, su pinta y facha, sus músculos, su tamaño, fuerza y vigor, todo en él gritaba salud, vitalidad, poder y sexo, y otros sujetos parecían no poder escapar de la fascinación que eso producía. Como su cuñado, el peludo maricón que se agitaba de adelante atrás, restregándole el velludo trasero de la rasurada pelvis, ordeñándole con el recto, ojos cerrados, boca abierta, babeando un poco, mientras le cepillaba la próstata con su nervuda tranca. La excitante danza de verga contra culo. Después de aceptarla, de soportar el dolor inicial, el fuego había prendido en el otro. Ya no era el macho que desposara a su hermana, en ese momento era...

   -Tómala, tómala toda, puto. -le rugió, caliente, dominante, nalgeándole feamente haciéndole chillar.- Te creías un regalo de Dios para las mujeres, ¿eh? Bueno, aquí estás ahora, babeando, gimiendo, con el tolete goteándote de lo duro que estás mientras te hago esto, mientras tomo tu culo, mientras lo hago mío y lo recorro con mi verga de hombre, transformándolo en un coño. ¿Te gusta, maricón?, ¿te gusta que te haga esto y esto y esto? -le preguntó atrapandole el cabello y halándole, obligándole a alzar el rostro y abrir los ojos que había cerrado en éxtasis, encontrándose sus miradas nuevamente.

   Y el otro lo reconoció, que lo disfrutaba, que lo gozaba. Ahora, cada tarde al regresar de los ejercicios, después de comer y antes de ducharse lo cogía en el baño, a cuatro patas, obligándole a bajar el rostro contra el piso, sobre sus trusas usadas, dandole duro y rudo. A veces su hermana regresaba antes de hora y el maricón se mordía los labios para no gemir mientras ella le preguntaba cosas, o le saludaba, o le contaba su día desde el otro lado de la puerta. Mientras él le cepillaba sin detenerse la pepa. Para él era alucinante encularlo mientras al otro lado de la puerta, su hermana hablaba.

   -¡Esto es una locura! ¿No puedes entender que no soy gay? -Shawn ruge aún más desesperado, regresándole al presente.

   -¿Puedes entender que lo sé? Sé que no eres gay, eres un maricón de mierda, sólo que aún no lo sabes. -le ruge el sujeto, voz potente, alzando la mano con la cual se sostenía la verga y atrapándole la barbilla, los dedos cerca de la boca, sorprendiéndole por la reacción, la agresión física, empujándole hacia atrás y casi golpeándole de los lockers.- Y no quiero que digas nada más. Tan sólo que caigas de rodillas, que abras esa boquita y te tragues mi verga. Ya me babea de ganas. Una vez que lo hagas lo entenderás todo y yo por fin podré librarme de esta calentura que cargo desde que comencé mi rutina esta mañana. Y apúrate, dentro de dos horas tengo una presentación.

   -NO VOY A...!

   -SILENCIO! -el bramido le calla, mientras el sujeto le atrapa una muñeca, alzándole y doblándole el brazo. Shawn automáticamente hace tres cosas, arruga el rostro, grita y se medio vuelve siguiendo la dirección de la torsión, quedando de rostro contra el frío metal, el brazo doblado a sus espaldas, el sujeto presionándole con su cuerpo.- Ahora vas a obedecer... perra.

   Le baña la nuca con su aliento y, con los ojos muy abiertos, la cara muy roja, la piel de los hombros erizada y la respiración pesada, Shawn se asombra de la situación; se siente abrumado, sobrepasado... y fascinado de una manera oscura aunque puramente racionalista, ¿cómo le hacía eso?, ¿por qué se lo permitía?, ¿cómo pararle siendo tan grande, fuerte, decidido y masculino?

   -Amigo... -jadea casi desmayadamente, sintiendo dolor al estar inmovilizado, pero también recibiendo el calor de ese cuerpo duro, el roce de esa verga pulsante contras su trasero... como si buscara abrirse camino en su vida. La idea le estremece todavía más.

   -Silencio, perra... -el tipo le gruñe bajito, masculino, seguro de sí, casi rozándole una oreja con los labios, restregándole totalmente la verga del culo, arriba y abajo, frotándosele allí.- ¿Lo sientes?, ¿el cómo te estremeces, perra? Esto te gusta.

   -¡No! -jadea asustado por muchas razones. Más cuando un sujeto pasa, les mira con asombro, sonríe y sigue su camino. La tensión abandona su cuerpo, un poco, cuando el otro le suelta el brazo, pero le atrapa con una manota firme y fuerte un hombro, volviéndole, obligándole a mirarle, de cerca, casi arropado con su presencia.- Amigo... -todavía intenta detener aquella locura que no entiende, en verdad no creía, aún en esos momentos, que ese sujeto intentara nada más. No allí. Aunque... La sonrisa del otro, torcida pero bonita (como de muchachote grande y juguetón), le desconcierta. Y se tensa, conteniendo la respiración cuando le acaricia una mejilla con la mano, aquí y allá, erizandole de repulsa pero también de control.

   -Si, quieres... -sus entrepiernas chocan, por eso siente perfectamente lo que hace cuando baja la mano, la mete en su propio shorts corto, tocándose, lo sabe, y esa mano se eleva, dos dedos manchados de líquidos que sabe preyecaculares.- Quieres esto, perra... -y le coloca esos dedos bajo la nariz.- Vamos, aspira mi olor a macho, princesa. Te gustará. Créeme, va a llegar a pensar que no existe nada mejor en todo este mundo. Bueno, tal vez si… saborearlo. Aquí. Ahora.

CONTINÚA ... 4

NUEVO ORDEN MUNDIAL

   Toda una sorpresa… Bueno, ni tanto.

   Cuando le dijeron que los tiempos cambiaban nunca esperó que fuera tanto, que los chicos blancos andarían desesperados por montarse sobre una buena verga negra, nervuda y nudosa que los llenara todo y les hiciera delirar por horas. Pero ocurrió, ahora reconocían que la represión a la raza se había debido a una cuestión de envidia, aunque algunos de ellos, todo duros y tiesos por la emoción de cabalgar sobre sus nuevos “dueños”, mostraran buenos atributos. Que ya no significaban nada. Ahora aceptaban que lo único que querían era aquello, mojarse a la vista de un apuesto chico negro que les sonriera y les preguntara, jugando, ¿llevas pantaletas? Tan sólo querían... Nunca imaginó que disfrutaría tanto el cambio de paradigma, admite emocionado y hasta medio sonriente, pícaro, recordando cuando llegara a esas residencias estudiantiles donde había sido tan follado, y no siempre por el mismo chico, ¿acaso era su papá quien entraba con ese negro gordito al cuarto de al lado? 

ALEGRE DESCUIDO

CURAS Y EXCUSAS

SIMON DIAZ, A CINCO AÑOS DE SU PARTIDA

   Qué difícil es el mea culpa, ¿alcanzarán salvación?

   Cada vez que escucho comentarios de la dirigencia socialista que destruyó a Venezuela, Nicolás Maduro pero especialmente Diosdado Cabello, siempre me pregunto; ¿estarán realmente locos o se drogaron? Leyendo esta nota creo que también hay que incluir la posibilidad de la senilidad extrema a la hora de decir disparates. Alain de la Morandais, sacerdote francés, en un programa de televisión donde se abordó el tema de los curas pedófilos, intentó, como es la vieja mañas, en lugar de aceptar la realidad de que no sólo dejaron la puerta abierta para que el Diablo se metiera en las iglesias, sino que lo ocultaron de manera perversa, dijo que no se puede hablar de violación ya que eso conlleva la noción de violencia cuando en realidad muchos niños se acercaban a un prelado buscando “ternura”. Que la cosa era amor, pues. Una cabronada escapista. Gente adulta no se comporta como no quiere hacerlo. Y en estos casos, a lo hecho, agravan la vaina con semejantes declaraciones. Me pregunto si estos vejestorios están en realidad tan fosilizados mentalmente que no pueden ya ni siquiera comprender lo que ocurrió, lo que dejaron que pasara, y sus consecuencias. Fuera del feo y muy merecido chaparrón de rechazo público al cabrón argumento, las mismas autoridades eclesiásticas le han dejado solo para que no les salpique la vagabundería esa. 

¿EL FINAL DEL CANCER?

PENDENCIEROS

¿CELOS O ENVIDIA?
   Se emborrachaban y buscaban pleitos...

   El chico, nerd de anteojos, delgado de pecho y tímido como caracola, rueda los ojos cuando los dos jóvenes atletas con los que comparte cuarto en la residencia se ponen con esas. Las mismas cada vez que se embriagan. “¿Quieres esto, verdad, chico gay?”, rugía uno señalándose y mostrándose, exhibiéndose soberbio mientras el socio asentía con aire de perdonavidas; “quieres tocarnos, pellizcar nuestras tetillas, meter tus dedos en nuestras bocas y traseros, ¿no es así, chico gay?”. “Seguro que quiere violarnos con una vela o algo así”, agrega el otro, “o con algún largo y grueso juguetito escondido bajo su cama. Abusar de nosotros hasta tenernos gritando como tus perras. Es eso lo que pretendes, ¿verdad? Quieres hacernos la maldad”, le acusa. Joder, se dice el chico que ni por un segundo había pensado en ello, lo mejor era no volver a darle caña a esos dos. O tal vez si... ¿y si se los hacía al menos una vez?, ¿tan sólo por ver? Si, ya le habían metido la idea en la cabeza. 

JUEGOS DE VIDA

jueves, 28 de marzo de 2019

EMPRENDIMIENTO

OFICIOSO
   Que así le dicen a eso.

   Tinito y Bebeto van montar un negocio, bailar para doñitas maduras y estudiantillas de secundarias, esas que no pueden ver a un hombre de buen ver sin camisa sin ponerse cachondas. Como amigos de años, de escuela y gym, confían en sus talentos. Claro, antes tienen que ensayar los movimientos y para eso el demo que envían a sus amigos (y estos a otros y otros, aunque lo ignoran), para saber qué opinan. Estos los alientan, les dicen que se ven regios, que se toquen, que se soben, que se froten, que eso enloquecerá a las nenas. Pero, por alguna razón, la cosa parece nunca quedar bien y ya este es el décimo demo que mandan; aunque juntos, uno en brazos del otro, jadeantes y transpirados como buenos amiguitos, la cosa no les molesta. No sospechan que ya otros hacen el negocio y venden los videos por las redes, y si el éxito seguía así tendrían que hablarles claro y decirles que eran los solteros gay quienes más pagaban por verlos. Desde chicos suaves que gritaban por sus músculos, todo mojados ellos, a tíos rudos y viriles que sabían más y que notaban que algo les faltaba y que ellos podrían explicárselos: que aunque comenzaron el negocio pensando que eran cien por ciento heterosexuales, la verdad era que parecían necesitar caer en manos de machos medio brutales.

   Vaya cuerpos, ¿eh? Cualquier querría una facha así para una Semana Santa en la playa. Y vaya trasero el de ese sujeto... 

TE ENSEÑO LO MIO SI ME ENSEÑAS...

PREPARATE

REALIZADO
   No sabe qué esperas o deseas, pero se vistió para ti y viene a tomar lo que quiere. Y será rudo. Te abrazará, besará y lamerá como le apetezca. Te hará gritar de lujuria y locura quieras o no. Y comenzará cuando, de rodillas, agradecido y humilde, le quites la tanga con los dientes... 

CULPOSO

APAGADA ESTRATEGIA DE CONTROL

SIN NOVEDAD EN EL FRENTE OCCIDENTAL
   Los cuentos de los últimos veinte años.

   Apenas dos semanas atrás Venezuela vivió una oscurana como no se recordaba otra. Por lo menos aquí, donde no hay tanto monte y culebras como decía el viejo adagio. Caracas, por primera vez pasó veinticuatro horas en lo oscuro, como ya ocurría en otras partes, cuidando la imagen en la sede de Miraflores y del poder usurpado. Siempre se quiso disimular la crisis en la capital, dar la impresión de que todo estaba bien. Como se veía en esa película Los Juegos del Hambre; toda esa una mugre de vida de los Distritos, una porquería de sufrimientos y precariedad, con represores armados vigilando a todo el mundo bajo el título de Agentes de la Paz, pero allá, en el corazón del fascismo, el Capitolio, todo era perfecto.

   Eso se acabó con el apagón hace dos semanas y se conformó con los de esta, que pronto salió a explicarse como cosa de un ataque desde la Estrella de la Muerte, con un rayo que nadie ve ni siente, del que nadie tiene constancia (seguro que en latinoamérica hay quienes están completamente convencidos de su existencia, y hasta en España), pero que afecta. Como el rayo de control mental. Aunque uno no debería burlarse de estas cosas, el régimen tiene uno que todo lo que toca lo balurdiza. Pero no son juegos, fue lo que se le dijo al pueblo de Venezuela para explicar veinte años de corrupción e incompetencia, de tener a marcha forzada un sistema generador de electricidad construido hace más de cuarenta años en la era democrática al que no sólo no se cuidó sino que no se le actualizó ni se le hizo reparaciones o mantenimiento alguno porque todo se lo robaron. La explicación que el socialismo da a su incompetencia, rapiña y propaganda tendenciosa es esa, fue un sabotaje (o saboteo, como dicen, creyendo que se la están comiendo, lo dicho, balurdización total).

   El caso es que los apagones se repiten y el cuento, la excusa, es la misma. Esgrimida sin ningún tipo de vergüenza, ¿cómo es que se los vuelven a hacer? Por lo que uno no se explica por qué no están destituidos todos los organismos de inteligencia del país, esos inútiles que nada ven, y las mismas Fuerza Armada que se supone resguardan el coroto desde hace más de una década cuando comenzaron las primeras fallas que avisaban del natural colapso, perdón, los primeros “saboteos” según la realidad alterna de la izquierda. El apagón, este último, fue de tal magnitud, otra vez, que las emisoras de radio de todo el país quedaron en silencio... excepto las manejadas por el Estado. Y fue donde el régimen derrochó estupidez de una manera impresionante, tanta que la lanzaban para arriba y les caía en las caras.

   Necesitados de trasladar a otros la responsabilidad de sus actos, así como burlarse de la Venezuela que les odia, para desmotivarles, para demostrarles que podían burlarse en sus caras de su angustia, rabia o dolor (hubo muertos por esos apagones), montaron jolgorios de fiestas y bailes, encadenados con el cuento del sabotaje. Ya no era un problema por las dos únicas turbinas que funcionan en el Guri, de las cuales les quitan piezas a una para completar la otra cuando van a alterarlas, o que las reparaciones que se hicieran en ese momento, hace dos semanas, terminaron de dañar lo que quedaba (bajo dirección socialista hasta el Infierno dejaría de funcionar, aunque lo cambiarían por otro, otro sufrimiento para los penitentes, el de la frustrante inutilidad), cuentos que sólo irritan y molestan más al país. Y ponen a gente como Diosdado Cabello, Néstor Reverol, Vladimir Padrino López, Jorge Rodríguez o al ministro de Apagones y Excusas, Luis Motta Domínguez a echar los cuentos, el grupo de personas más odiadas y menos creidas de Venezuela. Escucharles, especialmente a Diosdado Cabello, devolvía la pregunta a la palestra: ¿demencia o drogas?

   En el programa de anoche, en pleno apagón y angustia de la población, Diosdado Cabello hacía chistes, contaba vainas que a nadie le interesaban porque nada tenían que ver con el drama que la incompetencia del grupo usurpador causaba. En lugar de colocar música las veinticuatro horas del día para que la gente drenara al menos la rabia y tuviera algo en qué entretenerse, o guiarlos para ver dónde conseguir alimentos, transporte después de las siete de la noche, o comprar velas y kerosén, servir para algo de verdad, montaban ese circo irritante. Anoche se escuchaban lecos y lecos del difunto Hugo Chávez Frías, revivido artificialmente a toda prisa para intentar contener la arrechera de lo que antes era el chavismo duro, pero ya ni darle vida a la imagen de la bestia parece hacerles el milagrito. Eso era escuchar un “extra” de noticias y que todos les mentaran las madres o apagaran las radios.

   ¿Se imaginan que Juan Guaidó lograra cabalgar sobre esta crisis diciendo que o nos paramos firmes y hacemos algo o con la electricidad pasará lo mismo que con los alimentos, el transporte, el agua, la salud, que tendremos que acostumbrarnos a vivir sin ella, arrechos pero sin electricidad para neveras, televisores y ventiladores, sometidos y vejados ante un mundo que nos cree cobardes porque huyen unos o no hacemos nada los otros? ¿Imaginan que Juan ordene rodear en cada región la compañía eléctrica y que los trabajadores griten qué es lo que está pasando en realidad para desenmascarar a tantos vagabundos? Que digan si es cierto que CORPOELEC está desmantelada, que si es verdad que la gente no va a trabajar por falta de dinero para pagar transporte, que si no es cuento que todo el que sabía sumar y restar ya se fue para el exterior y muchas veces hasta sin avisar en la empresa. 

   ¿Imaginan que Juan le pregunte a los cerros por qué sus corotos tienen que dañarse, los alimentos perderse, la medicinas también mientras una bola de vividores hacen fiestas y se burlan del sufrimiento de todos? ¿Que qué están esperando para ir a decirles lo que piensan? ¿Y si ordena acorralarlos cuando hacen sus programas aquelarres y que les griten que ya no queremos escuchar más paja de quienes nos destruyeron? ¿Qué se les grite lo que pueden hacer con sus aviones rusos, usando mantequilla y papel plástico si encuentran, que lo que queremos es que se acabe la pesadilla que montaron por ladrones, inútiles y violentos? Regresarles la pelota. Pero todos nosotros.

   Por culillo el gobierno usurpador le tira a matar, pactando otra vez con esos grupos que se dicen de oposición pero que hacen lo que sea para desmovilizar a la gente, desanimarla y que odie a cualquier líder que encabece la lucha. Juntitos, de las manos agarradas, le lanzan con todo a Juan, pero éste se sostiene porque el país está cansado. Así que proceda, que le pregunte a los venezolanos y que cada quien responda si es que al final tendremos que acostumbrarnos a vivir en la oscuridad, sin alimentos ni medicinas, sin agua ni transporte. Que si aspiramos a vivir como cochinos en corral esperando que arrojen algo, cualquier cosa, para no morirnos de hambre. Que diga claramente que el gran legado de estos veinte años es el hambre y la miseria, un atraso como no se vio ni en tiempos de Juan Vicente Gómez, menos en la Venezuela llena de carreteras, tendidos eléctricos, escuelas y hospitales públicos con los cuales la democracia llenó este país en los cuatro puntos cardinales. 

LA AYUDA HUMANITARIA PARA VENEZUELA

ESE MOMENTO

GANAS
   Cuando crees que tu amigo, feliz por las buenas noticias, va a abrazarte y te sale con eso; su boca sobre la tuya, sus brazos alrededor de tu cuerpo, su lengua lamiendo… y tú respondiendo como si lo hubiera esperado aquello durante mucho tiempo.  

PROMOCION

miércoles, 27 de marzo de 2019

REVELACIONES

BAJO MANO EXPERTA
   ¿Cuánto tiempo más puede engañar un gañán a su papá sobre sus preferencias sexuales cuando se encierra con acuerpados y sexys amigos en su cuarto durante toda una tarde y a veces una noche completa? ¿No esperaban que algo se oliera o sospechara cuando cruzaban frente a él, rumbo al dormitorio, apurados, halado uno de la mano, dizque a jugar Ludo, y poco después ese tío le hace gritar como perra urgida que está siendo bien atendida? Es posible que el catire lo esperara, si no era tan sólo un enorme rubio tonto, lo que si no se imaginaba ni en sus sueños más locos era que el papá, el fornido viejo ese, tambien andara falto de afecto. ¿Qué podía hacer, llevado por la piedad de su corazón, si no era dejarle tocar el cielo? Bien, después de la sorpresa inicial de los descubrimientos, lo cierto es que al catire le parecía bien que se conocieran de verdad, padre e hijo, entendiéndose y aceptándose, que admitieran lo que tienen en común: que les gustaba el mismo tipo de recio macho. ¿Para él?, bueno, no era vanidoso pero si un sujeto caliente, y tener a esos dos fornidos tíos a sus pies, arrodillados esperando que les alimente, apartados ya de vergüenzas y fingimientos, actuando como una hábil pareja capaz de excitar a cualquiera le parecía maravilloso. Dos culos bajo el mismo techo para que se diera gusto.


   Fetichismo donde lo haya, toda una fantasía loca, el tío compartiendo el novio con su papá. Un sujeto repartido entre padre e hijo haciéndoles el mandando. Y siendo ese tipo el muy vistoso William Seed, es aún mejor todavía. 

UN PASO NATURAL

SERVICIO A DOMICILIO

   El paquete era atractivo...
……

   Roberto Mancini, en el bien iluminado pasillo de los pasapalos, tostoncitos, cheetos, papas fritas y chicharrón picante, estudia las bolas de brillantes colores de las ruffles; ¿llevará las de siempre o se animará a probar esas con sabor a tocineta? Sonríe, lo que sienta bien a su cara algo ancha de cuarentón bien conservado, de cabello negro corto a los lados y alto en el centro (le enorgullecía el conservarlo todavía, a diferencia de sus hermanos que cegaban cuando el sol les daba en las calvas); una frente ancha con dos perennes arrugas, nariz recta un poco ancha, como la boca de labios gorditos, especialmente el inferior, rodeados de barba y bigotes salpicados de canas le hacían verse interesante. Es un tipo alto, cargado de hombros, brazos y piernas, como se notaba bajo el pantalón y el saco azul que usa, que se amoldaba a su cuerpo robusto y macizo, con algo de barriga bajo la buena camisa y la corbata roja que lleva. Regresaba de la oficina, y antes de sentarse a ver el juego de béisbol, pasó por el supermercado para apertrecharse bien de las ricas basuritas esas, aunque le pesaran alrededor de la barriga. Era un carajo de buen ver, pero su encanto provenía de algo más. De un aire viril y masculino, casi agresivo que exhalaba y le hacían destacar. Las mujeres, especialmente las muy jóvenes y divorciadas de mediana edad, no podían dejar de sentir calor al verle moverse, escucharle hablar, recibir una de sus miradas directas, pícaras. O una de sus sonrisas de medio lado. Sabía que gustaba... cosa que le encantaba. Aunque no le interesaban las mujeres. Era un exitoso soltero de mediana edad que gustaba de los chicos, aunque nadie pudiera imaginarlo a primera vista. O creerlo si lo escuchaba.

   Como le pasaba a Martín Garcés, el chico de cabellos ensortijados, castaños, ojos iguales, de una tonalidad casi verdosa (un bachaco que casi parecía catire), delgado y bonitico que le sonreía a todas las jóvenes que también le miraban (y que le encantaba, saber que gustaba, que excitaba), escuchándolo comentar a uno de los otros carga bolsas del supermercado, algo alejados de una de las cajas donde se ganaban una que otra moneda llenando bolsas y cargandolas a los carros.

   -¡Mentiroso! -el chico estalla, riéndose pero contenido, mirando al que hablara, su amigo Teo, otro cargador, volviendo los ojos al trajeado sujeto que se dirigía a la cava de los embutidos y juegos.

   -Te lo digo, ¡es un maricón! -este, más bajito, con cara afilada que le daba cierta apariencia ratonil, insiste, poniéndole mucha pasión como siempre que quería ser tomado en cuenta por los otros jóvenes que cargaban bolsas y que eran más mirados que él.

   -¿Y cómo lo sabes tú? ¿Te lo chupó? Tienes cara de que te gustan esas mariconerías. -riente, mortificándole, Matías, un joven negro, le puya. Eso provoca risas.

   -No, no, claro que no. -Teo parece mortificado y molesto. Y se corta cuando Martín le mira, burlón.

   -No te ha ofrecido darte una mamada, ¿eh? -y el enrojecer de Teo, de furor o vergüenza, provoca que todos rían, bajando la voz cuando una de las cajeras, ¿le estaría escuchando?, les sisea para que bajen el tono.

   -No. No me ha ofrecido mamadas ni esas vainas me gustan. Me lo dijo un pana. Que le ofreció darle una y le dio unos billetes después.

   -¿Quién te contó esa vaina? -intercala dudando, Matías, los otros, dos chicos más, repiten variaciones de la pregunta.

   -No lo conocen, ya no trabaja aquí. -se defiende Teo; el chico casi parecía arrepentido de hablar.

   -¿Qué te contó exactamente? -Martín enfila la conversación a un punto que le interesa. Billetes. Andaba pelando bola, y si se podía conseguir algo... Un primo suyo lo hacía. No era algo que fuera a contar, como el bocón de Teo, pero el muy sucio se iba a veces con tipos que pasaban buscándole por el barrio, siempre uno distinto, y terminaban donde estos pudieran chuparle el güevo y tragarse su leche; después salía con unos reales que se gastaba con la novia. Y si, él andaba limpio.

   -Eso, que propone dar mamadas y paga. -el chico, notandose mucho sus trece años de edad, se encoge de hombros, como cansado ya del tema.

   -¡Marica! -riente, bajito, Matías le gruñe y hay carcajadas mientras Teo se defiende.

   Martín no les oye, mira al enorme y robusto sujeto, con esa cara seria de gerente de empresa, con esas buenas ropas, el reloj costoso, el carrote que vio afuera... Sí, debía tener plata. Y ser generosos, si los cuentos del culo cagado de Teo eran ciertos.

   Con la pequeña cesta azul en una mano (pensaba comprar pocas cosas en realidad), casi llena de bolsas de pasapalos, Roberto toma dos botes de jugos, uno de naranja el otro de peras, y un refresco de dos litros, sabor colita. Así mismo unos paqueticos ya cortados y rebanados con salchichón, queso amarillo y queso guayanés. ¿Olvida algo? Joder, sí, no lleva maní. No los vio, debían...

   -Compra puras chucherías, señor. -la obsequiosa voz le llega a sus espaldas. Se vuelve y se congela por un segundo a la vista del alto y delgado chico de franela negra, de jeans desteñido algo ancho que parece bajo en su cintura, guapillo de cara, ojos pícaros, notándole cierta malicia en el tono.

   -Me gusta tragar cosas buenas. -le responde de frente, abiertamente, sonriéndole leve, recorriéndole con la vista de manera elocuente. Sorprendiéndole y desconcertándole, cosa que le divierte. Obviamente no esperaba una respuesta tan sugestiva a su “casual” acercamiento.

   -Así se debe hacer, ¿no? -el chico parece fuera de lote, como si no supiera cómo enfrentar la situación.

   -Cuando se ve lo que te gusta, hay que tomarlo. ¿Trabajas aquí? -el hombre le sonríe de manera amistosa, viéndose apuesto, cosa que el chico, en verdad, no nota.

   -Si, en la caja tres. -responde sonriendo, intentando recobrar el control.

   -Bien. -el hombre le guiña un ojo y se aleja, buscando el maní salado.

   Dejándole allí de pie, a solas, perplejo. ¿Qué fue eso? ¿Conectó o no? Era difícil competir, teniendo diecisiete años, con un sujeto así, piensa. Mejor volvía a las cajas, no fuera a perder los pocos clientes que había. Era una mugre trabajar por propinas.

   Cada vez que uno de los escasos clientes del local se acerca a las cajas, los cinco jóvenes se movilizan. La tarde era, definitivamente, floja. El chico se tensa cuando el hombre se asoma en el horizonte, sin mirar a nadie de manera especial. Pero dirigiéndose a la caja tres. Eso le hace sonreír tontamente agradado, como halagado. Guarda las delicateces con cuidado, algo saliviso, ¡todo le gustaba en esas compras! Al levantar la vista enrojece, el tipo estaba mirándole, sonriéndole, tendiendole dos billetes, una propina grande. Emocionado la toma y agradece.

   -¿Estás ocupado? -le pregunta, y los otros, recordando los cuentos, escuchan.- Tengo que ir a hacer algo y me gustaría que me llevaran esto más tarde. Vivo cerca. -le da la dirección y saca nuevos billetes.- No quiero cargar con eso en el carro y que todo termine apestando a tocineta. Llevalo en una hora, ¿okay? -ordena tal cual y se aleja sin esperar respuesta.

   -Vaya carajo, ni siquiera pregunta. -gruñe la cajera, pero algo impresionada por la pinta del sujeto.

   Si, vaya carajo, el joven piensa y sonríe, la boca echa agua con esas propinas. Imaginando más... Se sobresalta cuando se medio vuelve y se encuentra con la sardónica mirada de Matías.

   -Ah, ya veo. -ríe este, malicioso.- Bueno, negocios son negocios.

   -Y plata es plata. -sentencia este, riendo también.

   La cajera les mira confusa. Pero como desconfiada. ¿En qué andarán esos dos? Nada bueno, eso era seguro.
......

   Con cierto nerviosismo de anticipación, Martín recorre el trayecto entre el supermercado y la casa del sujeto ese. Ni por un segundo se cuestiona la parte éticas o moral de aquello que hace; como tampoco hace planes exactamente. No va con la idea de hacer que le chupe el güevo y le pague por eso, aunque era exactamente lo que pretendía. Una palabra como prostitución no pasa ni de lejos por su cabeza. Lo que sí sabe es que todo saldrá bien, que nada malo puede ocurrirle, dado que apenas tiene diecisiete años recién cumplidos; a esa edad se sabe todo y se es invulnerable. Lo único que se ignora es que las acciones tienen consecuencias, por lo demás todo estaba bien.

   Lanza un silbido frente a la bonita casa de dos plantas, cerca pintada de marrón y estacionamiento techado. Por primera vez se pregunta si el sujeto ese tendría familia. ¿Y si era casado y le recibía la mujer? ¿Y si todo lo de mamar güevos y dar plata era un cuento del ratón de Teo? Inquieto cruza la cerca y recorre el jardincillo con la grama verde, las acacias haciendo sombra, y toca el timbre. ¿Habría llegado ya? Claro, el carro estaba estacionado. Va a llamar otra vez cuando la puerta se abre y ahí está el tipo, con un vaso corto y grueso con licor en la mano, que olía fuerte y bueno, le parecía a él que tomaba caña blanca, guarapitas y cervezas. El ron le rascaba. Sin el saco el tipo se veía más... fuerte, le parece de manera confusa.

   -Su pedido. -dice tontamente.

   -Pasa y déjalo en la cocina. -ordena de manera sobria pero amable, ladeándose y dejándole entrar.

   La antesala, el recibidor, el comedor, los pasillos alfombrados hasta llegar a la amplia y luminosa cocina, cuya puerta da a un patio igual de hermoso como el frente, ¡con una piscina!, le dejan con la boca abierta. Deposita la bolsa sobre un mesón recubierto de cerámica y se vuelve hacia el tipo, ¿y ahora qué? Este lo mira mientras bebe, como esperando también. Sacandose otros dos billetes del bolsillo de la camisa.

   -Ya me pagó. -se siente obligado a decir.

   -Escuché que viven de propinas. Esa debe ser una manera bien mierdosa de ganar algo. -agrega este, dejando el vaso sobre el mesón.

   -Algo hay que hacer, ¿no? -dice, casi sintiéndose otra vez obligado, a defenderse mientras guarda los billetes. Feliz por dentro. Aunque no sacara nada más ya había reunido esa tarde lo que generalmente le llevaba un mes.

   -¿Estudias o trabajas en algo más? -el sujeto abre la nevera bien equipada y guarda todo lo que necesita refrigeración.

   -Eh, no, estoy por terminar el bachillerato y... ya veré. -lo cierto es que era medio vago.

   -Ya veo. -el otro le lanza una mirada escrutadora, ¿adivinándole?, luego sigue metiendo cosas en la nevera, la ancha espalda contrayéndose bajo la fina y costosa camisa.- ¿Tienes novia?

   -Algo así.

   -¿Y cómo la llevas al cine o le invitas un perro caliente antes de que te deje meterle mano? -interroga sin mirarle. Eso le hace reír.

   -Es difícil, por eso hago estos trabajitos que...

   -Que no dan mucho. -se endereza y va a su encuentro, deteniéndose a dos pasos y cruzando los recios brazos sobre el torso.- La verdad es que no te entiendo, a tu edad trabajaba en un taller mecánico que era una mugre, no me gustaba pero aprendí algo de motores y la paga era decente. Era un trabajo de hombres no un juego para… niños; como lo es embolsar cosas en un mercado. ¿No te gustaría ganarte algo más, haciendo algo de... adulto? -pregunta y el chico se agita, ¿era el momento?

   -¿Haciendo...? -el sujeto le mira a los ojos, atrapándole con su intensidad.

   -Dejando que te mame el güevo, por ejemplo. Me gustan los chicos llenos de leche y ganas de que se las mamen a cada hora. Soy muy bueno haciéndolo y puedo ser muy generoso, ¿te interesa? 

CONTINÚA ... 2

VENEZUELA, UNA BUENA, LA OTRA...

SIMON DIAZ, A CINCO AÑOS DE SU PARTIDA

   Tomado del Facebook de un amigo...

   Venezuela está tan empavada que cuando pasa algo que nos puede alegrar, por ejemplo el triunfo de nuestra oncena futbolística, nada más y nada menos que a Argentina, 3-1, ¡con Messi presente!, parece que nadie de los que conozco vio el juego. Yo no me enteré hasta el viernes en la noche. Que tampoco es que lo habría visto, y menos con esa selección a la cual no hemos enfrentado 23 veces, empatando 2, ganando una y perdiendo 20. Pues, a fuerza de buenas llegadas, un arquero que supo ver por dónde iba Messi, y algo de suerte, ganamos. Y supo tan bien. No la derrota de Argentina, esas siempre me han parecido tonterías, por el triunfo de Venezuela, una buena entre tantas malas. Por eso, cuando momentos después me llegó el mensaje de que había muerto finalmente José Vicente Rangel, mejor conocido como la momia dos, a la caída de Fidel, arrugué la cara: ¿Qué a Venezuela le pasen dos cosas buenas, seguidas y el mismo día? Eso era como muy difícil. Y era cierto. Vive. O lo parece, ya es difícil notarle signos vitales. Lo que tampoco me extraña tanto, como decían en la comiquita aquella, mientras exista el mal, vivirá Munra; en ese caso José Vicente. En seguida le sacaron mil memes, siendo uno de los más jocosos un antes y un ahora de varias personas, y aparecía José Vicente 1902, y un José Vicente 2019, y era exactamente la misma cara arrugada.


NOTA: Por cosas así uno elige a las amistades, porque se nos parecen o nos parecemos a ellos...   

CURAS Y EXCUSAS

CARETAS

REALIZADO
   Todos ríen al verle la cara molesta al tener que acompañar a la novia a hacer esos aerobics en la plaza vistiendo así. Pero la verdad es que oculta el cuánto le gusta que lo miren con lujuria, sentir todos esos ojos casi tocándoles. Todos esos chicos casi mojados, soñando... 

PREPARATE

INOCENTE

CELOS
   No se lo podía creer...

   No, no se lo explica. Que le sorprendiera el que se le pusiera así cuando una lengua lo tocaba, lamiendo, y unos labios chupando ansiosos, o que pensara que era normal que jugaran “a ver quién tiene las bolas más negra entre los dos y quien pierda traga”, bueno, vaya y pase si es muy joven e ingenuo. Donde le parece que ese chico se extralimita en lo caído de la mata, por muy recién llegado que estuviera en la fábrica, era al imaginar que era la primera vez que lo hacía, que la suya era la primera que cubría de punta a pelos, cuando ya le tenía babeando con un par de chupadas. Mirándole con morbo se pregunta cuándo haría la asociación de ideas sobre lo que le dijo que le encantaba su chocolate bien negro y caliente con aquello que hacía en esos momentos. 

ENAMORANDO

TWEE

EEN
   Cuando un amigo anda triste e insatisfecho con su vida, relaciones o trabajo, tiene lo que requieren para despejarse un rato: dónde meter la cara y lamer hasta enloquecer...
   -No, no lo hablamos, nos ahorramos esa engorrosa parte, no hace falta. Su mujer sale, yo entro, así, él cae de rodillas y alivia las tensiones de su día.
   Sonríe ante las miradas hipnotizadas de los chicos blancos, no necesita llamarles ni decirles que quiere follar, ellos lo saben con ese instinto de perras que el sexo les despierta.
   Cuando se chilla como si se muere, de puro gusto, estallando en leches sin siquiera moverse, es difícil que se sienta verguenza cuando espera, o cuando a él le apetece.. 

DRIE